The following article is translated into Spanish from the English original, written by Jason Lee Byas.
El oleoducto Keystone XL ha inspirado una buena cantidad de controversia. Sin embargo, la controversia debería ser nula para los que estamos a favor de los mercados liberados. Cualquiera que se considere un libertario debería oponerse a su construcción enfática y definitivamente.
Sin embargo, la revista libertaria estadounidense Reason publicó un video en el que se detallan “tres razones para construir el oleoducto”. El editor Nick Gillespie nos explica que, “1. El petróleo no se va a quedar enterrado bajo tierra para siempre… 2. El oleoducto no es un desastre ecológico en potencia… 3. El oleoducto es bueno para la economía”.
Aunque sea tan solo en aras del argumento, concedamos los tres puntos anteriores. Aún así, los libertarios deberíamos oponernos a la construcción del oleoducto, porque los libertarios valoramos los derechos de propiedad — y el oleoducto tal como está concebido es un gigantesco monumento a la manera en que el gobierno viola los derechos de propiedad de la gente de común y corriente.
Desde que comenzó a planificar la construcción de Keystone XL, TransCanada Corporation ha utilizado doctrinas de dominio eminente para robarse más de cien terrenos solamente en el estado de Texas . Y si se le da la luz verde, el oleoducto correrá por la llanura como bandido en en el mejor estilo de película western.
Por supuesto, la empresa en principio ofrece a aquellos que están contentos viviendo donde viven la oportunidad de negociar su evacuación. Pero cuando eso no dé el resultado esperado, los dueños de las tierras recibirán cartas como la que recibió Julia Trigg Crawford, diciendo que “Si Keystone no puede negociar exitosamente la adquisición voluntaria de las servidumbres necesarias, tendrá que recurrir al ejercicio de su derecho estatutario de dominio eminente”.
Tal como una vez lo señaló Lysander Spooner, al menos el ladrón de carretera “no pretende tener ningún derecho legítimo” sobre la propiedad de su víctima.
Si uno se encontrase en la situación de los Crawford, cualquier desviación de la oferta final lo llevaría a no oír nada de TransCanada hasta que su tierra esté condenada. A medida que se corre la voz, los dueños de las tierras se sienten amenazados. Y se resignan a aceptar cualquier migaja que les tiren a cambio de sus tierras, antes de que se las arrebaten.
Incluso cuando no se usan directamente las doctrinas de dominio eminente, es difícil caracterizar la transacción como “voluntaria”. Y esta manera de actuar se vuelve aún más turbia cuando consideramos que se están llevando por delante la soberanía tribal para construir sobre cementerios indígenas, como los de la Nación Sac y Fox. Aparentemente ni siquiera la muerte puede salvar a los Sac y Fox de los colonizadores dispuestos a destruir sus hogares.
¿Por qué nos pide Gillespie que aceptemos este descarado robo, intimidación y dominación de los dueños de las tierras por parte de las élites corporativas y sus títeres políticos? Porque “el oleoducto es bueno para la economía”.
En otras palabras, exactamente el mismo razonamiento que le permitió a la ciudad de New London robarle su casa a Susette Kelo en el 2005. Para ese entonces, el co-editor de Gillespie, Matt Welch, denunció acertadamente la defensa de esa usurpación que hizo el New York Times como un enfoque “crudamente anti populista en el que el fin justifica a los medios”.
Al menos que Gillespie y otros libertarios que apoyan la construcción del oleoducto estén dispuestos a disentir con Welch y defender el dictamen Kelo, deberían revisar su posición sobre Keystone. Obviamente, los derechos de propiedad de los Crawford, los de la Nación Sac y Fox y los de las otras víctimas de TransCanada son tan sacrosantos como los de Kelo.
Un libertario que apoye el oleoducto pueda que responda que no apoya las doctrinas de dominio eminente, sino que simplemente apoya la construcción del oleoducto. Pero eso es imposible. El oleoducto de TransCanada es inseparable de las acciones criminales que conlleva su construcción.
Cualquiera sean las justificaciones para un oleoducto hipotético que se construya bajo condiciones pacíficas, éstas no justifican el oleoducto de la vida real. Al menos no lo justifican más que un argumento similar que podría hacerse a favor de la construcción de un estacionamiento que requiriese la demolición de la casa de Nick Gillespie.
El calificativo de “libertario” pierde su significado si no implica la defensa de la justicia. No puede, ni debe, significar la legitimación del feudalismo siempre que éste “sea bueno para la economía”.
Artículo original publicado por Jason Lee Byas el 23 de febrero de 2013.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.