Wilhoit, Anti-conservadurismo y Anarquismo

Por Kevin Carson. Artículo original: Wilhoit, Anti-Conservatism, and Anarchism, 22 de Noviembre, 2024. Traducido por Walruunäut.

La definición de conservadurismo de Frank Wilhoit (de la cual hablaremos más adelante) no fue, como se podría esperar de algo tan incisivo y ampliamente citado, formulada muchísimos años atrás en un libro o artículo académico. Apareció tan solo seis años atrás, en un largo comentario de Wilhoit (un compositor y teórico musical), debajo de una entrada de blog hecha por Henry Farrell en Crooked Timber, criticando el punto de vista que más tarde sería asociado con el tipo de comentaristas centristas y oportunistas que escriben en publicaciones muy serias como The Atlantic y la página de opiniones del NYT. Wilhoit comentó:

No hay tal cosa como liberalismo, o progresismo, etc.

Solo existe el conservadurismo. Ninguna otra filosofía política realmente existe; por el análogo político de la Ley de Gresham, el conservadurismo ha expulsado de circulación cualquier otra idea.

Podría haber, y debería haber, anti-conservadurismo; pero no existe aún. ¿Qué sería? Para responder esa pregunta, es necesario y suficiente caracterizar al conservadurismo. Afortunadamente, esto puede hacerse concisamente.

El conservadurismo consiste en exactamente una proposición. Veamos:

Debe haber grupos internos a los que la ley protege pero no vincula, junto a grupos externos a los que la ley vincula pero no protege.

Como la proposición del conservadurismo es indefendible si se declarase tajantemente, siempre ha estado rodeada de un elaborado cúmulo de pseudofilosofía que, con el tiempo, sumó millones de páginas. Todo eso es axiomáticamente deshonesto y no merece un escrutinio serio. Hoy en día, la acelerada deseducación de la humanidad ha llegado a un punto en el que el mercado de la pseudofilosofía está desapareciendo; es, como dicen los niños de hoy en día, para hacerte el cuento largo corto. Todo lo que queda es la propia proposición central, respaldada no ya por la distracción y el sofisma, sino por la violencia.

La violencia siempre ha sido un acompañamiento clave para esta ideología; siempre ha dependido en los Freikorps, Camisas Negras, Legionnaires, miembros del Ku Klux Klan y escuadrones de la muerte para recordarle a los “grupos exteriores” su lugar en el orden social, cuando intentan escalar su posición. Pero en años recientes, como Wilhoit dice, la ideología ha dejado cada vez más sus adornos de “pastel de la costumbre” y “sabiduría de los iletrados”, y todas las demás charlatanerías vacuas de Russell Kirk de Burke, a favor de violencia pura. “Violencia” no se refiere únicamente a la violencia física de matones callejeros como los Proud Boys, Three Percenters, Boogaloo Boys et al., sino a toda la violencia retórica y simbolismo para burlarse de los marginados, recordándoles su estatus de extranjero, e isolarlos y aislarlos frente al colectivo de ciudadanos que “piensan correctamente” y su potencial para respaldar su estatus normativo con la sanción de la violencia física si es necesario. Este mensaje, fuerte y claro, es “Será mejor que te mentalices y recuerdes tu lugar. En caso contrario, iremos a por ti. Y nadie más moverá ni un dedo para salvarte.” Lo vimos mostrado recientemente en la engañosa propaganda de Vance y Trump, destinada a provocar un progromo contra los inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio.

Previamente he escrito que la palabra “libertad”, como es usada en los discursos de derecha, tendría muchísimo más sentido si fuera traducida rutinariamente como “costumbres blancas” (violentamente impuesta, claro). Como Madeline Ashby apuntó en una publicación en Bluesky el 23 de agosto:

Alguien me preguntó por qué pensaban que “ganarían puntos” (burlándose del hijo de Tim Walz por llorar de alegría y orgullo por su padre). Hice una tesis acerca de la historia del Holocausto; no se trata de ganar puntos. Se trata de imposición social: viciosamente ponen a los “indeseables” en su lugar, mientras le prueban a todos los demás que ninguna ayuda vendrá cuando sea su turno.

El impulso fascista de aplastar la empatía y sinceridad proviene de un entendimiento táctico real de que una población con ambas defenderá a los más vulnerables.

