La energía renovable no existe bajo el capitalismo

De pinnsvin buollit áidi. Artículo original: Renewable Energy Doesn’t Exist Under Capitalism, de 11 de marzo de 2023. Traducido al español por Camila Figueroa.

– Si el deseo configura las infraestructuras energéticas, ¿cómo construir una libido no extractiva?

“Pues lo que le ocurre a quien no quiere reconocer que la economía política es libidinal, es que reproduce en otros términos la misma fantasía de una región externalizada donde el deseo estaría al abrigo de toda transcripción traicionera en la producción, el trabajo y la ley del valor.” – Mark Fisher, El deseo postcapitalista.

La energía renovable no existe. A la escala industrial a la que se construye y mantiene continuamente la infraestructura energética para abastecer los deseos energéticos del Norte Global, la energía renovable no es realmente renovable. Las turbinas eólicas, los paneles solares y los paquetes de baterías que actualmente llamamos tecnologías renovables se componen de materiales no renovables como el litio, el cobalto, el cobre, el níquel y el agua[1]. Sin embargo, la expresión “energía renovable” proporciona a los tecnócratas, a los responsables políticos y a los capitalistas financieros el argumento perfecto para que se les permita seguir explotando y matando personas, destruyendo ecologías, ocupando y desestabilizando otros países y utilizando lo que queda del agua del mundo. Sirve a quienes se benefician actualmente de la violencia del capitalismo racial para sustituir la historia del carbón “sucio” por la historia de la energía “limpia”, todo ello mientras hacen todo lo que hacían antes, a veces a una escala intensificada y con horizontes y eventos de extracción renovados. Al crear una narrativa de sustitución moral, las condiciones de poder y dominación inscritas a través del paisaje energético global permanecen intactas -y de hecho se hacen menos dignas de una investigación crítica. Los deseos energéticos del Estado se reconstruyen como hechos inevitables, en lugar de como procesos dinámicos con múltiples puntos de intervención.

En este sentido, la energía renovable es un concepto con poder narrativo. Su argumento “por el bien común” es definitivamente atractivo: es tanto un mandato ético que moviliza un esfuerzo bélico para “salvar el mundo” mediante una “batalla sin cuartel” para construir tanta infraestructura eólica, solar y nuclear como sea posible desde el punto de vista gubernamental y privado, como una oferta de un futuro tecnológico esperanzador para el ciudadano de a pie. Sin embargo, la “energía renovable” está reforzando la misma dinámica violenta que los combustibles fósiles y está promulgando relaciones coloniales nuevas o renovadas para garantizar un suministro constante de energía para las personas que ya la tienen. La carrera por extraer litio -la tecnología clave para las baterías y los coches eléctricos- ya ha provocado enormes conflictos en Chile, Bolivia y Estados Unidos por el impacto ecológico y humano del proceso de extracción. En Nevada, el proyecto “Lithium Americas” especula con miles de millones de beneficios en litio. Está trayendo a la mesa a grupos de presión de la era Trump en su lucha contra ganaderos, grupos ecologistas y miembros de las tribus Fort McDermitt Paiute y Shoshone. Como informa el NYT, se “espera que la mina utilice miles de millones de galones de preciosa agua subterránea, contaminando potencialmente parte de ella durante 300 años, mientras deja tras de sí un gigantesco montón de residuos.”

La energía “renovable” sigue dependiendo de la extracción, la violencia y el imperialismo, pero sin el estigma político de los combustibles fósiles. No basta con esperar una “transición justa” para abandonar los combustibles fósiles. Intentar satisfacer las demandas energéticas actuales y futuras simplemente sustituyendo los combustibles fósiles extractivos por combustibles no fósiles extractivos no va a transformar las condiciones de violencia en las que vivimos. Si lo que queremos decir cuando hablamos de una “transición justa” es realmente interrumpir la violencia, debemos mantener una conversación sobre lo que hará falta para interrumpir la violencia de la infraestructura energética que, bajo coacción, elegimos colectivamente en cada momento.

El mito de las energías renovables es una narrativa que presenta la transición a las energías limpias como una solución a la violencia y la explotación inherentes al actual sistema energético mundial. Esta narrativa sugiere que al reemplazar los combustibles fósiles por energía eólica, solar y otras formas de energía renovable, podemos abordar los impactos ecológicos y sociales de la producción y el consumo de energía, y avanzar hacia un futuro más justo y sostenible. Sin embargo, como han señalado Mark Fisher y otros, esta narrativa es excesivamente simplista e ignora la naturaleza compleja y dinámica de los sistemas energéticos.
Uno de los principales problemas del mito de las energías renovables es que refuerza los supuestos y las ideologías del capitalismo y no cuestiona los factores subyacentes del deseo de energía. Como sostiene Fisher, nuestro deseo de energía está moldeado por la economía libidinal del capitalismo, en la que nuestras necesidades y motivaciones psicológicas y emocionales están determinadas por el consumo constante de bienes y servicios. Esta economía libidinal promueve la idea de que nuestras necesidades energéticas son naturales, inevitables e interminables, y que la única forma de satisfacerlas es mediante la explotación continuada de recursos no renovables y la opresión de las comunidades marginadas.

