Reseña de: Things That Can & Cannot Be Said

De James C. Wilson. Fuente: Book Review: Things That Can & Cannot Be Said. Traducido por Diego Avila.

Cusack, John Roy y Arundhati Roy. Things That Can & Cannot Be Said. (Penguin Books, 2016).

Con toda la atención dada el mes pasado a la liberación de Chelsea Manning, sentencia la cual fue únicamente conmutada por la administración de Obama después de que se volviese políticamente conveniente, no debemos tampoco pasar por alto el hecho de que la administración de Obama además tuvo la oportunidad de perdonar a otro famoso denunciante, Edward Snowden, quien ha estado viviendo en exilio en Rusia. Es innegable que Manning es un héroe por exponer las mentiras del gobierno de Estados Unidos acerca del número de civiles muertos debido a la intervención militar de Estados Unidos llevada a cabo en el extranjero, así como el alcance de los abusos cometidos por los militares contra civiles, reporteros y socorristas.

Del mismo modo, Edward Snowden brindó un enorme servicio revelando a la población americana que la Agencia de Seguridad Nacional se encontraba rutinariamente espiando y escuchando a ciudadanos que no son sospechosos de ningún crimen, y que el estado de vigilancia es mucho más expansivo e intrusivo de lo que sabíamos anteriormente. La vigilancia estatal de ciudadanos estadounidenses sigue manteniendo una preocupación, y es que el Comité de Inteligencia del Senado está presionando para que se actualice la Sección 702 de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, que permitiría a la NSA continuar sometiendo sin orden judicial a los ciudadanos estadounidenses que eligen llamar o enviar un correo electrónico a cualquier país.

El estado de la vigilancia también se encuentra además entre los temas centrales del libro de John Cusack y Arundhati Roy (inspirado en Snowden) Things That Can & Cannot Be Said, publicado a fines del año pasado. Esta es una breve colección de ensayos centrados en la reunión de finales del 2014, de la pareja con Snowden en el Ritz de Moscú. Cusack y Roy también estuvieron acompañados en esta reunión por Daniel Ellsberg, un anciano en la heroica tradición de los denunciantes estadounidenses, conocido por su filtración de los Papeles del Pentágono a principios de la década de los 70’s. Los documentos revelaron que la administración Johnson mintió tanto al público como al Congreso de los Estados Unidos, y que Estados Unidos había ampliado en secreto su operación en Vietnam para incluir bombardeos en Camboya y Laos.

Para muchas lectores, John Cusack (si, hablamos del mismo John Cusack) sería el contribuidor más famoso del libro, aunque es más probable que se le recuerde por protagonizar un número desproporcionado de películas en las que actúa bajo la lluvia, en lugar de por sus comentarios políticos. Para su crédito, ha sido un crítico vocal del aventurerismo militar de las administraciones de Bush y Obama en el Medio Oriente, la guerra con drones y el estado de vigilancia en general. Adicionalmente, salió en defensa de Edward Snowden con su ensayo de amplia circulación The Snowden Principle. También para su crédito, deja gran parte del trabajo pesado de este libro a Roy y Ellsberg, y generalmente se limita al papel de hacerles preguntas y compartir el comentario ocasional.

El coautor de Cusack, Arundhati Roy, finalmente termina siendo el colaborador con más que decir en este libro. Roy es una autora y activista india más conocida por su libro de 1997 The God of Small Things. Cusack y Roy parecen más socialdemócratas que anarquistas de mercado. Roy comete especialmente el error de igualar las reformas neoliberales y las políticas de ajuste estructural al estilo del IMF con los “mercados libres” de una manera que no difiere del uso que hace Naomi Klein del término, como se critica en detalle aquí. También afirma que cree que la atención médica y la educación deben tratarse como derechos, lo que inevitablemente no les sentará bien a muchos lectores libertarios. No obstante, sus críticas a la política exterior de Estados Unidos, el estado de vigilancia y el complejo militar-industrial – que son el enfoque principal de este libro –, están más cómodas en un terreno común con los libertarios y anarquistas que comparten estas simpatías.

