Spanish, Stateless Embassies
Legibilidad y control: temas en la obra de James C. Scott

The following study is translated into Spanish from the English original, written by Kevin Carson.

Centro para una Sociedad sin Estado – Estudio No. 12 (Invierno/Primavera de 2011)

Opacidad y legibilidad. En Ver como un estado, Scott desarrolla el tema central de la «legibilidad», que hará parte de la mayor parte de nuestras líneas de análisis más abajo. Este se refiere a

el intento de un estado por hacer a la sociedad legible, por configurar la población en formas que simplifiquen las clásicas funciones estatales de tributación, conscripción y prevención de rebeliones. Tras haber comenzado a pensar en estos términos, comencé a ver la legibilidad como un problema central en el oficio de gobierno. El estado premoderno era, en muchos aspectos cruciales, parcialmente ciego; muy poco sabía sobre sus súbditos, su riqueza, su tenencia de tierra y rendimientos, su ubicación, su identidad misma. Carecía de algo como un «mapa» detallado de sus terrenos y de su pueblo. Carecía, en su mayor parte, de una medida, una métrica que le permitiese «traducir» lo que sabía a un estándar necesario para una visión sinóptica. Como resultado de esto, sus intervenciones eran a menudo crudas y contraproducentes.

[…] ¿Cómo obtuvo gradualmente el estado dominio sobre sus súbditos y su entorno? De repente, procesos tan dispares como la creación de apellidos permanentes, la estandarización de pesos y medidas, el establecimiento de sondeos catastrales y registros de poblaciones, la invención de títulos de posesión de tierras, la estandarización de lenguas y discursos legales, el diseño de ciudades y la organización del transporte, parecían comprensibles como intentos para alcanzar la legibilidad y la simplificación. En cada caso, los oficiales tomaron prácticas sociales excepcionalmente complejas, ilegibles y locales, tales como los sistemas de tenencia de tierras o los sistemas nominales, y crearon una cuadrícula estándar con la cual las podrían registrar y monitorear centralmente […].1

¿Cómo podrían comenzar a medir y codificar los agentes del estado, a través de cada región de un reino entero, su población, su tenencia de tierras, sus cosechas, su riqueza, su volumen de comercio, y así sucesivamente? […]

Cada tentativa […] era ejemplo de un patrón de relaciones entre saberes y prácticas locales de un lado y rutinas administrativas estatales por el otro. […] En cada caso, las prácticas locales de medición y tenencia eran «ilegibles» para el estado en su forma bruta. Exhibían una diversidad e intrincación que reflejaba una gran variedad de intereses puramente locales y no estatales. Es decir, no podían ser asimiladas en una cuadrilla administrativa sin ser transformadas o reducidas a una taquigrafía conveniente, si no en parte ficticia. La lógica detrás de las taquigrafías requeridas era provista […] por los requerimientos materiales apremiantes de los gobernantes: recibos fiscales, mano de obra militar y seguridad estatal. A su vez, esta taquigrafía funcionó […] no solo como una descripción, si bien inadecuada. Respaldadas por el poder del estado a través de registros, cortes y, en últimas, coerción, estas ficciones del estado transformaron la realidad que presumían observar, aunque nunca tan exhaustivamente como para encajar con precisión en la cuadrícula.2

No queda claro hasta qué punto el concepto de Scott de legibilidad ha sido influenciado directamente por el análisis de Michael Foucault en Vigilar y Castigar; pero parece probable que haya una influencia significativa allí. Scott cita el libro en varias ocasiones en Ver como un estado, incluida una ocasión en que lo cita de una manera que sugiere una relación directa con su propio tratamiento de la legibilidad:

Lo nuevo en la alta modernidad, creo yo, no es tanto la aspiración a una planeación comprensiva. Muchos estados imperiales y absolutistas han tenido aspiraciones similares. Lo novedoso es la tecnología administrativa y el conocimiento social que hacen posible imaginar la organización de una sociedad entera de maneras en que solamente barracas y monasterios habían sido organizados antes. A este respecto, el argumento de Michel Foucault en Vigilar y castigar […] resulta persuasivo.3

De cualquier modo, el análisis de Foucault en algunos pasajes es casi una anticipación palabra por palabra a Scott, hasta el punto inclusive de emplear el término «legibilidad» esencialmente en el mismo sentido.

El Panóptico de Bentham, tal y como lo describe Foucault, es solo un ejemplo de una institución diseñada arquitectónicamente con el fin de hacer a sus reclusos tan legibles como sea posible para aquellos que ostentan autoridad. Foucault aplica el mismo principio panóptico de legibilidad a monasterios, formaciones y campos militares, hospitales, asilos, escuelas y fábricas. En cada caso, el principio básico es la parcelación, a fin de eliminar la ambigüedad y organizar la institución, o sociedad, con base en el principio «Cada individuo tiene su propio sitio; y cada sitio tiene su propio individuo».

Evitar las distribuciones por grupos; descomponer las implantaciones colectivas; analizar las pluralidades confusas, masivas o huidizas. El espacio disciplinario tiende a dividirse en tantas parcelas como cuerpos o elementos que repartir hay. Es preciso anular los efectos de las distribuciones indecisas, la desaparición incontrolada de los individuos, su circulación difusa, su coagulación inutilizable y peligrosa; táctica de antideserción, de antivagabundeo, de antiaglomeración. Se trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos.4

En la fábrica, esto significaba «distribuir a los individuos en un espacio en el que es posible aislarlos y localizarlos […]».5 La disposición de la manufactura de Oberkampf en Jouy, por ejemplo, tal como la diseñó Toussaint Barré en 1791, era tal que era

posible ejercer una vigilancia general e individual a la vez: comprobar la presencia y la aplicación del obrero, así como la calidad de su trabajo; comparar a los obreros entre sí, clasificarlos según su habilidad y su rapidez, y seguir los estadios sucesivos de la fabricación. Todas estas disposiciones en serie forman un cuadriculado permanente en el que se aclaran las confusiones: es decir que la producción se divide y el proceso de trabajo se articula por una parte según sus fases, sus estadios o sus operaciones elementales, y por otra, según los individuos que lo efectúan: los cuerpos singulares que a él se aplican. Cada variable de esta fuerza —vigor, rapidez, habilidad, constancia— puede ser observada, y por lo tanto caracterizada, apreciada, contabilizada, y referida a aquel que es su agente particular. Rotulando así de manera perfectamente legible toda la serie de los cuerpos singulares, la fuerza de trabajo puede analizarse en unidades individuales. Bajo la división del proceso de producción, al mismo tiempo que ella, se encuentra, en el nacimiento de la gran industria, la descomposición individualizante de la fuerza de trabajo; las distribuciones del espacio disciplinario han garantizado a menudo una y otra.6

En cada caso, la institución era un «observatorio» donde poder y disciplina resultaban de la habilidad para ver:

El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada; un aparato en que las técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde, de rechazo, los medios de coerción hacen claramente visibles aquellos sobre quienes se aplican.7

La arquitectura se diseñaba así en aras de «volver dócil y cognoscible», a fin de «permitir un control interior, articulado y detallado —»

para hacer visibles a quienes se encuentran dentro; más generalmente, una arquitectura que habría de operar para la trasformación de los individuos: para obrar sobre aquellos a quienes abriga, para permitir ejercer control sobre su conducta, para conducir hasta ellos los efectos del poder, para hacer posible conocerlos, modificarlos.8

«El aparato disciplinario perfecto», en resumen, «permitiría de una sola mirada verlo todo permanentemente».9 Aquel era, esencialmente, el propósito del panóptico de Bentham: «inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder».10

Este principio aplicaba ante todo a la relación entre el estado y la ciudadanía en la sociedad en su conjunto. El diario Fourierista La Phalange, con ironía deliberada, describió la filosofía implícita tras las observaciones de un juez a un vagabundo procesado en su corte:

Es preciso tener un lugar, una localización, una inserción coactiva: «Se duerme en casa, dice el presidente; porque en efecto, para él, todo debe tener un domicilio, una morada espléndida o ínfima, poco le importa; no está encargado de ocuparse de ello; de lo que está encargado es de obligar a ello a todo individuo». Es preciso además tener una profesión, una identidad reconocible, una individualidad fijada de una vez para siempre: «¿Cuál es su profesión? Esta pregunta es la expresión más simple del orden que se establece en la sociedad; la vagancia le repugna y la perturba; es preciso tener una profesión estable, continua, de larga duración, pensamientos de porvenir, de establecimiento futuro, para tranquilizarla contra todo ataque». Es preciso en fin tener un amo, hallarse inserto y situado en el interior de una jerarquía; no se existe sino fijo en unas relaciones definidas de dominación […] 11

Otro trabajo cuyo análisis coincide considerablemente con el de Scott es Tiempo, Disciplina de trabajo y Capitalismo industrial, de E.P Thompson. El tratamiento de Scott de la legibilidad del proceso de trabajo como ayuda para el control administrativo puede compararse provechosamente con el tratamiento de los sistemas objetivos y legibles de cronometría —como el reloj y el ritmo de maquinaría—como medios para regular el ritmo de estándares de los obreros a la administración en lugar del tradicional patrón de alternancia entre arranques de labor intenso y ocio, «San Lunes», el calendario de días festivos, etc., escogidos por los trabajadores autónomos.12

El surgimiento de un Sistema de cronometría objetivo y legible, como lo describió Thompson, es análogo al sistema legible de títulos de tierras, pesos y medidas, dinero, apellidos, etc., impuesto por los estados. Y el propósito era exactamente el mismo— incrementar la cantidad de trabajo apropiable.  En el caso de los sistemas legibles de cronometría, ello significaba superar «los antiguos hábitos de trabajo de las gentes»,13 de acuerdo a los cuales los trabajadores laboraban típicamente solo lo suficiente para procurarse sus necesidades—tan poco como tres o cuatro días a la semana. A medida que las clases trabajadoras fueron privadas de su previo acceso independiente a los medios de subsistencia y producción mediante subterfugios tales como los cercamientos, y el sistema de fábricas remplazó el trabajo autónomo, «Las clases ociosas empezaron a descubrir el problema […] del ocio de las masas». Las clases hacendadas y empleadoras estaban horrorizadas por el hecho de que tantos trabajadores manuales, tras finalizar su trabajo de la jornada, aún disponían de «muchas horas al día para pasarlas como mejor creyeran».14                              

Como ejemplo de los nuevos sistemas de cronometría legible impuestos, Thompson citó el Law Book of the Crowley Iron Works, que declara (Orden 103): «Con el fin de que la pereza y la villanía sean detectados y los justos y diligentes premiados, yo he creído prudente crear un control del tiempo por un Monitor […]». El Monitor habría de mantener una ficha de control de horarios para cada empleado.15

Los nuevos hábitos de trabajo se formaron, y la nueva disciplina de tiempo se impuso, en todos estos modos: la división del trabajo, la vigilancia del mismo, multas,  campanas y relojes, estímulos en metálico, sermones y adiestramientos, supresión de festejos y deportes.16

Scott y Hayek: Mētis y el saber oculto.

El concepto de Scott de «mētis» (Μῆτις) en Ver como un estado es la culminación de una larga línea de pensamiento previo. La mētis es “saber práctico” o «saber arraigado en la experiencia local», por oposición a la techne (un cuerpo sistemático de conocimiento formal, general y abstracto, deducible de principios fundamentales).17 Este «representa una amplia tesitura de habilidades prácticas e inteligencia adquirida en respuesta a un entorno humano constantemente cambiante».18

Cualquier practicante experimentado de una destreza u oficio desarrolla un amplio repertorio de maniobras, juicios visuales, un sentido del tacto o un corpus discriminatorio para evaluar el trabajo, así como un abanico de intuiciones precisas nacidas de la experiencia.19

La mētis se adquiere a través de—y es aplicable a—«situaciones similares en líneas generales, pero nunca precisamente idénticas, que requieren una rápida y ensayada adaptación que se transforma en una segunda naturaleza para el practicante». «Se resiste a la simplificación en principios deductivos que se transmiten exitosamente a través del aprendizaje con libros […]».20

El clásico ejemplo de mētis es la narrativa transmitida de cuando Squanto (o, en otras versiones, Massasoit) proporcionó a los colonos ingleses el conocimiento local de los indios acerca del clima, el suelo y los ciclos nativos de cultivos de plantas, previniendo así una hambruna masiva.21

Esto debería ser familiar para cualquiera que estudia a Friedrich Hayek. En su ensayo clásico «El uso del conocimiento en la sociedad”, Hayek escribió sobre el “conocimiento disperso»:

Si poseemos toda la información pertinente y podemos partir de un sistema dado de preferencia contando con un completo conocimiento de los medios disponibles, el problema que queda es puramente de lógica. En otras palabras, la respuesta a la pregunta referente al mejor uso de los medios disponibles se encuentra implícita en nuestros supuestos. Las condiciones que debe satisfacer la solución de este problema óptimo han sido detalladamente elaboradas y pueden ser mejor establecidas en forma matemática: expresadas brevemente, las tasas marginales de substitución entre dos bienes o factores cualesquiera deben ser iguales en todos sus usos diferentes.

Sin embargo, éste decididamente no es el problema económico que enfrenta la sociedad.

El carácter peculiar del problema de un orden económico racional está determinado precisamente por el hecho de que el conocimiento de las circunstancias que debemos utilizar no se encuentra nunca concentrado ni integrado, sino que únicamente como elementos dispersos de conocimiento incompleto y frecuentemente contradictorio en poder de los diferentes individuos. De este modo, el problema económico de la sociedad no es simplemente un problema de asignación de recursos «dados» —si “dados” quiere decir dados a una sola mente que deliberadamente resuelve el problema planteado por estos «datos»—. Se trata más bien de un problema referente a cómo lograr el mejor uso de los recursos conocidos por los miembros de la sociedad,       para fines cuya importancia relativa sólo ellos conocen. O, expresado brevemente, es un problema de la utilización del conocimiento que no es dado a nadie en su totalidad.22

Hoy en día, es prácticamente una herejía sugerir que el conocimiento científico no es la suma de todo el conocimiento. Pero una pequeña reflexión demostrará que sin duda existe un conjunto de conocimientos muy importantes pero desorganizado que no puede llamarse científico en el sentido del conocimiento de reglas generales: el conocimiento de las circunstancias particulares de tiempo y lugar. Es con respecto a éste que prácticamente cualquier individuo tiene cierta ventaja sobre los demás, dado que posee cierta información única que puede usarse beneficiosamente, pero sólo si se dejan a él las decisiones dependiendo de dicha información o éstas son tomadas con su activa cooperación. Basta con recordar todo lo que tenemos que aprender en cualquier ocupación después de haber terminado el entrenamiento teórico, la parte importante de nuestra vida de trabajo que pasamos aprendiendo tareas específicas, y lo valioso que es en todos los ámbitos de la vida el conocimiento de las personas, condiciones locales y circunstancias específicas.23

Si estamos de acuerdo en que el problema económico de la sociedad se refiere principalmente a la pronta adaptación a los cambios según circunstancias particulares de tiempo y lugar, se podría inferir que las decisiones finales deben dejarse a quienes están familiarizados con estas circunstancias, a quienes conocen de primera mano los cambios pertinentes y los recursos disponibles de inmediato para satisfacerlos. No podemos esperar resolver este problema comunicando primero todo este conocimiento a una junta central, la que, después de integrarlo, dicta órdenes.24

La mētis coincide considerablemente con lo que Michael Polanyi llama «conocimiento tácito»: competencias adquiridas a través de memoria muscular o, de otro modo, a través de la práctica, que solo con dificultad (o en absoluto) pueden reducirse a una fórmula verbal y comunicarse bajo la forma de instrucciones habladas o escritas.25 Scott formula como ejemplo «intentar escribir instrucciones explícitas de cómo montar una bicicleta […]»26. Por ende «la mayoría de oficios e industrias que requieren tacto o palpación de implementos y materiales se han enseñado tradicionalmente a través de largos aprendizajes que resultan en artesanos magistrales».27

Alex Pouget sugiere una razón por la cual mucho saber situacional se resiste a reducirse a una fórmula verbal. Algunos neurólogos creen que el cerebro funciona como un dispositivo de cálculo bayesiano, «que toma unos pocos datos sobre probabilidades, sopesando su valor relativo, y llega rápidamente a una buena conclusión»:

[…] si queremos hacer algo como saltar sobre un arroyo, necesitamos extraer datos que no son parte inherente de esa información. Necesitamos procesar todas las variables que vemos, incluyendo qué tan ancho parece ser el arroyo, cuáles podrían ser las consecuencias de caer en él y qué tan lejos sabemos que podemos saltar. Cada neurona responde a una variable particular y el cerebro decide su conclusión acerca de todo el conjunto de variables utilizando la inferencia Bayesiana.

A medida que se aproxima la decisión, habría muchos problemas para articular la mayoría de variables que el cerebro acaba de procesar. Similarmente, puede que la intuición sea menos un arranque de discernimiento y más un consenso entre las neuronas.28

Un punto interesante que plantea Scott es que la mētis no es necesariamente un puro asunto de conocimiento tradicional, y tampoco es conservadora. Efectivamente, él esquiva el uso de términos como «conocimiento tradicional».29 En su lugar, la mētis refleja frecuentemente una gran cantidad de ingenio e inventiva. Las innovaciones y recursos que se producen por medio de la mētis son con frecuencia una respuesta más racional y efectiva para una situación que se presenta que aquellos en donde media una jerarquía administrativa.

Como señala Scott, «Los pobres y marginados están a menudo a la vanguardia en innovaciones que no requieren mucho capital. Esto no es para nada sorprendente cuando se considera que, para los pobres, una apuesta riesgosa tiene a menudo sentido si sus prácticas actuales les están fallando».30 Scott señala el hipotético ejemplo de dos pescadores

que deben ganarse la vida con un río. Un pescador vive a la orilla de un río donde la pesca es estable y abundante. El otro vive a la orilla de un río donde la pesca es variable y escasa, lo cual solo le permite una magra y precaria subsistencia. El más pobre de los dos tendrá un interés inmediato y de vida o muerte por idear nuevas técnicas de pesca, mediante la observación cercana de los hábitos de los peces, el posicionamiento cuidadoso de trampas y presas, el cronometraje y señalamiento de los recorridos por estación de diferentes especies, y así sucesivamente.31

Lo anterior corre paralelamente con mi propia línea de análisis en otros sitios. Son las clases privilegiadas, con sus grandes propiedades, y las grandes corporaciones con sus recursos profundamente subsidiados, las que pueden permitirse expandir su producción mediante una extensiva adición de insumos y permitirse ser relativamente ineficientes en términos de producto por unidad de recurso. Por otra parte, los pequeños productores, sin acceso a grandes montos de capital, deben ser necesariamente en extremo creativos a fin de hallar formas de hacer un uso más intensivo de recursos limitados. De allí que la contraeconomía, o economía informal y domiciliaria, sea la fuente  de una gran cantidad de innovación en tecnologías de bajos costos generales. En Organization Theory: A Libertarian Perspective, escribí:

[…] las clases hacendadas recurren a formas menos eficientes de producción precisamente porque el estado les proporciona acceso preferencial a grandes extensiones de tierra y subsidia los costos de ineficiencia de la producción a gran escala. Aquellos involucrados en la economía alternativa, por otra parte, hacen el uso más intensivo y eficiente del limitado terreno y capital de que disponen. Así que el balance de fuerzas entre la economía capitalista y le economía alternativa no será ni remotamente tan desigual como la distribución de la propiedad podría indicar.

Si cada persona con la capacidad para beneficiarse de la economía alternativa participa de ella, y en esta se hace uso pleno y eficiente de los recursos ya disponibles, eventualmente tendremos una sociedad donde la mayor parte de lo que la persona promedio consume se produce en una red de producción caracterizada por el trabajo autónomo o la autogestión obrera, y donde las clases hacendadas quedarán en posesión de grandes extensiones de tierra y fábricas con escasez de personal que les serán de casi nula utilidad, pues es duro contratar empleados excepto a un precio no rentable. En dicho punto, la correlación de fuerzas se habrá desplazado hasta que los capitalistas y terratenientes serán islas en un mar cooperativo—y sus tierras y fábricas serán lo último en caer, como la embajada de EE.UU en Saigon.32

Este es el mismo principio general que John Robb, inspirándose en la terminología de la ingeniería, llama «Compresión STEMI», lo que Bucky Fuller llamó «Efemeralización», lo que Mamading Ceesay llama la “economía de la agilidad”, y lo que Nathan Cravens llama «recursividad productiva». Todos estos equivalen, en términos prácticos, a la extracción más eficiente de productos desde los insumos.33

La narrativa oficial, la versión que recibimos de autoridades como Schumpeter y Galbraith, nos dice que la gran y altamente capitalizada organización administrativa es central para el progreso tecnológico; la ideología de la alta modernidad de la clase gerencial incluye un «reflejo» o «desdén por la historia y el conocimiento pasado».34 Como escribió Schumpeter:

[…] hay ventajas que, aunque no son rigurosamente inalcanzables para las empresas que operan en un nivel de competencia de hecho, tan solo están aseguradas para las empresas que se desenvuelven en el nivel de monopolio, bien porque, por ejemplo, la monopolización puede ampliar la esfera de influencia de los cerebros mejor dotados y reducir la de los peor dotados. O bien porque el monopolio goza de un prestigio financiero desproporcionadamente mayor.

No puede haber ninguna duda razonable de que, en las condiciones de nuestra época, esta superioridad es de hecho el rasgo que mejor caracteriza a la unidad típica de empresa […].35

Y Galbraith, al desarrollar el mismo tema, atribuyó a «una benigna providencia» el auge de «la moderna industria de unas pocas grandes firmas» como «un instrumento excelente para inducir la transformación técnica».

[…] El desarrollo técnico se ha convertido desde entonces en el dominio del científico y el ingeniero. La mayor parte de las invenciones baratas y simples han […] sido hechas. No solo es el desarrollo más sofisticado y costoso, sino que debe darse a una escala suficiente para que se equilibren éxitos y fracasos.

Puesto que el desarrollo es costoso, de esto se sigue que solo puede llevarlo a cabo una firma que tenga los recursos que se asocian con un tamaño considerable. Lo que es más, a menos que una firma tenga una porción substancial del mercado, no tiene un incentivo de peso para asumir un gran gasto en desarrollo […].

[…] en la industria moderna, compartida por unas cuantas grandes firmas, el tamaño y las recompensas acumuladas por el poder de mercado se combinan a fin de asegurar que los recursos para la investigación y el desarrollo técnico estén a la mano. El poder que permite a la firma tener alguna influencia sobre los precios asegura que las ganancias resultantes no lleguen al público por vía de imitadores […] antes de que el desembolso por el desarrollo pueda recuperarse.

En términos netos, debe haber algún elemento monopólico en una industria si ha de ser progresiva.36

Pero casi lo opuesto es a menudo verdad. Tal y como lo sugirió Hayek (véase más abajo en la sección «Ver como El jefe y El arte de no ser mandado»), y tal como se ve corroborado en la evidencia empírica presentada por escritores tales como Harvey Leibenstein y Barry Stein,37 los ajustes y cambios en la configuración de la maquinaría existente, y una organización más eficiente de la producción con la planta y el equipo existentes—cosas que cuestan poco en términos de nueva inversión y que los trabajadores están usualmente equipados para determinar—pueden resultar en mayores incrementos de productividad que la introducción de una nueva generación de maquinaria. Una gran porción de las innovaciones técnicas consiste en mezclas creativas de tecnologías fundamentales existentes listas para usar. Y una cantidad desproporcionada proviene típicamente de pequeños skunk works que tratan de replicar los talleres pequeños, en el seno de una burocracia corporativa.

No pocas veces (o las más de las veces), son las grandes corporaciones oligopólicas de capital intensivo las que suprimen activamente la competencia de tecnologías más eficientes a pequeña escala y de bajos costos.

Y es precisamente a causa de su acceso privilegiado (y subsidiado) a grandes cantidades de tierra, capital y otros recursos, que los productores a grande escala pueden darse el lujo de ser ineficientes. A través de la mayor parte del siglo XX, la industria estadounidense creció principalmente a través de la extensa adición de recursos más que a través de la extracción intensiva de productos por unidad de recurso. Las intensivas prácticas de cultivo del labrador del tercer mundo o del granjero estadounidense producen típicamente varias veces más por acre que las grandes haciendas que mantienen 80 % de sus tierras fuera de cultivo, o que la gran operación de la agroindustria que devenga más dinero manteniendo la tierra inactiva solamente como una inversión de bienes raíces respaldada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés). A pesar de la retórica tipo «nosotros alimentamos al mundo» del complejo agroindustrial del USDA, el más productivo empleo de tierras es el sistema de cultivo de terreno elevado biointensivo de John Jeavons, el cual puede alimentar a una persona solo con un décimo de un acre.

De hecho, contrario a lo sostenido por Galbraith, es a menudo el poder de mercado de las organizaciones grandes lo que les permite suprimir la innovación. Los productores grandes e ineficientes, luego de transformar una industria en un cartel para ellos mismos, se han aislado de los efectos competitivos perjudiciales de la ineficiencia mediante barreras de entrada al mercado a técnicas más eficientes. Con una industria repartida entre un puñado de grandes productores con las mismas técnicas ineficientes y la misma cultura organizativa patológica, no hay penitencia competitiva para la ineficiencia, pues cada quien es igualmente ineficiente. Las firmas dominantes pueden ponerse de acuerdo para retrasar la adopción de una nueva tecnología hasta que su planta y equipo existentes se desgasten, una situación en que, en palabras de Paul Goodman «tres o cuatro manufactureros controla el mercado automotriz, en una competencia de precios fijos y lentas mejoras cuchareadas».38

De acuerdo con Walter Adams y James Brock, la consolidación de un número comparativamente grande de firmas de mediano tamaño en Las Tres Grandes luego de la segunda guerra mundial, llevó a un relajamiento significativo en el paso de la innovación. Se durmieron en los laureles de la innovación en materia de volantes, frenos, inyección de combustible y otros artículos análogos por años.39 Ejemplo: las mayores manufactureras llegaron a un acuerdo al final de los años 50, según el cual ninguna compañía anunciaría o instalaría innovaciones en equipos de escape antipolución sin el beneplácito de las demás; intercambiaron patentes y convinieron en una fórmula para compartir los costos de patentes adquiridas de terceros.40

Una gran parte del código regulatorio consiste en medidas, escritas para todo efecto por grandes y potentadas firmas en industrias reguladas, cuyo fin es criminalizar la introducción de técnicas nuevas y más eficientes.

Scott y R. A. Wilson: poder y comunicación. El texto La Dominación y el Arte de la Resistencia41 de Scott es un estudio acerca de cómo la comunicación se distorsiona por las relaciones de poder. Los pobres y subordinados, como expone en el prefacio, dicen una cosa en presencia de los ricos o de sus superiores y otra cosa entre ellos. El libro se centra primariamente en el fenómeno, tal como ocurre en relaciones de clase en la sociedad como un todo, y en relaciones de producción agrarias cuasi feudales como la esclavitud, la servidumbre y la aparcería—no en jerarquías burocráticas como las de la agencia de gobierno o la gran corporación. Y el carácter de la comunicación distorsionada misma involucra primariamente la legitimidad del orden de clase en lugar de la información requerida para un diseño óptimo de políticas u organización de tareas. Pero el principio general que Scott describe es ciertamente aplicable a nuestra área de interés presente. No se tiene que ir muy lejos con su línea de análisis para llegar a la máxima de R. A. Wilson que expresa que nadie le dice la verdad a un hombre con un arma. Como sostiene en Thirteen Choruses for the Divine Marquis,

Una civilización basada en relaciones de autoridad-sumisión es una civilización sin medios para la autocorrección. La comunicación efectiva fluye en una sola dirección: del grupo dominante al grupo servil. Cualquier cibernetista sabe que semejante canal de comunicación de una vía carece de realimentación y no puede comportarse «inteligentemente».

El epítome de la relación autoridad-sumisión es el ejército, y la red de comunicación-control del ejército posee todos los defectos conjurables en la pesadilla de un cibernetista. Sus típicos patrones de comportamiento están inmortalizados en el folclor como SNEJB (situación normal, estamos bien jodidos), BJSEA (bien jodidos, sin efugio alguno) y FTEBJ (francamente todo está bien jodido). En una forma menos extrema, pero igualmente nosológica, estas son las típicas condiciones de cualquier grupo autoritario, sea una corporación, una nación, una familia o toda una civilización.42

La comunicación de una vía crea opacidad desde arriba; la comunicación de doble vía crea legibilidad horizontal. En palabras de Michel Bauwens:

La capacidad para cooperar se verifica en el propio proceso de cooperación. Así, los proyectos están abiertos a todos a condición de que posean las habilidades requeridas para contribuir a ellos. Estas habilidades son verificadas y validadas comunalmente, en el propio proceso de producción. Esto resulta evidente en los proyectos de publicaciones abiertos, tales como el periodismo ciudadano: cualquiera puede publicar y cualquiera puede verificar la veracidad de los artículos. Los sistemas de reputación se utilizan para la validación comunal. El filtro es a posteriori, no a priori. De modo que el anti-credencialismo debe contrastarse con la revisión tradicional entre pares, donde las credenciales son un prerrequisito esencial para participar.

Los proyectos paritarios o P2P se caracterizan por el holoptismo. El holoptismo es la capacidad y diseño implicados de los pares para procesos que permiten a los participantes el libre acceso a toda la información acerca de los otros participantes; no en términos de privacidad sino de su existencia y contribuciones (es decir, información horizontal) y acceso a los objetivos, métricas y documentación del proyecto en su conjunto (es decir, su dimensión vertical). Esto puede contrastarse con el panoptismo característico de los proyectos jerárquicos: diseñados para reservar el conocimiento «total» para una elite, mientras que los participantes sólo tienen acceso según lo que «necesiten saber». Sin embargo, con los proyectos colaborativos, la comunicación no se desarrolla de arriba abajo, basada en reglas de reportes estrictamente definidas, sino que la retroalimentación es sistémica, integrada al protocolo del sistema cooperativo.43

Wilson (con Robert Shea) desarrolló el mismo tema en la trilogía ¡Illuminatus! «[…] en una jerarquía rígida nadie cuestiona las órdenes que parecen venir de arriba, y aquellos en la cima están tan aislados del trabajo verdadero que nunca ven lo que sucede abajo».44

La gente deduce que a un hombre armado solo se le dicen cosas que no provocarán su furia. Pero como toda autoridad y gobierno está basado en la fuerza, la clase dominante, con su carga de omnisciencia, enfrenta a la clase servil, con su carga de asciencia, como un conductor en una carretera enfrenta a su víctima. La comunicación solo es posible entre iguales. La clase dominante nunca extrae la información suficiente de la clase servil como para saber realmente qué es lo que ocurre realmente en el mundo donde transcurre la verdadera producción de la sociedad. […] El resultado solamente puede ser una desorientación progresiva de los gobernantes.45

Como veremos más abajo en la sección Ver como El Jefe y el Arte de no ser mandado, esta inhabilidad de la clase dominante para sustraer suficiente información, y esta percepción de la administración por parte de los trabajadores como «bandoleros», resultan en la acumulación de información de aquellos que están abajo y su uso como fuente de réditos.

