Crédito como Común Cercado (II)

Por Kevin Carson. Artículo original: Credit As an Enclosed Commons, Part II, del 1 de septiembre de 2020. Traducido al español por Camilo Salvadó.

En una columna anterior, analicé cómo quienes elogian a Elon Musk, Jeff Bezos y sus semejantes por su “genio creativo” o “creación de valor” otorgan méritos errońeos. Todos los componentes de los diseños de Tesla y del modelo de compras en línea y logística de Amazon, ya existían. El “cuadro completo” de cómo combinarlos, lejos de ser una idea de una-vez-por-siglo, reservada para grandes cerebros emprendedores como Musk y Bezos, era bastante obvio.

Era el mismo nivel de “genio” que ocurre cada fin de semana en miles de charlas de cannabis de dormitorio universitario, y que Musk mismo despliega, paracticamente cada vez que aparece en un podcast. Y el trabajo real – ensamblarlos y optimizarlos- vino enteramente de trabajadores, ya fueran ingenieros en los equipos de desarrollo o trabajadores de producción productivos en los talleres.

La única función de Bezos y Musk fue proveer financiamiento, porque tenían el dinero. Y el hecho de que los equipos que realmente trabajaron, dependieran de ricos capitalistas de riesgo para el capital semilla, y que estos últimos ya estuvieran en posesión de dicho capital, fue producto de la historia una fue consecuencia de la historia y de las fallas estructurales internos del sistema.

Mi enfoque en la columna previa, fue en la naturaleza de esos problemas estructurales -en particular, el sistema de crédito capitalista- que impiden a los trabajadores de ingeniería y producción autoorganizar y financiar sus propios esfuerzos innovadores. No voy a repetirlo aquí.

Pero al discutir la disponibilidad de todos los prerrequisitos para las innovaciones atribuidas a Musk y Bezos, y la obviedad de combinarlos según un patrón determinado, olvidé señalar cómo esta generalización se confirma históricamente por el concepto de “tiempo de máquina de vapor”. Las mayores innovaciones son producto del intelecto común. Esto se refleja en el hecho de que, cuando los prerrequisitos o componentes técnicos existen en nuestra caja de herramientas colecttiva, y la necesidad de una innovación se auto evidencia, la innovación aparece simultáneamente en diversos lugares.

El ejemplo obvio es Tesla vs. Edison (irónicamente). Pero veamos en el cálculo. Los griegos y árabes desarrollaron la trigonometría, y los árabes el álgebra. Cuando la humanidad llegó al punto de necesitar una herramienta matemática que pudiera con la mecánica orbital, las trayectorias de artillería y similares, ¿qué pasó? Newton y Leibniz desarrollaron el cálculo de por separado.

La mayoría de la innovación es combinar creativamente componentes ya creados por el intelecto social, en respuesta a problemas que muchos detectan cuando surgen. Cuando el problema, oportunidad o necesidad insatisfecha se manifiesta, numerosos innovadores individuales o colectivos, empiezan a tomar esos componentes del estante común y a ensamblarlos.

La innovación es colectiva en el mismo sentido que Wikipedia, o el Software Libre y Abierto. Es el producto de un proceso estigmérgico, sin permisos, que combina muchas contribuciones, grandes o pequeñas, en un diseño general -un producto social mayor que la suma de sus partes, y no atribuible a ninguna.

Personas como Elon Musk y Jeff Bezos poseen fortunas de decenas de billones de dólares y van por buen camino a duplicarlas desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, pese a que el resto de nosotros vivimos una depresión, no por un intelecto, visión u originalidad especiales de su parte. Esa visión, aunque no universal, es bastante común. Hicieron sus enormes fortunas porque monopolizan una función necesaria para poner sus ideas y visiones en práctica: capital de riesgo, o crédito. Y cuando las innovaciones ya son desarrolladas, se apoyan en otro monopolio -la propiedad intelectual- para extraer más rentas.

La riqueza combinada de los billonarios equivale a miles de dólares por cada ser humano. Y es riqueza extraída erigiendo un peaje que obstruye y cobra tributo, por la función básica de tomar del estante común, componentes creados por nuestro intelecto colectivo, y combinarlos de nuevas maneras según las ideas producto de dicho intelecto común. Por ese peaje, las innovaciones creadas por el intelecto social, en vez de enriquecernos a todos mayor calidad de vida y menos trabajo, se vuelven artificialmente escasas y costosas para todos. Y el costo extra que pagamos va a sus bolsillos.

Son rentistas, que aprovechan su monopolio del capital de riesgo, parasitando la visión e intelecto de los creadores reales de valor, y la necesidad de los consumidores. Y fueron puestos en posición de hacerlo, por un sistema creado para enriquecerlos a costa nuestra.

Destruyamos ese sistema.

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