The following article is translated into Spanish from the English original, written by David D’Amato.
En su cobertura de la segunda vuelta de la elecci√≥n presidencial en Chipre, el Wall Street Journal resalta la jaqueca para los funcionarios europeos e internacionales ocasionada por la crisis financiera de la isla-nación.
El sórdido mundo de los rescates bancarios y la explosión de la deuda gubernamental no son nada nuevo para las primeras planas de los diarios. Desde el 2008 nos hemos acostumbrado a imaginarnos a un montón de banqueros, políticos y burócratas internacionales sentados en mesas redondas, supuestamente navegando economías entereas entre Escila y Caribdis.
La relación entre el crecimiento desbocado de la deuda gubernamental y la plutocracia corporativa es malentendida por la mayoría de los analistas tradicionales, cegados por la aceptación del mito de que el estado y las grandes empresas tienen intereses fundamentalmente encontrados. Una de las bases sobre las que descansa ese mito es el axioma según el cual el gobierno es venevolente, pero torpe e ineficiente, mientras que las poderosas corporaciones son metódicas, racionales y eficientes, a pesar de ser rapaces.
Entre las fallas que tiene esta forma de ver las cosas, una de las más importantes es que abstrae al estado de lo que son sus propias motivaciones e influencias básicas, en contraste con el análisis basado en el interés propio al que sometemos a otros individuos e instituciones. Como resultado, la mayoría de nuestros políticos, burócratas e intelectuales públicos — tanto en el sector “privado” como en el “público”, tanto consciente como inconscientemente — tienen una idea equivocada sobre el rol que la deuda gubernamental juega en los sistemas económicos de clase.
En Chipre, al igual que en el resto del mundo, la porción de deuda gubernamental atribuible a los programas de bienestar social para los indigentes, ancianos, descapacitados, etc. es muchísimo menor que la deuda contraída para financiar el gasto militar y los subsidios, rescates y planes de estímulo que favorecen a los grandes negocios con fuertes conexiones políticas.
Los activos de los bancos chipriotas, que requerirían hoy en día aproximadamente 20 millardos de dólares para su rescate, equivalen a más de 800% del PIB del país. Y como para terminar de dejar claro el carácter perverso e incestuoso de la relación entre el estado chipriota y sus bancos, éstos tienen en sus carteras más del 90 por ciento del importe total de la deuda gubernamental.
Si los políticos chipriotas optan por tomar prestado el dinero del Fondo Monetario Internacional y el fondo de rescates de la Unión Europea, la deuda gubernamental pasaría del 140% del PIB. Dadas las muy concretas conexiones entre los bancos comerciales y el estado formal, es razonable considerar a los unos como extensiones de facto del otro, y consecuentemente considerar al estado como el sirviente de la clase regente. Pero la substancia fundamental de este arreglo es la misma independientemente de como decidamos caracterizarlo.
Cuando se imponen duras medidas de austeridad como resultado de los problemas de deuda de los gobiernos, la mayor parte del impacto cae sobre los hombros de la gente común y corriente, y nunca sobre los grandes bancos, que son los verdaderos parásitos succionadores de fondos de bienestar.
Los funcionarios estatales, manejados como marionetas por plutócratas ricos e influyentes, deciden como gastar el motín estatal (el cual es a final de cuentas saqueado de los bolsillos de la gente trabajadora), y cuando las cosas parecen estar yendo bien, se llevan el crédito, trompeteando la genialidad de su bacanal de gastos.
Pero cuando la crisis y el desastre inevitablemente caen sobre las economías adulteradas y corporatistas, siempre se pretende que sea el pueblo el que le saque las papas del fuego a los políticos y sus patrones corporativos. Como siempre, los beneficiarios de la estafa estatal-corporativa son unos pocos, mientras que los costos se dispersan en el resto de la sociedad.
La competencia libre y abierta es la única alternativa sólida al sistema capitalista de privilegios que está desolando a la economía mundial. La situación de Chipre es representativa de ese sistema. Solo liberándonos y liberando nuestras relaciones económicas de las garras de la autoridad política — en otras palabras, del estado en sí mismo — podremos tener la estabilidad y equidad que los “líderes” políticos y corporativos siempre prometen, pero nunca proveen.
Artículo original publicado por David D’Amato el 25 de febrero de 2013.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.