Kevin Carson. Artículo original: How NOT to Argue Against the Existence of Monopoly, de 3 de agosto 2021. Traducido al español por Antonio J. Ferrer.
Liz Wolfe parece haber reemplazado, en las últimas semanas, a Elizabeth Nolan Brown como la apologista en jefe de las plataformas tecnológicas en Reason. En su artículo más reciente sobre el tema “Google CEO Sundar Pichai Is Right: Companies That Dominate Today May Be Gone Tomorrow” (del 26 de julio) su argumento parece ser en líneas generales bastante simple “Los críticos actuales de las Big Tech olvidan que las compañías con gran cuota de mercado van y vienen…El gran impulso antimonopolio de los 2020s se basa en la extraña suposición de que ese tipo de creación destructiva no se dará, a pesar de que el registro histórico muestra exactamente lo contrario.”
A duras penas se limita esto a las páginas de Reason, claro está. Recientemente he visto a varios libertarios en redes sociales burlándose de Warren por tuitear que Facebook era un monopolio (estaba usando Twitter para quejarse de Facebook — ¿Entienden?). Aparte de su supuesta auto refutación al usar una plataforma en lo que es esencialmente un mercado de dos plataformas para criticar a la otra plataforma por su poder monopolístico, ignoró el hecho de que Facebook suplantó a MySpace y así sucesivamente.
El aspecto en que fracasan éstos argumentos es que no comprenden que es la estructura del mercado en un momento dado lo que determina el poder monopolístico, no el hecho de que una firma gigante reemplace a otra periódicamente en un mercado que mantiene la misma estructura a lo largo del tiempo. No es que los críticos se “olviden” de que las firmas gigantes van y vienen, sino que esto no es relevante para la existencia del poder monopólico.
Lo que realmente importa es que, si bien Facebook o Twitter podrían eventualmente ser reemplazados por otros gigantes de las redes sociales, el punto de inflexión solo se alcanzará cuando tengan una comunidad de usuarios por el orden de los cientos de millones que ofrezca suficientes efectos de red para provocar la migración masiva de una plataforma a la otra. Y es necesariamente consecuencia del tamaño de la comunidad de usuarios requerido para tales efectos de red (al menos cientos de millones) que la gran mayoría del mercado de las redes sociales en cualquier momento dado será controlada por solo un par de plataformas.
Otro punto importante es que ésta estructura de mercado es el resultado de un régimen legal proteccionista — régimen legal que ni Wolfe ni Brown se han preocupado de mencionar en sus piezas rosas sobre el pobre sr. Zuckerberg vs La Democracia del Dólar — que hace necesario el lograr esos efectos de red para volverse un jugador de peso en el mercado.
Específicamente, estas leyes proteccionistas funcionan como barreras de entrada que requieren un tamaño mínimo muy grande para siquiera entrar en el campo de los jugadores de peso. Alcanzan esto haciendo imposible que los jugadores pequeños puedan expandirse sobre una base granular o modular y así erosionar la cuota de mercado de los incumbentes. Para ver como terminan los intentos de hacer tal cosa, solo se necesita ver el caso de Mastodon y ejemplos similares en el Fediverso. A pesar de que varias olas de gente dejaron (además haciendo mucho ruido) Twitter para migrar al Fediverso en respuesta al más reciente ejemplo de torpe administración por parte de Jack Dorsey y exhortando a otros usuarios a hacer lo mismo, el número total de usuarios del Fediverso llegó a ser el 2% de los de Twitter en su mejor momento. Mastodon y otras instancias del Fediverso son un pequeño y extraño nicho en el mercado y nunca serán otra cosa mientras que la base legal para el poderío de mercado de Twitter se mantenga. Yo mismo abrí una cuenta en Octodon.social pero rara vez la uso porque 1) La mayoría de mis amigos de Twitter no están ahí 2) No voy a abandonar a mis amigos más cercanos de Twitter migrando por completo al Fediverso y 3) No puedo dedicar el mismo tiempo y atención a otra plataforma más a la vez que mantengo mi compromiso con las que ya uso. En otras palabras, nos encontramos de nuevo con los efectos de red.