Wilhoit concluye haciendo un llamado al desarrollo de la hasta ahora inexistente ideología anti-conservadora:

Esto nos dice que debe ser el anti-conservadurismo: la preposición de que la ley no puede proteger a nadie si no vincula a todos; y no puede vincular a nadie si no protege a todos.

Entonces surge la apariencia de que la tarea consiste en mapear “liberalismo” o “progresismo”, o “socialismo”, o cualquier estupidez ideológica, en el núcleo preposicional del anti-conservadurismo.

No, no lo es. La tarea es tirar todas esas cosas en el mismo montón quemado que los trabajos recolectados de los apologistas por el conservadurismo, y empezar frescos. El núcleo preposicional del anti-conservadurismo no requiere ninguna suplementación ni exégesis. Es tan suficiente como necesario. Lo que ves es lo que hay:

La ley no puede proteger a nadie si no vincula a todos; y no puede vincular a nadie si no protege a todos.

Discrepo de Wilhoit en un detalle, que el núcleo preposicional del anti-conservadurismo no puede “ser mapeado”, o no coincide con los principios de ninguna otra ideología, y que no puede beneficiarse de la elaboración o exégesis.

Los principios fundamentales de varias ideologías convencionalmente asignadas a la izquierda, desde que el término “izquierda” fue asignado por primera vez a los representativos del Tercer Estado en la Asamblea Nacional de Francia, las ideologías del liberalismo, socialismo y anarquismo, todas cercanamente relacionadas entrelazadas y surgidas de las raíces comunes de la Ilustración, han sido siempre la libertad, la igualdad y la fraternidad.

La aproximación más cercana al objetivo de una sociedad donde las estructuras de gobernanza vinculen y protejan a todos igualmente puede ser encontrada en los principios del socialismo libertario. El socialismo libertario no sólo comparte con la izquierda más amplia los principios de la Ilustración de que todos tenemos la misma dignidad y el mismo valor, todos son fines en sí mismos, y la igualdad de acción, el autodesarrollo y el florecimiento de cada uno deben fomentarse en la mayor medida posible; desarrolla estos principios de forma más completa en su propio principio de que todos deben tener la misma voz en las decisiones que les vinculan o afectan a su vida cotidiana. Esto significa una sociedad en la cual todas las instituciones que nos afecten, lugares de trabajo, servicios públicos y otros, estados, deberían estar poseídos cooperativamente y democráticamente auto-gobernados.

Este último principio, a su vez, es mayoritariamente expresado en el anarquismo, que apropiadamente es la antítesis de la democracia pero su forma más pura. El mayoritarismo no es el valor último de la democracia. El consentimiento lo es; consentimiento universal, unánime de los gobernados sobre las decisiones que afectan sus vidas, sin gobernanza de nadie en ningún aspecto sin su consentimiento, es la forma más pura de democracia. El mayoritarismo es simplemente una modificación o compromiso de este principio, una concesión en la que una decisión debe ser vinculante para todos dentro de una unidad funcional indivisible. Cuando el sistema de poder o drenaje en un vecindario o ciudad debe seguir una sola política, o cuando un lugar de trabajo debe decidir sobre una línea de productos o un método de producción concretos, o cuando quienes comparten un domicilio común deben ponerse de acuerdo sobre el ajuste del termostato de la sala de estar, un acuerdo entre los involucrados para respetar la decisión de la mayoría es la mayor aproximación posible al consentimiento unánime.

Una sociedad anarquista es una donde las instituciones afectando las vidas de las personas son gobernadas por democracia directa donde es necesario, y la infraestructura común manteniendo esos lugares de trabajo, servicios, comunas, etc., son mantenidas únicamente por cuerpos administrativos federales sujetos al control de los cuerpos locales participando en ellos. Ninguna institución ejerce un control soberano, o un poder de policía general, sobre un territorio dado; en la medida en que sea necesario, surgirá un cuerpo de derecho común de las interacciones en curso entre y dentro de las comunidades que comprenden dichos organismos locales y federales, y que rige únicamente las relaciones entre los organismos afectados. El principio general se remonta a la sustitución por Saint-Simon de la legislación sobre las personas por la administración de las cosas, desarrollada por los socialistas desde Proudhon (disolución del Estado en el cuerpo social) hasta Marx y Engels (extinción del Estado).

El socialismo libertario es la cúspide del anti-conservadurismo, y el anarquismo es la cúspide del socialismo libertario.

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