En el verano del 2010 Wikileaks horrorizó al establishment de la seguridad nacional norteamericana con la publicación de decenas de miles de cables clasificados del Departamento de Estado. Los documentos incluían detalles vergonzosos sobre la corrupción interna de un número importante de regímenes árabes, y ayudó a precipitar una “Revolución Facebook/Twitter” en Tunisia que culminó con el derrocamiento del gobierno. De ahí en adelante estas revoluciones de base en las que las redes sociales jugaron un rol importante, se esparcieron a Egipto y Libia, tumbando a sus regímenes. Y el fuego sigue candente en Bahrain, Yemen y Siria.
La Primavera Árabe no es más que la intensificación de un proceso que empezó en los años 90, descrito por John Arquill y David Ronfeldt de la Rand Corporation, que consiste en el auge de las organizaciones en forma de red y el concomitante fortalecimiento de la gente de a pie frente a las instituciones jerárquicas como los estados y las corporaciones.
Tal como lo plantea el analista de seguridad global John Robb del blog Global Guerrillas en una entrevista a publicarse próximamente en la revista Interesting Times, “los movimientos de código abierto acaban de reemplazar a un montón de gobiernos en medio oriente”. El modelo “Bazar” del prominente teórico y programador de código abierto Eric Raymond (el modelo de organización en red no solo de la comunidad desarrolladora de Lynux, sino también del movimiento anti-globalización, el movimiento de compartimiento de archivos, y de movimientos de Guerra de Cuarta Generación como Al Qaeda) es también fundamental para entender la Primavera Árabe.
Este modelo de resistencia organizada en redes está convirtiéndose en un fenómeno global, expandiéndose a Europa, Israel y Wall Street. El aparato de seguridad israelí advirtió el verano pasado, con considerable indignación, que el estado israelí no podía tomar ninguna acción efectiva si los palestinos comenzaban una nueva y pacífica Intifada basada en el modelo de la Primavera Árabe. Eso es exactamente lo que han hecho, en alianza con activistas israelíes de derechos humanos y de justicia económica, levantando tiendas de campaña por todo el país. Y el movimiento de ocupación de Wall Street merecería varias columnas en sí mismo.
Este movimiento es posiblemente ya más grande que el último fenómeno que se le puede comparar, la ola global de protestas en los años 60 que incluyeron al Verano del Amor, la huelga general francesa y la Primavera de Praga. Es el resultado de una generación desilusionada con la política convencional y la futilidad de intentar la “reforma” a través de un estado dominado por intereses institucionales corruptos. En lugar de ésto, están volcándose a la auto-organización y la acción directa. Marta Solanas, una española de 27 años, describe el movimiento como el resultado de una crisis de legitimidad: “Somos la primera generación que dice que votar es futil.” Dos slogans son relevantes en esta coyuntura: “Construyendo la estructura de la nueva sociedad en la cáscara de la vieja sociedad”, y “Sé el cambio que quieres ver”.
La Primavera Árabe (que rápidamente se está conviritiendo en la Primavera Global, o quizás, con disculpas a Ken MacLeod, la Revolución de Otoño), al igual que el movimiento post-Seattle, difiere de las protestas de 1968 en un aspecto fundamental. El movimiento de la juventud del 68 operó dentro de los límites de un sistema definido por las muy jerárquicas y burocráticas instituciones contra las que peleaba. Estaba limitado por una arquitectura de transmisión centralizada y unidireccional, en la que la habilidad que uno tenía de llegarle a grandes números de personas estaba controlada por guardianes a la entrada de unas cuantas corporaciones mediáticas.
Los movimientos de hoy surgen en un mundo donde la arquitectura de muchos-a-muchos de la Web y el “super-poder individual” que resulta de plataformas globales y gratuitas, le permiten a individuos enfrentarse de igual a igual a instituciones gigantescas. Movimientos organizados en red prácticamente carentes de un aparato administrativo permanente, atacan como un enjambre a instituciones enormes sin aviso previo, abrumando su capacidad de reacción. Tal como lo estipula el académico Yochai Benkler, estudioso de los sistemas en red:
“Se trata de una generación de gente entre 20 y 30 años que está acostumbrada a la auto-organización. Cree que la vida puede ser más participativa, más descentralizada, menos dependiente de los modelos tradicionales de organización, tanto en el el estado como en la gran empresa. Éstos representaban la manera dominante de hacer las cosas en la era industrial, pero ya no lo son.”
Cuarenta años atrás, los hippies y la Nueva Izquierda nadaron contracorriente en la pelea contra las tendencias tecnológicas e institucionales de aquel entonces. Hoy la marea tecnológica está de nuestro lado, y nos comeremos a las gigantes instituciones burocráticas como un banco de pirañas. Exhibiremos sus cabezas sangrantes en nuestras fortalezas.
Un nuevo mundo está naciendo. Sólo espero poder vivir lo suficiente para ver como termina siendo.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 30 de septiembre de 2011.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.