El teórico de la organización radical Kenneth Boulding, en una línea similar, escribió acerca del valor del «análisis de la forma en que la estructura organizacional afecta el flujo de información»,

por ende, afecta los insumos de información hacia el ente decisor y, por ende, afecta su imagen acerca del futuro y sus decisiones […]. Hay un gran cuerpo de evidencia que demuestra que casi todas las estructuras organizacionales tienden a producir falsas imágenes  en el ente decisor, y que entre más grande y autoritaria la organización, mayor es la posibilidad de que los entes decisores en la cúspide estén operando en mundos puramente imaginarios.46

O en la formulación sucinta de Bertram Gross, «una persona con gran poder no obtiene en absoluto información válida».47

En su discusión sobre la mētis, Scott establece una conexión entre esta y la mutualidad—«en contraste con la coordinación imperativa y jerárquica»— y reconoce su deuda con pensadores anarquistas como Kropotkin y Proudhon por su entendimiento.48 La mētis prospera solo en un entorno de comunicación de doble vía entre iguales, donde la persona en contacto con la situación, entiéndase, la persona que hace el trabajo, se encuentra en posición de igualdad.

Interesantemente, R. A. Wilson había notado previamente la misma conexión entre mutualidad, la comunicación bilateral entre iguales y la exactitud de la información, en Thirteen Choruses for the Divine Marquis. E incluyó una alusión propia nada menos que a Proudhon:

Proudhon era un gran analista de la comunicación, nacido prematuramente cien años antes para ser comprendido. Su sistema de asociaciones voluntarias (anarquía) se basa en los sencillos principios de comunicación que dictan que un sistema autoritario significa una comunicación de una sola vía, o estupidez, y que un sistema libertario significa comunicación de doble vía, o racionalidad.

La esencia de la autoridad, como él la vio, era la Ley — esto es, los decretos— es decir, comunicación efectiva que corre en una sola vía. La esencia de un sistema libertario, como también la vio, era el Contrato— esto es, el acuerdo mutuo— es decir, la comunicación efectiva que corre en doble vía («Redundancia de control» es el término técnico en cibernética).

En su libro Whose Reality Counts? Putting the First Last, Robert Chambers describe cómo las relaciones de autoridad distorsionan el flujo de información en el diseño de las políticas de desarrollo del tercer mundo.

El enfoque central de su libro es lo que él llama fallos «arraigados» (en contraste con los fallos «adoptados»). Un fallo adoptado es uno que, en presencia de un mecanismo saludable de retroalimentación, se reconoce y utiliza como herramienta de aprendizaje para corregir futuros esfuerzos en diseño de políticas. Por otro lado, los fallos arraigados «tienden a esparcirse, a perpetuarse a sí mismos y a asentarse». Lo hacen, pues «se ajustan a lo que la gente poderosa quiere creer»,49 y porque la gente poderosa está aislada de toda retroalimentación efectiva.

No solo los fallos arraigados se ajustan  a lo que la gente poderosa quiere creer, sino que los poderosos tienen un interés directo en la perpetuación de dichos fallos, en la medida en que estos refuerzan su poder y los recursos de que disponen. La perpetuación del fallo depende, en parte, de «quién se beneficia materialmente de lo que se cree».

Cuando los mitos brindan soporte a políticas, proyectos y programas, muchos se favorecen. Se trata de individuos y organizaciones: burócratas, políticos, contratistas, consultores, científicos, investigadores, y aquellos que financian la investigación; y las organizaciones de estos—burocracias nacionales e internacionales, sistemas políticos, compañías, firmas de consultoría, institutos de investigación y agencias para la financiación de investigaciones. Cualquiera de estos, o varios de ellos, o todos, pueden beneficiarse de la aceptación de ideas, proyectos o políticas equivocados.50

En presencia de relaciones de poder jerárquicas, el flujo de información se ve distorsionado— en adición a los intereses directos— por muchos otros factores imbricados. El primero es el profesionalismo, según el cual «las creencias erróneas están arraigadas en los conceptos, valores, métodos y comportamientos habitualmente dominantes en varias disciplinas y profesiones». Los fallos arraigados reflejan «valores y creencias dominantes» reforzados por la cultura profesional y por contacto entre pares profesionales.51

En Segundo lugar, está la «distancia», tomada como el hecho de que los que están en el poder se encuentran «física, organizacional, social y cognitivamente distantes de las personas y condiciones que están analizando, planeando, para las que están prescribiendo y acerca de las cuales están realizando predicciones». Las personas que ostentan poder están a menudo físicamente distantes, «ubicadas centralmente, acuarteladas, en oficinas, en laboratorios y en estaciones de investigación», arrancados de las realidades de las que se supone que se ocupan sus políticas.52

En tercera posición está el poder. Una posición de poder—ser sénior en cuestiones de autoridad, tener control sobre financiación o prospectos de carrera para aquellos de quienes se reciben reportes, etc. — tiende a condicionar las percepciones de los que están en la cúspide y a entorpecer su aprendizaje.53

Para el aprendizaje, el poder es un impedimento. Parte de cómo se explican los fallos persistentes estriba en las relaciones de poder. Los profesionales poderosos pueden imponer sus realidades […]. El aprendizaje de los de arriba se ve impedido por el dominio personal, la distancia, la negación y la culpabilización de la víctima. Por su parte, los de abajo se defienden mediante lo que eligen mostrar y decir, la diplomacia y el engaño. El autoengaño y el engaño mutuo mantienen mitos. Los cuestionarios tienden a confirmar las realidades de los de arriba, imponiendo sus constructos y espejando sus realidades. […] Todo poder engaña, y el poder excepcional engaña excepcionalmente […].

[…] Todos los que detentan poder son por definición los de arriba, a menudo con creces. Los otros se entienden con ellos como los de abajo. En sus vidas diarias, muchos de los de arriba son vulnerables a aquiescencia, deferencia, adulación y apaciguamiento. No se les contradice o corrige fácilmente. «Lo que dicen se hace». Se torna fácil y tentador para ellos […] imponer sus realidades y negar las de los otros. Se torna difícil para ellos aprender.54

Ver como El Jefe, y el arte de no ser mandado: opacidad y mētis en la jerarquía corporativa. En El uso del conocimiento en la sociedad, Hayek trató el mercado como el mecanismo primario para agrupar el saber oculto o disperso. El problema es que los actores dominantes en el mercado, las grandes corporaciones, son islas de planeación central en el mar del mercado. Y en gran parte de la economía se trata de islas muy grandes que relegan los mecanismos de precio de mercado a estrechos canales entre ellas.

Como adujo Ronald Coase, en un libre mercado los límites entre la planeación central y las relaciones de precios de mercado se establecerían en el punto donde los beneficios en aumento del control administrativo cesaran de compensar las ineficiencias que resultan de la pérdida del mecanismo de mercado. Pero este no es un libre mercado. Es una economía corporativa donde el estado subsidia los costos de operación y protege a enormes corporaciones ineficientes de la presión competitiva, con el fin de que las islas de planeación central sean muchas veces más grandes— y más ineficientes— de lo que serían probablemente en un mercado libre.

Una jerarquía corporativa interfiere con el juicio de lo que Hayek llamó «gente en el momento», y con el conjunto de saberes dispersos de las circunstancias, de la misma manera que lo hace un estado.

La mayoría de trabajos productivos involucran una cantidad considerable de mētis, y dependen de la iniciativa de los trabajadores para improvisar y aplicar sus competencias de nuevas maneras, de cara a eventos que son totalmente impredecibles o no pueden anticiparse del todo.55 Las jerarquías rígidas y las normas de trabajo rígidas solamente funcionan en un entorno predecible. Cuando el entorno es impredecible, la clave para el éxito estriba en facultar y dotar de autonomía a aquellos en contacto directo con la situación.

Las organizaciones jerárquicas son—tomando una fantástica frase de Martha Feldman y James March— sistemáticamente estúpidas.56 Todas las mismas razones que para Hayek hacen insostenible una economía planeada hacen que ningún individuo sea lo suficientemente «listo» para administrar una organización grande y jerárquica. Nadie, ni Einstein ni John Galt, posee las cualidades para lograr que una jerarquía burocrática funcione racionalmente. Nadie es lo bastante listo, así como nadie era lo suficientemente listo para dirigir Gosplán eficientemente— esa era la enjundia del asunto. Como lo formuló Matt Yglesias,

Me parece notorio el que la clase ejecutiva en su conjunto tenga una visión algo incoherente del capitalismo y de por qué es bueno. Efectivamente, es en muchos aspectos una visión retardataria que contrasta fuertemente con la posición de la ciencia económica o política acerca de por qué funcionan los mercados.

La postura de negocios básica se concentra en gran medida en el papel clave del ejecutivo. Las firmas buenas, rentables, crecientes, son timoneadas por ejecutivos brillantes. Y la habilidad de la firma para crecer y ser rentable es evidencia de la brillantez del ejecutivo. Esto es en parte la razón por la cual los salarios de los gerentes necesitan seguir aumentando—reclutar a los mejores es integral para el éxito. Los líderes de las grandes firmas se convierten en figuras de reverencia. […] Su éxito se desprende de su brillantez global.

El asunto aquí es que, si esto fuera en general verdad—si los gerentes  de los 500 de fortune fuesen brillantes visionarios económicos—, entonces tendría mucho sentido implementar el socialismo. El socialismo real. No la tributación progresiva a fin de financiar un sistema de bienestar levemente redistributivo. Pero más bien «dejemos que Vikram Pandit y Jeff Immelt planeen centralmente la economía— ¡son brillantes, después de todo!»

Pero en el mundo real, lo esencial de los mercados no es que los ejecutivos sean listos y los burócratas unos mentecatos. Lo esencial es que nadie es lo bastante brillante.57

Sin importar cuán perspicaces y recursivos sean, sin importar cuán prudentes, como seres humanos que tratan con la realidad concreta, por su propia naturaleza, empero, las jerarquías aíslan a aquellos en la cima de la realidad de lo que sucede abajo y los fuerzan a operar en mundos imaginarios donde toda su inteligencia se vuelve inútil. Sin importar cuán inteligentes sean los gerentes como individuos, una jerarquía burocrática vuelve su inteligencia menos aprovechable. La única solución es ceder el juicio a aquellos que están en contacto directo con la situación. Como escribe Bruce Schneier en relación con la seguridad contra los ataques:

Una Buena seguridad mantiene a las personas a cargo. Las personas son resistentes. Las personas pueden ser creativas. Las personas pueden desarrollar soluciones en el momento. […] Las personas son el eje medular de un proceso de seguridad. Cuando un sistema de seguridad da resultados de cara a un ataque devastador o coordinado, es debido usualmente a los esfuerzos de la gente.58

El problema con las relaciones autoritarias en una jerarquía es que, dado el conflicto de intereses creado por la presencia del poder, aquellos en posición de autoridad no pueden darse el lujo de facultar con juicio a aquellos en contacto directo con alguna situación. La estupidez sistemática resulta necesariamente de una situación en donde una jerarquía burocrática se ve compelida a desarrollar alguna medida para evaluar las competencias o la calidad de una fuerza de trabajo de cuya labor real no sabe nada, y cuyos intereses materiales militan en contra de la subsanación de la ignorancia gerencial. Cuando la administración no sabe (en palabras de Paul Goodman) «de qué va un buen trabajo», se ven forzados a reposar en medidas arbitrarias.

La mayor parte del lastre de papeleo constantemente creciente existe para transmitir una ilusión de transparencia y control para la burocracia que está fuera de contacto con el proceso de producción real. La mayor parte del papeleo se agrega para compensar el hecho de que el papeleo existente refleja medidas pobremente diseñadas que comunican pobremente la información que se supone miden. «Si llegamos a diseñar la forma perfecta, finalmente sabremos qué sucede».

En una jerarquía, los gerentes se ven forzados a observar «por un lente oscuro» un proceso que es necesariamente opaco para ellos porque no están directamente involucrados en él. Se ven forzados a llevar a cabo la imposible tarea de desarrollar una métrica precisa para evaluar el comportamiento de sus subordinados, basados en informes propios de personas con quienes tienen un fundamental conflicto de intereses. Toda la carga de papeleo que la administración impone a sus trabajadores refleja un esfuerzo por hacer legible un conjunto de relaciones sociales que por su naturaleza deben ser opacas y cerradas para ellos, pues ellos operan fuera de estas. Cada nueva forma tiene como propósito remediar los hasta entonces imperfectos reportes propios de los subordinados. La necesidad de nuevo papeleo está subordinada al supuesto de que la conformidad debe verificarse, ya que los que están siendo monitoreados tienen un conflicto fundamental de intereses con los que diseñan las políticas, y por ende no se puede confiar en ellos; pero, al mismo tiempo, ese papeleo se basa en informes propios como fuente principal de información. Cada que se presenta nueva evidencia de que esta o aquella tarea no se está llevando a cabo  de manera satisfactoria para la gerencia, o de que esta o aquella política no se está llevando a término, a pesar de los mamotretos de papeleo existentes, la respuesta gerencial es el diseño de otra nueva forma igualmente inútil.

Las reglas laborales weberianas resultan necesarias cuando las medidas de desempeño y calidad no están ligadas a una retroalimentación directa del proceso de trabajo mismo. Es una métrica laboral para alguien que no es ni un creador/proveedor ni un usuario final. Y son necesarias, de nuevo, porque aquellos en la cima de la pirámide no pueden darse el lujo de permitirles a aquellos en la base el recurso al juicio para servirse de su propio sentido común. Una burocracia no puede permitirse dar luz verde a los subordinados para que usen su juicio, porque alguien con el visto bueno para hacer las cosas más eficientemente también tendrá el visto bueno para hacer las cosas mal. Y puesto que el subordinado tiene un conflicto fundamental de intereses con el superior, y no internaliza los beneficios de aplicar su inteligencia, no se le puede confiar el uso de su inteligencia para beneficio de la organización. En una relación tal de suma cero, puede abusarse de cualquier uso del juicio.

De allí la pesadilla burocrática—como salida del filme Brazil— que describió Paul Goodman en el Sistema educativo neoyorkino.

Cuando los medios sociales están ligados en semejantes organizaciones complicadas, se torna extraordinariamente difícil, y en ocasiones imposible, hacer una cosa simple directamente, aunque la acción responda al sentido común y goce de aprobación universal, como cuando ni el niño, ni el padre, ni el bedel, ni el director de la escuela pueden quitar el ofensivo tope de la puerta.59

Entre tanto, «se especifica el uso de una clase de equipo pasado de moda, cuya producción se mantiene solo para el sistema educativo de Nueva York».60 ¿Tiene su forma 27-B?

Por otra parte, los subordinados no pueden permitirse contribuir con el conocimiento necesario para diseñar un proceso de trabajo eficiente. La analogía del «bandolero» de R.A Wilson anteriormente referenciada resulta oportuna. Los obreros ven a la administración como ladrona, dispuesta a utilizar cualquier información que obtenga en su contra. Gary Miller, en Managerial Dilemmas, argumentó que la confianza era el rasgo distintivo principal de las firmas que aprovechan al máximo el uso del capital humano. Citó el trabajo de economistas conductuales y representantes de la teoría de juegos que mostraban que las relaciones de confianza se construyen mediante interacciones repetidas, cuando las partes saben que estarán tratando las unas con las otras en el futuro. Utilizó las tarifas fijas de trabajo para ilustrar lo anterior. A corto plazo, la gerencia puede tener un incentivo racional para suscitar un mayor esfuerzo a través de tarifas fijas de trabajo, para luego hacer un recorte a esas tarifas. Pero a largo plazo, solo es posible suscitar un mayor esfuerzo si los trabajadores confían en que la gerencia no cambiará las reglas de juego y los joderá. De otro modo, la estrategia racional es que los trabajadores sean renuentes y huyan de la baja de tarifas. La gerencia puede suscitar mayores esfuerzos a través de prolongadas medidas para la generación de confianza a fin de demostrar que no pretende expropiar las ganancias productivas de esos mayores esfuerzos. La administración solo puede suscitar inversión de esfuerzo y habilidades en la productividad de la empresa si les hace partícipes a largo plazo de los derechos de propiedad en su parte de las ganancias de producción, con salvaguardas creíbles en contra de la expropiación. Y las relaciones de confianza sobre las cuales se cimenta la disposición de los trabajadores para invertir esfuerzo y habilidad y para revelar su saber oculto, son extremadamente frágiles y se ven fácilmente perturbadas si la administración traiciona esa confianza.61 Las relaciones de confianza constituidas esmeradamente a lo largo del tiempo pueden verse destruidas de la noche a la mañana por el típico yuppie imbécil que cree que puede espolear sus opciones bursátiles despidiendo a la mitad de la fuerza laboral.

A la luz de lo anterior, la práctica japonesa (al menos hasta hace poco) de proveer con garantías laborales vitalicias, y la seguridad laboral comparativamente fuerte en el marco del capitalismo americano de consenso, no eran precisamente la mera «cultura del privilegio» e ineficiencia, como la derecha lo hace parecer. Eran casi ideales para la gestión del capital humano como inversión a largo plazo y para la estimulación de esfuerzo, habilidades y saber oculto de la fuerza obrera. Como señalan Waddell y Bodek, la gente «no trabaja más duro si los gerentes han definido como meta final convertirse en una fábrica automatizada, mientras rondan como halcones por la planta a la caza de trabajos para eliminar y gente para despedir. La gente […] no trabaja más duro para alguien que los ha definido como costo variable».62 Cuando se define a los trabajadores como costo variable, «estos hallan la seguridad laboral asegurándose que la labor nunca se complete».63 Como ejemplo singular, antes de que una fábrica de Range Rovers en el Reino Unido hiciera un compromiso de vinculación laboral vitalicio a inicios de los años 90, solamente el 11 % de los empleados ingresaban a la competencia anual de sugerencias de empleados por miedo a que el incremento en la eficiencia condujera a recortes. Tras la garantía, la cifra llegó a 84 %. Y con solo una de esas sugerencias se salvó a la compañía de una pérdida de un millón de libras.64

Sandford Grossman y Oliver Hart provén una base teórica para esto, argumentando que la asignación de derechos de propiedad de la firma afecta la productividad, pues el reclamo residual por derechos adquiridos de una de las partes reduce el incentivo de la otra para invertir en la firma. La parte con el reclamo residual «utiliza [sus] derechos residuales de control para obtener una porción más grande del excedente ex post», lo que causa subinversión de la parte carente de ese reclamo residual. Así que el reclamo residual debería ser distribuido en concordancia con las contribuciones a la productividad.65 Dado que la equidad en una corporación típica vale muchas veces el valor contable de sus activos físicos, y dada la enorme contribución de que es responsable el capital humano, las implicaciones quedan claras.

De acuerdo con Gary Miller, una compensación apropiada sirve no solo como sueldo de eficiencia por reducir facturación en capital humano, sino que impulsa el saber oculto que de otro modo sería explotado por rentas de información. El problema es la relación de suma cero entre la administración y la mano de obra:

Puesto que los sueldos para los subordinados son costos para el dueño de las ganancias residuales, la maximización de ganancias desde el foco es un obstáculo a la resolución eficiente del problema de la información oculta y la acción oculta. El deseo de los dueños de maximizar los ingresos menos los beneficios para los miembros del equipo les tienta constantemente a escoger esquemas de incentivos que alientan la distorsión y los métodos de producción ineficientes por parte de los subordinados […].

El dilema central en una jerarquía es, así pues, cómo limitar el interés propio de aquellos con una participación en el excedente inevitable generado por un sistema de incentivos eficiente […]. Habrá disponible para el dueño un conjunto de alternativas de gestión que reducirán el tamaño global del pastel, al tiempo que incrementan la porción del pastel para el dueño […]

[…] Una firma se vería en mejor posición si garantizara a sus subordinados un «derecho de propiedad» seguro en un plan de incentivos dado y un derecho a controlar ciertos aspectos de su entorno y ritmo de trabajo. […] La seguridad en estos derechos de propiedad puede darles a los empleados una razón para invertir tiempo, energía y relaciones sociales que produzcan crecimiento económico.66

Esto no sucede casi nunca, pues, como aduce Miller, hace parte del percibido interés propio de la gerencia participar en una dirección idiosincrásica, incluso a expensas de la productividad global de la firma. Así que los trabajadores que están inmersos en el modelo estándar de capitalismo salvaje liderado por yuppies con posgrado terminan esencialmente calcando las estrategias de los campesinos en Zomia (ver la sección «Espacios estatales y no-estatales»), quienes intentan minimizar su legibilidad para la administración y minimizar la posibilidad de que la productividad en aumento, derivada de su saber oculto, sea utilizada en su contra o sea expropiada. El saber oculto—o acumulativo— de los trabajadores es directamente análogo a las patatas que los campesinos de Zomia ocultaban bajo tierra a fin de evitar la confiscación por parte de las redadas de las armadas estatales.

Las rentas que resultan del conocimiento particular de los trabajadores competentes, dada la relación de suma cero entre la administración y la mano de obra, son una barrera inaceptable para la apropiación de los frutos del trabajo.

Incrementar el control de la gerencia en el proceso de trabajo, y por ende incrementar la apropiabilidad del producto final—haciendo más legible la organización con la intención de incrementar el producto apropiable neto— es la verdadera agenda en el corazón de las estrategias descualificadoras como el taylorismo. Para repetir la metáfora de Miller, dada una elección entre eficiencia y control—entre un pastel más grande y una porción del pastel más grande—, la gerencia prefiere usualmente maximizar el tamaño de su porción que el tamaño del pastel. Como sostiene Scott, el control desbanca a la eficiencia:

Tal y como lo ha mostrado el trabajo temprano de Stephen Marglin, la utilidad capitalista requiere no solamente eficiencia sino una combinación de eficiencia y control. Las innovaciones cruciales de la división del trabajo a nivel del subproducto y la concentración de la producción en la fábrica representan los pasos claves para poner bajo control utilitario el proceso laboral. La eficiencia y el control pueden coincidir, como sucede en el caso del hilado mecanizado y el tejido de  algodón. A veces, no obstante, pueden no relacionarse o ser inclusive contradictorios. “La eficiencia a lo sumo crea una potencial ganancia”, nota Marglin. «Sin el control, el capitalista no puede obtener esa ganancia. Así que las formas organizacionales que mejoran el control capitalista pueden incrementar las ganancias y ser vistas favorablemente por los capitalistas, aunque afecten la productividad y la eficiencia adversamente. Por contra, formas más eficientes de organizar la producción que reducen el control capitalista pueden terminar reduciendo las ganancias y siendo rechazadas por los capitalistas».

Cuando la producción artesanal era más eficiente, era «difícil para el capitalista apropiarse de las utilidades de una población manufacturera dispersa».67

En agricultura, asimismo, «la mera eficiencia de una forma de producción no basta para asegurarse la apropiación de impuestos o ganancias».

La agricultura minifundista independiente puede […] ser la manera más eficiente de sembrar numerosos cultivos. Pero tales formas de agricultura, a pesar de presentar posibilidades para la tributación y las utilidades cuando sus productos se acumulan, procesan y venden, son relativamente ilegibles y difíciles de controlar. Como se da en el caso de pequeños artesanos y pequeños burgueses tenderos, monitorear las fortunas comerciales de granjas chicas es una pesadilla administrativa. Las posibilidades para la evasión y la resistencia son numerosas, y el coste de hacerse con información anual precisa es alto, si no prohibitivo.68

La producción dispersa por métodos artesanales representó casi siempre un impedimento al control y a la apropiación. La meta del taylorismo era abolir el saber oculto y sus rentas concomitantes. El taylorismo era una manera en que «el trabajo humano como sistema mecánico […] podría descomponerse en transferencias de energía, movimiento y física del trabajo». Esta «simplificación del trabajo en problemas aislados de eficiencias mecánicas» facilitó «el control científico del proceso obrero entero». Y el control científico significaba legibilidad y expropiabilidad.

Para el gerente de fábrica o ingeniero, las recién inventadas líneas de ensamblaje permitían el uso de trabajo de mano de obra no calificada y control no solo sobre el ritmo de la producción, sino sobre todo el proceso de trabajo.69

El genio de los métodos modernos de producción masiva, Frederick Taylor, vio el asunto de la destrucción de la mētis y la transformación de una población artesana resistente y casi autónoma en partes más adecuadas, o «mano de fábrica», con gran claridad. «Bajo la gestión científica […] el gerente asume […] la carga de agregar todos los saberes tradicionales que en el pasado han poseído los obreros y luego de clasificar, tabular y reducir este saber en reglas, leyes, fórmulas […]. Así, toda la planeación que bajo el antiguo sistema hacían los obreros, debe por necesidad en el nuevo sistema recaer en la administración de acuerdo con las leyes de la ciencia». En la fábrica taylorizada, solo el gerente de la fábrica tenía el conocimiento y comando del proceso entero, y el trabajador era reducido a la ejecución de una parte pequeña, a menudo diminuta del proceso total.

Esto podía resultar a veces en un incremento en la eficiencia, decía Scott, pero se trataba siempre de «un gran acicate para el control y el lucro».70

El taylorismo no solo quita facultades a los trabajadores; igualmente importante es el hecho de que le da poder a los gerentes y a los técnicos. Se trataba de una subespecie de lo que Scott llama la «ideología de la alta modernidad», y, más específicamente, de su variante estadounidense (el movimiento progresista de inicios del siglo XX, directo progenitor del liberalismo de mitad del mismo siglo). El progresismo y su componente taylorista reflejaban y servían para legitimar la voluntad de poder de las clases ejecutivas profesionales de collar blanco. La industria debía ser gobernada por un conjunto de «mejores prácticas», reglas laborales weberianas que eran más cognoscibles para los especialistas en la cima de la jerarquía. Y el régimen de eficiencia y racionalidad—lo que Scott llama «autoritarismo de regla de cálculo» —habría de remplazar el conflicto de clases con «colaboración de clase», mediante un incremento en la producción y una promoción racional del interés común de todos.71

A este respecto, el taylorismo dentro de la corporación era un microcosmos de ideología de la alta modernidad del progresismo en la sociedad en su conjunto.

Las ideologías de la alta modernidad personifican una preferencia doctrinal por ciertas disposiciones sociales […]. La mayoría de las preferencias pueden deducirse de los criterios de legibilidad, apropiación y centralización del control. En la medida que las disposiciones institucionales pueden monitorearse y dirigirse desde el centro y pueden gravarse (en el amplio sentido de gravamen), entonces es probable que se las promueva.72

Este conjunto de preferencias es veraz en la gestión corporativa como lo es en el sistema político y económico en su totalidad.

Si hubiese un apóstol del modelo de organización industrial de mitad del siglo XX —el modelo asociado con la organización político-económica llamada diversamente «liberalismo corporativo» o «capitalismo de consenso»—, ese apóstol sería Alfred Chandler.

Donde la tecnología subyacente de la producción lo permitió, el incremento en el rendimiento de la innovación tecnológica, el diseño organizativo mejorado y las habilidades humanas perfeccionadas condujeron a una aguda disminución en el número de trabajadores que se requería para producir una unidad de producido. La razón de capital y trabajo, materiales y trabajo, energía y trabajo, y gerentes y trabajadores por cada unidad de producido se hizo más alta. Tales industrias de alto volumen se hicieron pronto de capital intensivo y gerencia intensiva.73

Sospecho, sin embargo, que tales métodos de producción masiva y capital intensivo no eran en muchos casos tan eficientes como lo imagina Scott. Tales métodos, como lo han señalado escritores de producción ajustada como John Womack o William Waddel y Norman Bodek, tienden a ser más eficientes en cada estadio individual de la producción, creando a la vez un incremento de costo compensatorio del inventario global, los gastos generales y el mercado y la distribución.

En todo caso, la mētis y el saber disperso no pueden taylorizarse hasta extirparse del proceso de producción. Las tentativas de aquellos con autoridad por minimizar el uso del juicio mediante la reducción de tareas a rutinas estandarizadas y la anticipación de todas las posibles contingencias en las reglas, solamente pueden resultar en una seria degradación de la eficiencia, precisamente porque es imposible anticiparse a todas las contingencias o ingeniarse reglas generales que no impliquen excepciones de cara a circunstancias inesperadas.

El sueño utópico de la taylorización—una fábrica donde cada par de manos se redujese más o menos a movimientos automáticos, sobre la base del modelo de programación robótica— era irrealizable. Y no es que no se intentara. David Noble ha descrito la tentativa bien fundamentada para hacer herramientas mecánicas a través de controles numéricos, pues esto prometía «emancipación del obrero humano». Su fracaso definitivo sobrevino precisamente porque el sistema había extirpado del diseño la mētis—los ajustes prácticos que lleva a cabo el obrero experimentado para compensar ligeros cambios en materiales, temperaturas, desgaste e irregularidades de la maquinaria, averías mecánicas, y así sucesivamente. En palabras de un operador, «Se supone que los controles numéricos son cuasi mágicos, pero lo único que se puede hacer es producir chatarra». Esta conclusión podría generalizarse. En una brillante etnografía de las rutinas de trabajo de los operarios de maquinaria cuyos trabajos parecían haber sido profundamente descualificados, Ken Kusterer ha demostrado cómo, no obstante, los trabajadores debían desarrollar habilidades individuales absolutamente necesarias para una producción fructífera, pero que no podían nunca reducirse a fórmulas que un novato pudiera usar inmediatamente.

En el incidente a que hace alusión Scott, como lo describió Noble, «los trabajadores se rehusaban cada vez más a tomar cualquier iniciativa»

—para hacer el mantenimiento básico (v.g., limpiar la pelusa del lector de cintas), colaborar en el diagnóstico de averías, reparar herramientas rotas o incluso prevenir calamidades. La cantidad de chatarra se disparó […] junto con la inactividad de la maquinaria, y la moral baja produjo el absentismo y las sustituciones más altas en la planta. La deserción era común y, bajo el constante acoso de los supervisores, los operadores desarrollaron ingeniosos métodos encubiertos para retener alguna medida de control sobre su trabajo, incluyendo un uso inteligente de las anulaciones de la maquinaria.

[…] La parte de la planta con el equipo más sofisticado se había convertido en la parte de la planta con el más alto índice de chatarra, la facturación más alta y la más baja productividad […].74

De hecho, las organizaciones jerárquicas dependen, para preservar su funcionamiento, de la voluntad de los trabajadores para tratar las reglas basadas en la autoridad como una forma de irracionalidad y sortearlas. Scott provee el ejemplo de la Unión Soviética, donde un congreso de especialistas agrónomos que se reunieron durante la perestroika de Gorbachov

se vio casi unánimemente inmerso en la desesperación por lo que tres generaciones le habían hecho a las habilidades, iniciativas y conocimientos de los miembros de los koljós. De repente, una mujer de Novosibirsk les increpó: «¿Cómo creen que el campesinado sobrevivió sesenta años de colectivización en primer lugar? ¡Si no hubiesen recurrido a su iniciativa y su astucia, no lo habrían logrado!»75

Exacto. Para nuestros fines, la Unión Soviética puede tratarse como un caso en que una corporación singular poseía una economía nacional entera, siendo el politburó la junta directiva, la KGB la agencia Pinkerton y los ministerios industriales las divisiones de producción dentro de una titánica estructura de forma multidimensional. Puesto que la economía soviética entera estaba en manos de un solo conglomerado, con barreras autárquicas a la competencia externa, los únicos límites que podía permitirse a nivel de eficiencia estaban definidos por la necesidad de prevenir el colapso económico o político. O, si se invierte la comparación, la gran corporación es un microcosmos de la economía planeada soviética, donde los trabajadores utilizan su iniciativa para eludir la irracionalidad burocrática impuesta desde arriba.

