Escrito por Tech Learning Collective. Título original: Deplatforming Parler will have consequences for which we must immediately prepare, de 26 de enero 2021. Traducido en español por Kathiana Thomas.
Dos días después del fallido golpe fascista de la extrema derecha estadounidense del 6 de enero de 2021 que dejó cinco muertos en Washington, DC, Twitter (finalmente) prohibió permanentemente en su plataforma al aspirante a dictador responsable de incitar a la multitud. Poco después, la red de medios sociales más estrechamente afiliada a los reaccionarios racistas, Parler, fue expulsada de la plataforma de alojamiento de su proveedor de nube, Amazon AWS. Esto significó el cierre de los servidores de Parler, con lo que la plataforma de medios sociales cayó con ellos, al menos temporalmente. Aunque haber sacado de la plataforma a Trump y a Parler es sin duda algo positivo a corto plazo (y debería haber ocurrido hace mucho tiempo), es probable que la mera visibilidad de estas prohibiciones de alto nivel acelere drásticamente la adopción de ciertas tecnologías de comunicación que son mucho más difíciles de cerrar de la misma manera en la que Parler fue cerrada.
Si no empezamos a prepararnos seriamente para una Internet en la que la «desplataformación» (deplatforming) digital será mucho más difícil de lo que es ahora, los movimientos pro-democracia y los activistas progresistas se encontrarán en el punto de mira de estos mismos Gigantes de la Tecnología con más frecuencia que ahora. Será mucho más difícil para la izquierda combatir las fuerzas reaccionarias incrustadas en los gobiernos neoliberales y evidenciadas por los disturbios del Capitolio de lo que ya es. Lo que una vez fue la estrategia intrínsecamente antifascista de la desplataformación, será apropiada por los poderes fácticos y utilizada para mantener su poder y suprimir la disidencia bajo el disfraz de la estabilidad y la seguridad.
Hoy en día, la desplataformación digital puede adoptar muchas formas. Un individuo puede convertirse en persona non grata y tener sus cuentas prohibidas en una o varias plataformas, como ocurrió con Trump. Los servidores de una plataforma pueden ser cerrados por la propia plataforma (en Internet, son plataformas de comienzo a fin), como ocurrió con Parler. Pero también existen muchos otros métodos. El nombre de dominio de un sitio web puede ser confiscado por las fuerzas de seguridad o revocado por el propio registrador para evitar que los visitantes conozcan la dirección IP del sitio; los ataques de denegación de servicio distribuido (o DDoS, por sus siglas en inglés) pueden saturar un sitio para que no pueda responder a las solicitudes de conexión; los censores tecnológicos pueden interceptar el tráfico de Internet destinado a un determinado destino o procedente de una fuente determinada basándose en palabras clave, direcciones u otros metadatos; o en los casos más extremos, se pueden confiscar los activos informáticos físicos de un objetivo.
De hecho, hay muchos más puntos de presión sobre los que pueden presionar las campañas de desplataformación digital de los que sus responsables suelen ser conscientes. Esto significa que el éxito o el fracaso de una determinada campaña contra un objetivo, como Parler, que utiliza infraestructuras web y de telecomunicaciones tradicionales, como Amazon AWS, es en gran medida una cuestión de destreza política, legal o social. Si se ejerce la suficiente presión contra las personas adecuadas en el momento adecuado y de la forma correcta, conseguir que un usuario o una empresa sean desplataformizados no es especialmente difícil. Sí, a los activistas casi siempre les cuesta una enorme cantidad de tiempo, energía e incluso dinero convencer a Facebook, que tiene intereses propios, de que haga lo correcto al dejar fuera de la plataforma a los grupos de odio, pero, una vez persuadidos, todo lo que tiene que hacer Facebook es pulsar un botón literal. Del mismo modo, no fue un reto técnico para Amazon apagar los servidores de Parler.
Pero, ¿y si no hubiera servidores que cerrar? Esta pregunta no es de ciencia ficción. La próxima plataforma de incitación al odio podría ser muy fácilmente una sin servidores que cerrar, dada la situación actual del software de las redes sociales, disponible libre y ampliamente hoy en día.
Mientras que la mayoría de las personas que utilizan Internet pasan todo su tiempo en línea utilizando sitios web «centralizados» como Facebook, Twitter o, hasta hace poco, Parler, que son vulnerables a cualquier número de presiones sobre la disponibilidad del contenido que albergan, desde hace un tiempo que existen redes alternativas que se construyen de maneras totalmente diferentes. Estas alternativas «descentralizadas» son mucho, mucho más difíciles de derribar. Algunas de estas alternativas existen desde hace mucho más tiempo que los populares servicios centralizados.
Por ejemplo, FreeNet, una autodenominada «plataforma peer-to-peer para la comunicación resistente a la censura», se ha desarrollado de forma activa y continua desde marzo de 2000, lo que la convierte en uno de los servicios P2P más antiguos de Internet. Es incluso anterior a BitTorrent, la tecnología más famosa por ser el protocolo de intercambio de archivos preferido por los «piratas» de Internet y la perdición de los titulares de derechos de autor de música y películas durante décadas. Dado que el lugar donde un usuario de BitTorrent obtiene los datos que busca son otros usuarios, no un servidor centralizado, «desplataformar» un torrent no es tan fácil como apagar un solo sistema informático. En su lugar, todos los sistemas informáticos que comparten un determinado archivo (lo que BitTorrent denomina «enjambre») deben desconectarse tanto entre sí como de cualquier otro par interesado. Además, si cualquier nuevo usuario obtiene y comienza a compartir esos mismos datos a través de BitTorrent, ese usuario se convierte en una nueva «semilla» capaz de volver a proliferar ese mismo contenido a través de la red.
