El anterior director ejecutivo de Nestlé Peter Brabeck es famoso por negar que el acceso al agua potable sea un derecho humano. Pero, basado en las acciones de la compañía, su administración parece pensar que la corporación Nestlé tiene un derecho humano al agua gratis.
A lo largo y ancho del globo, incluyendo algunos de los países más destituidos y carentes de agua del mundo, Nestlé ha destruido el agua potable de la cual dependen poblaciones locales a fin de nutrir sus operaciones embotelladoras. En Michigan, donde la gente de Flint sigue bebiendo agua envenenada, Nestlé ha bombeado miles de millones de galones de agua subterránea desde que inauguró si primera planta embotelladora en 2002 — drenando acuíferos exenta virtualmente de cargos. En California, asediada por la sequía, donde el gobierno ha impuesto el racionamiento para ciudadanos no corporativos ordinarios, Nestlé toma 80 millones de galones de agua por año de Sacramento, así como decenas de millones de galones del bosque nacional San Bernardino.
Este derecho humano al agua gratis para personas corporativas se extiende al derecho para contaminar el agua potable de seres humanos reales con impunidad, como parte de procesos industriales con ánimo de lucro como la fracturación hidráulica (fracking). Anteriormente, los atrevidos apologistas de esta práctica, como Ron Bailey de la publicación Reason, celebraron el sumario ejecutivo políticamente reescrito de un reporte de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) que minimizaba falsamente el peligro de la contaminación en el agua (pese a la información concreta considerablemente diferente contenida en el cuerpo del reporte). Y, según un nuevo reporte de EPA de diciembre,
La fracturación hidráulica ha contribuido a la contaminación del agua potable […] en todas las instancias del proceso: extracción de agua para fracturación hidráulica; derrames durante la manipulación de fluidos y químicos de fracturación hidráulica; inyección de fluidos de fracturación hidráulica directamente en recursos subterráneos; descarga de agua residual generada por fracturación hidráulica inadecuadamente tratada en cuerpos de agua en la superficie; y vertido o almacenamiento de agua residual producto de fracturación hidráulica en pozos sin recubrimiento, lo que da como resultado contaminación de fuentes subterráneas.
Así que, aunque algunos puedan negar el derecho humano individual al agua (y no importa que los acuíferos y grandes cuerpos de agua fresca sean comunes que pertenecen a la gente en las áreas que dependen de ellos), el derecho de corporaciones como Nestlé al agua gratis y otros recursos naturales es un asunto totalmente diferente. Esto está en perfecta sintonía con lo que Adam Smith llamó la «máxima vil de los maestros de la humanidad»: «Todo para nosotros y nada para el resto».
Los libertarios de derecha condenan a veces instancias específicas de semejantes comportamientos como «capitalismo de amigotes». Pero, como todo análisis neoliberal, abordan la problemática como algo individual, en lugar de estructural. El «capitalismo de amigotes» es un problema de decisiones provenientes de malos actores individuales o firmas o cuerpos corruptos (como el Eximbank, el ejemplo favorito de «capitalismo de amigotes» de todo libertario de derecha), en vez de un problema de la naturaleza propia del sistema.
Pero el problema es bastante estructural. El acceso privilegiado a recursos no es solamente un asunto de firmas individuales anómalas que urden arreglos especiales con el estado. La aplastante mayoría de derechos de propiedad corporativos actuales sobre depósitos de combustibles fósiles, minerales y maderas, así como la mayor parte de la tierra arable, pueden rastrearse directamente a cercamientos capitalistas y latrocinio con ayuda del estado, o acaparamiento y cercamientos seguidos de acceso privilegiado por parte de intereses corporativos.
Lejos de ser cuestión de comportamiento «amiguista» individual por parte de malos actores corporativos particulares, el acceso colectivo del capital a recursos artificialmente baratos y expoliados es un rasgo estructural mayor del capitalismo como sistema en conjunto. También lo son todas las otras formas de socialización de costos, restricciones a la competencia y derechos de propiedad artificial de que dependen la mayoría de réditos corporativos. Si se eliminasen todos estos rasgos estructurales de raíz, no quedaría nada reconocible.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 7 de enero de 2017
Traducción del inglés por Mario Murillo