Para superar las limitaciones del mito de las energías renovables, tenemos que examinar críticamente los supuestos y las ideologías que sustentan nuestro sistema energético actual, y considerar formas alternativas de pensar y abordar nuestras necesidades energéticas. Esto puede implicar explorar nuevas tecnologías y prácticas que no se basen en la explotación de recursos no renovables, y desarrollar una comprensión más matizada y global del deseo energético que tenga en cuenta la naturaleza compleja y dinámica de los sistemas energéticos. Concienciando sobre el mito de las energías renovables y sus implicaciones para el futuro, podemos empezar a imaginar y construir un mundo más justo y sostenible.

Debemos rechazar los supuestos de crecimiento capitalista y demanda incesante de energía que los ingenieros utilizan para calcular las “futuras necesidades energéticas” del Norte Global. Si las “necesidades energéticas” que se nos dice que “tenemos” -de algún modo siempre crecientes, naturales e inevitables- se utilizan para justificar la continua ocupación y extracción de valor del Sur Global, es imperativo que cuestionemos la naturaleza natural, inevitable e interminable de esta necesidad. En lugar de preguntarnos cómo satisfacer las necesidades energéticas mediante “energías renovables”, es hora de preguntar cómo desestabilizar y eliminar la «necesidad» de energía en sí misma.

¿Qué es una necesidad energética? ¿Qué es un deseo energético? El deseo energético se refiere a las motivaciones psicológicas y emocionales que subyacen a la necesidad o el deseo de energía de un individuo o una sociedad. Puede incluir el deseo de la comodidad y el confort que proporciona la energía, así como el deseo de poder y control sobre las fuentes de energía. El deseo de energía puede estar influido por ideologías capitalistas que promueven el consumo de energía y la adquisición de tecnología alimentada por energía. También puede estar influido por normas culturales y sociales que dictan el uso y consumo aceptables de la energía.

Este es un momento para hacer una verdadera pausa y decidir recuperar nuestros deseos energéticos del Estado. Dejemos de ponérselo fácil al Estado y a otros actores del poder para postular la energía renovable como un bien social. ¿Cómo sería desafiar realmente lo que nos dicen que son nuestras necesidades energéticas, y desnudar y encarnar las necesidades energéticas de nuestras propias áreas y redes de relaciones?.

Aunque mis colegas sostienen que yo debería ofrecer algún tipo de solución tecnológica a este problema, Mark Fisher tal vez argumentaría que la búsqueda de una mejor tecnología energética no aborda los factores psicológicos y emocionales subyacentes del deseo de energía y, por lo tanto, no cuestiona fundamentalmente la violencia y la explotación inherentes al actual panorama energético mundial. En su lugar, Fisher probablemente fomentaría un examen más crítico de los supuestos y las ideologías que sustentan nuestro actual sistema energético, y una reimaginación de nuestra relación con la energía que no se base en la extracción, la violencia y el imperialismo. Esto puede implicar la exploración de formas alternativas de satisfacer nuestras necesidades energéticas que no dependan del modelo industrial actual y el desarrollo de nuevas tecnologías que no se basen en la explotación de recursos no renovables y la opresión. Que, tal vez, sea realmente lo que dicen mis colegas.

Sin embargo, mi argumento se aleja un poco del solucionismo a gran escala. Se trata del deseo, del cuerpo, de saber POR QUÉ queremos todas estas soluciones tecnológicas y para qué sirven. Se trata de tener más voluntad para decidir para qué necesitamos energía, exactamente, y luego determinar cómo potenciarla entre todos.

Para mí, ser capaz de entrar en contacto con el deseo de lo contrario requiere tanto la comprensión y el reconocimiento de cada uno de nuestro propio deseo libidinal por lo que tenemos actualmente, así como la voluntad de interrumpir y detener los procesos que están alimentando las infraestructuras energéticas industriales que tenemos actualmente (es decir, la rotura de máquinas).