La gran corporación depende tácitamente de los trabajadores que desarrollan efugios y hacen caso omiso de las normas irracionales, para mantener la producción en funcionamiento a pesar de la administración, de la misma manera en que el Ministerio de servicios centrales en el filme Brazil dependía de gente como Harry Tuttle. La desaparición del mercado negro y la denominada actividad nalevo habría tenido el mismo efecto práctico en la Unión Soviética que una huelga de celo en una corporación.

Scott escribe que es imposible, por la naturaleza de las cosas, destilar, formalizar o codificar todo lo que acarrea el proceso de producción hacia una forma que sea legible para la gerencia.

[…] El orden formal cifrado en los diseños de ingeniería social excluye inevitablemente elementos esenciales para su funcionamiento concreto. Si la fábrica [en Alemania oriental] se hubiese visto forzada a operar solamente dentro de los confines de los roles y funciones especificados en el diseño simplificado, rápidamente se hubiese detenido por completo. Las economías colectivistas dirigidas prácticamente en todo lado han avanzado con cojera gracias a la improvisación a menudo desesperada de una economía informal totalmente ajena a sus esquemas.

Formulado de manera algo diferente, todos los sistemas de ingeniería social de orden formal son de hecho subsistemas en un sistema más grande del que en últimas dependen, por no decir que lo parasitan. El subsistema está supeditado a una variedad de procesos—frecuentemente informales o precedentes—que por sí mismo no puede crear o mantener. Entre más esquemático, fino y simplificado el orden formal, se torna menos resistente y más vulnerable a perturbaciones por fuera de sus parámetros estrechos […].

Creo que es característico de los sistemas de coordinación grandes y formales el que los acompañe lo que a simple vista parecen ser anomalías, pero que con un examen más detallado resultan ser partes integrales del orden formal. Mucho de esto podría denominarse «la mētis al rescate […]». Una economía dirigida formal […] está sujeta al comercio menor, al trueque y a ardides que son típicamente ilegales […]. En cada caso, la práctica inconformista es condición indispensable para el orden formal.76

[…] En cada caso, el modelo de organización y producción necesariamente fino y esquemático que anima la planeación era inadecuado como conjunto de instrucciones para crear un orden social exitoso. Por sí mismas, las reglas simplificadas no pueden generar nunca una comunidad, ciudad o economía funcional. El orden formal, más explícitamente, parasita siempre y a un grado considerable los procesos informales, que el esquema formal no reconoce, sin los cuales no podría existir y que por sí solo no puede crear o mantener.77

Lo mismo cabe decir, por supuesto, de la «economía colectivizada dirigida» de la gran corporación occidental. Un buen ejemplo es el saber oculto de los trabajadores de un centro de llamadas en una instalación privada.

A medida que surgían problemas sucesivos con el sistema, se hizo palmario para el personal que las personas que habían diseñado los sistemas tenían un conocimiento inadecuado del trabajo de oficina y asumían que era mucho menos complejo de lo que en realidad era. Algo irónicamente, la introducción de sistemas dirigidos a la simplificación y estandarización del trabajo de oficina encaminó la atención de los oficinistas al hecho de que estaban proveyendo a la compañía con una suerte de experticia que no puede incorporarse a un programa de computador. Como lo señaló un empleado, «Cada sección implicaba un conocimiento que debe captarse y que no puede integrarse a los sistemas». Un oficinista del área de suministros explicaba:

 “[…] no creo que hasta entonces nos hubiésemos percatado de en qué medida la administración depende de nuestro conocimiento del trabajo […]. Ellos creían saber todo lo que hacíamos; solían decir «conocemos los procedimientos, lo tenemos todo por escrito”. Creo que ha sido impactante para ellos enterarse de que no sabían que el trabajo no se reduce al procedimiento, las descripciones del trabajo no pueden cubrirlo todo.»78

Y, dejando de lado la desobediencia, la diferencia entre lo que Oliver Williamson denominaba «cooperación consumada» y la mera «cooperación perfunctoria» — una distinción que depende de la contribución activa del trabajador con su saber disperso o mētis para el proceso de producción, en lugar de hacer el mínimo indispensable para evitar ser despedido— implica una enorme diferencia a nivel de su funcionamiento.

La cooperación consumada es una actitud laboral afirmativa—para utilizar el juicio, llenar vacíos y tomar iniciativas de una manera instrumental. La cooperación perfunctoria, por contraste, entraña un desempeño laboral que apunta al mínimo aceptable […]. El resultado es que los trabajadores, al cambiar hacia un modo de desempeño perfunctorio, están en condiciones de «destruir» un aumento idiosincrático de la eficiencia.79

Como sostiene J. E. Meade, se trata de una sencilla conducta para maximizar la utilidad: un empleado asalariado «se verá obligado a acatar el estándar mínimo de trabajo y esfuerzo a fin de preservar tu trabajo; pero no tendrá motivo financiero personal inmediato alguno […] para comportarse de una manera que promueva la rentabilidad de la empresa […]. Todo rédito extra derivado de su esfuerzo extra lo devengará el empresario […]».80

Y el saber oculto, escribe Williamson, implica que es imposible «determinar si los trabajadores invierten su energía e inventiva en su labor de una manera que permita que se lleven a cabo tareas específicas para ahorrar costos […]».81 Como lo advierten Paul Milgrom y John Roberts, «solamente el agente sabe qué acción ha tomado en busca de la consecución de su meta o la de su jefe, o solamente el agente tiene acceso al conocimiento especializado en que se basan sus acciones».82

Los conceptos de cooperación consumada y perfunctoria de Williamson están implícitos en este pasaje de Hayek:

El conocer y poner en uso una máquina que no es completamente empleada, aprovechar la experiencia de alguien que puede ser mejor utilizada, o tener conocimiento de artículos sobrantes que pueden aprovecharse durante una interrupción del abastecimiento es socialmente tan útil como el conocimiento de mejores técnicas alternativas.

[…] ¿Es cierto que una vez que se ha construido una planta, todo lo demás es más o menos mecánico y está determinado por el carácter de la planta y queda poco por hacer en cuanto a adaptación a las siempre cambiantes circunstancias del momento?

[…] en una industria competitiva, […] la tarea de evitar que suban los costos requiere de una lucha constante que absorbe una parte importante de la energía del administrador. La facilidad con que un administrador ineficiente puede desperdiciar los diferenciales en que se basan las utilidades y la posibilidad de producir con las mismas instalaciones técnicas y con una gran variedad de costos, se encuentra entre los hechos más conocidos de la experiencia empresarial que no parecen ser igualmente conocidos por el economista.84

Oliver Williamson escribió, en la misma tónica, que «casi todo trabajo involucra algunas habilidades específicas».

Incluso las tareas de custodia más sencillas se facilitan por la familiaridad con el entorno físico específico al sitio de trabajo en que se están llevando a cabo. Se puede secundar la aparente operación rutinaria de una maquinaria estandarizada a través de la familiaridad con la pieza particular de equipo operativo […]. En algunos casos, los trabajadores son capaces de anticipar el problema y diagnosticar su fuente mediante cambios sutiles en el sonido o el olor del equipo. Asimismo, el desempeño en algunos trabajos de producción o gestión implica un elemento de trabajo en equipo, y una habilidad crítica es la de operar efectivamente de la mano de los miembros del equipo […].85

La voluntad de la fuerza laboral de cooperar consumadamente en lugar de perfunctoriamente, de contribuir con su saber disperso, es presumiblemente el factor primario determinante en el potencial rango de costos dado un conjunto de facilidades técnicas. Y el capital humano de la empresa—el saber oculto y el repertorio de habilidades de las que la gerencia rara vez es consciente, pues no pueden comunicarse a través de una jerarquía, la red de relaciones personales de que depende la producción— es la fuente de una gran parte del patrimonio de una firma, y da cuenta de la brecha entre su valor de patrimonio y su valor contable (es decir, el valor de mercado de sus bienes físicos). No obstante, como veremos abajo, la administración trata a los obreros y a sus habilidades como un costo directo bajo las convenciones de la contabilidad sloanista, en lugar de como un bien capital que cuesta dinero remplazar, y se esfuerza por decimar periódicamente su capital humano.

Cuando los trabajadores deciden dejar de dar sostén al sistema ignorando sus reglas irracionales, pueden en efecto, por obra de su mera obediencia, dar un paso atrás y permitir que este se destruya por medio de su propia irracionalidad. Ya vimos el informe de David Noble sobre el retiro de la cooperación consumada por parte de los trabajadores en el caso de la maquinaria controlada numéricamente. Más generalmente, Scott señala la huelga de celo como una aplicación práctica, desde la perspectiva del trabajador, de la dependencia de la organización formal del sistema más grande de procesos informales:

En una huelga de celo […] los empleados comienzan a hacer sus labores observando meticulosamente cada una de las normas y regulaciones y desempeñando solamente los deberes estipulados en las descripciones de sus empleos. Como resultado, el trabajo se detiene por completo, o se ralentiza a paso de tortuga […]. En la larga huelga de celo contra Caterpillar, la gran manufacturera de equipos, por ejemplo, los trabajadores retomaron los procedimientos ineficientes especificados por los ingenieros, a sabiendas de que ello le costaría a la compañía calidad y tiempo valioso, en vez de continuar con las prácticas más expeditas que habían ideado durante el ejercicio de su labor. Su actuar reposaba en el supuesto comprobado de que trabajar estrictamente en observancia con los manuales es necesariamente menos productivo que trabajar con iniciativa.86

Infortunadamente, los trabajadores que intentan degradar el nivel de eficiencia en la producción mediante su operación tortuga pueden descubrir que no logran seguir el ritmo de la gerencia. La práctica de recortar personal en las corporaciones en años recientes ha desbordado en una destrucción sistemática— ¡de parte de la gerencia!—del conjunto de procesos informales de que depende la productividad de la organización.

En 1973, David Jenkins sostuvo que los «impresionantes resultados a corto plazo» logrados por los recortes de personal generalmente se pagan con «una catástrofe a largo plazo».

Tal conducta, dice [Rensis] Likert, se ve alentada por sistemas de recompensas de las compañías que «permiten a un gerente que es ‘artista de la presión’ obtener sus ingresos en el lapso de algunos años, a la vez que destruye lealtades, actitudes favorables, motivaciones cooperativas, etc., entre los miembros supervisores y no supervisores de la organización».

Lo que sucede es, en efecto, que se desechan valiosos recursos y se le da un empujón artificial y cortoplacista a los ingresos. Ninguna gestión aguantaría semejante trato displicente de los bienes físicos […]. Puesto que los recursos humanos no aparecen en los balances generales, pueden ser liquidados a voluntad por gerentes orientados hacia los «resultados finales» […] a fin de aplicar una inyección espuria a las ganancias.87

Dos décadas más tarde, durante la ola de recortes de personal de los años 90, Kim Cameron enumeró los problemas que resultaban típicamente de dichos recortes:

[…] 1) pérdida de relaciones personales entre los empleados y los clientes; 2) destrucción de la confianza y lealtad entre empleados y clientes; 3) trastornos en las rutinas homogéneas y predecibles de la firma; 4) incrementos en la formalización (dependencia en las reglas), estandarización y rigidez; 5) pérdida de saberes en la unidad y transversalmente entre distintos niveles, provenientes de la longevidad y las interacciones en el tiempo; 6) pérdida de saberes acerca de cómo responder a anomalías no rutinarias de parte de la firma; 7) disminución en la documentación y por lo tanto menores intercambios de información acerca de los cambios; 8) pérdida de productividad en los empleados; y 9) pérdida de una cultura organizacional común.88

Alex Markels cita a un consultor de gerencia que indica que los recortes de personal significan que «una compañía sufre un retraso severo por la pérdida de ‘conocimiento y juicio acumulado a lo largo de los años’».89

Un buen ejemplo es la práctica de contratación en el comercio minorista. Hace cuarenta años, el personal de ventas en los comercios minoristas de vestido y calzado se componía comúnmente de empleados de trayectoria que devengaban un salario digno y que conocían los gustos de los clientes y las líneas de productos como la palma de su mano. Desde entonces, los comerciantes han remplazado a estos empleados de trayectoria con trabajadores no capacitados, recién salidos de la escuela y que reciben salarios mínimos.

Ese es esencialmente el desempeño de Bob Nardelli en Home Depot, por el que recibió una indemnización de 210 millones de dólares. De acuerdo con Tom Blumer de Bizzyblog, los medios a través de los cuales Nardelli incrementó los ingresos a corto plazo incluyen los siguientes:

Su unificación del área de compras y muchas otras funciones hacia Atlanta desde varias regiones causó que los compradores perdieran contacto con sus proveedores.

El despido de personas conocedoras y experimentadas a favor de novatos y trabajadores a tiempo parcial desinformados redujo en gran medida la nómina y los costos de beneficios, pero eventualmente ha ahuyentado a los clientes y ha conferido a la compañía su bien merecida reputación de desempeño mediocre.90

Nardelli y sus esbirros le apostaron a cada artilugio de contabilidad, adquisiciones y soluciones a la ligera de que disponían para mantener una buena fachada en los números, mientras permitían que el negocio se deteriorara.91

Desde entonces me he enterado de que Nardelli, en los meses previos a su retirada, transfirió toda la función de compras de Atlanta hacia… India —de todos los sitios disponibles para la subcontratación extranjera.

Me han dicho que “pérdida de contacto” ni siquiera se acerca a una descripción acertada de cuán mal se halla la situación entre las tiendas Home Depot y el área de compras, y entre el área de compras de Home Depot y sus proveedores.

No solo se trata de una barrera dialectal, sino que las personas del área de ventas en India no saben nada del «lenguaje» del equipo (hardware) estadounidense—o siquiera qué son la mitad de los trastos que les describen las tiendas y los proveedores.

Me han dicho que unos montos increíbles de dinero, tiempo y energía se están desperdiciando—todo en nombre de lo que con plena probabilidad era una meta impulsada por bonificaciones para hacer parecer bajos los costos generales y administrativos («parecer» bajos, porque los gastos se han desplazado hacia las tiendas y los proveedores).92

Esta práctica fue parodiada en la serie animada «Los reyes de la colina», en la persona del adolescente con acné de bata azul en «Megalo-Mart», quien no tenía la más remota idea de dónde encontrar un martillo para Hank. Infortunadamente, no se trataba realmente de una parodia. Lo he visto con mis propios ojos en el departamento de jardinería de la tienda Lowe’s. A una solicitud para cualquier tipo de asistencia para hallar un producto, la invariable respuesta del personal es algo tipo «ni idea. Supongo que si no lo ves, es que no lo tenemos».

Esta clase de descualificación deliberada de los trabajadores de servicios a expensas de la calidad, con el fin de transferir recursos hacia arriba, del personal de soporte al cliente a los salarios y bonificaciones de los directores generales, puede darse solamente en una industria donde la competencia en la calidad del servicio al cliente se ha suprimido por la cartelización. Cuando el mercado está bajo el control de un puñado de firmas oligopólicas gigantes con la misma cultura disfuncional, estas firmas pueden darse el gusto de ofrecer un servicio de pacotilla y chapucero.

Como lo mencioné antes, todo esto refleja la métrica sloanista que la gerencia corporativa mayor emplea para medir los costos y la eficiencia, la cual es más o menos comparable a la métrica mediante la cual los muchachos en Gosplán intentaron manejar la economía soviética.

Ludwig von Mises sostuvo en la obra Burocracia que la jerarquía corporativa no era una burocracia en el sentido estricto del término. La burocracia era necesariamente una gestión fundada en las reglas, con procesos definidos en líneas weberianas, en lugar de una gestión fundada en las utilidades, pues no producía un producto comercializable y su producto no tenía precio de mercado. La gran empresa comercial, por otro lado, era—gracias al milagro del sistema de partida doble— una extensión de la voluntad del emprendedor. El emprendedor podía rastrear las utilidades y pérdidas de cada subdivisión, y actuar de manera acorde con la información para desplazar las inversiones  de una división a otra y disciplinar o remplazar a los gerentes.93 Esto desemboca en un reflejo fiel del enfoque neoclásico, que trata la firma como un actor unitario en el mercado y su funcionamiento interno como caja negra.

El énfasis de Mises de la naturaleza emprendedora de la corporación desatiende varios hechos. Primero, la tarificación de transferencia interna de la corporación equivale a la que propuso el socialista de mercado Oskar Lange, la cual Mises desestimó alegando que era «jugar al capitalismo». Ya que la mayoría de los bienes intermedios producidos por una firma—componentes de productos, componentes de componentes, entre otros— son específicos al producto, no hay mercado externo para ellos. Así que los precios de transferencia interna deben estimarse indirectamente, sobre la base del margen de beneficios, distanciándose más y más de cualquier precio real de mercado—exactamente de la misma manera que los planeadores de la economía soviética dependían indirectamente de la información de los precios de mercado de las economías occidentales para fijar sus propios precios.94

Segundo, los administradores de las típicas corporaciones grandes no son, de facto, sirvientes contratados del emprendedor o el inversionista. En el mundo real, las pugnas de poder fracasan casi siempre, las compras hostiles se han tornado raras desde que las administraciones desarrollaron contramedidas en los años 80, y la mayoría de las nuevas inversiones—en contraste con las fusiones y las adquisiciones—se financian internamente mediante ingresos retenidos. En realidad, el accionista es poco más que otra clase de reclamante contractual con derecho a cualquier dividendo que la gerencia juzgue conveniente emitir (si lo hace) y a participar en el ritual vacuo de la reunión de accionistas. El verdadero reclamante residual, al menos en “corporaciones maduras” grandes y públicas donde la tenencia de acciones es difusa, es la administración mayor. En la práctica, la gerencia de tales corporaciones es una oligarquía que se perpetúa a sí misma y que controla una masa de libre flotación de capital carente de dueño—de manera afín a la administración burocrática de la antigua Unión Soviética. Así que la administración mayor, como los gerentes de la fábrica socialista en el mercado de Lange, están «jugando a ser emprendedores», —jugándose un capital con el que no contribuyeron mediante sus esfuerzos pasados, y cuya pérdida no los toca personalmente, en caso de que la apuesta rinda frutos.

Tercero, no hay medida políticamente neutral o inmaculada alguna, ya sea la «contabilidad de partida doble» o alguna otra cosa. Las funciones de procesamiento de información de una jerarquía impiden frecuentemente la agregación de saberes dispersos—en la corporación así como en el estado. La medida de la eficiencia, las utilidades y las pérdidas en la gran corporación refuerzan los intereses de la administración. En el modelo dominante de contaduría de la gerencia sloanista, como lo describieron Willian Waddell y Norman Bodek, el trabajo es el único costo directo y variable que la administración intenta minimizar. Los costos administrativos como salarios gerenciales, gastos generales, costos de almacenaje de inventario, etc., son tratados como costos fijos y directos. Maximizar el RSI (retorno sobre la inversión) de cada estadio de la producción, vía la maximización del flujo de capital y la minimización de las horas de trabajo directas, es prácticamente la única medida de recorte de costos que se contempla. Los salarios gerenciales y otros costos administrativos, las inversiones de capital excesivas o irracionales, etc., no cuentan pues, como gastos generales, se los incorpora (por el milagro de la «absorción de costos») a los precios de transferencia de bienes terminados que se «venden» al inventario. Y bajo la contabilidad sloanista, el inventario es un activo líquido que le agrega valor a los libros contables de la compañía—aunque no haya órdenes para este y termine rebajado o vendido como pérdida, o incluso se lo dé por perdido. Esta práctica equivale a «espolear las cifras barriendo los gastos generales bajo la alfombra hacia el inventario».95

Así pues, a pesar del hecho de que los salarios y beneficios de los trabajadores del área de producción son típicamente 10 % o menos del total de los costos por unidad, se ve sin falta a los magister en administración pasar por el cedazo cada minucia con el fin de eliminar cualquier segundo de trabajo directo de sobra —mientras se engullen a bocados los gastos generales de los costos administrativos y gastos de capital.96 Los costos administrativos de la corporación y la organización tipo Rube Goldberg se asemejan típicamente a los del Ministerio de servicios centrales en el filme Brazil, y la asignación de inversiones en la planta física y el equipo se asemejan típicamente el desarrollo irregular de una economía planificada centralmente.

La irracional inversión de capital en la gran corporación se asemeja a las predicciones de Mises para la planeación bajo el socialismo de estado— esto es, ello «implicaría operaciones de valor de las que no se podrían hacer predicciones antes de, ni precisiones luego de que tuvieran lugar».97 Como lo señaló Richard Ericson al hablar de los regímenes comunistas, la corporación puede lograr grandes hazañas de ingeniería sin reparo en el costo.

Cuando el Sistema sigue algunos objetivos prioritarios, independientemente de los sacrificios o pérdidas en áreas de menor prioridad, aquellos que en últimas ostentan la responsabilidad no pueden saber si ese éxito valía la pena.98

Veo regularmente ejemplos de esto en el hospital donde trabajo. Se destina dinero a expansiones multimillonarias de la sala de emergencias y a remodelaciones de pisos enteros que alteran radicalmente su trazado—limitadas solamente por la presencia de muros de carga—, de maneras que los hacen menos funcionales. La administración se procura maquinaria de alta tecnología excesivamente costosa, como un robot de cirugía Da Vinci, y expande su rango de costosos procedimientos de alta tecnología como el cateterismo cardíaco—todo en aras de adquirir prestigio entre el público—a la vez que hace recortes en el personal de enfermería y transforma los pabellones de cuidados de los pacientes en muladares escuálidos y faltos de personal, y hace que los costos de desplomes e infecciones de SARM estén por los cielos.

En síntesis, la asignación interna de capital en la gran corporación sigue un patrón muy parecido a la descripción de Hayek de la economía planificada de estado socialista:

No hay razón para suponer que la producción se detendría, o que, de algún modo, las autoridades tendrían dificultades para utilizar todos los recursos de que disponen, o incluso que la producción sería permanentemente menor de lo que era antes del inicio de la planificación […]. [Es de esperarse] el desarrollo excesivo de algunas líneas de producción a expensas de otras y el uso de métodos inapropiados bajo tales circunstancias. Es de esperar que se tope uno con un superdesarrollo de algunas industrias a un costo que no se justificaba por la importancia de su producción incrementada, y es de esperar que no haya verificación alguna a la ambición del ingeniero para aplicar los desarrollos más recientes en otros sitios, sin considerar su conveniencia en esa situación. En muchos casos el uso de los métodos de producción más recientes, que no podrían haberse aplicado sin la planificación central, sería un síntoma de uso indebido de los recursos, en lugar de una prueba de éxito.

Uno de sus ejemplos citados—«la excelencia, desde un punto de vista tecnológico, de algunas partes del equipo industrial ruso, que a menudo capta el ojo del observador casual y que se considera comúnmente como evidencia de éxito»—es comparable directamente con el robot Da Vinci ya mencionado.99

El problema que Hayek describe se complica por el hecho de que el producto» mismo es una medida inútil bajo estas circunstancias. Con la «absorción de costos» sloanista, al igual que con la planificación central soviética, el sistema de tarificación de transferencia interna basado en el consumo de recursos (inputs), y el desplazamiento de costos al consumidor por vía del incremento de precios por sobrecostos, significan que cualquier consumo de recursos que puede incorporarse al «precio» de los bienes terminados—como tal— es un producto (output).

Los jugadores dominantes en un Mercado oligopólico pueden salirse con la suya con todas estas formas de irracionalidad—supresión de tecnologías más eficientes y novedosas, descualificación de la fuerza laboral y sustitución de la mētis con la techne, porque los peces gordos comparten la misma cultura organizacional.

El arte de no ser gobernado: espacios estatales y espacios no estatales. Lo que Scott llama «espacios estatales y espacios no estatales» es el tema central de El arte de no ser gobernado. Los espacios estatales, escribió Scott en Ver como un estado, son regiones geográficas de alta densidad poblaciones y agricultura de grano de alta densidad que «produce un excedente de grano […] y trabajo de que el estado se apropiaba fácilmente». Las condiciones de los espacios no estatales eran simplemente inversas, «limitando severamente así las posibilidades de una apropiación estatal segura».100

Esta podría haber servido como la frase temática para su siguiente libro, El arte de no ser gobernado. De hecho, de acuerdo con Scott,101 Ver como un estado fue en realidad una ramificación de la investigación que llevó eventualmente a El arte de no ser gobernado. Su línea de investigación original era «entender por qué el estado siempre ha parecido ser el enemigo de la ‘gente que se mantiene en movimiento’ […]». En sus estudios sobre «las tensiones perennes entre las gentes de las colinas que recurren al tala y quema, por una parte, y los reinos de la cuenca cultivadores de arroz, por otra parte», con diversos nómadas y esclavos cimarrones, Scott se vio distraído hacia un estudio sobre la legibilidad como motivo para las políticas estatales de sedentarización. Habiendo desarrollado ese tema, retornó a su enfoque original en El arte de no ser gobernado.

En este Segundo libro Scott encuesta a las poblaciones de «Zomia», las áreas serranas desperdigadas por los países del sudeste de Asia, que se encuentran en gran medida fuera del alcance de los gobiernos de la zona. Sugiere puntos comunes entre los habitantes de Zomia y las gentes en áreas no estatales alrededor del globo: gente de alta montaña y de frontera como los cosacos, serranos y «campiranos», pueblos nomádicos como gitanos y cíngaros, y comunidades de esclavos cimarrones en regiones cenagosas inaccesibles de Sudamérica.

Los estados intentan maximizar la apropiabilidad de cosechas y trabajo mediante el diseño de espacios estatales, a fin de «garantizar al gobernante un excedente sustancial y fiable de mano de obra y grano al menor precio […]». Eso se consigue a través de la concentración geográfica de la población y el uso de formas de cultivación concentradas y de alto valor, con el fin de minimizar los costos de gobernar el área, así como los costos transaccionales de apropiarse del trabajo y del producto.102 Los espacios estatales tienden a envolver grandes «áreas centrales» de producción de grano altamente concentrada «en el lapso de unos días de marcha desde el centro», no necesariamente contigua al centro, pero al menos «relativamente accesible para oficiales y soldados desde el centro, a través de rutas comerciales o vías navegables».103 Las áreas gobernables son principalmente áreas de producción agrícola de alta densidad, vinculadas ya sea por terrenos planos o por corrientes de agua.104

El espacio no estatal es una inversión directa del espacio estatal: «repele al estado», esto es, «representa una configuración agroecológica singularmente adversa a las estrategias de acaparamiento de mano de obra y grano de los estados». Los estados “miran con vacilación la incorporación de dichas áreas, en la medida que los réditos, en términos de mano de obra y grano, son probablemente menores que los costos administrativos y militares de apropiárselos.”105

Entre más dispersas las cosechas, más difícil es su recolección, de la misma forma que una población dispersa es más difícil de abarcar. En la medida que cosechas tales son parte del portafolio de swiddener, asimismo prueban ser fiscalmente estériles para los estados y saqueadores, y se estima que “no merecen la pena” o, dicho de otro modo, son un espacio no estatal.106

Los espacios no estatales se benefician de varias formas de «fricción» que incrementan los costos transaccionales de la apropiación de la labor y la producción, y de la extensión del alcance del brazo armado del estado en esas regiones. Estas formas de fricción incluyen la fricción de distancia 107(que equivale a un impuesto de distancia sobre el control centralizado), la fricción de terreno o altitud, y la fricción de clima de estación.108 En relación con la última, por ejemplo, la población local puede «esperar las lluvias, cuando las líneas de suministro se interrumpían (o eran más fáciles de cortar) y la guarnición encaraba la hambruna o la retirada».109

En Zomia, como la describe Scott:

Virtualmente todo acerca de la subsistencia, organización social e ideologías de estas personas […] puede leerse como un posicionamiento estratégico diseñado para mantener a distancia al estado. Su dispersión física en terrenos accidentados, su movilidad, sus prácticas de cultivo, sus estructuras de parentesco, sus identidades étnicas flexibles y su devoción por líderes proféticos y milenarios, sirvieron efectivamente para evitar la incorporación a los estados y para evitar que los estados se esparcieran entre ellos.110

A fin de evadir impuestos, trabajo forzado y reclutamiento, practicaban «agricultura de escape: formas de cultivación diseñadas para estorbar las apropiaciones estatales». Su estructura social, de igual modo, «estaba diseñada para facilitar la dispersión y la autonomía, y para prevenir la subordinación política».111

Sugiero que los conceptos de «espacio estatal» y «espacio no estatal», si se les remueve del contexto espacial inmediato de Scott y se les aplica, a modo de analogía, a esferas de vida social y económica más o menos susceptibles de control estatal, pueden ser útiles para nosotros en la clase de sociedades occidentales donde, por lo que se ve, no hay espacios geográficos allende control estatal.

Los espacios estatales en nuestra economía son sectores aliados estrechamente al estado y legibles para él. Los espacios no estatales son aquellos difíciles de monitorear y donde las regulaciones son difíciles de aplicar. Los espacios estatales, especialmente, están asociados con formas de producción legibles. En las economías occidentales, los sectores económicos más legibles y más estrechamente aliados con el estado son los que dominan las grandes corporaciones en los mercados oligopólicos.

En general, el estado mantiene una fuerte afinidad con las formas de producción a gran escala y organizadas centralmente. En el caso de la agricultura, Scott escribe:

En agricultura, como en manufactura, la mera eficiencia de una forma de producción no basta para asegurar la apropiación de impuestos o ganancias. La agricultura minifundista independiente puede ser, como hemos notado, la manera más eficiente de sembrar muchos cultivos. Pero tales formas de agricultura, aunque puedan presentar posibilidades para la tributación y el aprovechamiento cuando sus productos acumulan volumen, se procesan y se venden, son relativamente ilegibles y difíciles de controlar. Como en el caso de los artesanos autónomos y tenderos pequeñoburgueses, monitorear las fortunas comerciales de granjeros chicos es una pesadilla administrativa. Las posibilidades para la evasión y la resistencia son numerosas, y el coste de asegurarse información precisa y anual es alto, si no prohibitivo.

Un estado que se ocupa principalmente de la apropiación y el control ve con mejores ojos la agricultura sedentaria que el pastoreo o la agricultura itinerante. Por las mismas razones, semejante estado preferiría generalmente el latifundio al minifundio y, a su vez, la plantación colectiva a los dos anteriores […]. A pesar de que la colectivización y la agricultura de plantación son rara vez muy eficientes, representan […] las formas más legibles y por ende apropiables de agricultura.112

El estado tiene una similar afinidad por la gran corporación en general, y no solamente en agricultura, de acuerdo con Benjamin Darrington. Si la gran corporación depende del estado para su supervivencia, el estado—dejando de lado el hecho de que se compone en gran medida de representantes de la clase dominante corporativa—tiene un interés racional en promover la gran corporación como la forma económica dominante.

