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No, Stossel. Una corporación, no el comunismo, mató de hambre a los peregrinos.

Por Kevin Carson. Artículo original: No, Stossel. The Pilgrims Were Starved by a Corporation, Not by Communism, del 27 de noviembre de 2013. Traducido al español por Camilo Salvadó.

Cada año en estas fechas, alguien del mundo libertario de derecha, revive el obligatorio ritual de Acción de Gracias, y saca la nuez rancia de los peregrinos de Plymouth muriendo de hambre por “comunismo” hasta que la propiedad privada y el capitalismo los salvaron. Este año, John Stossel (Debemos Agradecer por la Propiedad Privada, Reason, 27 nov.) se lleva los honores.

En la versión canónica, los puritanos, motivados por un desorientado idealismo, buscaron restaurar el primitivo comunismo cristiano del Libro de los Hechos, “teniendo todas las cosas en común”. Stossel describe el arreglo “como algo sacado de Karl Marx”. Cuando los obvios problemas de incentivos de esta práctica llevaron a la hambruna, los colonos se adaptaron a la realidad, dividieron la tierra y la trabajaron individualmente. La producción se disparó, se evitó la hambruna y todos eran felices.

Pero eso no es lo que ocurrió realmente.

La Historia de las cooperativas en América, para todos, de Richard Curl, completa algunos detalles faltantes, que cambian el sentido de la historia. Curl completa la Historia de Bradford con material de Colonias Inglesas, de J.A. Doyle. Según Doyle, el acuerdo entre los Peregrinos Separatistas y la Corporación de los Aventureros Mercantes estipulaba que

“todos los colonos… recibirían sus necesidades del fondo común. Durante siete años no habría propiedad individual ni comercio, sino que el trabajo de la colonia se organizaría según las diferentes capacidades de los colonos. Al cabo de siete años, la compañía se disolvería y el capital se dividiría.

Se insertaron dos reservas: una autorizando a los colonos el derecho a parcelas cerca de sus casas, y la otra permiténdoles dos días a la semana para el cultivo de dichas propiedades. Los socios de Londres, sin embargo, rehusaron otorgar las concesiones, y los agentes de los emigrantes las retiraron, para no abandonar el plan”.

En la narrativa convencional, el celo apostólico de los peregrinos, deseando recrear el comunismo de la Iglesia primitiva, choca contra la dura realidad. Pero según Curl, las relaciones entre los colonos puritanos y los Aventureros Mercantes tienen más sentido a la luz de un subtexto muy diferente: las relaciones del campesinado inglés con las clases terratenientes de la Old Country:

«Los colonos, la mayoría agricultores arrendatarios en los campos abiertos de un antiguo coto de caza señorial en Nottinghamshire, consideraban que la demanda de los inversores esencialmente los reducía a servidumbre. Los colonos solo pedían lo que era normal bajo el sistema señorial inglés vigente desde la Edad Media. Los campesinos trabajaban en los campos del señor pero también tenían tiempo para trabajar en parcelas individuales para las necesidades de sus hogares».

El punto de inflexión de la historia se asemeja mucho menos a la «reforma capitalista» de Stossel que a los Diggers de la Colina de St. George.

La historia de Plymouth se compara a veces con la de la agricultura en los últimos días de la Unión Soviética, donde la mayor parte de los alimentos consumidos provenía de parcelas familiares privadas -esencialmente, huertos familiares con algún ganado menor-. De haber dependido toda la población soviética solo del rendimiento de las granjas estatales y colectivas, el resultado habría sido una hambruna masiva, exactamente como en Plymouth.

Este paralelismo es adecuado. Sin embargo, lo que omite la versión aceptada de la historia de Plymouth es que el rol de la “‘granja colectiva” en este pequeño drama no lo jugaron los ingenuos fanáticos puritanos buscando tener “todas las cosas en común”, sino una Corporación privada autorizada por la corona inglesa.

Y, como lo describe Curl, el sistema de parcelas privadas adoptado tras la rebelión contra los Aventureros-Mercantes tampoco se parecía mucho a las ideas modernas de pleno dominio sobre la “propiedad privada”. Suena más a las franjas de terrenos en campo abierto de Nottinghamshire: las parcelas familiares eran ad hoc, se redividían periódicamente y no estaban sujetas a herencia.

Así que la analogía adecuada de lo que casi mató a los Peregrinos no es, como dice Stossel, “Karl Marx” ni “los políticos y creadores de opinión actuales” [presumiblemente de izquierdas]. Es el señor de una feudo inglesa, o una corporación del Fortune 500.

Pero la historia, tal como sucedió en realidad, sigue siendo un testimonio de los males del estatismo y los beneficios de la cooperación voluntaria. Los Aventureros-Mercantes, al igual que las empresas de la lista Fortune 500 de hoy, eran una Corporación autorizada que dependía completamente de los beneficios y privilegios legales otorgados por el Estado.

Las condiciones de vida que intentó imponer a los colonos de Plymouth eran las mismas que los arreglos extractivos que prevalecían en un feudo inglés, reforzadas por los privilegios legales estatales poara la nobleza terrateniente. Y el nuevo sistema que con que los peregrinos lo reemplazaron, era el antiguo sistema de campos abiertos que las aldeas campesinas crearon espontáneamente, sin interferencia coercitiva, desde tiempos neolíticos.

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