En la mañana del 6 de noviembre, la Oficina Federal de Investigaciones pregonó su derribo del sitio web Silk Road 2.0 y la detención del presunto operador, Blake Benthall.
Al hacerlo el FBI ha demostrado, una vez más, que la guerra contra las drogas no tiene nada que ver con lo que declaran sus propagandistas. Si la penalización de las drogas es un problema de seguridad pública, si de lo que se trata es de luchar contra los delitos violentos y las pandillas, o prevenir las sobredosis y los envenenamientos, el cierre de Silk Road es una de las cosas más tontas que los federales hayan podido hacer. Silk Road era un mercado seguro y anónimo en el que los compradores y vendedores podían hacer negocios sin el riesgo de la violencia asociada con el comercio callejero. Y gracias al sistema de reputación de los vendedores, los medicamentos vendidos en Silk Road eran mucho más puros y más seguros que sus contrapartes de la calle.
Este es el caso de todos los otros argumentos con los que se vende al público la guerra contra las drogas. Hillary Clinton, en lo que quizá haya sido una de las declaraciones más estúpidas jamás pronunciadas por un ser humano, dijo que la legalización de los narcóticos es una mala idea “porque hay demasiado dinero involucrado”, en referencia, presumiblemente, al lucrativo negocio de las drogas y a los cárteles que luchan por controlarlo.
Pero la razón por la que hay tanto dinero involucrado en el negocio y que incentiva a los cárteles a luchar para controlarlo, es su ilegalidad. Eso es lo que pasa cuando se criminalizan las cosas que la gente quiere comprar: se crean mercados negros con precios mucho más altos que las bandas del crimen organizado luchan por controlar. La prohibición del alcohol creó la cultura gángster de la década de 1920. Ha estado con nosotros desde entonces. Cuando se derogó la Ley Seca, el crimen organizado simplemente pasó a pelear por otros mercados ilegales. Mientras más actividades consensuales y no violentas se ilegalicen, más grande será la parte de la economía cubierta por mercados negros disputados por bandas criminales.
En noticias relacionadas se informa que los cárteles mexicanos de la droga están haciendo menos dinero desde que se legalizó o descriminalizó la marihuana en varios estados de EE.UU. Oh sorpresa.
Quizá la broma más pesada sea que la guerra contra las drogas tiene como propósito reducir el consumo de drogas. Sin duda, muchas personas involucradas en la implementación doméstica de la guerra contra las drogas en realidad creen que esto, pero el la enormidad del aparato burocrático permite que muchas de sus secciones operen independientemente. El tráfico de drogas es una enorme fuente de dinero para las bandas criminales que lo controlan, y ¿adivinen qué? La comunidad de inteligencia de Estados Unidos es una de las mayores bandas criminales de narcotraficantes del mundo, y el comercio mundial de las drogas es una excelente herramienta para recaudar dinero para hacer cosas moralmente repugnantes que no pueden proponer al congreso. Han pasado veinte años desde que el periodista Gary Webb reveló la colusión del gabinete de Reagan con cárteles de la droga en la comercialización de la cocaína en el interior de los Estados Unidos con el objetivo de recaudar dinero para los escuadrones de la muerte derechistas del movimiento de la Contra en Nicaragua – una revelación por la que fue instigado e inducido al suicidio por la comunidad de inteligencia y la prensa de los Estados Unidos.
Ahora nos enteramos de que los EE.UU. está “perdiendo la guerra contra las drogas en Afganistán”. Bueno, obviamente – es una guerra que está diseñada para perderse. Los talibanes fueron tan fáciles de derrocar en el otoño de 2001 porque realmente trataron de acabar con el cultivo de amapola con un grado razonable de éxito. Esto no le cayó bien a la población afgana, que tradicionalmente gana mucho dinero cultivando amapola. Pero la Alianza del Norte – que los Estados Unidos convirtió en el gobierno nacional de Afganistán – era bastante amigable al cultivo de adormidera en su territorio. Cuando los talibanes fueron derrocados, el cultivo de la amapola y la heroína reanudó los niveles normales. Poner a los EE.UU. a cargo de una “guerra contra las drogas en Afganistán” es como poner a Al Capone a cargo de la prohibición del alcohol.
Además, “ganar” la guerra contra las drogas significaría acabar con ella. Y nadie que pertenezca al aparato judicial doméstico de los Estados Unidos va a querer cortar una fuente de miles de millones de ayuda federal y equipos militares, equipos SWAT militarizadas y poderes sin precedentes para la vigilancia y confiscación civil. Es es una guerra destinada a durar para siempre, al igual que la llamada Guerra contra el Terrorismo.
El Estado siempre alienta el pánico moral y las “guerras” en una cosa u otra con el fin de mantenernos temerosos, de manera que le demos más poder sobre nuestras vidas. No creas sus mentiras.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 7 de noviembre de 2014.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.