Las grandes firmas organizadas centralmente facilitan la tarea gubernamental de mantener una posición hegemónica en la sociedad. La habilidad del gobierno para regular efectivamente la economía depende de la existencia de instituciones económicas con estructuras organizacionales que puedan monitorearse y controlarse fácilmente. La regulación de un gran número de comercios pequeños requiere una gran duplicación de esfuerzos para inspeccionar registros financieros, asegurar el consentimiento regulatorio y recaudar impuestos. Las organizaciones pequeñas son más difíciles de castigar por no cooperar con la ley, ya que tienen un valor total menor para embargar y es más probable una pugna contra el gobierno de parte de los dueños, pues lo que está en juego es su negocio y su dinero, sin mencionar que la población general ve con mejores ojos los comercios pequeños que las corporaciones en apariencia anónimas y distantes. El equipo que utilizan las empresas pequeñas no se presta para la certificación, regulación y los exámenes de seguridad, y el trabajo empleado no se presta para para la aplicación efectiva de leyes que conciernen cosas como negociaciones laborales, salario mínimo, edad mínima, licencias profesionales, cuotas raciales y sexuales, requerimientos de ciudadanía, máximo de horas de trabajo, etc. Las relaciones informales a pequeña y gran escala se encuentran casi fuera del rango de alcance de los esfuerzos del gobierno para aplicar sus mandatos y recaudar impuestos. Al volver a los negocios agentes de políticas gubernamentales, el estado crea también un chivo expiatorio de utilidad para distraer la ira del público hacia la inequidad y la explotación de las relaciones económicas existentes y se posiciona como el «caballero blanco» que viene a proteger al público y a vengar los males y excesos de «la empresa privada».113

Los mismos efectos que se consiguen a través de la distancia espacial y el aislamiento, y los altos costos de transporte físico en la Zomia de Scott, pueden conseguirse en nuestra economía, pasando de toda inconveniencia, mediante recursos como el cifrado y el uso de redes oscuras (darknets). Los recientes desarrollos tecnológicos han expandido drásticamente el potencial para versiones de los espacios no estatales que Scott describe basadas en la no espacialidad y no territorialidad. La gente puede distanciarse del espacio estatal mediante la adopción de tecnologías y métodos de organización que les hacen ilegibles para el estado, sin realizar ningún movimiento espacial real.

Tales tecnologías y métodos de organización incluyen divisas cifradas como Ripple y Bitcoin como medio de intercambio en economías de redes oscuras, las Phylé de Daniel de Ugarte (sociedades civiles distribuidas que proveen plataformas en redes para empresas comerciales, mecanismos de certificación y reputación, servicios de arbitración y adjudicación, servicios legales y de aseguramiento, etc.), y la «economía como servicio de software» de John Robb.114

En la esfera de la producción física, las nuevas tecnologías de micromanufactura ofrecen un potencial sin precedentes para evadir la aplicación de patentes industriales y otras barreras estatales de entrada al mercado similares. En la industria tradicional de producción en masa, los costos transaccionales de aplicación de patentes se redujeron por un statu quo en que un puñado de manufactureros oligopólicos en una industria cartelizada produjeron un rango limitado de productos competidores (a menudo avanzando esa restricción a la competencia de productos por medio del aunamiento o intercambio de patentes entre ellos), y comercializaron sus limitadas líneas de producción a través de un puñado de cadenas minoristas nacionales. Cuando 10.000 dólares en herramientas CNC caseras en una fábrica de garaje pueden generar un  producto comparable al de una fábrica de un millón de dólares en lotes pequeños distribuidos por mercados vecinales, los costos transaccionales de la supresión de imitaciones se eleva por los cielos—al mismo tiempo que la economía de la abundancia destruye las bases de implementación de los impuestos del estado.

Otras tecnologías costeables para la producción a pequeña escala, aunadas con intercambios informales mediante redes de trueque, ofrecen nuevas potencialidades para que microempresas domésticas y de bajos costos generales—v.g., micropanaderías caseras que utilizan hornos de cocina, servicios de taxi que emplean vehículos familiares, etc. —eviten la zonificación local, el licenciamiento y los códigos de «salud» y «seguridad».

Los costos transaccionales de superar la opacidad y la ilegibilidad e imponer la obediencia en una atmósfera de inobservancia, funcionan como un impuesto, logrando así que algunos «espacios» (esto es, sectores o áreas de la vida) se vuelvan costosos de gobernar más allá de lo que merece la pena. Scott sostiene que, para el gobernante, la medida relevante no es el PIB, sino el «Producto accesible para el estado» (PAE). Entre mayor es el área de distancia desde el centro, mayor es la concentración del cociente de valor o valor-peso que debe tener una unidad de producido (output) para que valga la pena la apropiación y el transporte a la capital. Entre más lejana del centro está un área, en mayor medida el porcentaje de su economía costará más de lo que valga la pena explotarla.115Esto es análogo al concepto de TRE (taza de retorno energético) en el campo de la energía; si el propósito del estado es extraer una plusvalía en nombre de una clase privilegiada, el «impuesto de gobierno» reduce la cantidad de plusvalía que se extrae por insumo de esfuerzo de aplicación.

Cualquier cosa que reduzca el «TRE» del Sistema, el tamaño de la plusvalía neta que el estado puede extraer, causa su encogimiento a una escala de actividad de equilibrio más pequeña. Entre más costosa es la aplicación y más pequeños los réditos que el estado (y sus aliados corporativos, como en el caso de la aplicación de la ley digital de derecho de autor o la supresión de las imitaciones Shanzhai) puede obtener por unidad de esfuerzo de aplicación, más vacío se torna el sistema capitalista o corporativista estatal y más son las áreas de la vida de las que se retira pues no justifican el costo de gobernar.

Nuestra estrategia, al atacar la capacidad del estado de aplicar sus veleidades como el eslabón débil del capitalismo de estado, debería ser la creación de espacios no estatales metafóricos, como las redes oscuras, así como formas de producción física en tan pequeña escala y dispersas que representen serios costes en vigilancia y aplicación, y así desplazar la correlación de fuerzas entre «espacios» estatales y no estatales.

Desde nuestra perspectiva, las tecnologías de liberación reducen el costo e inconvenientes de la evasión. En el trabajo de Scott, las personas en espacios estatales, entre más trabajo han invertido en sus campos durante generaciones, son más reacias a abandonar dichos espacios para escapar de las cargas impositivas del estado.116 En Zomia, «no ser gobernado» implicaba frecuentemente la adopción de «estrategias de subsistencia cuyo objetivo era escapar a la detección y maximizar su movilidad física, en caso de que se viesen forzados a huir de nuevo sin previo aviso». Esto podría implicar un verdadero sacrificio de la calidad de vida, en términos de las categorías de bienes que no podrían producirse, las categorías de alimentos que no estarían disponibles, etc.117 Históricamente, cuando no ser gobernado requiere distancia e inaccesibilidad especiales, la creación de un espacio no estatal entrañaba una elección de tecnologías de supervivencia basadas en la necesidad de ser menos legible. En muchos casos, esto se traducía en «el abandono de cultivos fijos a favor de la agricultura itinerante y la búsqueda de comida», la elección deliberada de un estilo de vida más «primitivo» por el bien de la autonomía, y la elección consciente de métodos de cultivación menos productivos y un excedente más pequeño.118

Para expresar esto en términos económicos occidentales, las tecnologías liberadoras ofrecen ahora el potencial de eliminar la necesidad de soluciones intermedias entre autonomía y estándar de vida. Queremos hacernos tan ingobernables como la gente de Zomia, sin el inconveniente de vivir en las montañas y pantanos o vivir a base de raíces. Entre mayor es el número de áreas de la vida económica que se tornan ilegibles para el estado mediante tecnologías liberadoras, menor es el diferencial del estándar de vida entre las áreas estatales y no estatales.

Scott nombra a la movilidad como su «segundo principio de evasión». La movilidad, «la habilidad para cambiar de locación», vuelve una sociedad inaccesible a través de la habilidad para «desplazarse hacia un sitio más remoto y ventajoso». Se trata de “una habilidad relativamente libre de fricción para cambiar de locación […]”.119 En términos de nuestros «espacios no estatales» no espaciales análogos en sociedades occidentales, esto se refleja en la agilidad, resistencia y flexibilidad de las redes.

A diferencia de la corporación y el estado, los cuales requieren el procesamiento laborioso de información y propuestas a través de una jerarquía burocrática, la organización por redes facilita la adopción casi instantánea de nueva información y técnica donde sea de utilidad. Las redes eliminan los costos transaccionales administrativos y de otras clases al comunicar las ideas a aquellos que se benefician de ellas.

Muchos pensadores de software de código abierto, remontándose a Eric Raymond en La catedral y el bazar, han destacado la naturaleza de los métodos de código abierto y la organización por redes como multiplicadores de fuerzas.120 Las comunidades de diseño de código abierto retoman las innovaciones de los miembros individuales y las distribuyen con rapidez donde sea que se necesiten, economizando al máximo. Este es un rasgo de la organización estigmérgica que consideramos más arriba.

Este principio se ve en acción en el movimiento de intercambio de archivos, como lo describió Cory Doctorow. Las innovaciones individuales se vuelven inmediatamente parte de la reserva común de intelecto, disponible universalmente para todos.

Levanten la mano si están pensando algo como, «¡Pero la Gestión de derechos digitales (DRM por sus siglas en inglés) no debe ser a prueba de atacantes inteligentes, solo a prueba de la persona promedio!»

[…] no debo ser pirata informático para violar su DRM. Solamente necesito saber cómo hacer una búsqueda en Google o en Kazaa, o cualquier otra herramienta de búsquedas de uso general para hallar el texto no cifrado que alguien más listo que yo ha extraído.121

Las estrategias de prevención de copias de las compañías solían funcionar así: «Nos ocuparemos de que sea más fácil comprar una copia de esta información que hacer una copia no autorizada de ella. De esa manera, solo los mega frikis y las clases que disponen de poco efectivo y mucho tiempo se tomarán la molestia de copiar en lugar de comprar». Pero cada vez que se conecta una computadora a internet y se le enseña a su dueño a utilizar motores de búsqueda como Google (o The Pirate Bay), surge una tercera alternativa: se puede simplemente descargar una copia de internet […].122

Bruce Schneier lo describe como automatización que disminuye los costos marginales de compartir innovaciones

La automatización permite también rupturas de clase para una rápida propagación, pues se requiere menos experticia. El primer atacante es el listo; el resto pueden seguir sus instrucciones ciegamente. Tómese el fraude de la televisión de cable. Ninguna de las empresas de cable se interesaría mucho en que alguien construyera un receptor de cable en su sótano y mirara televisión ilegalmente. Construir un tal dispositivo requiere tiempo, habilidad y algo de dinero. Pocas personas podrían hacerlo. Inclusive si alguien construyese unos cuantos y los vendiese, no tendría mucho impacto.

Pero ¿y si la persona desentrañara la manera de llevar a cabo una violación de seguridad sin precedentes en contra de la televisión por cable? ¿Y si esa violación requiriera que alguien apretara algunos botones en una caja de cable en una cierta secuencia para obtener cable gratuitamente? Si esa persona publicara esas instrucciones en internet, incrementaría por millones el número de clientes que no pagan y afectaría significativamente las utilidades de la compañía.123

Las insurgencias de acceso libre de organizaciones beligerantes de cuarta generación, como las describió John Robb, se adaptan con rapidez porque cualquier contribución individual, o cualquier información adoptada por una célula singular (v.g., un diseño de un artefacto explosivo improvisado o una estrategia de entrada desarrollada por una célula en Al Qaeda Irak), se pone rápidamente a disposición de la red entera sin intermediación administrativa.

La Guerra entre guerrillas descentralizada y aparentemente caótica demuestra un patrón que seguramente servirá como modelo para la siguiente generación de terroristas. Este patrón muestra un nivel de aprendizaje, actividad y éxito similar al que vemos en la comunidad de software de código abierto. A este patrón lo denomino el bazar. El bazar resuelve un problema: ¿cómo logran pequeñas redes potencialmente antagonistas combinarse para librar una guerra? Algunas lecciones de la obra «La catedral y el bazar» de Eric Raymond proveen un punto de partida para avanzar el análisis. Estos son los factores que aplican (desde la perspectiva de las guerrillas):

* Ejecutar anticipadamente y frecuentemente. Ensayar nuevas formas de ataque contra diferentes tipos de objetivos. No hay que esperar el plan perfecto.

* Dada una reserva lo suficientemente grande de codesarrolladores, cualquier dificultad será vista como una obviedad y resuelta por alguien. Eventualmente algún participante del bazar encontrará la manera de desestabilizar un blanco particularmente difícil. Solo se necesita copiar el proceso que utilizó esa persona.

* Los codesarrollares (probadores beta) son el recurso más valioso disponible. Las otras redes guerrilleras en el bazar son los aliados más valiosos. Innovan sobre planes preexistentes, operan como una colmena organizada ante problemas que se identifiquen y proveen con protección mediante la generación de ruido en el sistema.124

La acelerada innovación en Artefactos Explosivos Improvisados (AEI) lograda por redes beligerantes de acceso libre en Irak y Afganistán es un ejemplo concreto.125 Cualquier innovación desarrollada por una célula particular de Al Qaeda Irak, de tener éxito, se ve adoptada rápidamente por la red entera.

En el movimiento de intercambio de archivos, no basta que la DRM sea lo suficientemente difícil de burlar para el usuario promedio. Los pirateos desarrollados por los frikis informáticos para burlar la DRM se vuelven rápidamente parte de la reserva común de recursos. Los CDs y DVDs que son pirateados hoy por un friki se ponen a libre disposición del público mañana en un sitio de torrent por un usuario promedio que pueda usar Google.

Considérese este ejemplo práctico de Thomas Knapp sobre agilidad de respuesta del Bazar en operación:

Durante la cumbre del G-20 en el área de Pittsburgh la semana pasada, la policía arrestó a dos activistas. Estos activistas particulares no estaban rompiendo ventanas. No estaban prendiéndole fuego a automóviles. Ni siquiera estaban desfilando, marionetas en mano, cantando arengas anticapitalistas.

De hecho, estaban en una habitación de hotel en Kennedy, Pennsylvania, a millas de las protestas «no aprobadas» […] escuchando la radio y sirviéndose de la conexión Wi-Fi del hotel. Ahora se enfrentan a cargos de «Entorpecimiento de un arresto, uso criminal de un sistema de comunicaciones y posesión de instrumentos delictivos».

La radio que estaban escuchando era (presuntamente) un escáner policial. Estaban utilizando (presuntamente) su acceso a internet para transmitir boletines acerca de los movimientos de la policía en Lawrenceville a los activistas en las protestas, por medio de Twitter […].

El gobierno, tal y como lo conocemos, se encuentra en una batalla por su supervivencia, y esa batalla, como mencioné antes, se asemeja bastante en algunos aspectos clave a la pugna de la Asociación de Industria Discográfica de Estados Unidos con las redes paritarias de «intercambio de archivos». La RIAA (por sus siglas en inglés) puede—y lo hace—ponerse tan ruda como le sea posible, de las maneras que se le ocurran, pero está perdiendo la batalla y sencillamente no hay escenario creíble en que pueda surgir victoriosa. La industria discográfica como la conocemos transformará su modelo de negocio o se hundirá.

Los Dos de Pittsburgh son fantásticamente análogos a los muchachos de la P2P. Sus arrestos se resumen, a todos los efectos, en una sesión de depuración pública. Los Dos de Pittsbourgh 2.0 establecerá sus estaciones de monitoreo más lejos de la acción (pasando líneas de jurisdicción), utilizará un sistema de relevos para hacer llegar la información de esas estaciones de manera oportuna y luego retransmitirá esa información mediante delegados que estén fuera de alcance y recurran al anonimato. Los policías no se acercarán ni 80 km a los Dos de Pittsburgh 2.0, y cualquier acción para contrarrestar su eficacia se contrarrestará en versiones subsecuentes.126

Dos ejemplos más, relativamente recientes, son el uso de Twitter en el condado Maricopa, para alertar a la comunidad latina de las redadas del Sherif Joe Arpaio, y para alertar a los conductores acerca de los puestos de control de sobriedad.127

Robb utiliza el término «superempoderamiento individual» para describir el cambio radical en la balanza de aptitudes entre uno y otros pocos y las grandes organizaciones jerárquicas. La revolución de escritorio ha tenido un efecto enorme en desdibujar las distinciones de calidad entre el trabajo hecho dentro de una gran organización y el que han hecho individuos en casa. El individuo tiene acceso a una amplia gama de infraestructuras antes disponibles solamente a través de las grandes organizaciones. Como escribe Felix Stalder:

Hay una vasta cantidad de infraestructura—transporte, comunicación, financiamiento, producción— abiertamente disponible que, hasta recientemente, solo era accesible para organizaciones muy grandes. Ahora se requiere relativamente poco—unas cuantas personas dedicadas y conocedoras— para ensamblar estas piezas en una poderosa plataforma desde la cual actuar.128

El resultado, en palabras de Robb: «la habilidad de un individuo para hacer lo que hace un par de décadas requería una gran compañía o una agencia de gobierno […]».129 La beligerancia de entrada libre «permite que los individuos o grupos planten cara a enemigos mucho más grandes,» ya que

el poder de los individuos y pequeños grupos se amplifica por medio del acceso a redes abiertas (aquel incremento de valor de acuerdo con la ley de Metcalfe = crecimiento de internet + redes sociales en paralela) y tecnología de punta (que adquiere rápidamente poder debido al embate de la ley de Moore y a la implacable productización del mercado).130

Las economías de la agilidad son análogas al principio en la esfera militar —en palabras de Saxe— de que la victoria se trata más de piernas que de brazos. Las insurgencias de entrada abierta de Robb son una forma de guerra asimétrica—y se le llama «asimétrica por una razón. Un lado es mucho más grande que el otro y mucho más fuerte si se calcula en medidas convencionales de poderío militar. Cuando Goliath supera en número a David de diez a uno, y David lucha con Goliath usando las tácticas convencionales de Goliath, Goliath gana generalmente unas siete de cada diez veces. Cuando David adopta técnicas no convencionales que toman como blanco las debilidades de Goliath, David gana seis de cada diez veces. Y el Bazar es un entorno para facilitar el intercambio rápido y generalizado de las debilidades de Goliath y para la adopción de las tácticas más efectivas para apuntar a dichas debilidades.131

La organización por redes y el diseño de entrada libre adquieren resistencia de la redundancia y la modularidad. El diseño modular es una forma de extraer más beneficios de cada dólar de I&D, maximizando el uso de una determinada innovación a través de toda la ecología de un producto, y al mismo tiempo construyendo redundancia en el sistema a través de partes intercambiables.132

Como reza el dicho, la internet trata la censura como un daño y la sortea. Las redes son capaces de sortear cualquier nodo particular que deja de funcionar. Cuando Napster fue clausurado, sus sucesores respondieron mediante la supresión de su dependencia de servidores centrales. La toma de los nombres de dominio de Wikileaks resultó en la proliferación global de espacios duplicados y enlaces directos a sus direcciones IP numeradas.

Ya discutimos antes la extracción de productos desde los insumos más eficientes en la economía alternativa como cuestión de pura necesidad. Esto, aunado a una mayor velocidad y agilidad, es una manera tremenda de multiplicar fuerzas.

La economía alternativa mejora generalmente y hace más eficiente el uso de las tecnologías que la economía capitalista estatista desarrolló para sus propios fines. [En busca del diseño modular] Una increíble cantidad de innovación resulta de las amalgamas de tecnologías baratas listas para usar que pueden dividirse en módulos y combinarse y adaptarse para cualquier propósito. De acuerdo con Cory Doctorow,

No es que toda invención haya sido inventada, sino que tenemos sin duda un montón de partes básicas por ahí a la espera de ser configuradas. Consigue una   FPGA (en inglés Field Programmable Gate Array) de 200 dólares y podrás quemar tus propios microchips. Arrastra y suelta algunos códigos objeto y puedes generar un software para ejecutarlos.133

Murray Bookchin, en la obra Anarquismo de la post-escasez, anticipó hace cuarenta años el mismo principio:

Supongamos que hace medio siglo alguien hubiera propuesto crear un aparatico que, puesto en un automóvil, lo hiciera seguir automáticamente, aun estando dormido el conductor, una línea blanca puntada a lo largo del camino […]. Todos se habrían reído de él, y le habrían dicho que su idea era descabellada. Así habría ocurrido hace cincuenta años. Pero supongamos que hoy alguien pidiera tal aparatito y estuviera dispuesto a pagarlo, dejando de lado toda consideración en cuando a su utilidad verdadera. Habría muchas personas prestas a firmar un contrato y construir el artefacto. No se requeriría un proceso de invención. En nuestro país hay miles de jóvenes para quienes sería un placer fabricar este dispositivo. Simplemente, tomarían del armario células fotoeléctricas, tubos termoiónicos, servomecanismos y relés; y si se lo pidieran, harían un modelo que sin duda funcionaría perfectamente. El hecho es que la existencia de gran cantidad de artefactos baratos, seguros y adaptables a varios usos y la existencia de individuos que saben muy bien cómo emplearlos, hacen que la construcción de artefactos automáticos se convierta en un procedimiento simple y rutinario. Ya no es cuestión de averiguar si algo se puede hacer, sino de decidir si vale la pena hacerlo.134

 

Scott contra el Mercado. En la introducción de Ver como un estado, Scott expresa la inquietud de que, a la luz del colapso del bloque soviético y la desaparición del socialismo de estado y la planificación estatal como ideologías viables, su libro fuese en gran medida percibido como irrelevante. Él señala que «el capitalismo a gran escala es un agente de homogenización, uniformidad, encasillamiento y simplificación heroica en la misma medida que el estado», y equipara implícitamente la «coordinación de mercado políticamente irrestricta» de Hayek con la «estandarización capitalista a gran escala, impulsada por el mercado».135

Scott admite libremente que es deseable destruir en algo la mētis, como resultado del progreso tecnológico. Fuera de algunos anticuarios interesados puramente en la historia, nadie lamenta la desaparición del lavadero y de habilidades como hacer la colada con rocas desde la aparición de la lavadora—y mucho menos los que lo hacían a la antigua. Pero Scott niega que toda destrucción de la mētis sea de este tipo. «La destrucción de la mētis y su remplazo con fórmulas estandarizadas legibles solamente desde el centro está prácticamente grabada en las actividades tanto del estado como del capitalismo burocrático a gran escala».136 Y, como se sugirió antes, en su uso del trabajo sobre descualificación de Marglin, la destrucción de la mētis está motivada por la necesidad de hacer más legible y controlable internamente la corporación, y por ende volver más apropiables los frutos del trabajo.

El problema es que Scott diferencia muy poco el «capitalismo burocrático a gran escala» por un lado, y el mercado como tal.

Él comenta enfáticamente la «unanimidad curiosamente resonante en este punto [esto es, los problemas de cálculo económico en la planeación central socialista], y en ningún otro, entre críticos derechistas de la economía dirigida tales como Friedrich Hayek y críticos izquierdistas del autoritarismo comunista tales como el príncipe Piotr Kropotkin» (el énfasis es mío).137 El «ningún otro» es presumiblemente una pulla a la desatención de Hayek ante una similar falla de planeación para dar cuenta de la incertidumbre y la complejidad en el marco del «capitalismo estatal burocrático». Incluso cuando la crítica de la planeación central de Hayek coincide con la de Scott, la concesión de este último de que Hayek tenía razón—incluso habiendo llegado tan lejos en esta concesión—es reticente. Habiendo descrito, con aparente aprobación —si bien reticentemente—la máxima de la «economía política liberal» de que «la economía era en exceso compleja para que la manejara en detalle una administración jerárquica»,138 dice con sorna en una nota a pie de página que Hayek era «el predilecto de aquellos que se oponían a la planificación de la postguerra y al estado de bienestar».139

Interesantemente, Brad DeLong, en una reseña de Ver como un estado, formula las alternativas casi exactamente de la misma manera que Scott (a saber, que «los procesos motivados por el mercado son tan dañinos para la libertad humana como la alta modernidad encabezada por el estado»). Solo que, para DeLong, «los procesos motivados por el mercado», si bien equivalen al capitalismo corporativo, son algo bueno.

¿Cómo puede tener la estandarización motivada por el mercado las mismas consecuencias de los comandos de arquitectos que nunca han vivido en las ciudades que diseñan, o de la colectivización en la agricultura soviética, o de la «urbificación» forzada del campesinado tanzaniano?

No queda claro.

«[…] Cuando echamos una Mirada al moderno capitalismo burocrático a gran escala», continúa, «vemos por doquier lo que Scott llama ‘metis’».140

Lo que es de notar aquí es que DeLong concuerda con Scott en que los «tomates de goma» son un ejemplo de «estandarización motivada por el mercado», y en que lo que Scott llama «capitalismo burocrático a gran escala» es esencialmente el mercado. La diferencia es que DeLong trata estos como ejemplos positivos del orden espontáneo del mercado y ve semejante capitalismo burocrático a gran escala como favorable para la mētis. La gente adquiere tomates de goma, dice él, porque son más baratos—requieren menos trabajo para crecer.

Nunca pasa por la mente de ninguno de los dos que el «capitalismo burocrático a gran escala» y las patologías que crea—tales como el tomate de goma—tienen tanto que ver con los mercados genuinos como el estado de la alta modernidad de Lenin. Independientemente de lo que se piense de los subsidios masivos a las autopistas que reducen el costo relativo del producto del transporte con camiones de larga distancia, o del acceso a gran escala a subsidios sobre aguas irrigadas, es difícil disputar que estos transfieren el balance de una agricultura local respaldada por la comunidad hacia la agroindustria a gran escala. Y ese no es exactamente un fenómeno de «libre mercado».

Y Scott en particular desatiende el potencial para aplicar un análisis de libre mercado a una crítica del capitalismo corporativo—esto es, «usar las herramientas del patrón para desmantelar la casa del patrón»—y la existencia concreta de una rama diversa de versiones socialistas o anticapitalistas del análisis de libre mercado. Los conceptos del libre mercado genuino ofrecen un enorme potencial de recuperación en tanto sirven como armas en contra del neoliberalismo y la dominación corporativa. Hay un cuerpo importante de trabajo, en el amplio espectro que incluye el ala del socialismo clásico favorable al mercado y el ala izquierda del liberalismo clásico,141 que trata la escasez artificial, los derechos de propiedad artificiales y el privilegio como la causa fundamental de la explotación económica. Tales pensadores incluyen a Thomas Hodgkin, a quien se cataloga convencionalmente entre los socialistas ricardianos, mas fue una figura de influencia del liberalismo clásico temprano; Henry George, con sus teorías sobre el alquiler de tierras; Herbert Spencer en sus primeras épocas como socialista (cuyos mentores incluían a Hodgkin); anarquistas bostonianos como Benjamin Tucker (el de los cuatro monopolios);142el Franz Oppenheimer georgista (responsable de la distinción entre los «medios económicos» y los «medios políticos» hacia la riqueza);143 pensadores como Albert Jay Nock y Ralph Borsodi,144 quienes desarrollaron las ideas económicas de George y Oppenheimer en el contexto del capitalismo industrial estadounidense; y el anarquista individualista R.A Wilson, quien vio en el privilegio el factor distintivo entre el capitalismo y los mercados verdaderamente libres.

Conclusión. Hemos visto cómo los conceptos mayores de Scott—legibilidad y opacidad, mētis, estado y espacios no estatales—se entrelazan y se relacionan entre ellos. Todos reflejan un tema subyacente común: los conflictos de intereses y las contradicciones sociales creadas por la autoridad.

El poder, o la autoridad, crean un conflicto de intereses fundamental. Justo como el problema del saber oculto y de la acción oculta—los problemas de información y agencia de una jerarquía corporativa—resulta del conflicto de intereses creado por el poder, la autoridad estatal crea un conflicto de intereses donde la ciudadanía se interesa en volverse tan opaca como sea posible. El poder, sea en una jerarquía corporativa o en una sociedad gobernada por un estado, es una forma de externalizar costos hacia otros y apropiarse de las ventajas.

El estado y la clase gobernante que lo controla tienen el interés de maximizar su extracción de rentas e impuestos, incluso a expensas de una sociedad menos productiva en el sentido absoluto, tal como la gerencia de una corporación tiene el interés de maximizar sus salarios y prebendas a expensas de la productividad global. Aquellos en una posición de autoridad, en ambos casos, intentan estructurar la institución o la sociedad en su totalidad a fin de maximizar su legibilidad y la cantidad neta absoluta de riqueza extraída—incluso a costa de una eficiencia subóptima. Y las personas en una sociedad gobernada por un estado, como los trabajadores del área de producción de una corporación, se esfuerzan al máximo por hacerse opacos para sus superiores y reducir su vulnerabilidad a la extracción de riquezas—incluso a costa del uso de técnicas menos productivas.

En cada caso, el poder distorsiona el flujo de información y el incentivo para producir tan eficientemente como sea posible. La existencia de personas con autoridad que viven económicamente en una relación de suma cero con aquellos de quienes extraen rentas, sea en el estado o en la jerarquía que gobierna una institución, crea un incentivo para que los de abajo minimicen su legibilidad (y por ende la capacidad para extraer rentas) en relación con los de arriba. Crea un incentivo para estructurar su actividad productiva con el fin de minimizar la capacidad de extraer rentas, incluso a costa de una producción menos eficiente. En una relación de suma cero, los productores—tanto como los parásitos—tienen un incentivo para maximizar el tamaño de su porción del pastel a expensas del tamaño global del pastel.

En síntesis, la autoridad, lejos de ser el remedio para la guerra de todos contra todos, es su causa. Y al hacer esto, destruye la racionalidad, el conocimiento y la cooperación.

Estudio original publicado por Kevin Carson

Traducido del inglés por Mario Murillo

Bibliografía

[1] James Scott, Seeing Like a State (New Haven and London: Yale University Press, 1998), p. 2/Scott, J. (1998). Seeing Like a State. New Haven and London: Yale University Press

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Michel Foucault, Discipline and Punish: The Birth of the Prison, Translated by Alan Sheridan 1977. Second Vintage Edition (New York: Vintage Press, 1995), p. 143.

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] Ibid.

[9] Ibid.

[10] Ibid.

[11] Ibid.

[12] E. P. Thompson, “Time, Work-Discipline, and Industrial Capitalism,” Past and Present 37 (1968): pp. 56-97.

[13] Ibid.

[14] Ibid.

[15] Ibid.

[16] Ibid.

[17] Scott, Seeing Like a State, pp. 311, 320.

[18] Ibid.

[19] Ibid.

[20] Ibid.

[21] Ibid.

[22] Friedrich Hayek, “The Use of Knowledge in Society,” Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), pp. 77-78.

[23] Ibid.

[24] Ibid.

[25] Michael Polanyi. Personal Knowledge: Toward a Post-Critical Philosophy (University of Chicago Press, 1958).

[26] Scott, Seeing Like a State, p. 313.

[27] Ibid.

[28] Alex Pouget, “Mysterious ‘neural noise’ actually primes brain for peak performance,” EurekAlert, November 10, 2006 . https://www.eurekalert.org/pub_releases/2006-11/uor-mn111006.php

[29] Scott, Seeing Like a State, p. 331.

[30] Ibid.

[31] Ibid.

[32] Carson, Organization Theory: A Libertarian Perspective (Booksurge, 2008), p. 475.