Como escribe Fisher, “podemos afirmar, éticamente, que [queremos] vivir en un mundo diferente, pero libidinalmente, en el nivel del deseo, [estamos] comprometidos a vivir dentro del mundo capitalista actual… ¿existe realmente el deseo de algo más allá del capitalismo?”. La libido, si es “no sólo lo que queremos sino por qué lo queremos” está causada por los objetos, en cierto sentido. Así que también debemos estar atentos a nuestros objetos.

Debemos tomarnos en serio algunas cuestiones clave a medida que nos adentramos en terrenos diferentes. ¿Hasta qué punto quiere la gente infraestructuras energéticas capitalistas? A la inversa, ¿hasta qué punto la gente quiere el postcapitalismo y sus infraestructuras potenciales?.

No estoy diciendo que tengamos que abandonar todo lo que tenemos actualmente; de hecho, eso no es posible. Podemos “empezar con, trabajar con, los placeres del capitalismo, así como sus opresiones”. Ya tenemos un terreno que complace nuestra libido. Me gusta encender las luces con un interruptor cuando llego a casa. Me gusta encender mi estufa con su adorable pomo. Me gusta cargar mi portátil en cualquier rincón de mi casa. Etcétera. En lugar de un esfuerzo reaccionario por un primitivismo precapitalista; las “atracciones libidinales del capitalismo de consumo”, sugiere Fisher, necesitan “ser enfrentadas con un contra-libidio, no simplemente con un amortiguamiento anti-libidinal”.

¿Qué es una contra-libido en el ámbito de la energía y las infraestructuras? No puede ser un encuadre moralista del deseo individual como malo, que reificaría la idea de algo fuera y puro del Capital. En su lugar, tomando en serio dónde estamos, ¿qué podemos hacer juntos?

Sabemos que no fueron simplemente los barones del ferrocarril y lo que querían, sino en realidad el deseo del proletariado industrial el que ayudó a impulsar la revolución industrial, en su “disfrute de la disolución del viejo mundo” (Fisher). Entonces, ¿en torno a qué podríamos construir la libido mientras disolvemos este mundo actual de capitalismo racial? En lugar de argumentar que deberíamos construir energía solar para “salvarnos a todos”, ¿qué pasaría si ofreciéramos algo sexy y algo con una arena política? ¿Y si esta sensualidad surgiera del lugar en el que estamos?

Me estoy imaginando unos días especulativos en los que abordamos partes de nuestras vidas energéticas como Sean Roy Parker abordó partes de nuestras vidas alimentarias con “12 razones para no volver a comprar espinacas”. ¿Cuáles son las 12 razones para no volver a comprar un coche o un iPhone que no son primitivistas ni rechazan el placer?

12 razones para no volver a comprar espinacas

Diente de león
Malva
Acedera
Pamplina
Ortiga muerta
Lengua de cordero Llantén
Mielga
Cardo marino
Saúco
Gallina gorda
Trébol
Cleavers
*

Ahora ya no necesitamos la comida para alimentar a los recolectores la gasolina para conducir la cosechadora la gasolina para conducir la furgoneta la electricidad para refrigerar la furgoneta la electricidad para iluminar el almacén la gasolina para conducir la furgoneta la gasolina para pilotar el avión la comida para alimentar a los dependientes el combustible para conducir la furgoneta la electricidad para iluminar el supermercado la electricidad para refrigerar las espinacas la comida para alimentar a los apiladores la electricidad para escanear las espinacas la gasolina para conducirlas a casa la electricidad para refrigerar las espinacas.

Todo para ver cómo se pudren

Estoy soñando con algo donde mapear la infraestructura energética que tenemos (Power Tours).¿Cómo llega la energía hasta nosotros y desde dónde? ¿En qué parte de la tierra? Más allá de eso, podemos repasar colectivamente “Un día en la vida” y averiguar qué uso de la energía es sexy en cada una de nuestras vidas. Por ejemplo, a mí me parece sexy en mi vida poder salir de casa, coger el coche e ir a donde quiera. El poder de leer libros hasta altas horas de la noche. El poder de volar para ver a un amigo leer poemas en Nueva York. La capacidad de ver vídeos de YouTube sobre fieltro.

Quiero sentarme con mis amigos, hablar de nuestros deseos energéticos, tomar decisiones y reflexionar sobre cómo van.  Quiero inventar abundancia que no tengamos que comprar. Quiero construir energía solar con mis amigos, construir micro-hidroeléctricas, calcular cuánto necesitamos y lavar la ropa sólo a mediodía. Quiero hacer el trabajo de vivir pensando en nuestros deseos energéticos.

Nota

1. El biogás y los alambiques de etanol para biodiésel pueden ser viables para pequeñas comunidades a escala no industrial y anarquista.

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