En la década de 2000, era difícil utilizar BitTorrent para otra cosa que no fuera «compartir archivos», pero mucho ha cambiado desde entonces. Hoy en día, una herramienta llamada ZeroNet utiliza BitTorrent bajo cubierta para publicar sitios web, sustituyendo la necesidad de servidores web tradicionales como los que vende Amazon. Los sitios de ZeroNet, o «ZeroSites» como se les llama, también pueden contener contenido generado por el usuario al igual que los sitios más conocidos de la Web 2.0 como Twitter, y su distribución por defecto viene con una lista de marcadores que contienen foros y otros sitios que cuentan con una interfaz muy similar a las plataformas de medios sociales de hoy en día. Como los sitios de ZeroNet se distribuyen a través de BitTorrent, hay potencialmente tantos servidores como usuarios de una plataforma determinada en un momento dado. Buena suerte con la desplataformación digital.
Hay muchas más herramientas como éstas. Beaker Browser es un «navegador web peer-to-peer» que hace que sea simple para cualquier persona clonar y volver a compartir sitios web enteros, esta misma semanaBrave anunció el soporte para cargar sitios web alojados en un sistema de archivos distribuido llamado IPFS en lugar de los servidores HTTP tradicionales, y MaidSafe es un proyecto que combina una economía basada en criptomonedas con una red de almacenamiento de datos autónoma y descentralizada.
Por ahora, tales sistemas son relegados a la franja más alejada. Sin embargo, mientras más frecuentes y visibles lleguen a ser las acciones de desplataformación, más atractivas serán estas alternativas resistentes para quienes sean desplataformizados, indistintamente de si están la izquierda o derecha política. Eso quiere decir que necesitamos estar preparados para lidiar con la muy real posibilidad de que desplataformar fascistas como Trump, y los supremacistas blancos que migraron a Parler, no sólo sirva para expulsarlos de los espacios públicas en línea a corto plazo (algo muy bueno, por cierto), sino que a largo plazo también hará que los más comprometidos entre ellos aprendan a utilizar algunas de las mismas tecnologías resistentes a la censura que se construyeron para proteger a los disidentes, periodistas y grupos marginados de ellos en primer lugar.
Esto ya ha empezado a suceder. En 2017, después de que el neonazi James Fields Jr. asesinara a Heather Heyer en Charlottesville, el sitio supremacista blanco de Stormfront fue sacado de línea después de que su registrador de dominios revocara su registro de dominio. Pero no pasó mucho tiempo para que el sitio reapareciera en la web oscura con un «dominio onion», eludiendo la necesidad de un registro de dominio mediante el uso de una característica de la red Tor llamada «Onion services». Esta es exactamente la misma función que utilizan las líneas de información anónima en online de las mejores salas de redacción, incluidas las del New York Times, The Guardian y The Intercept; dicha función es habilitada por un software como SecureDrop. Nosotros, en Tech Learning Collective, tenemos nuestro propio sitio en la Dark Web con nuestro propio dominio Onion, que mantenemos específicamente para hacer posible que aquellos que comparten nuestra política anarquista y autonomista puedan navegar por nuestro sitio de forma más privada. No estamos abogando por la eliminación de esta capacidad. Todo lo contrario.
El problema no es la disponibilidad de tecnología resistente a la censura —que es algo bueno en general— sino el nivel de competencia técnica de los fascistas en relación con los antifascistas. A medida que las tecnologías de los medios sociales sigan evolucionando, serán cada vez más difíciles de vigilar, lo cual es digno de aplauso. Pero esa realidad conlleva una profunda responsabilidad para aquellos de nosotros cuyas acciones se guían por principios éticos humanos, de dominar la máxima competencia con esas herramientas a nivel de implementación técnica, de comprender su impacto social a nivel de gobernanza, y de encarnar los ideales de nuestros principios a nivel de nuestras interacciones interpersonales. En pocas palabras, no debemos dejar que los fascistas se nos adelanten en este sentido.
Un futuro en el que la mayoría de los activistas de izquierdas están (todavía) en Twitter, mientras que la mayoría de los cultistas de la derecha de Trump están utilizando las tecnologías P2P de última generación, pone a la izquierda, y sólo a la izquierda, a merced del establishment centrista neoliberal, mientras que al mismo tiempo es incapaz de frenar la desinformación desquiciada que alimenta a los fascistas. Esa no es una posición desde la que podamos organizarnos eficazmente contra ninguno de los dos.
El hecho es que cuanto más lejos estemos del centro en cualquier eje político, más importante es que adoptemos herramientas tecnológicamente más resistentes. Esto significa comprometerse a conocer y utilizar seriamente los medios sociales descentralizados, las redes de anonimato y los mensajeros cifrados. Para ello, tendremos que cambiar algunos de nuestros hábitos y dedicar tiempo a practicar el uso de algunas herramientas nuevas. Afortunadamente, esa tarea merece la pena.
No podemos contentarnos solamente con sacar racistas de las plataformas sin aumentar también nuestras propias competencias en materia de telecomunicaciones. Hacerlo puede ayudarnos a ganar la batalla en Twitter hoy, pero seguramente nos costará la guerra que ellos empezarán mañana.