[33] All these concepts are discussed in the first section of Chapter Seven in my book The Homebrew Industrial Revolution: A Low-Overhead Manifesto (CreateSpace, 2010).

[34] Scott, Seeing Like a State, p. 305.

[35] Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism, and Democracy (New York and London: Harper & Brothers Publishers, 1942), pp. 100-101

[36] John Kenneth Galbraith, American Capitalism: The Concept of Countervailing Power (Boston: Houghton Mifflin, 1962), pp. 86-88.

[37] Harvey Leibenstein, “Allocative Efficiency vs. ‘X-Efficiency,’” American Economic Review 56 (June 1966); Barry Stein, Size, Efficiency, and Community Enterprise (Cambridge: Center for Community Economic Development, 1974).

[38] Paul Goodman, People or Personnel, in People and Personnel and Like a Conquered Province (New York: Vintage Books, 1963,1965), p. 58.

[39] Walter Adams and James Brock, The Bigness Complex: Industry, Labor and Government in the American Economy. Second edition (Stanford: Stanford University Press, 2004), pp. 48-49.

[40] Mark J. Green, Beverly C. Moore, Jr., and Bruce Wasserstein, The Closed Enterprise System: Ralph Nader’s Study Group on Antitrust Enforcement (New York: Grossman Publishers, 1972), pp. 254-256.

[41] James C. Scott, Domination and the Art of Resistance: Hidden Transcripts (New Haven and London: Yale University Press, 1990).

[42] R. A. Wilson, “Thirteen Choruses for the Divine Marquis,” from Coincidance – A Head Test (1988)

[43] Michel Bauwens, “The Political Economy of Peer Production,” Ctheory.net, December 1, 2005

[44] Robert Shea and Robert Anton Wilson, The Illuminatus! Trilogy (New York: Dell Publishing, 1975), p. 388.

[45] Ibid.

[46] Kenneth Boulding, “The Economics of Knowledge and the Knowledge of Economics,” American Economic Review 56:1/2 (March 1966), p. 8.

[47] Quoted in Hazel Henderson, “Coping With Organizational Future Shock,” Creating Alternative Futures: The End of Economics (New York: G. P. Putnam’s Sons, 1978), p. 225.

[48] Scott, Seeing Like a State, pp. 6-7.

[49] Robert Chambers, Whose Reality Counts? Putting the First Last (London: Intermediate Technology Publications, 1997), p. 15.

[50] Ibid.

[51] Ibid.

[52] Ibid.

[53] Ibid.

[54] Ibid.

[55] Scott, Seeing Like a State, p. 314.

[56] Martha S. Feldman and James G. March, “Information in Organizations as Signal and Symbol,” Administrative Science Quarterly 26 (April 1981).

[57] Matthew Yglesias, “Two Views of Capitalism,” Yglesias, November 22, 2008

[58] Bruce Schneier, Beyond Fear: Thinking Sensibly About Security in an Uncertain World (New York: Copernicus Books, 2003), p. 133.

[59] Goodman, People or Personnel, p. 88.

[60] Ibid.

[61] Gary Miller, Managerial Dilemmas: The Political Economy of Hierarchy (New York: Cambridge University Press, 1992), pp. 201-202.

[62] William Waddell and Norman Bodek, The Rebirth of American Industry (Vancouver: PCS Press, 2005), p. 158.

[63] Ibid.

[64] John Micklethwait and Adrian Wooldridge, The Witch Doctors: Making Sense of the Management Gurus (New York: Times Books, 1996), p. 209.

[65] Sanford J. Grossman and Oliver D. Hart, “The Costs and Benefits of Ownership: A Theory of Vertical and Lateral Integration,” Journal of Political Economy 94:4 (1986), pp. 716-717.

[66] Miller, Managerial Dilemmas, pp. 154-155, 157.

[67] Scott, Seeing Like a State, p. 336.

[68] Ibid.

[69] Ibid.

[70] Ibid.

[71] Ibid.

[72] Ibid.

[73] Alfred D. Chandler, Jr., The Visible Hand: The Managerial Revolution in American Business (Cambridge and London: The Belknap Press of Harvard University Press, 1977), p. 241.

[74] David F. Noble, Forces of Production: A Social History of Industrial Automation (New York: Alfred A. Knopf, 1984), p. 277.

[75] Scott, Seeing Like a State, p. 350.

[76] Ibid.

[77] Ibid.

[78] Julia O’Connell Davidson, “The Sources and Limits of Resistance in a Privatized Utility,” in J. Jermier and D. Knight, eds., Resistance and Power in Organizations (London: Routledge, 1994), pp. 82-83.

[79] Oliver Williamson, Markets and Hierarchies, Analysis and Antitrust Implications: A Study in the Economies of Internal Organization (New York: Free Press, 1975), p. 69.

[80] J.E. Meade, “The Theory of Labour-Managed Firms and Profit Sharing,” in Jaroslav Vanek, ed., Self-Management: Economic Liberation of Man (Hammondsworth, Middlesex, England: Penguin Education, 1975), p. 395.

[81] Williamson, Markets and Hierarchies, p. 69.

[82] Paul Milgrom and John Roberts, “An Economic Approach to Influence Activities in Organizations,” American Journal of Sociology, supplement to vol. 94 (1988), p. S155.

[83] Hayek, “The Use of Knowledge in Society,” p. 80.

[84] Ibid.

[85] Williamson, Markets and Hierarchies, pp. 62-63.

[86] Scott, Seeing Like a State, pp. 310-311.

[87] David Jenkins, Job Power: Blue and White Collar Democracy (Garden City, New York: Doubleday & Company, Inc., 1973), p. 237.

[88] Kim S. Cameron, “Downsizing, Quality and Performance,” in Robert E. Cole, ed., The Death and Life of the American Quality Movement (New York: Oxford University Press, 1995), p. 97.

[89] Alex Markels and Matt Murray, “Call It Dumbsizing: Why Some Companies Regret Cost-Cutting,” Wall Street Journal, May 14, 1996

[90] Tom Blumer, “Disarming Nardelli’s Defenders Part I,” BizzyBlog, January 8, 2007

[91] Blumer, “Disarming Nardelli’s Defenders Part 3,” BizzyBlog, January 8, 2007

[92] Blumer comment under Kevin Carson, “Economic Calculation in the Corporate Commonwealth, Part II: Hayek vs. Mises on Distributed Knowledge (Excerpt),” Mutualist Blog: Free Market Anti-Capitalism, March 16, 2007

[93] Ludwig von Mises, Bureaucracy. Edited and with a Foreword by Bettina Bien Greaves (Yale University Press, 1944: renewed by Liberty Fund, 1972; Editorial editions Liberty Fund, 2007).

[94] Véase el capítulo siete (“Economic Calculation in the Corporate Commonwealth: The Corporation as Planned Economy”) en Carson, Organization Theory, particularly subsection C (pp. 215-221).

[95] See Waddell and Bodek, pp. 135-140, 143

[96] En los años noventa, David Noble dijo que los costos laborales eran típicamente alrededor del 10 % de los costos de unidad totales en las industrias metalúrgicas, comparado con el 35 % de gastos generales. Pero el 75 % del esfuerzo para recortar costos se dirigió a reducciones de costos laborales, comparado con el 10 % de gastos generales. Noble, Progress Without People: New Technology, Unemployment, and the Message of Resistance (Toronto: Between the Lines, 1995), p. 105.

[97] Ludwig von Mises, Socialism: An Economic and Sociological Analysis. Translated by J. Kahane. New edition, enlarged with an Epilogue (New Haven: Yale University Press, 1951). [Look up page no.]

[98] Richard Ericson, “The Classical Soviet-Type Economy: Nature of the System and Implications for Reform,” Journal of Economic Perspectives 5:4 (1991), p. 21.

[99] Friedrich Hayek, “Socialist Calculation II: The State of the Debate (1935),” in Hayek, Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), pp. 149-150.

[100] Scott, Seeing Like a State, p. 186.

[101] Ibid.

[102] James C. Scott, The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia (New Haven & London: Yale University Press, 2009), pp. 40-41.

[103] Ibid.

[104] Ibid.

[105] Ibid.

[106] Ibid.

[107] Ibid.

[108] Ibid.

[109] Ibid.

[110] Ibid.

[111] Ibid.

[112] Scott, Seeing Like a State, p. 338.

[113] Benjamin Darrington, “Government Created Economies of Scale and Capital Specificity” Paper presented at Austrian Student Scholars Conference, 2007

[114] Daniel de Ugarte, Phyles: Economic Democracy in XXIst Century ; “Phyles,” P2P Foundation Wiki. John Robb, “EaaS (ECONOMY as a SERVICE),” Global Guerrillas, November 7, 2010 . Phyles and Economy as a Software Service are discussed in Chapter Two of my online draft manuscript Open Source Government, under the subsection “Legibility, Reputational and Verification Mechanisms”

[115] Scott, The Art of Not Being Governed, p. 73.

[116] Ibid.

[117] Ibid.

[118] Ibid.

[119] Ibid.

[120] Eric S. Raymond, The Cathedral and the Bazaar

[121] Doctorow, “Microsoft DRM Research Talk,” in Content: Selected Essays on Technology, Creativity, Copyright, and the Future of the Future (San Francisco: Tachyon Publications, 2008), pp. 7-8.

[122] Doctorow, “It’s the Information Economy, Stupid,” in Ibid., p. 60.

[123] Schneier, Beyond Fear, p. 95.

[124] John Robb, “THE BAZAAR’S OPEN SOURCE PLATFORM,” Global Guerrillas, Sept3ember 24, 2004

[125] Adam Higginbotham, “U.S. Military Learns to Fight Deadliest Weapons,” Wired, July 28, 2010

[126] Thomas L. Knapp, “The Revolution Will Not Be Tweeted,” Center for a Stateless Society, October 5, 2009

[127] Katherine Mangu-Ward, “The Sheriff is Coming! The Sheriff is Coming!” Reason Hit & Run, January 6, 2010. Brad Branan, “Police: Twitter used to avoid DUI checkpoints,” Seattle Times, December 28, 2009

[128] Felix Stalder, “Leaks, Whistle-Blowers and the Networked News Ecology,” n.n., November 6, 2010

[129] John Robb, “Julian Assange,” Global Guerrillas, August 15, 2010

[130] Robb, “Open Warfare and Replication,” Global Guerrillas, September 20, 2010

[131] Malcolm Gladwell, “How David Beats Goliath,” The New Yorker, May 11, 2009

[132] Jonathan Dugan, for example, stresses Redundancy and Modularity as two of the central principles of resilience. Chris Pinchen, “Resilience: Patterns for thriving in an uncertain world,” P2P Foundation Blog, April 17, 2010.

[133] Cory Doctorow, “Cheap Facts and the Plausible Premise,” Locus Online, July 5, 2009

[134] Murray Bookchin, “Toward a Liberatory Technology,” in Post-Scarcity Anarchism (Berkeley, Calif.: The Ramparts Press, 1971), pp. 49-50.

[135] Scott, The Art of Not Being Governed, pp. 7-8.

[136] Ibid.

[137] Ibid.

[138] Ibid.

[139] Ibid.

[140] J. Bradford DeLong, “Forests, Trees, and Intellectual Roots” (created March 15, 1999, last modified March 18, 1999)

[141] Thomas Hodgskin. The Natural and Artificial Right of Property Contrasted. A Series of Letters, addressed without permission to H. Brougham, Esq. M.P. F.R.S. (London: B. Steil, 1832); Popular Political Economy: Four Lectures Delivered at the London Mechanics’ Institution (London: Printed for Charles and William Tait, Edinburgh, 1827).

[142] Benjamin Tucker, “State Socialism and Anarchism: How Far They Agree, and Wherein They Differ” (1888). Reproduced at Molinari Institute website . Tucker, B. (1888). State Socialism and Anarchism: How Far They Agree, and Wherein They Differ

[143] Franz Oppenheimer, “I. The Genesis of the State,” in The State (New York: Free Life Editions, 1975). Reproduced in Online-Bibliothek at Franz-Oppenheimer.de

[144] Ralph Borsodi. The Distribution Age (New York and London: D. Appleton and Company, 1929).

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Hacia una alianza agorista-sindicalista

“La teoría entera de Konkin habla solo de los intereses y preocupaciones de las clases marginales que están autoempleadas. La gran masa de personas son trabajadores asalariados a tiempo completo; son personas con trabajos regulares. El konkinismo no tiene nada que decir a estas personas. Por lo tanto adoptar la estrategia de Konkin, en este terreno solo, supondría un callejón sin salida para el movimiento libertario. No podemos ganar si no hay posibilidad de hablar a las preocupaciones de la masa de asalariados en este y otros países”.[1]

Y así va encaminada la crítica de Murray Rothbard hacia la filosofía del agorismo a la cual SEK3 respondió con una buena risa entre dientes antes de señalar que muchas personas en la clase trabajadora ya estaban tomando parte en actividades contraeconómicas, incluyendo desde no reportar todos sus ingresos en sus formularios de impuestos hasta pagar en negro a alguien para cortar el césped. A pesar de esto, las críticas de Rothbard son repetidas todavía a día de hoy, especialmente dentro de círculos anticapitalistas. Lo cual es irónico ya que muchos círculos anarquistas anticapitalistas también toman parte en la actividad contraeconómica en la práctica. Sin embargo, estas críticas no están exentas de algo de verdad, lo cual lleva a algunos agoristas a preguntarse si el agorismo no está en necesidad de alguna actualización. Después de todo, el mismo Konkin creía que el agorismo era una filosofía llena de vida.

El agorista y periodista Derrick Broze habla frecuentemente de los conceptos de ‘agorismo horizontal’ y ‘vertical’. El agorismo horizontal es lo que la mayoría de nosotros entiende tradicionalmente como agorismo. Es el uso de mercados grises y negros para dejar fuera de la competencia al Estado tal como se describe en El Manifiesto Neolibertario y en Manual Agorista de SEK3. Ejemplos de esto incluye negocios sin licencia, evasión fiscal, contrabando, comercio de drogas, hospedar inmigrantes indocumentados, contrabando de armas, okupar y monedas alternativas. El agorismo vertical se enfoca en el localismo y la autosuficiencia y se inspira en libros tales como Community Power de Karl Hess. Tales prácticas incluyen comprar bienes de los mercados de granjeros y granjas de la comunidad, jardinería en las azoteas, uso personal y comunitario de energía solar y sistemas acuapónicos, distribución comunitaria de herramientas y técnicas, autosuficiencia, agricultura urbana, redes de protección comunitaria y escuelas gratuitas. Si bien no todas las tácticas verticales son estrictamente actividades de mercados grises o negros (tales como escuelas gratuitas o mercados de campesinos), son no obstante contraeconómicas en el sentido de que desafían los monopolios gubernamentales y corporativos y proveen alternativas funcionales que son mucho más libertarias en comparación.

Así pues si no todas las actividades tienen que ser estrictamente negras o grises para ser consideradas contraeconómicas, entonces ¿dónde deja esto a cosas tales como las cooperativas y colectividades de trabajadores o incluso al sindicalismo radical y a las formas más nuevas de alt-labor? ¿No desafían el poder corporativo y estatal de formas significativas, moviendo más poder hacia las manos del individuo en lugar de a autoridades coercitivas? El mismo Rothbard señaló que la mayoría, si no toda corporación, descansa en derechos de propiedad ilegítimos y por lo tanto deberían ser apropiadas por los trabajadores –los asalariados a quienes Rothbard clamó que el agorismo no podía hacer nada por ellos– que invirtieron su tiempo, trabajo y energía en hacer funcionar las operaciones diarias, pero ¿no es esto justamente una forma de sindicalismo?

Karl Hess defendió una combinación de tales tácticas como un agorista practicante, tanto vertical como horizontalmente, y fue un miembro de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), un sindicato de trabajo de más de cien años de antigüedad que ofrece una refrescante rivalidad al modelo de sindicato empresarial explotador de grupos como la AFL-CIO mientras propugna tácticas sindicalistas. Y tales tácticas parecen alabarse la una con la otra en la teoría y en la práctica, ofreciendo un desafío significativo al poder corporativo y estatal, mientras también se entrecruzan límites ideológicos entre anarquistas de libre mercado y anarquistas socialistas. De hecho, muchos libertarios de libre mercado aparte de Hess han hecho tales alianzas con organizaciones alt-labor y sindicatos.

El avance consciente hacia  la forja de tales alianzas podría resultar ser bastante ventajoso. Mientras los agoristas construyen alternativas al mercado blanco dentro de los mercados grises y negros, los sindicalistas podrían enfocarse en desafiar las entidades de mercado blanco existentes desde el interior, eventualmente tomándolas como Rothbard reivindicó. Pero no hay que pararse ahí. Los agoristas deberían de hecho defender que los sindicalistas vayan incluso más lejos. Una vez que un negocio de mercado blanco es exitosamente sindicalizado, los sindicalistas-agoristas deberían facilitar la transición del negocio hacia el ágora. El negocio nuevamente colectivizado debería finalmente hacer lo que todo negocio agorista bueno hace: ignorar regímenes de licenciatura estatal, rechazar pagar impuestos, comprometerse en el uso de monedas alternativas, y generalmente ignorar la interferencia estatista con sus relaciones comerciales. Ellos exitosamente acaban de derrocar al jefe, ¿por qué someterse todavía a otra autoridad? Acaban de deshacerse de los ladrones corporativos quienes se hicieron ricos robando los frutos de su trabajo así que entonces ¿por qué dejar al Estado hacer lo mismo a través de impuestos?

Para aquellos que objetan tales reivindicaciones y gritan #notodoslosjefes, yo ofrezco la siguiente cita de Konkin:

“En una sociedad agorista, la división del trabajo y el autorrespeto de cada trabajador… probablemente eliminará la organización empresarial tradicional (especialmente la jerarquía corporativa, una imitación del Estado y no del mercado). La mayoría de las compañías serán asociaciones de contratistas independientes, consultores, y otras compañías. Muchos podrán ser solamente un emprendedor junto a todos sus servicios, computadores, proveedores y clientes–”.(2)

Incluso Konkin no pudo evitar darse cuenta de la naturaleza explotadora de la jerarquía corporativa, creyendo que era algo de los últimos restos del feudalismo y que si el individuo fuese verdaderamente respetado, los jefes se convertirían lentamente en una cosa del pasado. En un mercado verdaderamente liberado, se permitiría a los sindicatos de trabajadores operar justo como cualquier asociación voluntaria y grupos como la IWW nos mostrarían una forma de sindicalizar sin pedir prebendas al Estado.

Teniendo un ágora local establecida, no importa cuán pequeña, se puede también proveer comodidad a los organizadores de los sindicatos quienes regularmente temen perder sus trabajos debido a sus actividades de organización. Pero el ágora provee a los organizadores la comodidad de saber que si son despedidos por organizarse en el trabajo, ellos pueden hacer una vida fuera de la estructura capitalista-corporativa. Esto permitirá a los organizadores ser más osados en sus acciones, desafiando más lejos la dominación corporativista. Los agoristas que se emocionan por ideas de acción directa y desobediencia civil pueden incluso decidir tomar trabajos corporativos con el fin de ‘salarlos’ y ayudar a bajarlos desde adentro, lo cual a diferencia del temido juego político no implica tomar una posición de autoridad en contradicción con los principios libertarios.

Como dijo el difunto Konkin:

“Algunas veces los términos “libre empresa” y “capitalismo” se usan para significar “libre mercado”. El capitalismo significa la ideología (ismo) del capital o los capitalistas. Antes de que Marx apareciese, el libremercadista puro Thomas Hodgskin ya había usado el término capitalismo como peyorativo; los capitalistas estaban tratando de usar la coerción –el Estado– para restringir el mercado. El capitalismo, entonces, no describe un mercado sino una forma de estatismo…”. (3)

Así que entonces ¿por qué no desafiamos abiertamente el capitalismo y al Estado? ¿Por qué no trazamos de los ejemplos combinados de Rothbard, Konkin y Hess para inspirarnos en cómo hacer al agorismo más atractivo a “la gran masa de asalariados en este y otros países”? ¿Por qué no alcanzamos y formamos una alianza agorista-sindicalista?

 

[1] Rothbard, Murray. Konkin sobre la estrategia libertaria.

[2] Konkin, Samuel. Manifiesto neolibertario.

[3] Konkin, Samuel. Manual Agorista.

 

Artículo original publicado por  el 8 de septiembre de 2016

Traducción del inglés por Pedro Mesa y edición por Francisco Mcguiness

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La Guerra de las Galaxias, capitalismo y «dictadura benigna»

En lo que pareciera volverse una tradición anual, la eminencia gris neoconservadora Bill Kristol tuiteó el 18 de diciembre: «Cuando vi por primera vez la Guerra de las Galaxias en 1977, me vi inclinado a estar de parte del imperio. 25 años después, @JVLast probó que tenía razón». Kristol emitió una serie de tuits similares en octubre del año pasado y encomió el mismo artículo de 2002 por Jonathan Last. «Sobra decir que estaba de parte del imperio desde el primer minuto. Después de todo, se trataba de un imperio liberal benevolente». «No hay evidencia de que el imperio fuera “malvado”. Un régimen liberal con meritocracia y movilidad ascendente».

En el artículo ya referenciado del Weekly StandardThe Case for the Empire», 15 de mayo del 2002), Last sostiene que la antigua República Galáctica era un «estado fallido» demasiado grande para ser gobernado, y (en palabras de Amidala) «ya no funcionaba». Como ejemplo de su ineficiencia, Last menciona su inhabilidad para detener las guerras entre sus estados miembros. Palpatine, por su parte, es desde luego un dictador— «pero uno relativamente benigno, como Pinochet». Y el Imperio vigila efectivamente los antiguos territorios de la República, suprime el crimen organizado y el contrabando y hace de la galaxia un lugar seguro para el comercio pacífico de nuevo. El valor central del Imperio, en palabras de Darth Vader, es «traer orden a la galaxia».

Last intenta defender la brutalidad del Imperio como algo justificable. La tía Beru y el tío Owen fueron ejecutados sin un proceso adecuado, pero «eran traidores». Y al igual que los apologistas neoconservadores de la decisión de Truman de emplear bombas atómicas, Last se toma la molestia de manufacturar un caso admisible para creer que Alderaan, a pesar de que Leia aseguraba lo contrario, era un centro de actividad rebelde. Así que Grand Moff Truman—ejem, Tarkin— destruyó Alderaan porque, al igual que Hiroshima y Nagasaki, era un «objetico militar legítimo».

Entre tanto, en el Washington PostThe destruction of Alderaan was completely justified», 29 de octubre de 2015), Sonny Bunch desarrolló un paralelo a la apologética de Hiroshima al sostener que el ataque a Alderaan era un empleo de fuerza proporcionado. Él hace eco, acaso inconscientemente, del argumento especioso que aduce que la única alternativa al bombardeo atómico de Truman habría sido una costosa invasión anfibia de las islas natales japonesas: «poner botas en el terreno» en Alderaan habría llevado a numerosas bajas imperiales. Y, valiéndose del precedente iraquí, sostiene que una invasión habría llevado a una desestabilización regional y quizás a un equivalente jedi de ISIS que operase fuera de Alderaan.

Comencemos con lo primero. Para crédito suyo, Bunch, contrario a muchos neoconservadores, admite al menos implícitamente que la invasión y desestabilización de Iraq  conllevó directamente a Al Qaeda Iraq y a ISIS. Pero dudo que considere una opción legítima sencillamente dejar en paz Iraq, y, ciertamente, no deja abierta esa posibilidad para Alderaan. Después de todo, Alderaan tiene sus «centros de actividad rebelde», tal y como Saddam tenía sus vínculos con Bin Laden y sus armas de destrucción masiva. Y todo nerconservatismo es básicamente la ideología de gente que lee Tucídides para poder, em, complacerse con la destrucción de Melos.

La admiración de Last por la «meritocracia» del Imperio es también un sinsentido hamiltoniano neoconservador. Para tales gerencialistas, cualquier sistema de estratificación se justifica en tanto sea posible para los más astutos y motivados escalar a zarpazos. No interesa si la estructura de poder es necesaria objetivamente para satisfacer las necesidades humanas o si la radioscopia de la distribución del poder y la riqueza en un momento dado es justa o racional —en tanto haya «movilidad social».

Por supuesto, lo opuesto es verdad. Lo que importa es si la riqueza y el poder de los que se hallan arriba en algún momento determinado son legítimos y se obtuvieron con medios justos, y no si hay alguna rotación de élites en el curso del tiempo.

Pero más importante, lo que los neoconservadores quieren decir con imperialismo «benigno» o «liberal» se torna de una claridad diáfana a la luz de la apología de Kristol al Imperio de George Lucas y su comparación explícita con el Chile de Pinochet.

Pinochet, recuérdese, recibe elogios de parte de la derecha de «libre mercado» como «dictador benigno», sobre la base de que, si bien puede haber sido un «autoritario político», era un «liberal económico». Piénsese en lo que significa esta formulación. Pinochet aplastó, violenta y brutalmente, a los poseedores de un factor de la producción entero—el poder laboral humano. Envió literalmente soldados a las fábricas e instó a los jefes a fichar a los activistas trabajadores, quieres fueron subsecuentemente torturados, asesinados y desaparecidos. Mas, para sus aficionados neoconservadores, esto se reduce enteramente al lado políticamente autoritario de Pinochet, quedando así su liberalismo económico completamente incólume. Ahora bien, imagínese un régimen que someta a los poseedores de un factor de la producción diferente—digamos, el capital o la tierra—a exactamente la misma clase de brutalidad o negociación a fin de maximizar los réditos que de allí se desprenden. ¿Creen que los neoconservadores adoptarían una postura similar «benigna»?

Pinochet no importa. Cuando Kristol escribe sobre el Imperio «benigno» o «liberal», nosotros sabemos a lo que realmente lo que se refiere. Está defendiendo realmente, bajo el disfraz de la crítica fílmica, el Imperio «benigno» que integró por la fuerza a Iraq al capitalismo global neoliberal bajo los términos del Imperio. Lincoln, el heredero del siglo XIX del mercantilismo hamiltoniano, lanzó su carrera política Whig describiendo su plataforma como breve y dulce: tarifas protectoras, mejoras internas y banca nacional. Para Paul Bremer, el dictador títere benigno del Imperio en la Iraq postrada de la posguerra, la lista de control del «capitalismo liberal» era similarmente breve y dulce: «derechos de propiedad intelectual fuertes», venta de la economía al capital financiero global y supresión por la fuerza de la federación del trabajo.

En otras palabras, el Imperio—ya sea en la versión ficticia de Lucas o en la versión del mundo real igualmente fea, ambas de las cuales veneran los neoconservadores— se sirve de lo que Naomi Klein llama «capitalismo de desastre» para imponer por la fuerza el reino del capital global cuandoquiera que encuentra un país que se halla momentáneamente a su merced. Ya sea Pinochet instalado con la ayuda de la CIA, Bremer instalado con divisiones blindadas estadounidenses o el régimen cleptócrata de Yeltsin instalado por mano propia, rodeando la Duma con tanques y matándola de hambre, todo es lo mismo. Poder al desnudo, brutal. No es liberal y no es benigno.

Artículo original publicado por Kevin Carson el 22 de diciembre de 2016

Traducción del inglés por Mario Murillo

Spanish, Stateless Embassies
El asesinato masivo es solamente un «error» para el Imperio

Hay un viejo dicho que reza: alguien que mata a un hombre es un asesino, pero alguien que mata a un millón es un conquistador, y matarlos a todos te hace un dios. Si se le agregan las palabras «sin intención» y terminología cargada que supuestamente excuse pasivamente el asesinato, entonces se obtiene la actual política extranjera de EE.UU.

En uno de los más infames despliegues de este comportamiento en algún tiempo, un ataque aéreo estadounidense mató cerca de 60 civiles (incluyendo varios niños) en Siria recientemente. Hay disputas en torno a las cifras presentadas dada la falta de transparencia que el gobierno de EE.UU tiende a mantener. Por ejemplo, a pesar de que The Guardian reportó cerca de 60 civiles, el International Business Times  dice que la cifra se acerca más a 85.

La razón es el sospechoso usual: lugar equivocado en el momento equivocado.

The Guardian reporta, «El Observatorio para los Derechos Humanos de Reino Unido instalado en Siria dijo que aparentemente los ataques habían sido llevados a cabo por un error, siendo los civiles tomados por militantes islamistas».

La guerra contra el terror sigue llevándose a cabo mediante aquello a que el imperio estadounidense dice oponerse: terror. Y, como lo han señalado ya muchas personas, estas son exactamente la clase de tácticas que no consiguen sino motivar a más personas a unirse a las filas de militantes islamistas. ¿Por qué habría alguien de unirse a las Fuerzas Democráticas Sirias cuando las respalda un régimen que acaba de bombardear a su familia entera?

Estos bombardeos, accidentales o no, no hacen más que crear animadversión entre personas de diferentes culturas. En la medida en que realmente golpean los objetivos correctos, son usualmente insuficientes para acabar la guerra. Se precisa que se los acompañe con esfuerzos más amplios para acabar con la reproducción y propaganda de terroristas, mas esto se torna complicado cuando se tiene una fuerza externa que constantemente vocifera órdenes desde el asiento trasero.

En su clásico ensayo El uso del conocimiento en la sociedad, el economista Friedrich Hayek habló acerca de los beneficios de deferir hacia un conocimiento local. Los ataques con drones son solo un ejemplo de oficiales de política extranjera que se hacen cargo de la situación e ignoran los particulares de la región con vistas a su gran plan para «liberar» a los sirios.

Los Estados Unidos no están solos en esta clase de bombardeos. The Guardian reporta también que «rebeldes y muchos residentes dicen que la campaña de bombardeos de Rusia ha sido incluso más indiscriminada y acusan a los rusos de acometer deliberadamente contra hospitales, escuelas e infraestructura en áreas controladas por la oposición, algo que Moscú niega».

Ya sea el imperio estadounidense o el ruso, el hecho base es que estos están diseñados para matar. Cuando se toman organizaciones que pueden subsidiar muchos de sus costos de guerra mediante fondos involuntarios y corporaciones excesivamente inflamadas que pueden lucrarse con ello, se obtiene un procedimiento para estandarizar una guerra interminable.

Y si el siglo XXI nos ha mostrado algo es que el gobierno puede echar mano a las tecnologías que hacen la guerra más sencilla, incluso si ese no es necesariamente su propósito primario. Por ejemplo, Amazon.com, pese a que con seguridad no es parte del libre mercado, al menos no utiliza ninguno de sus drones para lanzar bombas sobre personas que estén bajo sospecha de timar a sus clientes.

El egoísta Max Stirner subrayaba que «El estado llama a su propia violencia ley, pero a la del individuo le llama crimen», lo cual aplica perfectamente a la práctica de la guerra. Los bombardeos con drones son sencillamente actos de terrorismo, es decir, actos políticos diseñados para crear terror con el fin de desarrollar ciertas metas políticas. La meta política aquí, como es de esperarse, es mostrar el dominio del imperio estadounidense.

Y en tanto el imperio estadounidense quiera exhibir sus músculos y los contribuyentes no vean nada malo en ellos o no tengan los poderes para desafiar este estado de cosas, estos ciclos de violencia continuarán. Al igual que los tiroteos policiales incitan a la violencia, asimismo invitan a la violencia estos bombardeos de drones y el gobierno que se halla en el centro de todo esto.