Sigo haciendo referencia al poder monopólico legal de Facebook y Twitter, pero ¿A qué me refiero específicamente? ¿Qué significa todo esto? La cosa más importante que este régimen proteccionista prohíbe es lo que Cory Doctorow llama la interoperabilidad adversaria. Es decir, previene que la gente genere sus propias instancias independientes y manejadas por los usuarios tomando como base las plataformas de Twitter o Facebook, importando sus listas de contactos y publicando cosas en varias plataformas de forma simultánea — Todo esto sin permiso de Facebook o Twitter. Como explica Doctorow,
las alternativas de Facebook como Diaspora podrían usar las contraseñas y accesos de sus usuarios para reenviar los mensajes de Facebook que les habían sido enviados por el servicio y permitirles a estos usuarios responder a éstos desde Diaspora sin ser espiados por Facebook.
Los usuarios de Mastodon podrían leer y publicar cosas en Twitter sin siquiera tocar sus servidores. Cientos o miles de servicios podrían surgir que permitiesen a los usuarios distintas opciones para bloquear el acoso y traer a la luz las contribuciones interesantes de otros usuarios —tanto de los usuarios de las plataformas de redes sociales incumbentes como los de nuevas alternativas.
Bajo el actual régimen legal, donde todo esto está prohibido, la barrera de entrada que representa los efectos de red significa que o se es una plataforma gigante o se sale del mercado. Así que sin importar cuántas veces un puñado de compañías gigantes reemplacen a otras, el mercado seguirá dominado por la misma cantidad reducida de plataformas con suficiente tamaño para lograr efectos de red. Pero la interoperabilidad adversaria desaparece completamente la necesidad de tales efectos de red — permite que la gente migre a nuevas instancias con reglas de gobernanza e interfaces más de su agrado a la vez que mantienen las conexiones que ya tienen en Facebook o Twitter.
Facebook y Twitter se convierten en Meta-Facebook y Meta-Twitter, solo infraestructuras o plataformas para albergar cientas o miles de instancias separadas y autónomas; los efectos de red de Facebook y Twitter se convierten entonces en el equivalente de las vacas dejadas en el hueso por las pirañas. Potencialmente podría ocurrir algo similar con un Meta- Amazon al que se conectasen vendedores independientes, un Meta-Uber utilizado como plataforma para cooperativas de transporte, etc. Es como convertir un supercentro de Walmart en un sitio para hospedar un basar de mil establecimientos, mientras que Walmart mantiene control únicamente del alumbrado, el aire acondicionado y los servicios de limpieza.
Pero esto es ilegal. Tenemos un régimen legal que requiere que tengas suficiente capital y suficientes recursos para tener los mismos efectos de red que Zuckerberg o Dorsey antes de que puedas reemplazarlos. Aquí hay algunas de esas leyes específicas (tomadas de Doctorow):
La CFAA es nominalmente un estatuto anti-intrusión computacional, que criminaliza la “autorización excesiva” en una computadora que no te pertenece. Incluso cuando fue aprobada hace más de 40 años, académicos y otras personas tecnológicamente competentes advirtieron que esto estaba definido de forma demasiado vaga, y que algún día podría usarse para penalizar actividades normales involucrando computadoras de nuestra propiedad, porque las computadoras tendrían que conectarse con un servidor para completar su tarea, y el dueño del servidor podría utilizar “acuerdos de usuarios” y “términos de servicio” onerosos para definir nuestra autorización.
40 años más tarde, estos miedos han sido vindicados: La CFAA es usada para amenazar, intimidar, demandar e incluso encarcelar a personas involucradas en actividades que bajo cualquier otro aspecto son perfectamente legales, meramente porque han violado algún término de uso en el camino. La metástasis de los términos de servicio como decadentes novelas de charlatanería legal impenetrable ha creado un mundo donde cualquier cosa que se haga para frustrar las ambiciones comerciales de los monopolistas digitales es en potencia una ofensa criminal.
