La Plata, Argentina: Entre la Muerte y la Destrucción, Esperanza

The following article is translated into English from the Spanish original, written by Carlos Clemente.

Mientras la catástrofe causada por las lluvias torrenciales que esta semana inundaron a las ciudades de Buenos Aires y La Plata en Argentina se desarrollaba, las rivalidades políticas dieron lugar, como siempre, a intentos desvergonzados de sacarle algún rédito político a la situación.

Debido a que Buenos Aires fue la primera de las dos ciudades en caer en el caos, sufrir destrozos materiales importantes y 6 víctimas fatales, los que apoyan a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se lanzaron al ataque inmediatamente, criticando duramente a Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y archienemigo político de la presidenta, resaltando la lenta respuesta de la policía, los bomberos y la defensa civil de la ciudad.

El hecho de que Buenos Aires ya había sufrido inundaciones similares en octubre del año pasado dejó claro que desde entonces no hubo mucho progreso en términos de trabajo preventivo infraestructural en la ciudad. Y para colmo, Macri estaba de vacaciones en el exterior cuando comenzaron ambos episodios, lo que reforzó su imagen elitista hasta el punto que algunos lo llegaron a comparar con George W. Bush, que tuvo que interrumpir sus vacaciones en su rancho de Tejas cuando el huracán Katrina chocó en el 2005 contra la costa del golfo en Estados Unidos.

Pero justo cuando todo parecía indicar que la Madre Naturaleza le había otorgado una victoria política como caída del cielo a la casa rosada, y tan solo 12 horas después de la primera tormenta, se desató otra que durante un período de 160 minutos descargó el doble de lluvia que en Buenos Aires sobre la ciudad de La Plata, a 60 kilómetros de la capital y gobernada por el alcalde justicialista Pablo Bruera. Al momento de escribir este artículo, estaban confirmadas 51 muertes en La Plata, y miles de hogares habían sido destruidos o gravemente dañados por el agua.

Poco después de que La Plata se sumergía, se conoció la noticia de que Bruera estaba también de vacaciones en el exterior, y que además había hecho circular por la red social Twitter una foto falsa que supuestamente lo mostraba distribuyendo agua potable a las víctimas del desastre el martes, cuando en realidad llegó al país el miércoles por la mañana. Y como si se tratase de una reverberación espacio-temporal de la historia de Buenos Aires, La Plata también había sufrido inundaciones importantes durante los últimos diez años, el más reciente durante el 2008, y también bajo la administración de Bruera. Los medios también le refrescaron la memoria a la gente respecto a proyectos de infraestructura prometidos pero nunca realizados durante todos esos años, que hubiesen podido prevenir las inundaciones, y que dependían del gobierno central para su financiamiento.

El hecho de que dos políticos que supuestamente se encontraban en extremos opuestos del espectro ideológico evidenciaran niveles notablemente similares de incompetencia y cinismo, comenzaron a canalizar sutilmente la rabia popular hacia el estado en sí mismo en lugar de hacia un partido político particular. Casi podía oírse un eco sordo del ¡que se vayan todos! que estremeció al país durante la crisis financiera del 2001.

Pero más allá de que la gente haya dirigido acertadamente su furia hacia donde se encuentra la causa fundamental del problema, lo verdaderamente notable fue una erupción espontánea de solidaridad a lo largo y ancho del país, en claro contraste con la respuesta lenta y torpe a la situación por parte de los distintos gobiernos involucrados. Todo tipo de organizaciones de la sociedad civil recolectaron fondos, ropa, comida y agua potable para los platenses. Los medios no han parado de transmitir historias sobre vecinos de La Plata que arriesgaron sus vidas para rescatar niños y ancianos.

El único héroe policial fue Alejandro Fernández, de 44 años de edad, que según testigos se lanzó al agua con su bote de goma y rescató a casi 100 personas. Lo más curioso del caso es que Fernández estaba fuera de servicio; lo que lo motivó a actuar de esa manera fue un genuino sentimiento de solidaridad a sus vecinos, en lugar del seguir órdenes emanadas de superiores en una jerarquía burocrática.

Uno no puede sino sentirse esperanzado de que al cooperar directa y espontáneamente de esta manera, la gente dará un paso hacia alcanzar la conclusión más general: que si este tipo de cooperación puede lograr resultados sociales tan superiores al estado bajo las peores circunstancias, pues bien podríamos sustituirlo por aquella en todas las demás situaciones de nuestras vidas. De una vez y para siempre.

Artículo original publicado por Carlos Clemente el 08 de abril 2013.

Traducido del inglés por Carlos Clemente.

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