Es solo que en algunas ocasiones la violencia es más visible que en otras.

Artículo original publicado por  el 23 de julio de 2016

Traducción del inglés por Mario Murillo

Spanish, Stateless Embassies
¿Una «insurgencia de fuente abierta» contra Trump?

En movimientos como la lucha por justicia económica o contra el estado autoritario (Occupy, Black Lives Matter, etc.), vemos usualmente argumentos a favor de la «diversidad de tácticas» de parte de radicales en contra de la crítica liberal de las tácticas de Bloque Negro como destrozar ventanas y cosas de ese tipo. Aún hay muchas críticas de esa clase — por ejemplo, reacciones liberales a los destrozos a ventanas del Bank of America, el incendio de limusinas o partirle su omnipotente cara a la celebridad neonazi Richard Spencer. Últimamente, empero, desde la elección de Trump, creo que ha habido por lo menos igual cantidad de críticas — muchas de ellas desdeñosas — de parte de izquierdistas que desestiman las tácticas liberales como las marchas pacíficas, las correcciones fácticas de las mentiras de Trump, las denegaciones de legitimidad, etc., al considerarlas ineficaces («así no es como se vence el fascismo»). Y yo creo que apelar a la diversidad de tácticas es algo que aplica tanto a este último caso como al primero.

Primero que nada, es verdad, como sostienen varios críticos de izquierda, que a los votantes forofos fascistas de Trump simplemente no les interesa si los comentaristas liberales, los periodistas convencionales o los sitios web verificadores de información prueban que sus afirmaciones son mentira; simplemente se ríen. Y simplemente se ríen de las aseveraciones recurrentes tipo «esto no es normal» de parte de liberales que juzgan la conducta de Trump y sus acólitos con base en estándares de libros de urbanidad sobre comportamientos legítimos.

Pero ese no es el punto. No estamos hablando de convertir fascistas o racistas jurados; puede que estos sean su base, pero constituyen probablemente menos de la mitad del total de votantes de Trump. El voto a favor de Trump incluyó un número robusto de personas que optaron por él de mala gana y que ya están experimentando arrepentimiento de comprador. Algunos de ellos votaron por un hombre negro en 2012, mas no podían digerir a Clinton. Pese a lo mala que es, realmente me dejan pensando aquellos que consideraban a Clinton menos tolerable que Trump; pero, sea como fuere, no se trata de fanáticos, y más de ellos cada día se arrepienten de su decisión. Y luego están aquellos que votaron por Obama y que normalmente hubiesen votado por los demócratas este año, pero se quedaron en casa porque … bueno, ya saben por qué. Todos estos grupos son accesibles si se les exponen las mentiras de Trump, si se les muestra en qué medida este los perjudica materialmente y si se les señalan sus extremas desviaciones de lo que previamente eran los estándares de normalidad.

No estoy diciendo que estas cosas basten por sí mismas. Se les debe combinar con alguna demostración — incluso una pequeña — de que la resistencia existe y de que es eficaz. Ello nos llega en cierta medida con las protestas poselectorales, y en una mayor medida mediante acciones concretas nacidas de grupos de presión y oficiales estatales y locales que demuestran su interés por resistir intromisiones federales autoritarias. No obstante, las manifestaciones del día de investidura presidencial y las marchas de mujeres alrededor del globo — solamente en Washington la asistencia fue del doble de la escuálida concurrencia en la toma de poder de Trump — fueron una gigantesca muestra de la voluntad de resistir.

John Robb, un teórico de seguridad nacional que se especializa en movimientos de resistencia en red y que escribe para Global Guerillas ve todo ello como la chispa potencial para lo que él llama «insurgencia de fuente abierta» en contra de Trump («The Open Source Protest to Oust Trump», 21 de enero). Ha empleado ese término en el pasado para referirse a Al Qaeda Iraq, el movimiento de la plaza Tahrir, M15 y Syntagma, Occupy y las insurgencias a favor de Sanders y Trump el año pasado.

La Marcha de las mujeres proveyó lo que Robb llama una «promesa creíble», lo cual es esencial para las insurgencias de fuente abierta. En términos prácticos, se trata más o menos de lo que yo describí como una demostración de que la resistencia existe y es eficaz. Ello inicia una coda de ulteriores protestas, las cuales fortalecen la promesa creíble y generan aún más protestas. Estas han tumbado regímenes autocráticos como los del Sha, Ceaucescu y Mubarak.

Robb desestima las críticas que aseveran que los asistentes a la Marcha de las mujeres o todos los potenciales componentes de una insurgencia antiTrump no están en sintonía en lo tocante a objetivos y tácticas. Al igual que los liberales y los miembros de la izquierda verticalista que desestiman Occupy por no tener «representantes y una plataforma», estas críticas pasan por alto lo importante. Lo único en torno a lo cual necesitan estar de acuerdo es la demanda de que Trump se marche y sea remplazado por alguien o algo que no sea tan intolerante o plutocrático como él.

Y no necesitan concordar en materia de tácticas u operar con base en un solo libro de estrategia. Harto mejor sería un movimiento de movimientos estigmérgico que no necesite pedir autorizaciones, con plenitud de subcorrientes, tendencias y grupos afines comprometidos con lo que sea que les haga sentirse más cómodos y en lo que sobresalgan. Lo más extremo que se requiere es dejar de ser tan severos los unos con los otros a la hora de tolerar la diversidad de tácticas, o por lo menos invertir un mayor esfuerzo en combatir a Trump que en criticar los métodos del otro.

A todos mis colegas miembros del movimiento occupy del lado izquierdo del espectro anti Trump, me gustaría agregar que, nos guste o no, no ganaremos sin la ayuda de los liberales y de citanos del centro-izquierda — incluyendo a los que votaron por Clinton e incluso a aquellos que siguen apoyándola. Y nos guste o no —con el debido respeto que se merece Robb—  a falta de juicios políticos, es menos probable que Trump sea removido del cargo por una insurrección o sea remplazado por un soviet de deputados obreros, que por un candidato democrático en 2020. Digo, sin ofrecer disculpas, que esto será de ayuda para nuestra causa. Sostuve anteriormente, cuando pensaba que era probable que ganara Clinton —pese a que sea un halcón de guerra neoliberal, autoritaria y terrible— que la suya sería probablemente una administración con cuidados, en que el país y el partido demócrata se moverían más hacia la izquierda. Y, más importante, sería un entorno más conducente hacia transformaciones sociales económicas y tecnológicas por fuera del estado en aras de la descentralización económica, la autogestión y las instituciones en red, y la producción paritaria basada en los comunes sin temor a la represión estatal a gran escala. Creo que estos cambios continuarán durante los cuatro años de Trump; pero continuarían igual de rápido incluso bajo el demócrata neoliberal más descaradamente oportunista (piénsese en Cory Booker), así como habrían continuado bajo una administración Clinton. Y dada la forma en que los berniecratas han empezado ya a tomar control de la maquinaria partidista en estados donde él ganó las primarias, y el remplazo de un contingente cuatrenial de Baby Boomers por mileniales, hay una buena probabilidad de que el nominado demócrata del 2020 sea significativamente mejor que Clinton o Booker.

Sea como fuere, como anarquista que soy, no veo la política electoral como la vía principal — o incluso como una vía significativa — para llevar a cabo una acción positiva que construya la clase de sociedad que queremos. Pero, nuevamente, no ofrezco disculpas por ofrecer ayuda a aquellos que pelean para remplazar el actual régimen con uno que nos conduzca más a nuestro proceso de construcción de contra-instituciones.

Entre tanto, las manifestaciones masivas no son la única clase de resistencia de que disponemos; las divisiones en el seno del estado amenazan con debilitar severamente a Trump. Pese a que no son exactamente nuestros aliados, los grandes bloques dentro de la maquinaria — incluyendo no solamente a oficiales a nivel estatal y local, sino asimismo a miembros descontentos de la burocracia permanente y el «Estado Profundo» a nivel federal — estarán probablemente resistiendo calladamente y realizándole a Trump llaves inglesas de maneras que escasamente podemos imaginar. Estas incluyen sabotaje mediante retrasos burocráticos y huelgas de celo, así como fugas en todos los niveles de la burocracia. Malcolm Gladwell recalcó en una reciente entrevista que se tratará de la época en que con mayor facilidad los periodistas encontrarán los trapos sucios de parte de «fuentes anónimas» de alto rango. Puedo apostar que cualquier Kompromat que Putin tenga de Trump palidece en comparación con lo que ha estado rondando en los sótanos de Ft. Meade y Langley. Y recordemos que Edward Snowden no era un oficial de alto rango. Era solamente un donnadie, un trabajador contratista que supo cómo descargar algunas cosas a una unidad USB; la NSA no dispone de ninguna manera para saber cuántas otras personas han hecho, o continúan haciendo, la misma cosa.

Fuimos partícipes de algunas muestras limitadas de lo que parecía ser sabotaje de parte de la burocracia de seguridad nacional, por medio de fugas de información y cosas afines, en contra de la administración Bush tras los escándalos en torno a Richard Clarke y Valerie Plame. Algunos especulaban que esto degeneraría en una guerra total por parte del Estado Profundo para desinstalar a Bush en la elección de 2004. No sucedió — en aquella ocasión.

Combínese la resistencia masiva a la intrusión por parte del estado autoritario con el sabotaje por parte de funcionarios de estado descontentos en cada nivel del gobierno y lo que se obtiene es lo que Frances Fox pide: «Arrojar arena a los engranajes del todo» (The Nation, enero 18). Y semejante acción de arrojar arena a los engranajes, sostiene ella, profundiza las diferencias de la élite en lo más alto.

Incluso viviendas ordinarias pueden recibir y amparar inmigrantes. Y todos nosotros podemos hacer inútiles los registros al insistir en registrarnos como musulmanes o mexicanos o moldavos. Un movimiento de santuario le confiere a la gente un papel de importancia. Más importante aún, en nuestro complejo sistema federal, donde las políticas del gobierno nacional dependen de la cooperación de parte del estado y autoridades locales, estos movimientos locales tienen el potencial de bloquear iniciativas provenientes del régimen venidero de Trump.

Si los movimientos han de transformarse en una fuerza importante en la política de la era Trump, tendrán que ser movimientos de una naturaleza algo diferente del activismo obrero, de derechos civiles y LGBTQ del pasado reciente que usualmente celebramos. Aquellos eran movimientos centrados en el progreso, en conquistar medidas que remediasen injusticias prolongadas, y eran movimientos que también endorsaban algunas élites. Ahora los protestantes tendrán que apuntar, no a ganar, sino a detener o frustrar iniciativas que amenazan con hacer daño, ya sea al redistribuir la riqueza a lo más alto (el impuesto Trump y los planes de energía) o al eliminar derechos políticos existentes (la cancelación de DACA [Acción Diferida para los Llegados en la Infancia], la orden ejecutiva de Obama que protegía a niños indocumentados inmigrantes conocidos como Dreamers) o al poner en riesgo protecciones y beneficios establecidos (el inminente prospecto de la privatización de la seguridad social, Medicare y Medicaid, o la amenaza de volver la financiación de la educación pública un sistema de váucheres para escuelas subvencionadas). Así pues, ¿cómo logran ganar los movimientos de resistencia — si es que ganan— de cara a un régimen implacablemente hostil? La respuesta, creo yo, es que, al bloquear o sabotear las iniciativas políticas del régimen, los movimientos de resistencia pueden crear o profundizar los divisiones elitistas y electorales.

Incluso las formas más convencionales y propias de un libro de urbanidad de tales divisiones —el que habla soy yo, no Piven— como separar a los tres republicanos más moderados para negarle a Tump una mayoría senatorial, se hace más probable cuando se percibe que el público está enfadado e insubordinado, y se percibe que Trump tiene pies de barro.

Y nuestro orden del día más importante, crear realmente ahora mismo la clase de sociedad que queremos, es también un componente importante de la resistencia. Crear formas para apoyarnos a nosotros mismos y a otros por fuera del estado — manufactura de fuente abierta a pequeña escala en talleres cooperativos vecinales con herramientas que un puñado de sueldos obreros pueden pagar, jardines comunitarios permaculturales en baldíos y terrazas, jardinería de ítems comestibles en calles ciegas, fideicomisos comunitarios de tierras, okupaciones en edificios abandonados, vigilancia policial comunitaria de parte de patrullas armadas de Panteras Negras y organizaciones Copwatch, iniciativas tecnológicas comunitarias para el reciclaje de energías y desechos baratas, de fuente abierta e independientes de la red, divisas de trueque, software de cultura libre y de fuente abierta, instituciones de cohabitación de múltiples viviendas, microcolonias, sociedades de apoyo y otras asociaciones que agrupen costos y riesgos y organicen la mutua ayuda, nuevos sindicatos obreros radicales tipo OURWalmart y la Coalición de trabajadores Immokalee, gremios revividos y agencias temporales cooperativas para independientes y trabajadores precarios — cada una de estas cosas es no solo un cimiento para la futura sociedad poscapitalista, sino que además nos fortalece ahora mismo contra Trump y los de su ralea. Y cada una de estas cosas le demuestra a la gente que, si bien las promesas de ayuda de Trump conducen solamente a la traición, nuestra propia habilidad para crear un mundo mejor para nosotros trabajando juntos es muy real. Y esa es, en efecto, una promesa en que se puede creer.

Muchos de nosotros tenemos miedo. Seríamos tontos de no tenerlo. Pero ellos deberían tener más miedo.

Artículo original publicado por  el 23 de enero de 2017

Traducción del inglés por Mario Murillo

Spanish, Stateless Embassies
No hay derecho al agua gratis — excepto para Nestlé

El anterior director ejecutivo de Nestlé Peter Brabeck es famoso por negar que el acceso al agua potable sea un derecho humano. Pero, basado en las acciones de la compañía, su administración parece pensar que la corporación Nestlé tiene un derecho humano al agua gratis.

A lo largo y ancho del globo, incluyendo algunos de los países más destituidos y carentes de agua del mundo, Nestlé ha destruido el agua potable de la cual dependen poblaciones locales a fin de nutrir sus operaciones embotelladoras. En Michigan, donde la gente de Flint sigue bebiendo agua envenenada, Nestlé ha bombeado miles de millones de galones de agua subterránea desde que inauguró si primera planta embotelladora en 2002 — drenando acuíferos exenta virtualmente de cargos. En California, asediada por la sequía, donde el gobierno ha impuesto el racionamiento para ciudadanos no corporativos ordinarios, Nestlé toma 80 millones de galones de agua por año de Sacramento, así como decenas de millones de galones del bosque nacional San Bernardino.

Este derecho humano al agua gratis para personas corporativas se extiende al derecho para contaminar el agua potable de seres humanos reales con impunidad, como parte de procesos industriales con ánimo de lucro como la fracturación hidráulica (fracking). Anteriormente, los atrevidos apologistas de esta práctica, como Ron Bailey de la publicación Reason, celebraron el sumario ejecutivo políticamente reescrito de un reporte de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) que minimizaba falsamente el peligro de la contaminación en el agua (pese a la información concreta considerablemente diferente contenida en el cuerpo del reporte). Y, según un nuevo reporte de EPA de diciembre,

La fracturación hidráulica ha contribuido a la contaminación del agua potable […] en todas las instancias del proceso: extracción de agua para fracturación hidráulica; derrames durante la manipulación de fluidos y químicos de fracturación hidráulica; inyección de fluidos de fracturación hidráulica directamente en recursos subterráneos; descarga de agua residual generada por fracturación hidráulica inadecuadamente tratada en cuerpos de agua en la superficie; y vertido o almacenamiento de agua residual producto de fracturación hidráulica en pozos sin recubrimiento, lo que da como resultado contaminación de fuentes subterráneas.

Así que, aunque algunos puedan negar el derecho humano individual al agua (y no importa que los acuíferos y grandes cuerpos de agua fresca sean comunes que pertenecen a la gente en las áreas que dependen de ellos), el derecho de corporaciones como Nestlé al agua gratis y otros recursos naturales es un asunto totalmente diferente. Esto está en perfecta sintonía con lo que Adam Smith llamó la «máxima vil de los maestros de la humanidad»: «Todo para nosotros y nada para el resto».

Los libertarios de derecha condenan a veces instancias específicas de semejantes comportamientos como «capitalismo de amigotes». Pero, como todo análisis neoliberal, abordan la problemática como algo individual, en lugar de estructural. El «capitalismo de amigotes» es un problema de decisiones provenientes de malos actores individuales o firmas o cuerpos corruptos (como el Eximbank, el ejemplo favorito de «capitalismo de amigotes» de todo libertario de derecha), en vez de un problema de la naturaleza propia del sistema.

Pero el problema es bastante estructural. El acceso privilegiado a recursos no es solamente un asunto de firmas individuales anómalas que urden arreglos especiales con el estado. La aplastante mayoría de derechos de propiedad corporativos actuales sobre depósitos de combustibles fósiles, minerales y maderas, así como la mayor parte de la tierra arable, pueden rastrearse directamente a cercamientos capitalistas y latrocinio con ayuda del estado, o acaparamiento y cercamientos seguidos de acceso privilegiado por parte de intereses corporativos.

Lejos de ser cuestión de comportamiento «amiguista» individual por parte de malos actores corporativos particulares, el acceso colectivo del capital a recursos artificialmente baratos y expoliados es un rasgo estructural mayor del capitalismo como sistema en conjunto. También lo son todas las otras formas de socialización de costos, restricciones a la competencia y derechos de propiedad artificial de que dependen la mayoría de réditos corporativos. Si se eliminasen todos estos rasgos estructurales de raíz, no quedaría nada reconocible.

Artículo original publicado por  el 7 de enero de 2017

Traducción del inglés por Mario Murillo

Stigmergy - C4SS Blog
Dear non-anarchists,

If we can urge you to do one thing in this spiraling crisis, please note the way the “checks and balances” of the liberal state are rapidly dissolving in the face of a demagogue president with near universal police support.

  • Many cops are just outright ignoring the court orders against Trump’s draconian ban.
  • Cops at Dulles are reportedly detaining and shipping people off to unknown offsite detention centers (ie black sites) to avoid a ruling saying those detained at Dulles should be granted access to legal counsel.
  • Cops have refused to talk directly with a sitting US senator and have in many places responded to legal/etc. requests with sneers of “ask Mr Trump.”

While journalists and civil rights lawyers can help apply broad public pressure, it is absolutely critical that you recognize at the end of the day popular legitimacy from a sheet of paper is not what ultimately empowers the state. Cops with guns are the ultimate foundation of the state, it could not exist without them and their violence.

Power is built on force, and while the crude measure of the 2nd Amendment at least recognizes this, the self-disarmament of liberals and the ideological capture of many armed “libertarians” by white identity politics and authoritarian national collectivism have together opened a window that Bannon is exploiting. You allowed an institution of incredible power to be formed, and to grow, and those at its helm have finally realized they don’t need to obey the rules or the norms you tacked onto it. They may yet be proven wrong in this instance, the variables may yet come out against them. But at this point it’s clearly a matter of chance. Please remember this.

If you want real checks and balances, then abolish positions of power like the presidency and dissolve centralized organizations with monopolistic control over means of violence. Instead of three branches of government in the US, why not three hundred million? Each of us individually taking responsibility for holding others in check, distributedly collaborating in ever vigilance to stop the emergence of thugs/cops and warlords/politicians.

We might yet get through this crisis, in some form or another. And despite this brief bit of “we told you so” lecturing anarchists have your back in any substantive resistance you wish to undertake against tyranny. But please learn some lessons from this situation.

Commentary
Hunt Sabotage Accomplishes What Law Cannot

Last week’s brutal massacre of Illona Mitchell’s animal companions in Spain by bloodthirsty huntsmen reminds us that hunting needs to be stopped, period. The executions of several of Mitchell’s dogs, and the gouging of a horse’s eye, came as retribution for Mitchell’s refusal to allow Spanish hunters to carry out their dastardly deeds on her property. As described in the 2013 documentary A Minority Pastime, hunting with hounds (which is banned in the UK) is incredibly destructive and dangerous not only for the targeted foxes, deer, hare, mink and other wild animals, but also for homeowners and companion animal bystanders. The aristocratic hunting “parties” in the UK (groups more akin to gangs), with their horses and hounds, run roughshod over the entire British countryside destroying public and private property, killing companion animals, and terrorizing anyone or thing that gets in their way. The hunting hounds themselves are victims as well, trained and exploited to satiate the vicious hunters’ bloodlust, only to be murdered once they become old or their “production” lags.

Whether hunting with or without hounds, it is a tradition that must be stopped by any means necessary. As an anarchist, I’m largely ambivalent about legal bans on hunting. I feel much the same way about legal hunting bans as I do about laws prohibiting murder: they merely codify something that must exist with or without the backing of the state. Hunting must be stopped because of its inherent cruelty. More importantly though, because animals are not ours to use, exploit, eat, or torture.

Legal bans on hunts suffer from the same defect as all other government decrees — the stated intent behind the law is perverted in its enforcement to such an extent as to render the law virtually moot. In the UK, the hunting ban is flat out ignored, with hunt scum openly flouting the law under the protection of the police. Some in the UK’s pro-hunting community even voice their support for the hunting ban. They boast that it gives the appearance of concern for animals and pacifies much of British society thus allowing the illegal acts to continue unabated.

Behind the scenes those who voice opposition to bloodsports are frequently threatened, harassed, and assaulted just like Illona Mitchell by angry hunt scum and their groupies. The police not only look the other way while innocent animals are excruciatingly torn apart limb from limb in front of frenzied human audiences, they frequently aid and abet the tortuous killing by preventing hunt saboteur activists who seek to stop it. With this gross distortion of the law as our modern day model for a state-enforced hunting ban, it’s clear that extralegal measures are essential.

Hunt sabs play a vital role in helping animals evade the crazed brutes. Whether by destroying traps and hunting towers, throwing off the hunt hounds, or simply monitoring the hunts and making the public aware, sabs perform an incredibly courageous act of civil disobedience reminiscent of the Underground Railroad. Only in this underground, the beneficiaries are animals who simply want to live wild and free. Bite Back and a few other magazines and websites serve as anonymous, underground media through which the sabs and other animal liberationists can document and share information about their tactics and victories. In a world ruled by states and corporations who tremble at the thought of not being able to dominate animals, such revolutionary activities and communication about them must thrive underground lest the resistance be locked up.

There is much less of an organized hunt sab presence in the United States, where several states have “hunter harassment” laws or even stronger “right to hunt/fish” provisions in their constitutions. This comes as no surprise in a country where prevalence of “meat” eating is highest, and a general air of male dominance, aggression, self-righteousness and superiority reigns supreme. Thus, North American hunt sabs must be all the more careful when hunting the hunters. But North American hunt sabs need not look exactly the same as their counterparts across the pond. There are downsides to sabbing with a group, especially in an environment where activism is constantly under siege from state and private intelligence. Solo-sabbing can be just as effective without any of the attendant risk of having a snitch as your partner. It doesn’t take more than one person to successfully disrupt a hunter’s day in the woods or at the shoreline.

Like other shameful traditions, hunting too will go by the wayside as humanity’s moral compass progresses. But we are far from that day. Present day humanity’s existence is built on the backs of animals, so extricating ourselves from this cruel way of life will not be possible without a dedicated band of criminals, which we must unfortunately call them for the time being.

Stigmergy - C4SS Blog, Weekly Libertarian Leftist Review
The Weekly Libertarian Leftist Review 156

Shemuel Meir discusses the recent U.N. resolution condemning Israeli settlements in the occupied territories.

Doug Bandow discusses the South Korean left and Trump on U.S. policy vis a vis Korea.

George H. Smith discusses self-ownership and abolitionism.

Christine Guluzian discusses the U.S. alliance with the Philipines govt.

Uri Avnery discusses the two state solution and the path to peace between Israel and Palestine.

Lucy Steigerwald discusses the wishful thinking behind expecting Obama to pardon Chelsea Manning.

Abigail R. Hall Blanco discusses police militarization and Donald Trump.

Jonathan Marshall discusses U.S. manipulation of elections in countries surrounding Russia.

William J. Astore discusses whether Trump will do anything to rein in the military-industrial complex.

Patrick Cockburn discusses the recent dossier on Trump and his experience with Iraqi defector tales of WMD.

Cora Currier discusses a collection of fiction by Iraqi writers.

Murtaza Hussain discusses abuse by border agents.

Alice Speri discusses a DOJ investigation of the Chicago police force.

Jenna McLaughlin and Ryan Devereaux discuss the nominee for the head of the CIA under Trump.

James J. Zogby discusses why the U.S. shouldn’t move the U.S. embassy in Israel to Jersualem.

Vijay Prashad discusses the conflict in Syria.

Andrew J. Bacevich discusses the more of the same national security policy Trump will bring us.

Daniel Larison discusses Obama’s legacy of perpteual war.

Ivan Eland discusses the non-existent threat from China.

Glenn Greenwald discusses the accusations of treason being leveled at opponents of NATO tension with Russia.

Richard M. Ebeling discusses the ideas of David Ricardo.

Bonnie Kristian discusses the surveilance state and the late Dr. Martin Luther King Jr.

Jeremy Schaill discusses Erik Prince and his ties to the Trump campaign.

Alex Emmons discusses Chelsea Manning.

Derek Davison discusses foreign policy under Obama and the incoming Trump admin with two people.

Patrick Cockburn discussesd the parallels between Trump and the current Turkish leader.

David Swanson discusses the deep state.

Lee Fang discusses the possible conflict of interests of General Kelly.

Robert Koehler discusses the pointlessness of the F-35 figther jet.

Christopher Preble discusses a new approach to the military.

Commentary
Don’t Let Him Build the Wall: A Call to Action

With Trump’s recent declaration that construction of a border wall between the united states and Mexico is to begin immediately, many are left wondering how to respond. Such a wall, while being a seemingly insurmountable task to construct and practically ineffective, would not only cause diplomatic issues (indeed, it already has) but also environmental issues. This, partnered with Trump’s mass deportation plans, would serve to separate families and cost many working class people who work across the border their jobs. Considering the sheer amount of immigrant labor used in this country, it could effectively ruin the economy in some areas. In fact, immigrant labor whether “legal” or “illegal” actually helps our economy in numerous ways.

So how should we respond to such a personal, political, economic, and environmental threat? Well for such answers we can turn to another movement happening at Standing Rock. It is with this in mind that many folks are throwing around the idea of a border occupation to disrupt the construction of the border wall. For that we need thousands of people to occupy various parts of the border as they begin construction. So far it is unclear where construction will begin but that is no reason not to start planning our actions now.

We need to begin networking with various groups whose members would be willing to be out there for the long haul. We need to reach out to groups such as the Water Defenders, Black Lives Matter, Vets Stand, and the few remaining Occupy groups left. But unlike Standing Rock, we need to be prepared to not only face police and private security but also border patrol and patriot militias who could provide a greater threat. So while the aim should be for a peaceful occupation, we should also be reaching out to leftist groups such as Redneck Revolt, the Huey P. Newton Gun Club, the John Brown Militia, and any other groups willing to provide protection for the border occupiers.

If they come to build the wall, we will be there. If they construct it, we will tear it down brick by brick. Be prepared, be vigilant, start networking now and plan to be there or plan to help those who will.

Feature Articles
The Time to Decide the Future is Now

The Putin gang and the Trump team will likely act on their common interests as authoritarian nationalists. What will they do and how can they be stopped?

The Trump brand of authoritarianism has ideological and personal connections with the Putin regime, and Trump has openly admired Putin, meaning that precedents set by Putin may be attempted by Trump, albeit in Trump’s personal style. Of course, the oversensitive and vindictive nature of Trump’s personality means that any foreign policy up to and including global nuclear war are possible. Apparent common interests do not always prevent conflict. However, looking at the connections between the Trump administration and the Putin administration is valuable.

It is in the common interest of authoritarian nationalists to undermine the current Euro-American order, which they see as corrosive to the nationally-oriented society rooted in their idea of traditional values. Trump has immediate benefit for Putin in that he throws the United States and its European allies into chaos. But Trump further undermines the existing order by encouraging nations to reject universalism, go their own way, and ignore Putin’s aggression.

In Russia, the work of twentieth century political philosopher Ivan Ilyin has seen a revival, with new print runs, references to his work by Putin, Ilyin’s archives imported from the United States, and even his remains repatriated from Switzerland. Timothy Snyder writes that “Ilyin believed that individuality was evil… According to Ilyin, the purpose of politics is to overcome individuality, and establish a ‘living totality’ of the nation.” [1] This is an extreme view to be sure, and it is hard to say exactly how far Russian leaders have bought into it. However, it really only differs in degree from the derision heaped on the “special snowflakes” who are protesting the Trump order, as if individuality were a moral failing or a weakness that will melt when exposed to the harsh world. Trump opponents are simultaneously treated as being obsessed with themselves, and being irrational for standing up for others. There is also a focus on national greatness with a very narrow view of what kind of individuals will benefit.

Neither regime is interested in supporting democracy in the Middle East, apparently banking on brutality holding the world together. [2] Such a strategy may feel good to those who want to wall off their civilization from the world, but it is highly unlikely to produce a lasting peace or keep Americans from risking their lives overseas.

A common interest in Trump and Putin policy that will probably develop over the next few years is the interest in undermining environmental protections, especially international agreements made to combat climate change. Russia is a state enriched by oil and natural gas that wants to extract more resources from a warming Arctic and increase shipping in Arctic waters. As Timothy Snyder explains,

A united Europe could generate an actual policy of energy independence, under the pressures of Russian unpredictability or global warming – or both. But a disintegrated Europe would remain dependent on Russian hydrocarbons. [3]

In addition to common interests, Putin and Trump have some important associates in common. Before Paul Manafort was Trump’s campaign manager, he made a living advising and polishing the image of Viktor Yanukovych, the corrupt Ukrainian president backed by Putin and eventually ousted after a popular uprising. [4]

Rex Tillerson, the former ExxonMobil executive picked by Trump to head the US State Department, has long been personally involved in the fossil fuel industry in Russia. He has made multibillion dollar deals and met with Putin several times. Tillerson has been personally affected by sanctions against Russia and has lobbied against them. [5]

Steve Bannon, Trump’s campaign advisor and now chief strategist, has stated an ambiguous view of Putin: on the one hand, Putin and his cronies are kleptocrats and imperialists, but on the other hand, Putin is a smart guy with a lot of appeal who can be useful in the fight against liberal internationalism and Islamic terrorism. Bannon has also shown awareness of Alexander Dugin, the Russian philosopher of geopolitics who has influence on Putin. Dugin was delighted by Trump’s victory. He went on to say “We need a Nuremburg Trial for Liberalism, the last totalitarian political ideology,” showing the selective memory of the authoritarian nationalist regime that celebrates the victory over the Nazis with little discussion of how Soviet collaboration helped the Nazis begin the European war in 1939. [6] Dugin was not the only one happy in November, as a number of Russian politicians as well as state television programs celebrated the victory of Trump. [7]

Bannon has said that he turned Breitbart News into a platform for the alt-right, a group of polished racists and fascists who know how to act well-mannered until they swarm in harassment campaigns. The alt-right tends to view Putin as an ally in the racial conflict, with Richard Spencer saying “We can look to Putin as someone we can admire and understand.” [8]

It remains to be seen how much influence the Putin crowd will have versus other Trump advisors who do not share a friendly view of Putin.

