El libertario Harry Browne una vez escribió que el gobierno «sabe cómo romperte las piernas, darte unas muletas y decir “¿Ves? si no fuera por el gobierno, no podrías caminar”». Pero con déficits y recesiones al acecho, los gobiernos han estado volviéndose más tacaños en cuanto a la entrega de muletas. La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó recientemente el recorte de miles de millones de dólares de la cuenta asignada a programas alimentarios.
Estos recortes tendrán un fuerte impacto en la vida de muchos estadounidenses. El New York Times reportó que “de acuerdo a la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), cerca de cuatro millones de personas serán excluidas del programa alimentario a partir del año próximo. La oficina de presupuesto dijo que luego de eso, serán excluidas del programa alrededor de tres millones de personas al año.”
Pero mientras el gobierno recorta la ayuda para que los estadounidenses pobres puedan alimentarse, no hace nada para eliminar las intervenciones que mantienen a la gente trabajadora en condiciones de pobreza. A lo largo del país, las licencias de actividad económica incrementan los precios para los consumidores e impiden a los trabajadores auto-emplearse. Las ciudades a lo largo del país han cerrado tiendas de trenzado de cabello, furgonetas de comida, y otros pequeños negocios fundados frecuentemente por grupos económicamente vulnerables. En California, la policía conduce violentas operaciones encubiertas para arrestar gente que hace trabajos de pintura, carpintería y paisajismo sin licencia. Obtener las licencias requeridas requiere tiempo y dinero de los que la mayoría de la gente pobre carece.
Otras actividades a las que la gente pobre se dedica para ganarse la vida son criminalizadas al instante. La venta de drogas, de sexo y la mendicidad son formas pacíficas y voluntarias de tratar de obtener un medio de vida, pero la policía asalta, secuestra y encierra a la gente que se dedica a estos crímenes de supervivencia.
Existen muchas otras formas en las que el gobierno mantiene la pobreza estructural. Las barreras de entrada regulatorias son responsables de que menos personas puedan arrancar un negocio propio, aumentando la competencia por puestos de trabajo, lo que perpetúa un mercado laboral en el que los capitalistas tienen mucho más poder de negociación que los trabajadores. Las patentes y otras formas de escasez artificial incrementan los precios de todo tipo de bienes, incluyendo medicinas que salvan vidas. Y los robos históricos de tierras como los Cercamientos en Inglaterra han concentrado la riqueza en manos de capitalistas depredadores mientras se le impide a las masas el acceso a la tierra y la propiedad.
Estas intervenciones le rompen las piernas a los pobres, haciéndolos dependientes del estado de bienestar que les da las muletas. Pero luego los gobiernos tienen el poder de llevarse las muletas, que es exactamente lo que ahora está haciendo el congreso.
Este círculo vicioso de pobreza creado por el estado ocurre en todo el mundo. En Europa, particularmente en Grecia, las medidas de austeridad implementan recortes a la salud, las pensiones, los salarios y demás. Las protestas a lo largo de Europa han expresado el descontento de la gente al respecto. Los estados europeos han sido muy hábiles en el oficio de romperle las piernas a la gente y luego alcanzarles las muletas; más que el gobierno de Estados Unidos. Pero luego se llevaron las muletas mientras continúan rompiéndole las piernas a la gente. Un libro publicado recientemente por dos investigadores del sistema de salud pública sostiene que estas medidas de austeridad matan.
Los llamados tratados de «libre comercio» tienen consecuencias similares. El NAFTA permitió que empresas agroindustriales estadounidenses fuertemente subsidiadas inundaran los mercados de México con maíz, destruyendo el sustento de los granjeros mexicanos. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha desintegrado leyes laborales y medioambientales a lo largo del mundo en nombre del «libre comercio».
Pero los llamados tratados de «libre comercio» no se limitan a eliminar las intervenciones gubernamentales que actúan como muletas. Estos tratados fortalecen la capacidad de los estados para romper piernas. Requieren que los gobiernos restrinjan severamente el comercio, forzando monopolios artificiales conocidos como «propiedad intelectual».
Para muchos bienes, esta intervención proteccionista enmascarada como «libre comercio» significa sólo rentabilidades más altas para los negocios privilegiados y precios más altos para los consumidores. Pero en lo que respecta al mercado de las medicinas, estos monopolios matan. Como dice Amy Goodman, «las más grandes compañías farmacéuticas, incluyendo a Pfizer y GlaxoSmithKline, al igual que los Estados Unidos, impidieron a decenas de millones de personas de países subdesarrollados recibir drogas genéricas contra el SIDA a precios razonables. Como resultado, millones de ellas murieron».
Nuevos tratados de comercio como el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico amenazan con expandir estos mortales privilegios monopólicos. En lugar de simplemente liberar el comercio, estos acuerdos utilizan el poder de los estados para aplastar a los productores de medicinas genéricas, privando a la gente pobre del mundo de medicinas que podrían salvarles las vida.
Hay personas que dicen que las políticas neoliberales de austeridad y «libre comercio» hacen al mercado más libre. Vaya chiste cruel. Esas políticas simplemente impiden al estado satisfacer las necesidades básicas de la gente a la que más ha hecho daño, mientras continúan o incluso expanden las intervenciones que los han sumergido en la pobreza.
Pero hay una mejor manera de hacer las cosas. Podemos resistir el estado y sus crueles políticas que atrapan a la gente en la pobreza. Podemos construir redes mutuales donde se atienda las necesidades de la gente sin dependencia de políticos plutocráticos y controles burocráticos. Podemos construir un mundo donde el estado no rompa piernas, reparta muletas, y luego le arranque violentamente esas muletas a sus víctimas.
Artículo original publicado por Nathan Goodman el 21 de septiembre de 2013.
Traducido del inglés por Federico Otero, editado por Carlos Clemente.