El capitalismo depende de la intervención estatal en el mercado para hacer cumplir derechos de propiedad artificiales, para otorgar subsidios, para levantar barreras a la entrada, y para mantener cárteles regulatorios, todo esto con el fin de que los que ostentan derechos de propiedad artificiales puedan vivir de rentas creadas por estados artificiales de escasez. Es por esto que los sectores más rentables de la economía corporativa global son aquellos cuyos modelos de negocio dependen en gran medida de subsidios gubernamentales directos, leyes draconianas de “propiedad intelectual”, o ambos: el complejo militar-industrial, la agroindustria, la biotecnología, la industria farmacéutica, software, entretenimiento y electrónica.
El Libre Mercado es Socialismo
Un mercado totalmente libre es la forma más perfecta de socialismo. La competencia que se da en un mercado genuinamente liberado imposibilita que surja el capitalismo. La libre competencia socializa los beneficios del capital, la tierra y la innovación, y hace imposible que se los acapare como fuentes de renta.
Frecuentemente se plantea la pregunta de si las nuevas tecnologías pueden ser motores de crecimiento económico. Los escépticos señalan al crash de las empresas puntocom como evidencia en contra de dicha premisa. Pero desde el punto de vista del consumidor y del pequeño productor, los verdaderos beneficios surgen después del colapso de las burbujas. El abaratamiento de una nueva teconología en cuanto a requerimientos de inversión de capital y su concomitante ubicuidad es lo que imposibilita mantener barreras de entrada o beneficios debido a la explosión competitiva que baja los costos a cero. Es cuando los nuevos desarrollos se hacen ubicuos y gratuitos que ocurren los mayores beneficios sociales.
Por ejemplo, la Web 1.0 y la burbuja puntocom ocurrieron bajo la sombra de la visión de la “Superautopista de la Información”: Un sistema glorificado de televisión por cable con contenido propietario vía streaming y páginas web institucionales llenas de copy corporativo-guebernamental. El colapso de las puntocom mató ésta descabellada visión (aunque Apple está tratando de reanimar partes de su cadáver). Los trabajadores que se quedaron sin empleo después del crash puntocom crearon la Web 2.0, transformándola en un medio que la gente común usa para formar redes horizontales y combatir el poder de organizaciones gigantescas.
En la novela Makers de Corey Doctorow, empresas de producción masiva en decadencia comienzan a invertir su capital excedente (que no pueden invertir en ninguna otra acitividad) en pequeñas empresas manufactureras de garaje. Las primeras empresas de éste tipo obtienen enormes tasas de retorno sobre el capital invertido, pero sus costos de desembolso de capital son (más aún debido a muy baratas herramientas de control numérico computarizado) demasiado pequeños para absorber más que una pequeña fracción del capital disponible. La nueva tecnología es adoptada tan rápido dada la inexistencia de barreras a la entrada, que la primera ola de rentabilidad empresarial colapsa. Pero después del colapso, todas y cada una de las favelas que emergen en los centros comerciales abandonados de Estados Unidos tiene sus propias microfábricas, produciendo enormes cantidades de bienes de consumo y equipos médicos.
La competencia de mercado desencadenada socializa los beneficios de la innovación técnica haciendo que una proporción creciente de los bienes de consumo se convierta en “demasiado barato para ser medible”, en contraste con modelos de negocio propietarios que acaparan la innovación como fuente de rentas.
La belleza de las nuevas tecnologías digitales es que son imposibles de acaparar, haciendo que mecanismos tradicionales de extracción de rentas como las patentes y los derechos de autor sean imposibles de exigir.
El Estatismo es Explotación
Aunque comúnmente se identifica al socialismo con la propiedad estatal o el control central de la economía, dichas formas de organización nunca resultan en socialismo, sino en una nueva forma de explotación de clase. George Orwell, bajo el seudónimo de “Emanuel Goldstein”, escribió acerca de la eterna batalla entre los Altos, los Medios y los Bajos. El patrón típico de una revolución era que los Medios luchaban contra los Altos por el control del estado, ganando a los Bajos a su causa bajo un slogan popular. Una vez que lograban el control del estado, los Medios se convertían en los nuevos Altos y terminaban oprimiendo, una vez más, a los Bajos.
Ésto es inevitable, siempre que la meta de un movimiento de justicia sea la captura del estado. El estado, por su propia naturaleza, no es susceptible de ser controlado por una mayoría. Es una máquina que sólo puede ser controlada por una minoría. La Ley de Hierro de la Oligarquía garantiza que éste inevitablemente se convierta en un instrumento de explotación para la clase que lo controla.
La única manera de alcanzar la justicia económica es enfocar nuestros esfuerzos en construir un tipo diferente de sociedad fuera del estado.
La verdadera importancia del movimiento de Ocupación no es su efectividad en presionar al 1% o a su estado para que implemente cambio alguno, sino su efectividad en hacer que el 99% veamos nuestra fortaleza y nos demos cuenta de que nosotros mismos somos una sociedad entera. Nosotros somos los productores, y no necesitamos al 1%; es el 1% el que se moriría de hambre sin nosotros. Y el decreciente costo de las nuevas tecnologías de producción implica que sus preciadas tierras y capitales se vayan haciendo cada vez más superfluos.
Aquellos involucrados en desarrollar las tecnologías auto-organizadas de producción de bajo costo (el movimiento de software gratuito, los movimientos de micromanufactura y permacultura, etc) deben llevar a cabo un esfuerzo educativo acerca de cuantos aspectos de la subsistencia pueden proveerse con herramientas asequibles a la gente común, o a través de intercambio con otra gente trabajadora.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 31 de octubre de 2011.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.