The following article is translated into Spanish from the English original, written by Kevin Carson.
Confieso que mi primera reacción a la noticia de la muerte de Margaret Thatcher fue echar un bostezo. Después de todo, había pasado mucho tiempo desde que le hubiese hecho algo a cualquier persona, para bien o para mal. Pero después de presenciar el triste espectáculo de ancianos reaccionarios en el Instituto Adam Smith y la Fundación Heritage que sueñan con meterse dentro del ataúd de Thatcher para ser enterrados vivos con ella, y de la gente de Mother Jones que deberían saber de lo que están hablando al referirse a sus políticas como “extremismo de libre mercado,” pues me siento obligado a escribir algo.
Como prueba de que Thatcher “trajo la libertad económica a Gran Bretaña” (Reason, 8 de abril de 2013), Ira Stoll menciona su privatización de las industrias estatales, la reducción de la tasa impositiva máxima, y el aumento del impuesto al valor agregado que “desplazó la carga fiscal al consumo en lugar de los ingresos “.
Jim DeMint de la Fundación Heritage, alaba a Thatcher no sólo por su asalto al Gran Gobierno (“DeMint on Lady Thatcher, Freedom’s Champion”, 8 de abril de 2013), sino por ser socio firme de Estados Unidos en la lucha por la propagación mundial de la libertad.
Larry Kudlow – el ridículo gurú económico de CNBC que probablemente no se quita los zapatos de vestir ni los calcetines con liga nisiquera cuando se pone íntimo con su esposa – dijo que la “‘Libertad’ fue siempre su santo y seña” (“Thatcher, Freedom and Free Markets”, 8 de abril de 2013).
Bueno, hasta aquí la publicidad. ¿Cuál es la realidad?
“La libre empresa” y la “responsabilidad individual” están tan lejos de toda relación al capitalismo neoliberal, que no me cuesta imaginar una enorme obra arquitectónicas totalitaria en Londres, ciudad principal de Pista de Aterrizaje 1, con “Ministerio de Libre Empresa y Responsabilidad Individual” escrito en su fachada con letras de 10 pisos de altura.
La revolución neoliberal resultó en poca o ninguna reducción general en el tamaño del gobierno. El neoliberalismo es sólo otra forma de intervención del Estado capitalista, con acumulación de capital “privado” a expensas del contribuyente. A pesar de toda la retórica en contra del gran estado, el neoliberalismo necesita mantener en la práctica niveles masivos de gasto público para comprar el exceso de producción de la economía corporativa y utilizar el exceso de capacidad. Para las élites que llevaron a cabo la revolución, Thatcher fue sólo un tonto útil, una manera de empaquetar su agenda estatista en el sano imaginario del liberalismo decimonónico.
La inocua frase “desplazamiento de la carga fiscal de los ingresos al consumo” cubre una multitud de pecados libertarios. A pesar de que ella bajó la tasa impositiva máxima del 83% al 60%, redujo la tasa básica sólo del 33% al 30% – y eliminó del todo la tasa base del 25% para las clases bajas. Ella casi duplicó el IVA del 8% al 15%, e hizo que el regresivo regresivo impuesto de capitación se convirtiera en la principal fuente de ingresos para los gobiernos locales. Así que lo que en realidad hizo no fue tanto reducir la carga fiscal, sino trasladarla de la rentabilidad sobre el capital y la riqueza acumulada a los rendimientos del trabajo.
¿Y qué hay con la alabada “privatización” que Maggie hizo de las industrias estatales? Puede que la “privatización” Neoliberal de la actividad gubernamental deje una mayor parte de las funciones estatales bajo dirección nominalmente privada – pero operando dentro de una red de protecciones, ventajas y subvenciones en gran parte definidas por el Estado.
Lo mismo sucede con el resto de la mal llamada agenda del “estado mínimo”. Los recortes en gastos sociales son más que compensados por otras formas de subsidios (incluyendo “Defensa”) para sufragar los gastos de funcionamiento de la empresa corporativa. Los acuerdos comerciales neoliberales incluyen un marco legal (por ejemplo, los llamados “derechos de propiedad intelectual”) diseñados principalmente para proteger a las grandes empresas frente al mercado. La “desregulación” es en realidad re-regulación – un cambio de la actividad estatal hacia una dirección más pro-corporativa.
El odio Thatcher hacia el Gran Gobierno al parecer no se extendió al uso de dominio eminente para dar paso a las carreteras subsidiadas, como lo demuestra el asedio y la posterior demolición de Wanstonia para dar paso a su amado M11, parte de lo que llamó el “mayor programa de construcción de carreteras desde los romanos.” Pero los subsidios a la cultura del automóvil y a los costos de los grandes negocios de transporte marítimo de larga distancia, rara vez se cuentan como parte del Gran Gobierno.
Lo que la gente como Stoll quiere decir con “libertad económica” se puede ver a partir de la estúpida afirmación que la dictadura de Pinochet en Chile era malo para la libertad personal, pero “bueno para la libertad económica”.
Los que descartan la supresión forzosa de Pinochet del derecho de los trabajadores a asociarse y organizarse como irrelevante para la “libertad económica”, aunque parezca mentira, son las mismas personas que hacen de la libertad de los capitalistas para comprar, vender y poseer los medios de producción, la característica que define al “capitalismo de libre mercado. ”
La agenda de “libertad económica” de Pinochet incluía explícitamente, como componente principal, la liquidación violenta del movimiento obrero. Sus soldados visitaban fábricas y pedían a los administradores señalar activistas laborales para su posterior tortura y “desaparición”. ¿De qué clase de “libertad económica” estamos hablando cuando la policía secreta del estado aterroriza a toda la población con el fin de reducir el poder de negociación de los trabajadores, de manera que el clima de negocios sea propicio para la inversión de capital?
Que Madsen Pirie, directora del Instituto Adam Smith enfatice constante el número comparativo de “días perdidos por huelgas” antes y después de la subida de la Dama de Hierro al poder (“She was a giant among men”, 8 de abril de 2013) sugiere que comparte la idea de Pinochet sobre la “libertad económica”.
En cuanto a la defensa de Thatcher de los “valores y libertades fundamentales para nuestra forma de vida” de la que Stoll hace tanta alharaca, no hay mucho que decir. Al ser cuestionada por un reportero sobre la inutilidad de la penalización de drogas (“Incluso mi chofer fuma marihuana”), Ella respondió: “Dime quién es. Haré que lo arresten”. Al igual que su homólogo Reagan en los Estados Unidos, Thatcher inauguró un deslizamiento hacia el estatismo policial que perduró durante los próximos treinta años, así como la erosión a las limitaciones de búsqueda e incautación irrazonable y a otras garantías del procesales de derecho común, sobre las que construyeron Tony Blair y Gordon Brown.
La solidaridad de Thatcher con los Estados Unidos en “la causa global por la libertad”, como la llama DeMint, es una frase que sólo tiene sentido si se interpretan con la ayuda del Diccionario de Neolengua. Thatcher fue uno de las amigas más fieles e incansables de los torturadores, los dictadores militares y escuadrones de la muerte que el mundo haya conocido – con tal de que fuesen enemigos de la Unión Soviética y limitaran su terror a sindicalistas y activistas de reforma agraria.
En resumen, como defensora de la “libertad económica” y cualquier otro tipo de libertad, y como promotora de la “libre empresa” y la “responsabilidad individual”, Margaret Thatcher fue un fraude total y absoluto. Y la psicótica adulación de sus seguidores de culto es nada menos que repugnante.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 9 de abril de 2013.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.