The Putin model of governance pushes a steady escalation of authoritarianism. The world of Vladimir Putin is one of power, deception, and misdirection. Freedom of assembly is suppressed and voices that do not support the regime are marginalized. “Managed democracy” has become a term for Putin’s regime. [9] The regime withstood large protests that erupted in the wake of manipulated elections in 2012, branding protestors as national enemies and even claiming that Hillary Clinton, then US Secretary of State, “gave the signal” for protestors to take the streets. [10]

Expect the Trump regime to go after independent media and keep pushing its own alternative facts. Trump’s obsession with his loss of the popular vote is likely a sign of voter suppression to come. After all, if demographics are not on your side, manipulating vote counts is a logical choice for an immoral regime obsessed with the personality of the leader. Those who protest will soon be labelled enemies of the nation.

Expect the administration to make big shows of helping some people to distract from the more numerous people the administration is harming. A blueprint will be the pronouncement of jobs “saved” at the Carrier factory where many jobs were still transferred to Mexico despite a large taxpayer subsidy. [11] It is perhaps a less poetic image than photographs of a shirtless Putin enjoying the beautiful Russian countryside while the rush for fossil fuel and mineral wealth poisons the environment.

Putin’s Russia has a complicated relationship with ethnicity. Russia is a multiethnic state. It positions itself as defender of Russian ethnicity in Ukraine, where it encourages ethnic divisions through propaganda campaigns. It appeals to Russian speaking people in the Baltic with Russian language media. In Chechnya Putin has the flashy Ramzan Kadyrov living like a king and having opponents tortured and assassinated, so long as the ethnic Chechen leader keeps Chechnya under control and helps trash talk the West. [12]

The culture of authoritarianism is possibly more harmful than any particular policy the administration could be successful with. The encouragement of bullying to put people back in their place will be used as a tool of control and it will have severe consequences.

In Russia, enforcers outside of official channels are deployed for a variety of ends. Cossack groups are used to intimidate people, including ethnic minorities living where the authorities do not want them to live. As a local official said, “What you cannot do, a Cossack can.” [13]

The Night Wolves motorcycle club pushes nationalist propaganda and fights opponents in the former Soviet empire, including in operations with pro-Russian militias in Ukraine. The leader of the Night Wolves, a man known as The Surgeon, said of the fighting in Ukraine:

For the first time, we showed resistance to the global Satanism, the growing savagery of Western Europe, the rush to consumerism that denies all spirituality, the destruction of traditional values, all this homosexual talk, this American democracy.

The motorcycle club has close ties to the Russian government, receiving government grants for events and even riding with Vladimir Putin on several occasions. [14]

If things get too out of hand, the regime can use extreme tactics of propaganda and hybrid warfare. The Baltic states were once officially Soviet republics and are now relatively free, successful, and stable nations. In 2007, a memorial to Soviet soldiers in Estonia was removed. Estonia was then hit with cyber attacks, Russian government propaganda targeted its Russian-speaking minority and encouraged sabotage, and deliveries of petroleum and coal were cut off. [15]

Russia’s attacks on Ukraine in 2014 have been characterized by Western analysts as “hybrid warfare.” Andrew Monaghan describes the concept of hybrid war as follows:

In sum, Russian hybrid warfare as widely understood in the West represents a method of operating that relies on proxies and surrogates to prevent attribution and intent, and to maximize confusion and uncertainty. Conventional force is often obliquely mentioned as a supplementary feature, but the main feature of hybrid warfare is that it remains below the threshold of the clear use of armed force. Hybrid warfare is thus tantamount to a range of hostile actions of which military force is only a small part, or “measures short of war” that seek to deceive, undermine, subvert, influence and destabilize societies, to coerce or replace sovereign governments and to disrupt or alter an existing regional order.

Monaghan is critical of the concept of hybrid warfare, suggesting that it was a useful concept for understanding Russian actions but has outlived its usefulness as Russia has engaged in conventional military actions such as operations in Syria. However, hybrid warfare may continue to be a useful concept for understanding an ideological war against an opposing worldview in a divided population. [16]

It will be useful to keep in mind the rules Masha Gessen lays out in Autocracy: Rules for Survival.

Rule #1: Believe the autocrat. He means what he says. Whenever you find yourself thinking, or hear others claiming, that he is exaggerating, that is our innate tendency to reach for a rationalization.
Rule #2: Do not be taken in by small signs of normality.
Rule #3: Institutions will not save you.
Rule #4: Be outraged.
Rule #5: Don’t make compromises.
Rule #6: Remember the future. [17]

We must tell the truth, defend those under attack, and recognize attacks on freedom as soon as they come.

It is good to see that the media is not backing down from the threats that the Trump administration has made. A helpful feature is the Washington Post Trump Watch, a running tally of Trump administration policies, statements and executive actions affecting civil liberties. It remains to be seen how far this fight will go. Cyberattacks by hackers employed by authoritarian nationalists are not out of the question. It is necessary to think outside of what seemed possible a year ago and prepare for the threats of the new environment.

Rallies and mass demonstrations build morale and are important symbols of opposition. People shut out of the country must know that they are not on their own.

As the federal government increases its hostility, it will be necessary to find or build alternatives to the federal government for everything from civil rights protection to funding of sciences and humanities. Establish the infrastructure of resistance.

It is good to have politicians and institutions that will impede attacks on freedom, but we cannot expect them to protect us on their own. Institutions are composed of people. They will face pressure to do wrong. They need pressure or support to do right. Politicians are people living in a world of moral ambiguity, competing interests, deal-making, and compromise. They must be reminded that unity and peace will not be found in repression.

I am not going to say that people who voted for Trump are all bad people, but there is no way around the fact that they voted for a very bad person, and they should also be mitigating the evil that his administration will do.

There will certainly be differences in the regimes of Trump and Putin. The political environment of the United States will almost certainly be a more difficult place to establish an authoritarian nationalist regime than that of Russia. The United States has a stronger history of nationwide activism and mobilization, and a civil society that has flourished in the relative freedom of liberal democracy. Disrespect for the president is a national pastime and a big business for sellers of shirts and stickers. The national story is generally one of rebellion, a series of triumphs against oppression, and a nation strengthened by acceptance of different people. There are problems with this story, but it does provide a lot of material for those who want to continue the march of freedom.

The status quo is not an option. From now we move either in the Trump-Putin direction or in a different direction. Saying “things were working okay before” is both boring and exclusionary. Saying “here is how we will make things better” is engaging when an inspiring vision is combined with practical plans.

When we fight for a world of respect, diversity, and connectedness, we make a world that is more interesting than any instructions the authoritarian nationalists can give us. Exciting possibilities are found in liberty, individual autonomy, cooperative association, and social solidarity. The mission to protect human rights is a glorious struggle that we can all feel good for playing some role in.

Why go through the drudgery of putting together broken molds to jam ourselves into when we have the opportunity to remake ourselves how we want? As Pussy Riot said, patriarchy is boring.

Likewise, why have a federal program to remake the economy in the mold of an idealized 1950s when there are better ways to create opportunities for fulfilling work? Instead of a Soviet Five Year Plan of big factories with little environmental or worker protection, or big walls and infrastructure projects built with prison labor, let’s look forward to education and cultural shifts that prepare the technicians and engineers for the economy of automation and greener energy, and imparts pride and social awareness to everyone from the plumber to the professor, where their gender, race, or orientation will not be used to hold them back.

The future will be Putin or the People, Trump or Liberty.

The future will be authoritarian nationalism or pluralistic liberty. The future will be populism manipulated by elites and social division by government command, or the future will be freedom of association, cooperative individualism, and universal human rights.

The world will not go back to the way it was. The future will build on the past to make something new. It is up to all of us to do some part in making sure the future moves forward from the best of what we have. Authoritarian nationalists are acting in their common interests and the free people of the world should do the same.

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Notes:[1] Timothy Snyder, How a Russian Fascist is Meddling in America’s Election. Op-Ed in The New York Times, September 20, 2016. https://www.nytimes.com/2016/09/21/opinion/how-a-russian-fascist-is-meddling-in-americas-election.html

[2] Gregory Korte and David Jackson, Kremlin: Trump, Putin agree to coordinate on fighting Islamic State. USA Today, Jan. 28, 2017. http://www.usatoday.com/story/news/politics/2017/01/28/busy-saturday-trump-call-world-leaders-and-sign-more-orders/97181086/

[3] Timothy Snyder, The Battle in Ukraine Means Everything: Fascism returns to the continent it once destroyed. The New Republic, May 11, 2014. https://newrepublic.com/article/117692/fascism-returns-ukraine
On Russia, fossil fuels, and climate change, see Paul R. Josephson, The Conquest of the Russian Arctic, Harvard University Press, 2014, 350-354, 370- 377

[4] Anne Applebaum, Stop obsessing over ‘secrets’ about Trump and Russia. What we already know is bad enough. The Washington Post, January 13, 2017. https://www.washingtonpost.com/opinions/global-opinions/stop-obsessing-over-secrets-about-trump-and-russia-what-we-already-know-is-bad-enough/2017/01/13/1f6caf26-d9c8-11e6-b8b2-cb5164beba6b_story.html

[5] Julia Ioffe, What It Really Means to Be a ‘Friend of Putin.’ Politico Magazine, December 10, 2016 http://www.politico.com/magazine/story/2016/12/rex-tillerson-exxon-putin-russia-ties-friend-214515
See also: Sonam Sheth, A timeline of Rex Tillerson’s relationship with Russian President Vladimir Putin. Business Insider, December 13, 2016. http://www.businessinsider.com/trump-rex-tillerson-vladimir-putin-russia-exxon-2016-12

[6] Erasmus, America, Russia and the new right: Russian anti-liberals love Donald Trump but it may not be entirely mutual. The Economist, Nov 20th 2016. http://www.economist.com/blogs/erasmus/2016/11/america-russia-and-new-right

[7] Andrew Osborn, In Trump We Trust: Inauguration prompts celebration in Russia. Reuters, January 20, 2017. http://www.reuters.com/article/us-usa-trump-inauguration-russia-idUSKBN1541S6

[8] Alan Feuer and Andrew Higgins, Extremists Turn to a Leader to Protect Western Values: Vladimir Putin. The New York Times, December 3, 2016. https://www.nytimes.com/2016/12/03/world/americas/alt-right-vladimir-putin.html

[9] Benjamin Nathans, The Real Power of Putin. The New York Review of Books, September 29, 2016. http://www.nybooks.com/articles/2016/09/29/real-power-vladimir-putin/

[10] Timothy Snyder, How a Russian Fascist is Meddling in America’s Election. https://www.nytimes.com/2016/09/21/opinion/how-a-russian-fascist-is-meddling-in-americas-election.html

[11] Bernie Sanders, Bernie Sanders: Carrier just showed corporations how to beat Donald Trump. The Washington Post, December 1, 2016. https://www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2016/12/01/bernie-sanders-carrier-just-showed-corporations-how-to-beat-donald-trump/

[12] Oliver Bullough, Putin’s closest ally – and his biggest liability. The Guardian, September 23, 2015. https://www.theguardian.com/world/2015/sep/23/putins-closest-ally-and-his-biggest-liability

[13] Ellen Barry, Russian Governor Signs up Cossacks to Police Migrants. The New York Times, August 3, 2012. http://www.nytimes.com/2012/08/04/world/europe/russian-to-use-cossacks-to-repel-muslim-migrants.html
Ellen Barry, The Cossacks are Back. May the Hills Tremble. The New York Times, March 16, 2013. http://www.nytimes.com/2013/03/17/world/europe/cossacks-are-back-in-russia-may-the-hills-tremble.html

[14] Damon Tabor, Putin’s Angels: Inside Russia’s Most Infamous Motorcycle Club. Rolling Stone, October 8, 2015. http://www.rollingstone.com/politics/news/putins-angels-inside-russias-most-infamous-motorcycle-club-20151008

[15] Viljar Veebel, Russian Propaganda, Disinformation, and Estonia’s Experience. Foreign Policy Research Institute, October 4, 2015. http://www.fpri.org/article/2015/10/russian-propaganda-disinformation-and-estonias-experience/

[16] Andrew Monaghan. Putin’s Way of War: The ‘War’ in Russia’s ‘Hybrid Warfare.’ Army Strategic Studies Institute. https://www.academia.edu/24314231/Putins_Way_of_War
See also: Damien Van Puyvelde, Hybrid war – does it even exist? NATO Review, http://www.nato.int/docu/review/2015/also-in-2015/hybrid-modern-future-warfare-russia-ukraine/EN/index.htm

[17] Masha Gessen, Autocracy: Rules for Survival. The New York Review of Books. November 10, 2016. http://www.nybooks.com/daily/2016/11/10/trump-election-autocracy-rules-for-survival/

[18] Radley Balko, Introducing Trump Watch: A running tally of Trump administration policies, statements and executive actions affecting civil liberties. January 27, 2017. https://www.washingtonpost.com/news/the-watch/wp/2017/01/27/introducing-trump-watch-a-running-tally-of-trump-administration-policies-statements-and-executive-actions-affecting-civil-liberties

It is also worth considering a quote from a recent US government intelligence report:
“In trying to influence the US election, we assess the Kremlin sought to advance its longstanding desire to undermine the US-led liberal democratic order, the promotion of which Putin and other senior Russian leaders view as a threat to Russia and Putin’s regime.” (Assessing Russian Activities and Intentions in Recent US Elections, Office of the Director of National Intelligence, January 6, 2017. https://www.dni.gov/files/documents/ICA_2017_01.pdf )

Media Coordinator Report, Stigmergy - C4SS Blog
Media Coordinator Weekly Update: January 22-29

Howdy, folks. It’s been… a rough week. Trump’s been super busy with signing executive orders that futz with the rights of people to move freely between geographic locations, his lieutenants are acting all fashy to the press and the public, and basically we’re all doomed. On the upside, there’s a new Del Taco by my work AND C4SS has gotten some good publications out this week. Let’s take a look.

The Week* in Commentary

*So, I didn’t do a review of last week’s published content. Let’s get that out of the way.

Last week (Jan. 15 – 22), Kevin Carson’s “Right to Work and the Apartheid State” article got republished in Counterpunch and the Augusta Free Press. 

This week, we sent three articles out, all written by Kevin. “On Lemon ‘Free Trade'” got picked up by the Augusta Free Press, as did “#NoDAPL: Direct Action Gets the Goods” and “An ‘Open Source Insurgency’ Against Trump?

So that’s the stuff we’ve gotten in other places. Let’s take a look at everything else.

In addition to Kevin’s aforementioned pieces, we’ve also published two other spots by him: “Reason’s Ongoing Love Affair With Educational Cronyism,” and “Empires Don’t Practice ‘Free Trade’.”

I got a piece out as well: “Trump is keeping his promises. We must keep ours.”

The Week in Features

Edmund Berger wrote their latest feature, “Leftist Politicians Will Always Betray Liberty And Globalism” last week. We also have Kevin Carson’s “An Open Source Insurgency Against Trump?” C4SS Coordinating Director (I know how much you hate this title) William Gillis published “Responding to Fascist Organizing,” which has been republished at anarchistnews.org. And Grant Mincy published “Information Ecology: (fo)Rest In Peace.”

The Week in Studies(!)

Edmund Berger has published a new study connecting Deleuze and Guattari to anarchism. Go check it out!


We are a 501(c)3 non-profit organization that relies on your tax-deductible donations to keep rolling along, putting anarchy into the hands of folks all over the world. Come say hi at ISFLC 2017, be like the generous individuals who have already donated this month, or follow us on Twitter at @c4ssdotorg.

Questions? Comments? Concerns? email me at trevor@c4ss.org or tweet at me at @trevor_c4ss.

Commentary
Vermin Supreme’s Inauguration Was A Riot!

If you didn’t already hear, Vermin Supreme was recently inaugurated as President of the United States on January 20th, 2017 and the celebrations couldn’t have been more festive. Tens of thousands of people or more showed up to show their support with fireworks, musical performances, cannabis, campfires, and more. But there was another man trying to ruin everyone’s fun by falsely claiming he had won the presidential bid. Vermin Supreme is still confused about why The Donald, whom he claims to have paved the way for, thinks he won but his supporters proved that even the thought of Donald Drumpf becoming president was unacceptable.

On the morning of his inauguration, Black Lives Matter protesters, Water Protectors, and a host of other Vermin supporters showed up to block the entrance of Drumpf’s fake ceremony. Meanwhile Drumpf’s henchman, Alex Jones, paraded around a fake anti-Drumpf protester while claiming that her fellow anti-Drumpf protesters had beaten her up despite being able to offer no proof just like the rest of his claims. Sadly, no one punched him in the face. Although alt-right leader Richard Spencer did get slugged pretty hard at least three times (two of which have been beautifully documented), crying into his Pepe pin; an act that President Supreme wholeheartedly endorsed. Since then, Richard Spencer’s nightmare of becoming a meme has come true. There is even a twitter account dedicated to musical remixes of the video of him getting punched.

At the same time just down the street there was a massive outdoor smoke out in which they passed out over 4,200 hand rolled joints which were sparked up 4 minutes and 20 seconds into Drumpf’s fake inauguration.

Later that day, president-elect Vermin decided to take to the streets along with his many supporters. As I stood there in front of a line of riot cops, I looked over to see him. He greeted me warmly with open arms, thanked me for attending his inaugural party, and passed me the pipe he had just taken a huge hit off of. After the president-elect, his vice president-elect Matthew Silver, their former debate host Rob Potylo, and I finished getting royally (or should I say presidentially) stoned, the soon-to-be president took to mocking the armed police who dared threaten his rule while being escorted by his volunteer black bloc secret service.

With the crowd passionately cheering, “What do we want? McRibs! When do we want them? Now!” Matthew Silver, myself, and a myriad of others locked arms in front of the police lines to block them from advancing on the peaceful crowd of presidential supporters. But the police refused to listen to the president-elect as they advanced in against his wishes and began to spray the crowd with pepper spray and tear gas. They shot concussion grenades and began beating people with batons as the crowd attempted to disperse. But we regrouped and fought back after they maced a 7 year old Drumpf supporter. Bricks we’re torn up from the sidewalk and thrown at any cop who dared disrespect our soon-to-be president.

Once we drove the pigs out, we regrouped for a nice celebratory campfire. Several trash cans were dragged out into the streets and set ablaze. A friend and I decided to pull up a newspaper machine and sit down. Another newspaper machine was pulled up as others took a seat around the campfire. We warmed our hands, gave each other hugs, sang songs, and one friend even caught up on a little fireside reading, pulling out a T.S. Elliot book from his backpack as he took a seat.

A young Drumpf supporter, upset at both the loss of his preferred presidential candidate and two perfectly good trash cans, attempted to put out our campfire with the last few drops of his juice he had stored in his bag to no avail. Nearly in tears he began begging the crowd for water but we all sat drinking from our bottles, refusing to let him ruin our fun. When another sore loser burst through the crowd and drenched our fire with his fire extinguisher, a man selling Drumpf t-shirts pushed his cart up and offered to help us restart our campfire. After letting me light the first shirt (if anyone can find video of this please pass it on), he threw another on the pile to sustain it and then shouted, “$5 to keep the fire going!” People immediately started handing him money as he chucked as much Drumpf merchandise on the fire as he possibly could. When the sore loser with the extinguisher threatened our fire and our friends with physical violence once more, he was dragged off by the black bloc secret service only to return a few minutes later without his extinguisher, his glasses, or his silly red hat but he did have a shiney new busted eye. Needless to say, his hat burned well.

That evening Vermin Supreme was inaugurated officially as the President of the United States of America in a park nearby as the crowd celebrated their victory over what could have been the worst presidential candidate of all time. Now after three long days of celebration in DC with no access to showers, I’m sure I’m not the only commie here at C4SS that is eagerly awaiting their free stuff, mainly the ponies and the interstate roller coaster system we were all promised. Unlike former President Obama, I have a feeling that President Supreme will be better at keeping his promises.

To quote President Supreme’s campaign song, “Gonna vote for Vermin and end the Matrix, hey! Hot dogs and applesauce! And maybe we’ll get married one day.”

Feature Articles
Information Ecology: (fo)Rest in Peace

In an age of excitement and uncertainty it is comforting to know that we live in an era of mass communication. At this point in human history communication costs are incredibly low and, with the help of the Internet, such communication is truly global in scale. Even better, information spreads with ease.

The nature of this phenomenon holds incredible implications for society. Human communication plays a vital role in elevating voices and progressing social movements. As the voices of the world are elevated it becomes apparent that there are shared, global struggles. As we work locally we can feel solidarity with human beings we may never meet – a most powerful notion. The smallest of actions can cause a global cascade in the dawning age of information ecology.

With all this in mind I turn my attention to the forests of Spain. The past week I’ve read a great deal about the ecosystems of the Iberian Peninsula. Extending across the northern region of Portugal on into the Spanish wild are a series of mountain ranges rich with flora and fauna. These mountain forests host arguably the greatest biodiversity in all of Europe. Regulated by the Mediterranean these far-away ranges are defined by a humid climate in the warm months, chilly winters and an abundance of precipitation year round.

I can imagine these forests, their detritus decaying into the damp soil from a deciduous canopy of oak, ash and hazel. I can imagine a solitary walk under the Mediterranean sun, rounding cool and warm slopes further decorated by beech, birch and fir before letting loose to bald meadows riddled with wild rose and blackberry. The colors are as lucid as the taste sweet. I hope to visit this Iberian forest some day. Perhaps even shake the hands of those in the Spanish Forest Firefighters National Association (ANBF) who fight both fire and law to protect the landscape.

In 2015 Spain’s Congress of Deputies amended the language of their Forestry Act. The new language now allows developers to build public and private infrastructure, such as neighborhoods, schools, business complexes and recreational centers, on burnt ground. As a result of this rule change, the World Wildlife Fund (WWF) notes that now 55% of the forest fires burning this unique ecosystem are human induced. These wild lands are no longer protected. Deforestation leads to urban sprawl.

Members of the ANBF are not sitting idly by, however. They are using legislation to combat the new legal decree.

Under Spanish law new infrastructure cannot be constructed within a 500 meter radius of a cemetery. The ANBF are invoking this inconsequential piece of legislation where woodlands are ablaze, registering the burnt woodlands as cemeteries. They have deemed their campaign (fo)Rest in Peace.

ANBF spokesman Iñigo Hernandez, speaking to The Independent, took the idea world-wide. In his interview he noted that no bodies will actually be buried in these graveyards. Rather, these cemeteries are simply symbolic, a weapon used to halt arson. Hernandez explains: “Creating cemeteries in burnt areas aims to discourage the intentional burning of the forests. Allowing the building on burnt down forest areas leads to fires started intentionally, which result in the destruction of natural ecosystems, where animals, trees and plants live.” The ANBF hopes the forests will regenerate in peace.

I did not know about any of this until the ANBF sent me a personal email. I was sitting in the faculty lounge, drowning out conversation behind me, reviewing my emails and thinking of the day’s lecture. I took pause when I opened their message. The firefighters asked for help. They asked I share their mission so as many people as possible could know what was going on. As I read their email I felt their urgency and was immediately sympathetic to the cause. When I read about their action I felt an all too familiar twinge of sadness, then I sat back in my chair and smiled. A similar situation is unraveling right here in Southern Appalachia.

Here in the valley and ridge, strip mining is the region’s number one cause of biodiversity loss. The Appalachians are a temperate deciduous rainforest laden with beautiful, endemic flora and fauna. In fact, the Appalachians are the most diverse temperate forest on the planet. Here too registering family cemeteries protects a most fragile ecosystem.

Strip mining occurs in rural Appalachian communities. These communities experience some of the worst poverty in the United States. Many of the cemeteries throughout coal country are old family cemeteries. Thus, they are not federally registered. Without such distinction, many of these family graves are blasted away for resource extraction. Many families have to be accompanied by industry personnel to visit the buried because the graves are near company property. Community organizations are in a push to register these cemeteries, rendering mining operations invalid. This allows the dead to rest in peace and keeps the forest whole.

I suppose I could have been angry when I read the message from the ANBF. Beside myself that all over the world natural heritage is plundered for capital. Nevertheless I was not angry; I was happy. Here, oceans apart, communities and organizers share the same struggle. Even more, similar tactics are proving successful at protecting place.

There has been a constant push throughout human history to question and block the illegitimate forces of power. Now, in an era of low communication costs and emerging technologies, we may see enhanced cultural and social evolution, a stronger push to decentralize and the emergence of small social networks that can cause big changes in how we live our everyday lives. Information technology is beginning to impact our neighborhoods, cities, work places and our governance.

An old mantra of movement building asks us to think global but act local. Today we can all be global actors. We are connected – in short, we talk. We resist. We win. In the immortal words of Howard Zinn:

The good things that have been done, the reforms that have been made, the wars that have been stopped, the women’s rights that have been won, the racism that has been partly extirpated in society, all of that was not done by government edict, was not done by the three branches of government. It was not done by that structure which we learn about in junior high school, which they say is democracy. It was all done by citizens’ movements. And keep in mind that all great movements in the past have risen from small movements, from tiny clusters of people who came together here and there. When a movement is strong enough it doesn’t matter who is in the White House; what really matters is what people do, and what people say, and what people demand.

Daily Molotov, Stigmergy - C4SS Blog
Daily Molotov: January 27, 2017

Welcome back to the Daily Molotov, all the news that’s fit to make you hate the state. We took a couple days off because honestly, the news has been overwhelming for the last week and sometimes you just need to decompress. But we’re back now. Here’s today’s top news.

From the New York Times

After signing an executive order demanding the construction of a wall along the United States’ southern border, the Trump Administration has proven that it doesn’t know what the hell it’s even doing. First it called for a 20-percent tax on all imports from Mexico, then it said it didn’t – that the tariff was only part of a “buffet of options.”

Also from the New York Times: Of course, even the act of demanding the border wall has already strained the US’s ties with Mexico. President Enrique Peña Nieto canceled a planned meeting with Trump after the order was signed, and former president Vicente Fox has taken to Trump’s online home turf – Twitter – to forcefully and repeatedly let the US president know that Mexico will not build the #fuckingwall.

One major issue Mexico is facing, if Trump is able to get everything he wants on the immigration front, is increased unemployment, poverty and crime. On top of the threatened millions of deportees from the US, just within the last few months Mexico’s population of refugees and migrants has swelled – first with Haitian refugees and then with Cuban migrants stuck in the country after former president Barack Obama stopped the “Wet Feet, Dry Feet” program. The Mexican government is currently trying to find ways to integrate everyone, but the system is already strained.

Republicans have already gladly thrown off their “small-government conservative” t-shirts in support of Trump’s proposals. The border wall is expected to cost anywhere from $15 billion to $25 billion, and that’s chill with conservatives in Congress. Trump has called for an increase in Border Patrol and military agencies, and nobody has raised the minarchist alarm. Senate Democrats attempted to bluff everybody by pushing forward a $1 trillion infrastructure program, and everyone – including Trump – is going along with it.

Trump is looking for a plan from the Pentagon to hit ISIS harder. He also called up the National Parks administrator demanding photos of his inauguration that prove he had the biggest inauguration of all time. Stephen Bannon, one of Trump’s chief strategists, told the media it should “keep its mouth shut” in an interview Thursday. Most of the Sanctuary Cities’ mayors flipped Trump the bird after Wednesday’s executive orders. Trump uses an old Android phone. For some reason the media is framing the upcoming meeting between Theresa May and Donald Trump as a “Reagan-Thatcher” relationship and I don’t much care for it.


From the Washington Post

Six cities tried making it harder for “illegals” to exist, and it didn’t work.

Also, Miami is proving to be the snitch among all the other Sanctuary Cities, which is super disappointing. The media is, as both Trump and his flunkies have made clear, “the opposition party” now. A white nationalist and student at the University of Wisconsin-Madison turns out to also be an arsonist, so that’s neat. The Doomsday Clock is now chilling out at two minutes and 30 seconds to midnight, the closest it’s been since the detonation of the hydrogen bomb in 1953. We now live in an era of “perpetual protest,” and I like that. A student in California who was forced to pee in a bucket by a teacher sued and won. Scientists aren’t able to talk to Trump. The chief of the Border Patrol was canned. Sean Spicer probably tweeted his Twitter password twice. And that’s probably enough major media news for one day.


From Infoshop NewsSyrian Kurds are rebuilding the city of Kobane.

From It’s Going DownWater protectors protesting the DAPL are resisting a grand jury and asking for solidarity.

From CrimethInc.The anarchists meet Trump in Philadelphia.

From JacobinJeremy Scahill: “No Quarter for Trump.”

From The NationFolks in Kensington are forming a grassroots anti-anti-immigration squad.

From The InterceptScientists from the government who are at the US Climate Conference are terrified to speak to the press.


Thanks for reading the Daily Molotov, curated for C4SS by Trevor Hultner. You can submit news tips to trevor@c4ss.org, tweet at us either at @c4ssdotorg or @trevor_c4ss, or leave a comment below. Your continued support of the Center for a Stateless Society means we can continue to roll out new features like this.

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Commentary
Empires Don’t Practice “Free Trade”

In a recent commentary at The Future of Freedom Foundation, Richard Ebeling celebrates the “triumph of free trade” in 19th century Britain (James Mill, David Ricardo and the Triumph of Free Trade,” Jan. 23). As Ebeling frames it the British political elite, under the influence of classical liberal economists like Mill and Ricardo, realized that mercantilist policies (“beggar thy neighbor”) had been mistaken all along, and — acting on their newfound enlightenment — adopted free trade policies which resulted in “wonderful opulence.”

But when capitalist states change their policies, it’s usually not so much because they suddenly have a better understanding of the world. It’s because policies which previously benefited the ruling coalition of economic classes served by the state ceased to work, or because the makeup of the ruling class coalition shifts. Britain didn’t abandon mercantilism because it finally dawned on them that it didn’t increase prosperity. Policymakers were interested mainly in the “prosperity” of the propertied interests who controlled the state; they pursued mercantilist policies so long as they served those interests and abandoned them when they no longer did. British political elites in the mercantilist era didn’t give two hoots and a damn about the prosperity of the majority of people. In fact Mandeville’s Fable of the Bees describes one of the main themes in ruling class economic thought as keeping the working classes poor so they’ll work as hard as the propertied classes want them to, for as long as they want, and as little as they want. That’s why they stole their land in the Enclosures — because people with independent access to means of comfortable subsistence aren’t willing to be worked like animals.

Britain adopted so-called “free trade” in the nineteenth century, first of all, because the composition of the ruling class coalition had changed. The Corn Laws served the agrarian capitalist interests of the Whig landed oligarchy that controlled the government. The Corn Laws blocked grain imports so that the landed aristocracy could fetch monopoly prices on the wheat that went into the people’s bread. As the Industrial Revolution progressed, industrial capitalists became an increasingly important part of the ruling class, and they were incorporated into the state; the franchise for the House of Commons was expanded to include Manchester mill owners in addition to the landed elites. And it was in the interests of these industrial capitalists for the bread their workers ate to be cheap, so they could pay them less.

Second, Britain abandoned mercantilism because it had already served its purpose — Britain no longer needed to fight trade wars because it had already won. Thanks to a long series of mercantile wars, British merchant fleets had mostly supplanted those of the Netherlands and France, and controlled most of the world’s ocean-going commerce. And the British empire had forcibly suppressed competition from the Indian textile industry and gained control of most of the world’s cotton production.

