The following article is translated into Spanish from the English original, written by Kevin Carson.
En un artículo reciente (Aaron Swartz y la Tozudez Irracional de la Propiedad Intelectual), Thomas Knapp, Director de Medios de C4SS, nos recuerda la pregunta que en su momento hizo John Kerry sobre la guerra de Vietnam: “¿Cómo se le pide a un hombre que sea el último en morir en nombre de un error?”. Al igual que la guerra estadounidense para apuntalar el régimen de generales colaboracionistas japoneses y terratenientes del delta de Mekong en Saigón, la guerra por la escasez artificial de las ideas estaba condenada al fracaso desde el principio. Declararle la guerra a una población entera para que deje de hacer lo que está empeñada en hacer no puede sino fracasar — incluso cuando uno se refiere a las “aldeas estratégicas” como “modelos de pago” o “jardines vallados”.
Tal como lo dice Tom, la “Guerra de la Propiedad Intelectual” es
“…una guerra de 300 años, que para todos los propósitos prácticos, terminó hace años con el triunfo de las fuerzas de la libertad y la total derrota de aquellos cuyas fortunas dependen del poder del estado para extraer rentas del uso que la gente hace de sus propios cuerpos y mentes”.
Eso es exactamente lo que es. Y la guerra ya se terminó. Tal como Tom lo afirma, las industrias de contenido propietario y sus lobistas son como los soldados japoneses atrincherados en la jungla de Indonesia veinte años después de Hiroshima, esperando aún por refuerzos. El Leviatán de la escasez artificial, el monstruoso sistema de explotación económica basado en la extracción de rentas por el uso de la información, ya está muerto. Michael Eisner, Bill Gates, Bono, Chris Dodd, Joe Biden, la RIAA y la MPAA son gusanos retorciéndose en el cadáver putrefacto.
Danah Boyd, de NYU, argumenta (en el artículo “Processing the Loss of Aaron Swartz”) que el acoso del MIT y el Departamento de Justicia estaba totalmente motivado por darle a Swartz un castigo ejemplar: “la razón por la que querían castigarlo tan duramente no era darle una lección, si no darle a entender a toda la comunidad hacker de Cambridge que los habían pwned“.
Pero esta manera de actuar es totalmente inútil. Es el modelo de pago predominante en el mundo académico el que está totalmente pwned. La “lección” de la Línea Maginot fue simple: “No lanzarse a un ataque frontal contra millardos de toneladas de hormigón armado, ametralladoras y obuses”. Y el general von Manstein aplicó esa lección muy efectivamente, esquivando el armatoste en la batalla de las Ardenas en 1940.
La “lección” del enjuiciamiento de Swartz es “no te bajes cuatro millones de archivos de JSTOR para hacer un gran pronunciamiento”. Pero mientras tanto, me imagino que los estudiantes universitarios con membresía de JSTOR se bajan discretamente una cantidad por año mayor de archivos PDF para sus amigos.
Yo soy un buen ejemplo de esto. Como intelectual independiente, no voy a pagar membresía de JSTOR. Y seguro que no voy a comprar artículos por 20 dólares o más cada uno. Las prohibiciones a las bajadas y copia de artículos académicos no difieren esencialmente de las reglas feudales que impedían a la gente ser dueña de su propio metate, para obligarlos a pagar al señor por moler el maíz en su molino. Tengo muchos amigos en la academia con privilegios en JSTOR que están dispuestos a hacerme el favor, especialmente si les dejo una propina para compensarles su tiempo y esfuerzo.
Tal como escribió una vez Corey Doctorow, la computadora es una máquina para copiar bits a costo marginal nulo, y un modelo de negocio que depende de prohibirle a la gente que copie bits está condenado al fracaso. Por eso es que la gente que acosó a Aaron Swartz hasta su muerte lo hizo no con una esperanza realista de victoria, sino debido al mismo impulso vengativo que lleva a un invasor derrotado a infligir una indignidad más al país violado en su retirada. Aaron Swartz no fue el último hombre en morir por un “error”, pero esperemos que sea la última atrocidad infligida por un agresor criminal.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 14 de enero de 2013.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.