Este libro ofrece un enfoque informal de los temas en cuestión, y gran parte de él se presenta como diálogos textuales entre los colaboradores. El lector probablemente encontrará muchos puntos de acuerdo y desacuerdo en las ideas discutidas aquí. Es probable que muchos lectores estén de acuerdo con la imagen general, pero problemas con algunas de las ideas y afirmaciones específicas presentadas. Sin embargo, estos sirven para iniciar una conversación decente y como motivo de reflexión, incluso si la respuesta inmediata del lector es “sí, está bien…”

El intercambio de ideas durante estos diálogos le da al libro una sensación bastante relajada que complementa su corta extensión. Este llega escasamente a las 100 páginas, antes del índice. Si bien explora ideas controvertidas y algunos temas muy completos e importantes, este libro no es de ninguna manera una lectura exigente. Aunque hay pasajes que mueven emociones de tristeza o enojo, como cuando se habla de los males de la guerra, la corta duración no permite que se acumulen por mucho tiempo. Aunque los temas centrales de Snowden y el estado de vigilancia frecuentemente están vinculados a la conversación, a menudo se sienten más como un telón de fondo o un punto de partida que como el foco central.

El libro presenta los argumentos de Arundhati Roy de que Estados Unidos tiene un historial de apoyo a estados y milicias que participaron en abusos similares a los de ISIS. Roy también pregunta si realmente es mejor volarle la cabeza a alguien mediante un bombardeo (como en el programa de drones de Obama) que cortarlo con un cuchillo, como han hecho los islamistas. Ella denota que Estados Unidos estuvo involucrado en el derrocamiento de regímenes, como los de Irak, Siria y Libia, que (independientemente de sus otras fallas) no eran islamistas radicales en ese momento, mientras que simultáneamente apoyaban al estado extremadamente islamista de Arabia Saudita.

Roy se basa en sus antecedentes de Kerala, India, que tuvo un gobierno comunista durante su infancia, y en muchos aspectos se parecía a Vietnam durante la guerra de Estados Unidos con ese país. En una nota relacionada, argumenta que las formas de resistencia no violentas solo funcionan si hay una audiencia. Los autoritarios siempre están felices de brutalizar y asesinar a los resistentes no violentos si no hay ojos críticos para rebelarse.

Las similitudes entre la intervención estadounidense contemporánea en el Medio Oriente y la guerra de Vietnam son un tema en curso, y la implicación de Ellsberg ayuda a aclarar este punto. Ellsberg discute sus experiencias como planificador nuclear estadounidense a medida que se desarrollaba el conflicto de Vietnam. Da cuenta de la solicitud de Robert McNamara a sus subordinados de recopilar selectivamente información sobre las atrocidades cometidas por el Vietcong, que podrían usarse para justificar de manera oportunista una acción de “represalia”.

En otra parte, Ellsberg recuerda haber aprendido que la verdadera “brecha de misiles” entre los Estados Unidos y la Unión Soviética era lo opuesto a lo que creían los planificadores de la Guerra Fría de Estados Unidos, ya que los Estados Unidos había superado sustancialmente a los soviéticos. Los soviéticos, supimos, solo tenían cuatro misiles funcionales en un momento en que el establecimiento estadounidense creía que tenían cientos. A pesar de esta asimetría, la paranoia nuclear prevaleció en los Estados Unidos y empujó a la nación más hacia la carrera armamentista en curso.

En cuanto a las aportaciones de Snowden, no hay tanto como el lector esperaría. Lamentablemente, el libro carece de los tipos de intercambios textuales con Snowden que proporciona entre Cusack, Roy y Ellsberg. Habla de su reunión con Snowden, en el Ritz-Carlton de Moscú, en la que Snowden recuerda su transición de un agente federal que apoyaba a Bush a su vida en el exilio. Él enfatiza su temor de que Estados Unidos se convierta cada vez más en un estado policial. No se pierde la ironía de que su actual país anfitrión también tiene un estado de vigilancia extenso.

En general, este es un libro breve y agradable que ofrece algunas historias y opiniones interesantes a la manera del lector, y pide poco a cambio. No es una obra maestra, pero tampoco intenta serlo. No debe ser una fuente primaria sobre ninguno de los temas que se exploran aquí, ya que se tratan con mucho más detalle en otros lugares (incluidos otros libros a los que este hace referencia), pero si está buscando una lectura breve basada en opiniones que toque el estado de guerra de los Estados Unidos y vigilancia estadounidenses, este libro cumple admirablemente ese papel.

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