The whole framing of “beggar thy neighbor” vs. “free trade” evokes images of lots of equal nation-states erecting tariff barriers, or engaging in trade with one another, as the case may be. But in the real world, for a global empire to engage in “free trade” is impossible by definition. Britain may have dropped its tariff barriers against other, junior imperial powers. But its economic policies continued to firmly center on beggaring its neighbors — those neighbors in the Global South who had been forcibly incorporated into its empire. As the capitalist nations of the Global North carved up all of Africa and much of the rest of the world between themselves, they continued the people within their respective imperial dominions.

The policies that were to be called “free trade” in the United States were more accurately called, in William Appleman Williams’s phrase, “Open Door Empire.” America didn’t want to stop imperial exploitation of the colonial world; it wanted the European powers and the United States to cooperate in collectively exploiting the rest of the world. That’s what the “Open Door” policy in China meant — rather than dividing up China on the same pattern as Africa, the capitalist powers would all have a free hand in extracting its resources and exploiting its people. That’s why Japan fell so afoul of the US in occupying first Manchuria and then China proper — it was violating this gentleman’s agreement.

America’s victory in WWII, and its replacement of Britain as world hegemon, meant adoption of Open Door Empire as an official global policy enforced by the Bretton Woods institutions, the UN Security Council and the US Armed Forces. The old colonial empires were dissolved, but Western corporations continued to control the land and resources they’d looted, and Western capital continued to extract wealth from the Third World under neo-colonialism exactly as it had done before — and backed up by the same Western armies, when needed.

What capitalist states call “free trade” is just mercantilism on a higher level.

Italian, Stateless Embassies
La Sinistra Lieta di Tradire Libertà e Cosmopolitismo

[Di Edmund Berger. Originale pubblicato su Center for a Stateless Society il 15 gennaio 2017 con il titolo Leftist Politicians Will Always Happily Betray Liberty & Globalism. Traduzione di Enrico Sanna.]

Nel suo discorso di nuovo anno, soprannominato “il giorno del caos”, il leader del partito laburista britannico Jeremy Corbyn ha colto l’occasione per far piovere confusione sulla sua base e rimangiarsi alcune sue posizioni storiche. Cedendo alle pressioni dell’ala conservatrice del suo partito, nonché all’ondata nazionalista che attraversa il Regno Unito e non solo, Corbyn ha annunciato che “il partito laburista non è attaccato alla libertà di movimento delle persone”. Ovvero una svolta a 180 gradi rispetto a precedenti dichiarazioni, come quella di settembre scorso quando disse che avrebbe lasciato ‘lievitare’ l’immigrazione. Poche ore dopo, un altro dietrofront: disse ad un giornalista della BBC che, nonostante il suo accenno ad una “migrazione controllata”, non avrebbe cercato ulteriori restrizioni all’immigrazione. Se qualcuno aveva capito altrimenti, disse al giornalista, c’era stato un malinteso.

Poco importa. Per la BBC, la ritrattazione di Corbyn è in contrasto netto con le sue parole precedenti, e per molti il passaggio da una posizione favorevole all’immigrazione ad una contraria appariva una grossa vittoria. La contraddizione si può spiegare solo pensando che è il tentativo di tenere assieme una coalizione fragile, piagata da opinioni, progetti e politiche sociali divergenti. Ma si tratta anche di un’altro esempio di una tendenza praticamente inevitabile nella partita politica: il fatto che socialdemocratici e liberal, vada come vada, staranno sempre dalla parte degli oppressori e contro il popolo.

Nel mondo c’è un attacco all’immigrazione. Negli Stati Uniti, proprio come in Gran Bretagna, accomuna destra e sinistra, politica dominante e politica marginale. Non c’è bisogno di parlare della politica spaccona, xenofobica, suprematista di Trump, o di quella dichiaratamente fascista e bianca di gran parte della sua base. Tra gli anarco-capitalisti e tanti libertari spiccano le “teste di Hoppe”, la cui posizione politica si può condensare in “contratti restrittivi” e il mantra della “espulsione fisica!!!”, oltre a frettolosi meme che ricordano Pinochet e i suoi elicotteri. Passando da questo internet troll post-anarcocapitalista al più classico anarcocapitalismo e libertarismo [popolare], il presidente del Mises Institute Jeff Deist si unisce al seguito e tenta di separare la libertà di movimento delle merci da quella delle persone (ironicamente, mimando l’iniziale discorso ‘di rilancio’ di Corbyn).

E il presidente uscente Obama pare che abbia detto al suo staff che se Trump “espelle migliaia di ragazzini, non so per quanto starò a guardare”. Parole nobili, buone per fare titoli sui giornali per un presidente che cerca di curare la sua eredità, ma che si scontrano con il fatto che la sua presidenza ha incrementato fortemente i fondi destinati alla polizia di frontiera e all’ufficio per le dogane e l’immigrazione, cosa che, combinata ad un’applicazione dura delle leggi migratorie dell’era Reagan, ha portato le espulsioni a livelli storici. Se Trump mantiene la promessa di intensificare le espulsioni (e non c’è ragione per credere il contrario), continuerà la tendenza in atto esacerbata da Obama, e non ci sarà né rottura né aberrazione politica (come sostengono i liberal americani).

Poi c’è il caso di Bernie Sanders, la cosiddetta alternativa progressista alla marea crescente del populismo nazionalista e del razzismo esplicito. Ma anche lui ha usato pericolose parole antiimmigrazione, quando è arrivato a definire le frontiere aperte una “idea dei fratelli Koch” che ha indebolito la nazione. Queste parole, che non sono altro che l’immagine specchiata di centrosinistra dello spauracchio di destra rappresentato da ‘Soros il cosmopolita’, sono riapparse sul sito di Sanders, che ad agosto 2015 ha diffuso un articolo di Richard Eskow intitolato “‘Frontiere Aperte’: Espediente, non Soluzione”. Eskow è membro di Campaign for America’s Future (CAF), una rete di “cittadini-attivisti”, accademici e maniaci che funge da nesso istituzionale dell’‘ala progressista’ del Partito Democratico, ovvero quell’ala momentaneamente emersa durante la campagna politica di Sanders. Molti aderenti alla CAF si presentano come ‘moderati’ in materia di frontiere e immigrazione, ma sotto il velo sottile si nascondono posizioni più estreme: l’ex presidente della AFL-CIO (sindacato dei dipendenti pubblici, ndt) John Sweeney, ad esempio, pur spingendo il sindacato, notoriamente reazionario, in una direzione più “pro-immigrati”, ha lamentato la “pressione al ribasso” dei salari causata dai lavoratori immigrati; E Robert Reich, segretario al Lavoro nell’amministrazione Clinton (e sostenitore di lunga data del ‘capitalismo organizzato’), indicando i benefici economici reali dell’immigrazione, ha sostenuto allo stesso tempo la necessità di proteggere il ‘lavoro americano’ dagli effetti dei lavoratori esteri.

Con il pretesto di spostarsi più a sinistra, ultimamente c’è stata una diatriba riguardo un articolo di Sam Gindin su Jacobin. Galvanizzato dalla sedicente piattaforma “socialista” (leggi: liberalismo alla Lyndon Johnson), Gindin si auspica “una nuova botta di militanza operaia” che dia vita ad un nuovo partito. Gindin trova anche modo di bollare “la moralità delle frontiere aperte” dicendo che “causerà una reazione” da parte dei lavoratori. Pare che la soluzione consista nel piegarsi agli impulsi razzisti e appoggiare il potere discriminatorio dello stato, e infatti Gindin si trova a suo agio tra i ‘moderati’ della CAF per i quali occorre abbandonare l’internazionalismo per “cercare di convincere le persone ad accettare una politica migratoria più liberale ma regolata”. Immediata e furiosa la reazione contro Gindin, Jacobin e i Socialdemocratici d’America (DSA), che sono culo e camicia con la dirigenza di Jacobin. Come previsto, la risposta è stata un misto di dinieghi, menefreghismo, insulti vari e un generale rifiuto di rispondere alle ansie della gente riguardo la diffusione indiscriminata del pezzo di Gindin, un fatto grave visto che i socialdemocratici (fortemente allineati con la CAF) crescono di gran carriera, trascinando con sé la sinistra del Partito Democratico penalizzato prima dall’oscuramento di Sanders da parte dei Clinton e poi dall’ascesa di Donald Trump.

Questa è la situazione: l’ascesa del nazionalismo di estrema destra nelle istituzioni politiche dà e prende forza da sentimenti razzisti, xenofobi e antiimmigrati. La crescente opposizione alla destra istituzionale, sotto forma di sinistra (extra)istituzionale (come Sanders, Corbyn, e la sinistra ‘estrema’ che li appoggia), ha un passato ondivago in materia di immigrazione e frontiere, passato che spesso non è diverso da quello della destra. Questo non significa che i socialdemocratici o Jacobin sono stati sempre apertamente antiimmigrati o per le frontiere chiuse, avendo in passato collaborato strettamente con associazioni per i diritti degli immigrati e con la corrente favorevole alle frontiere aperte del movimento dei lavoratori, mentre Jacobin, nonostante posizioni politiche generalmente sospette, ha pubblicato articoli in linea con la prospettiva cosmopolita. Il problema è che queste organizzazioni non hanno rigettato posizioni anticosmopolite e antiimmigrazione, che si tratti dell’appello ai nazionalisti fatto da Gindin, l’incapacità di rispondere alle ansie sollevate da altri a sinistra, o l’assenza lampante di tentativi di sfidare Sanders su affermazioni antiimmigrati, soprattutto ora che lo status di immigrato è sotto accusa da parte della destra al potere.

Come anarchisti e libertari, sappiamo che poco di buono può venire dai partiti e dai giochi politici, che si tratti della principale arena politica o delle frange. Viviamo in un’epoca straordinaria dell’era moderna, in cui soggetti minori hanno acquisito un grande potere (come nel caso di Corbyn), o sono in ascesa (i socialdemocratici), e non è esagerato dire che stanno diventando una sorta di destra light. Allora spetta a noi spingere al massimo la questione degli immigrati e delle frontiere, rispondere alle accuse, leggere o pesanti che siano, della sinistra e della destra, continuare ad organizzare e costruire infrastrutture di sostegno e difesa. Basta con la sinistra ciarlona e la sua politica pesante e inefficace che cerca solo di preservare il proprio potere e limitare quello della popolazione.

Feature Articles
Responding to Fascist Organizing

The great economist and early anti-statist thinker Bastiat famously pointed out the way our attention is often drawn to the most immediate, losing sight of the wider array of consequences and causations. Such myopia is how modern statism flourishes, obscuring the threat of the policeman’s pistol and the swing of his truncheon, so that a proposed tax for instance is sliced away from all context and rendered into a seemingly inert, docile thing.

Through centuries of hard fought progress the public has increasingly grown adverse to violence and explicit acts of domination. It is impossible to understate the accomplishment this represents. And yet our rulers have compensated not by lessening their brutality but by obscuring it. Every sociopath intuitively knows to exploit the limits of human attention through complicated misdirection. What is seen is a politician standing before an adoring crowd, what may go unseen is the brutality their policy depends upon, the threat they implicitly make.

A society might appear peaceful and idyllic, with acts of brutality not only invisible but entirely absent, and yet “that peace” be the result of the threat of incredible violence. If the citizens of a totalitarian regime do not resist, do not incur repression, but simply hang their heads in submission, it would be wrong to say no violence or aggression is present. And yet a particularly bureaucratic soul might look around and dismiss the claims of the oppressed, might demand that they lay their bodies on the line to make visible the implicit threat of the state, and even then dispute that there is not enough data. Might request that their bodies be stacked ever higher to “prove” the systematic nature of the threat. And god forbid the threat be delayed, the promise be made years out of violence to come. When the implicit but very clear threat is, “We will murder you and your entire family. Not today. But soon. Once our power has finished growing. Resist now and die then.”

Such violent “peace” is not exclusively the product of the state. It sneaks into human affairs on all levels. It shapes and twists our society, our economy. The gangster in the streets whose theft is tolerated, even made invisible, uncommented upon, because the threat is perceived as so overwhelming. The “Move along, n—-r” that contains mutually understood volumes of collective threat, the word resonating and cutting with centuries of lynchings and beatings behind it, but its meaning deniable in an instant. “How do you knoooow I meant that as a threat?” and a flash of white teeth at the interlocutor. Such implicit violence becomes fractional, fungible. Not every use of a racial epithet contains it in full, but they often trade off the watered down possibility of violence. What is 1/200th of a threat of lynching, or a beating? Violence suffuses our world, it flows unseen through complex circuits, accumulates in silent but vast reservoirs, rearranging and curtailing what is possible.

When fascists or white nationalists talk of “voluntary” ethnic cleansing we all know what they mean. The word “voluntary” is a laughable tissue, the confident sneer of a bully who knows how to play within the shortsighted rules, but wants almost all observers to note his audacity, and to — in letting it pass — demonstrate their own weakness. A detailed threat is delivered by mail and deniable reference to it made in person. The game is simple. One oily fascist wears his suits in front of the cameras while a broader ecosystem of fascists delivers the violence. People of color are murdered for sport, anti-racist activists are assassinated, prison nazis sand off people’s skin and dump their bodies in public. Shaggy sings, “it wasn’t me.”

They know it’s a game, their with-a-wink pretenses of distance, “nazism was about a particular historical context”, “I have my critiques of Hitler”, “oh I don’t hang with those specific guys” are never meant to stand firmly, they’re more about poking fun at the self-constraint of formal systems and dissolve under even a moment’s scrutiny.

When neonazis march through a town their action is precisely that: an action. A demonstration of force. A threat. A two part declaration: “We will exterminate you. Here are the tools we will use, the strength we have amassed for the task.” Its character is hardly invisible to those targeted.

And yet, true to form, most liberals are seemingly incapable of recognizing the act for what it is, of looking beyond their noses to any semblance of context. In the liberal’s mind a march of goosestepping nazis carrying weapons through a black neighborhood is just a parade of people with bad opinions.

Similarly when a representative of a neonazi group sets up a table at a metal show or steps before the cameras the oh-so-astute public notices that they’re not murdering anyone at the moment. Just recruiting people to murder in the future. Like the army recruiter that likewise preys on disaffected youth the public largely cannot see such recruitment as inextricable from a larger mechanism of violence. The very point of such individual acts of recruitment is to add up into an unstoppable army when it finally decides to initiate force en masse.

Yet just as the state’s necessarily simplistic legal system discretizes every single action, stripping away vital context, so too have the public’s moral analytic capacities atrophied to only recognize the most immediate, the most apparent. There’s utility to such constraint in certain arenas, we would never want to give the state the capacity to determine what discourse is permissible, or to prosecute nazis for their beliefs (despite conservative hysteria by all accounts the vast majority of antifascist activists are anarchists who have consistently opposed state legislation and the “antifa bolts” famously stand for opposition to Bolshevism as well as fascism). The reality is that every individual is capable of greater perception and intelligence than the state, of directly seeing realities the state is structurally incapable of parsing. When a trusted friend tells you someone raped them you’ll likely cancel your date with him, even if your friend’s testimony alone wouldn’t and shouldn’t be sufficient to convict in a court of law. As autonomous individuals we can and should take actions that based on our more intimate and direct knowledge — knowledge it would be impossible to systematize or make objective in some legal system. It will always be possible to construct threats of violence sufficiently obscured as to be rendered invisible or plausibly deniable to some observers but crystal clear to the recipient(s). This is one of the innate failings of codified justice systems, abstracted to some level of collectivity, and part of the reason ethics enshrines individual agency above legality.

If the first step on the road to fascism is blinding ourselves to its violence, the second step is denying our agency to respond.

Let us be absolutely clear though that formal “fascism” and the broader white nationalist ecosystem around it constitutes but one type of authoritarianism. While its aspirations are grave and its spectre is on the rise, there are many other flavors of authoritarianism alive in our world, currently wielding far more power. These authoritarianisms are presenting killing far far more people than some scrawny white nationalist pricks hanging out in /pol/ and occasionally shooting up protesters, and these other authoritarianisms absolutely must be countered.

But. Nevertheless the history of the last century overwhelmingly shows that fascism constitutes a relatively unique threat that must be diligently resisted, lest certain dynamics particular to it otherwise spiral into runaway growth. The threat it poses to ethics, modernity and to civilization is always present (despite its occasional opportunistic adoption of those mantles), it can be countered, but to do so requires us to get serious. To understand its function and its motivation.

There are broadly two common sources of authoritarianism:

The first is a kind of inane and “edgy” consequentialism that, upon realizing ends can justify means, leaps to grab onto the most stupid and violent of means. If you want to bake a blueberry pie then obviously you should ban independent press and gulag all the kulaks. While these authoritarians sometimes start with relatable aims, their misstep is to view “power” as a universal currency and without externalities. At some point they internalize the assumption that if you want to get ___ done you should obtain power, whereupon you will just be able to do it. They fail to grasp that some ends are impossible to accomplish through social control and coercion, and that such means have tendencies of their own. This authoritarianism is the blind tantrum of a child demanding that their parents make water less wet. Its watchwords are “There should be a law.” Obviously it’s the dominant form of authoritarianism found in liberals and socialists.

The second kind of authoritarianism views power not as a means but as an ends. In practice these are typically people for whom the unfortunate homo sapiens preoccupation with social standing has festered into a blistering wound. In this virulent pathology power is near enough to the sole ends in life and everything else is a delusion that risks rendering you instrumental in someone else’s power. This ideological sociopathy is utterly uninterested in reality. To paraphrase Scott Alexander, there are no philosopher Trumps. Fascism has from the start demonstrated a well documented postmodern mutability, happily contorting its stated beliefs or tenets into all kinds of incoherencies and absurdities. This sort of authoritarian intuitively understands discourse as just another arena of positioning and ideology as just another shell game. Every statement is reduced into terms of affect, allegiance, and the disruption of any process that might be bent by the pressures of objectivity. Karl Rove’s “We make our own reality” hangs among a pantheon of other Orwellian admissions by this sort of authoritarian. This form of authoritarianism is widespread among conservatives, who often admit to seeing liberal democracy or even religion as useful lies when pressed. And individuals with such nihilistic perspectives can be found in literally any social space — certainly inclusive of social justice movements — usually acting as predators and climbing social ladders. But its most consistent and large-scale ideological expression lies in fascism.

There are of course in practice many other niche mutations and subspecies of authoritarianism. One increasingly prominent example are reactionaries who seek to disable and impede technological capacity — ideologically committed to a world of immediatism or a return to some ‘essential human nature’, they seek impose a material state of affairs where possibility is dramatically curtailed. If you bomb everyone back to the stone age then you no longer need active jailers to prevent creativity and connection, the muddy ruined landscape itself provides the constraint. In such case the kernel of authoritarianism lies in the ideological fixation, the hunger for a certain simplicity, that is then achieved through the suppression of others’ options. But like other niche expressions such an authoritarianism is thankfully still quite rare.

What’s important to note is that every species of authoritarianism demands a different response.

The authoritarianism of a liberal or socialist, being instrumental and arising from profound ignorance, lacks a self-awareness and can be effectively challenged in debate. That is not of course necessarily to say that the authoritarian liberal or socialist will themselves retreat from their ridiculous policies upon evidence, but that they lack the conscious duplicity to really prepare for counter-evidence. Bring to light the vicious physical brutality hidden in their cigarette tax or the clear ludicrousness of a transitional dictatorship that will “wither away” to create a free society and the sincere liberal or socialist is left spinning in circles, trying to find places of retreat on the fly, the ineptitude of their proffered means apparent to all direct observers, and defanged of serious recruiting capacity.

Nothing could be less the case with a nazi. An actual fascist is well aware that some proposed policy may not have much of a leg to stand on. They are prepared for objective reality to line up against them. They know at heart that their race statistics are often false, misrepresented, or actually evidence for the reverse of their claims and insinuations. Not only does this not matter to them, they strategize from the beginning with it in mind. A fascist cares only about the landscape of power and how they can shift it to make them “win”. I want to be clear here: the problem isn’t merely that they’re arguing in conscious bad faith, fascists have no monopoly on that — nor even do authoritarians — the problem is what this arises from: a hunger for social power, and how fundamental it is to their position. Fascist recruitment doesn’t function in terms of persuasion, it functions in terms of promises of power.

Authoritarian personalities flock to movements that promise them comfortably easy solutions, but more self-aware authoritarians flock to movements that promise them power.

The primary recruitment tool of the fascist is the appearance of power.

This is why fascists — and those other self-aware authoritarians in their general orbit including Stalinists and Maoists — focus so strongly on aesthetics and rituals that reinforce perceptions of broad popularity, community, strength-by-association and general social standing. Those movements that only whine, offering victimization narratives and promises of power without any tangible content to them, rarely recruit any lasting base of self-aware authoritarians (although a few will surreptitiously set up shop to prey upon the few true believers and deadenders). Appearance of strength and legitimacy is everything, without it fascist movements dry up. No self-aware authoritarian wants to back a loser cause.

This is why refusing fascists the legitimization of a platform and violently countering their rallies has worked so well historically. The authoritarian base that fascists recruit from, don’t share the instincts of proponents of liberty, they aren’t attracted to underdogs with no hope, they aren’t compelled to self-sacrifice in defense of the weak, they’re attracted to supermen on the rise. When a nazi gets up on a stage to call for genocide his arguments don’t matter, it’s the potency of the act, the very fact that he was able to get on that stage and say such things in the first place, that recruits.

Fascists make a mockery of debate intentionally, in the authoritarian mind it’s inherently just positioning and only fools take ideas seriously. From such a perspective the fascist that discards the existing norms, that dances around in a flagrantly bad faith way, demonstrates a kind of strength in honesty. The only honesty, in their mind, being that truth and ideas don’t matter. Power matters, power through deception and manipulation — the capacity to get someone to put you on a stage, in a position of respect, despite your flagrant dishonesty — and power through physical strength — the capacity to march in the open, in great numbers, with weapons, with muscles, trappings of masculinity, displays of wealth, etc. Widespread mockery can hurt fascists by demonstrating their unpopularity, but so long as they have other sorts of power to fall back on the fascist can simply tell himself “this is the real power, this is the only thing that actually matters, what those people have is fake and hollow, that they will be overthrown.”

Regardless of whether or not you agree with it or consider it ethical, people punch fascists because it frequently works.

When you hurt a proponent of liberty we flock to each other’s aid, when you hurt an authoritarian other authoritarians are instinctively disgusted by his weakness and most scuttle further away. Sure, a tiny embittered core remains, some fools without the self-awareness of their own authoritarianism and other authoritarians now too invested to escape, and some misguided defenders of underdogs might come to their aid, but the compounding growth of the movement is derailed: few authoritarian personalities feel much inclined to join a bunch of powerless whiners.

There are, of course, complexities. Many authoritarian communists, for instance — despite similar totalitarian aspirations as explicit fascists — vary in degrees of self-awareness among their base about their hunger for power. Movements like Stalinism and Maoism depend on broad bases of leftist fools who swallow the simplistic doublethink necessary to see Assad or Bob Avakian as noble oppressed underdogs. Still, when anarchists have fought them in the streets, as for example in Athens or Minneapolis, there has appeared to result a shrink in their base, or at least a bluntening of their power. Certain currents in today’s alt-right follow a comparable dynamic, mixing self-aware authoritarians alongside psuedo-libertarian fools who swallow the doublethink necessary to see people organizing for racial genocide as allies and feminist media reviewers as dire enemies.

It will certainly be the case that the tactics and strategies employed with such success against boneheads in the 80s that drove them off the streets and largely dissolved their ranks will transfer in their entirety to the fight against garbage-tier memelords like Richard Spencer, but it also does not appear that antifascist groups are copying them over fullcloth. There have been many eras and contexts of resistance to fascism, with many differences between them. The awkward dance of someone like Spencer as opposed to an outright prison nazi is to try to look like a hardass to cement his base while playing the victim for liberals to milk them of prestige and legitimacy. This is not an easy dance, and is prone to derailment from multiple fronts.

We are in a new landscape, and people oppose fascism from all sorts of angles and perspectives, it is up to us to find effective means of countering them. To flood the market of antifascist resistance, as it were, with diverse innovations and let the best rise on their own. But we should also not neglect the lessons of the past and insights of antifascists in communities throughout time and around the world. When an army is being built, when it is rolling toward you, is not the time to debate it, or to snicker in complacency at its lies and contradictions. When a force openly plans to exterminate you, we cannot afford the naivety of waiting for it with open arms — as Gandhi advised people do of the Third Reich — hoping you will last long enough to dissolve it from the inside. When generals talk of plans to invade and suppress free speech, when politicians propose legislation to bar freedom of movement, you do not waste time worrying if your resistance will in the process undermine the free speech or freedom of movement of those generals and politicians. You resist.

Anarchists and libertarians come in many stripes, consequentialist and not.

Personally — as a consequentialist seeking to maximize the liberty of all — my perspective is straightforward: while there are externalities to some acts to stay mindful of, and we have social norms and detentes of significant value, one cannot afford to take a reactive stance, to merely wait while fascists mobilize — drunk on their own perception of power — and hope for the best. There are dangers, slippery slopes, and corruptive human instincts to watch out for in our resistance, but such demand vigilance not total abstention or a bureaucratic shortsightedness.

On the other hand those who closely heed to pacifism or non-aggression in good faith must still ask themselves when an act or threat of violence despite being obscured or ‘unseen’ is still a pressing one, what proportionality and prioritization looks like, what preparations are called for before the seen “moment” of aggression, and generally what can still be done to counter fascist organizing efforts on all fronts. Even if you oppose punching a nazi leader, there’s still much that can be done. If nazis march through a town in a demonstration of force, show up with your own guns ready to fire back. When nazis organize online, systematically disrupt and expose their efforts. Yes, today’s alt-right is a mealymouthed lot, mixing self-aware authoritarianism with whiny pretenses of libertarianism, and much can be accomplished peeling off the small swamp of useful fools they depend upon, forcing into the light the audacity of their pretense to the accomplishments of liberty while fetishizing nationality and borders — a claim of collective ownership as absurd as any Soviet gosplan proclamation and inherently murderous and totalitarian in implementation. But we must recognize that claims to the legacy and aspirations of liberty are rarely made with any sincerity. The core of these people are not mistaken about means, their authoritarianism is not the idiotic quick-solution authoritarianism of most liberals and socialists; their draw is power itself. The boneheads and trolls slathering at the thought of genocide and apartheid are open enemies of discourse and rationality itself. They believe they can bypass debate, derail it, make a mockery of it, use it to hide the circuits of their violence, the shell game of their aggression. They believe that physical force is the only thing that matters. We cannot afford to ignore that language.

Stigmergy - C4SS Blog, Weekly Libertarian Leftist Review
The Weekly Libertarian Leftist Review 155

Jim Lobe discusses public backing for the Iran deal.

Jesse Schatz discusses likely U.S. policy towards the GCC countries under Trump.

Nick Turse discusses special ops and the gray zone.

Jeremy Scahill discusses the real alleged target of a drone strike that killed a 16 year old teenager still being at large.

Robert Mackay discusses that most Israelis want a soldier recently convicted pardoned.

Zaid Jilani discusses the politics of embassies and moving the U.S. one in Israel to Jersualem.

Melvin Goodman discusses the dark side of the Obama legacy.

Robert Fisk discusses a journalist’s ordeal in an Egytpian prison.

Jim Lobe discusses an open letter to Trump from Iranian-Americans on upholding the Iran deal.

Uri Avnery discusses the Israeli settlements in the ooccupied territories.

David Swanson discusses torture and the Obama admin.

Robert Fantina discusses Kerry, the settlements, and Bibi.

Vijay Prashad discusses Algeria.

Neve Gordon discusses the recent conviction of an IDF soldier.

Laurence M. Vance discusses killing in war.

Laurence M. Vance discusses sanctions on Iran.

Sam Biddle discusses the weak nature of the declassified version of an intelligence report alleging Russia was behind the hacking of the DNC this past election season.

Jacob G. Hornberger discusses ditching the CIA, NSA, and Pentagon.

Medea Benjamin discusses the hawkish foreign policy of Obama.

Patrick Cockburn discusses how the Saudi regime’s bid to dominate the Middle East has failed.

David R. Henderson discusses Q and A with Robert Gates.

Richard M. Ebeling discusses William Godwin and Thomas Malthus.

Jacob G. Hornberger discusses the CIA being above the law.

Matthew Cole discusses the atrocities of Seal Team Six.

Abigail R. Hall Blanco discusses Obama as the drone president.

Michael Brendan Dougherty discusses the hypocrisy of Democratic Party folks on foreign policy and war.

Robert Fisk discusses time spent with a fellow journalist.

Kenneth Surin discusses the MLA and BDS.

David Swanson discusses the lack of evidence for the allegations against Russia.

Commentary
Trump is keeping his promises. We must keep ours

President Donald Trump talks with reporters in the Oval Office of the White House in Washington, Tuesday, Jan. 24, 2017, before signing an executive order on the Keystone XL pipeline. (AP Photo/Evan Vucci)

The sun has not yet set on Donald Trump’s first week as President of the United States, and already he has made good on several major campaign promises.

He has signed executive orders that pave the way for the forceful restructuring of the ACA, begin construction on both the Keystone XL and Dakota Access Pipelines, and divest from the Trans-Pacific Partnership. He has reinstated the “global gag rule” on abortion, and met with executives from major manufacturers to threaten to levy a “border tax” on them if they don’t staff locally. He has pledged to sign the anti-LGBTQIAP+ “First Amendment Defense Act.” He has forced just about all government agencies to undergo a media and financial blackout until the transition to his staff is complete.

And as this is being written, Trump is set to order sweeping changes to our already tight immigration policy.

According to the Associated Press, Trump “will begin rolling out executive actions on immigration Wednesday, beginning with steps to tighten border security — including his proposed wall along the U.S.-Mexico border — and other domestic immigration enforcement measures.”

The AP learned this from senior administration officials that remained nameless.

“Later in the week, the president is expected to restrict the flow of refugees to the United States. The proposed plans include at least a four-month halt on all refugee admissions, as well as temporary ban on people coming from some Muslim majority countries,” the AP said.

Across the country, municipal and state governments are emboldened by Trump’s nascent iron fist. In eight states, bills have been introduced to criminalize protest. In Louisiana, resisting arrest is now a hate crime. And in the belly of the beast, Washington, D.C., six journalists are facing felony riot charges for covering the Inauguration Day protests in addition to the dozens of demonstrators arrested and charged during the day.

Tomorrow, people of conscience face a crossroads. We’ve come to that crossroads earlier than perhaps we were ready for. We have said all throughout the campaign season and in the months leading up to the election that if Donald Trump was elected president and enacted even a fraction of his ideal immigration policy, we’d be there to stymie him in some way.

We need to keep our promise.

However that needs to happen, we need to keep our promise. No collaboration. No rationalization. No normalization.

When Trump signs his executive order calling for a southern border wall and immigration restrictions on Muslims on Wednesday, those of us who advocate for open borders must be ready to fight.

Anarchy and Democracy
Fighting Fascism
Markets Not Capitalism
The Anatomy of Escape
Organization Theory