The following article is translated into Spanish from the English original, written by Kevin Carson.
Hay una frase que describe maravillosamente como funciona el capitalismo en el mundo real (no estoy seguro a quién fue que se le ocurrió, pero la asocio con Noam Chomsky): “La socialización del costo y el riesgo, y la privatización de los beneficios”.
La frase es una muy buena descripción de lo que hace el estado en el capitalismo de la vida real, en oposición directa al libre mercado. Prácticamente todo lo que consideramos problemático del capitalismo corporativo (la explotación de los trabajadores, contaminación, desperdicio y obsolescencia planificada, devastación ambiental, la depredación de los recursos) resulta de la socialización de los costos y los riesgos y la privatización de los beneficios.
¿Por qué se da el caso de que la revolución cibernética y los vastos incrementos de productividad derivados del progreso tecnológico no se han traducido en semanas de trabajo de 15 horas, o en la práctica anulación del costo de muchas de las necesidades de la vida? Pues porque el progreso económico es sistemáticamente acaparado como fuente de renta y de beneficio.
La consecuencia natural de la competencia de mercado sin bozal es el socialismo. Por un tiempo limitado el innovador obtiene una alta rentabilidad como premio por ser pionero del mercado. Después, a medida que los competidores adoptan la innovación, la competencia baja esa rentabilidad hacia cero y el precio gravita hacia el nuevo y más bajo costo de producción que surge gracias a ésta innovación (dicho precio incluye, por supuesto, el costo del mantenimiento y amortización de los desembolsos de capital del productor). Es así como en un mercado libre la disminución de las horas de trabajo requeridas para producir cualquier producto es rápidamente socializada en forma de un menor número de horas requeridas para comprarlo.
Es solo cuando el estado impone escaseces artificiales, derechos de propiedad artificiales y barreras a la competencia que le es posible al capitalista apropiarse de una parte de la disminución en el costo de producción como renta permanente. Bajo estas condiciones, al capitalista se le habilita para cobrar precios monopólicos. Osea, en lugar de ser forzado por la competencia a cobrar un precio igual al costo de producción (costo que incluye su propio sustento), puede escoger un precio basado en la capacidad de pago del consumidor.
Esa forma de acaparamiento, vía “propiedad intelectual”, es la razón por la que Nike puede pagar un par de dólares por zapato producido con mano de obra esclava y venderlos el par de zapatos al consumidor final por 200 dólares. La mayor parte de lo que paga el consumidor se debe a la marca del producto en lugar del costo en horas de trabajo y materiales.
Lo mismo sucede con la escasez artificial de la tierra y el capital. Tal como David Ricardo y Henry George observaron, existe una renta ocasionada por la escasez natural de la tierra como bien no-reproducible. Existe un considerable nivel de desacuerdo entre los georgistas, los mutualistas que abogan por el uso y ocupación de la tierra, y otros libertarios sobre si se debe remediar el problema de la escasez natural de la tierra y cómo hacerlo. Pero la escasez artificial, basada en el acaparamiento privado de tierra vacante y sin inversiones productivas, o en derechos de terratenientes cuasi-feudales que extraen renta de los dueños legítimos de las tierras que trabajan, es una enorme fuente de renta ilegítima — probablemente la mayor parte de la renta derivada de la tierra. Y sin importar qué otras medidas propongamos, los libertarios fieles a nuestros principios estamos todos a favor de abolir esta fuente de escasez artificial y como mínimo, dejar que la libre competencia reduzca las rentas de la tierra hacia su valor de escasez natural.
También estamos a favor de abrir la oferta de crédito a la total competencia de mercado, aboliendo barreras a la entrada para la creación de instituciones cooperativas de crédito, y aboliendo las leyes de moneda de curso legal de todo tipo para que la competencia de mercado pueda eliminar la mayor porción de los intereses cobrados por el dinero.
Pero mientras el demandar la socialización de la renta y los beneficios es condenada por los capitalistas como “guerra de clases”, están perfectamente de acuerdo con la socialización de sus costos de operación. La razón principal por la que la producción moderna es tan centralizada y el tamaño de las empresas y mercados tan grande, es que el estado ha subsidiado sistemáticamente la infraestructura de transporte a expensas del público general, haciendo artificialmente barato el transportar bienes a larga distancia. Esto hace a los productores grandes e ineficientes artificialmente competitivos contra los productores pequeños en los mercado locales que invaden con la ayuda del estado. Es por esto que tenemos tantas cadenas gigantes sacando del mercado a los comerciantes locales, usando un modelo de negocio de “depósito sobre ruedas” que internaliza la distribución al por mayor para vender bienes producidos con mano de obra esclava en China.
La pérdida de biodiversidad, deforestación y polución ha ocurrido porque el ecosistema como un todo es un basurero sin dueño, en lugar de un comunal regulado. El estado típicamente impide la propiedad de los bosques, los depósitos minerales, etc., muchas veces en detrimento de los pueblos indígenas locales que habitan éstas áreas, y luego le facilita acceso privilegiado a las industrias extractivas que proceden a depredar los recursos sin internalizar los verdaderos costos en los que incurren.
Aunque pueda sorprender, hay un paralelo entre esta visión de abundancia basada en el libre mercado y la visión marxista del comunismo integral. Carl Menger escribió sobre los bienes económicos (aquellos que están sujetos a cálculo económico debido a su escasez) que se transforman en no-económicos (debido a que su abundancia y costo de producción casi nulo haría que el costo de su contabilización fuese mayor que el de producción). Esto tiene un paralelo en una corriente predominante del pensamiento socialista en el movimiento de la cultura libre, el código abierto y el P2P. Ellos ven el modo de producción comunista practicado por Linux y otros desarrolladores de código abierto como la base de una forma social post-capitalista y post-escasez. Así como la producción capitalista empezó en pequeñas islas dentro de la economía feudal y después se convirtió en el núcleo de un nuevo y dominante sistema social, la producción basada en los comunales y las redes punto a punto es el núcleo alrededor del cual la economía post-capitalista eventualmente se cristalizará.
Y los partidarios del libre mercado también somos comunistas de la información. Queremos que los beneficios del conocimiento y la técnica sean totalmente socializados. La mayor parte de los beneficios bajo el modelo actual de capitalismo corporativo está conformado por las rentas generadas por la escasez artificial del conocimiento y la técnica.
En una sociedad en la que el desperdicio y la obsolescencia planificada no estén subsidiadas, y en la que no existiesen barreras a la competencia socializadora de los beneficios del progreso tecnológico, probablemente podríamos disfrutar de nuestra calidad de vida actual con una semana laboral de 15 horas. Y en una sociedad donde la forma dominante de producción fuese artesanal con máquinas-herramienta CNC baratas y de uso múltiple (tal como lo anticipó Kropotkin en “Máquinas, Fábricas y Talleres”), la división del trabajo y la dicotomía entre trabajo mental y físico sería mucho menos pronunciada.
Tomados conjuntamente, estos dos resultados de la competencia de libre mercado que socializan el progreso harían emerger una sociedad que no se parecería a la visión anarco-capitalista de un mundo propiedad de los hermanos Koch y Halliburton, sino más bien a la visión de Marx de una sociedad comunista de abundancia en la que uno podría “hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar en la mañana, pescar en la tarde, criar ganado hacia la caída del sol, criticar después de la cena, tal como y tengo una mente, sin nunca convertirme en cazador, pescador, pastor o crítico.”
Artículo original publicado por Kevin Carson el 12 de septiembre de 2012.
Traducido del inglés por Carlos Clemente