Y entonces entra la sección 1201 del Acta de Derechos de Autor Digital Millenium de 1998, una legislación de la era Clinton que crea una felonía por “Pasarse por alto los medios efectivos de control de acceso” (Es decir, Digital Rights Management) para obras protegidas por derechos de autor.
En conjunto, la CFAA y la DMCA le han dado a los negocios digitales acceso a una doctrina legal oscura que nunca fue escrita por el Congreso pero es regularmente ejecutada por las cortes: la felonía de desprecio al modelo de negocios.
Uber y Lyft tienen extensos términos de servicios que delinean una serie de reglas bajo las cuales se te permite comunicarte con los servidores de Uber y Lyft. Estos términos de servicios prohíben el uso de servidores para localizar conductores con cualquier intención distinta de reservar una carrera. Ciertamente no te permiten localizar a un conductor y entonces cancelar la carrera y reservar con una app cooperativa.
Y las aplicaciones de Uber y Lyft están encriptadas en tus teléfonos, para hacerles ingeniería inversa tendrías que desencriptarlas (probablemente capturando una imagen del código desencriptado mientras corre el programa en un teléfono virtual simulado en una computadora de escritorio). Desencriptar una aplicación sin permiso es “Pasarse por alto los medios efectivos de control de acceso” para una obra protegida (esta aplicación está hecha de código protegido).
Ahora, consideremos otro argumento, que la existencia de Twitter de alguna forma prueba que Facebook no tiene poder monopólico. Bueno, técnicamente sí; como dice Lionel Hutz, es el mejor tipo de afirmación correcta— técnicamente correcta. Lo que tienen Facebook y Twitter es poder oligopólico. Esto es, sin embargo, una distinción sin mucha diferencia. La relación de poder entre las corporaciones y los consumidores es en todo caso muy similar.
Tanto en mercados monopólicos como oligopólicos, las empresas tienen poder de imponer precios en vez de ser precio-aceptantes. En un mercado oligopólico esto suele tomar la forma de un sistema de “líder de precios” en la que las otras empresas siguen la pauta marcada por la empresa dominante al colocar sus precios. Y las firmas en un mercado oligopólico tienen bastante licencia para limitar la competencia en tanto a modelos de negocios, diseño de productos y otros aspectos, así como para dosificar cuidadosamente las mejoras. ¿Recuerdan aquel acuerdo de caballeros entre las Tres Grandes compañías automovilísticas hace 60 años de no introducir una serie de innovaciones de producto hasta que las tres estuviesen listas para hacerlo?
Desde luego, el caso de las redes sociales es algo distinto ya que su uso es gratuito — tus ojos son su fuente de ingresos. Pero la restricción a la competencia en términos de calidad y modelos de negocios es igual que en cualquier otro mercado oligopólico. Facebook y Twitter son considerablemente arbitrarios y autoritarios, y usualmente introducen cambios en su interfaz de usuarios que no tienen conexión alguna con lo que la mayoría de usuarios quiere. El diseño y la gobernanza de Facebook son horripilantes porque los usuarios no tienen otro sitio a donde ir excepto a Twitter y viceversa.
Así que Elizabeth Warren tenía razón, Facebook es un monopolio con un poder que no es transparente para con sus usuarios, y utiliza ese poder en estrecha relación con el Estado. Y no son los críticos de las Big Tech, sino Liz Wolfe, quienes no entienden el tema.
Por supuesto, el método propuesto por Warren para romper el poder monopólico de Facebook y Twitter está completamente equivocado. Al estilo típico de un progresista a la antigua, ve la economía corporativa a través de la óptica de la producción masiva del siglo 20 y quiere romper Facebook como se hizo con Standard Oil. Pero el poder de Facebook efectivamente necesita ser roto y la manera de hacerlo no es aprobando más legislaciones, sino eliminando aquellas ya existentes que evitan que lo hagamos— o tal vez desarrollando los medios tecnológicos para eludir las actuales legislaciones sin ser atrapado.