Ésta es la cuarta entrada de una serie escrita por Carlos Clemente como asignatura en un curso sobre introducción al anarquismo en el Centro para una Sociedad sin Estado (C4SS). Para la tercera entrada, hacer click aquí. Para la quinta, aquí.
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En una reciente entrevista, Noam Chomsky, quien quizás sea el anarquista más famoso del mundo, hizo una declaración que le provocaría un ataque de grima a sus primos anarquistas de mercado:
Movámonos a un tipo de sociedad en la que el 15 de abril [fecha en la que vence el plazo para la declaración de la renta personal en los Estados Unidos] sea un día de celebración.
“Lo que nos da grima”, dirían los anarquistas de mercado, al unísono, “es que el señor Chomsky, a pesar de ser lingüista, no ve la contradicción inherente en pedirle a alguien que disfrute de ser forzado a hacer algo. El diccionario dice que los impuestos son contribuciones compulsivas a las arcas del estado, lo que significa que el estado fuerza a la gente a pagarlos. La gente nunca celebrará el pagar impuestos porque a la gente no le gusta que le roben el fruto de su trabajo.”
Pero la contradicción que los anarquistas de mercado ven en la declaración de Chomsky tiene que ver más con Economía que con Lingüística.
A pesar de que su propio trabajo muestra de manera sistemática que el estado ha sido el principal impulsor de la concentración de poder privado a través de la historia, Chomsky es de la opinión de que antes de deshacerse de él, la gente tiene que de alguna manera tomar el control del estado y reformarlo para que de verdad represente sus intereses, y utilizarlo como una barrera de contención contra el poder de la élite corporativa.
Pero para el anarquista de mercado es imposible reformar el estado debido a la naturaleza de su estructura de incentivos, de la cual los impuestos son parte fundamental. Los miembros de cualquier organzación que tenga el poder de usar la fuerza para extraer recursos de la gente cuyos intereses supuestamente representa, tienen un fuerte incentivo para usar esos recursos para promover sus propios intereses, por la sencilla razón de que dicha gente no cuenta con la opción de dejar de contribuír con sus recursos al sostenimiento de la organización. Y la democracia atenúa, más no soluciona el problema, porque el votante promedio sólo puede sacar de sus puestos a los políticos votando en su contra una vez cada varios años; y sólo si convence al 51% del electorado de que voten como él.
La posibilidad de compartir los recursos extraídos a la gente por la fuerza con las corporaciones es lo que da a los políticos la capacidad de ofrecerles lo que equivale a un mercado cautivo a cambio de contribuciones políticas, posibilidades de carrera en el sector privado, y todos los otros favores espúreos que Chomsky ha denunciado tan diligentemente a través de los años.
El argumento en contra de los impuestos promovido por los anarquistas de mercado también contradice frontalmente al que proponen la mayoría de los economistas convencionales, según el cual los impuestos son un mal necesario al que la gente se resigna para solucionar el problema del polizón en la provisión de bienes públicos. Un pilar fundamental del movimiento anarquista de mercado es la enorme cantidad de investigación que han echo a favor de la hipótesis de que el problema del polizón se puede solucionar a través de la acción colectiva voluntaria en lugar de la compulsiva; o de que los problemas para la provisión competitiva de bienes públicos se origina en la intervención del estado en lugar de en las fallas de mercado.
Pero la relación entre los anarquistas de mercado y los impuestos es algo más complicada que el simple pujar por su abolición a cualquier precio y bajo cualquier cirunstancia. Los anarquistas de mercado jamás hubiesen aprobado reducciones impositivas á la George W. Bush y sus neocon-amigotes. De haber tenido que financiar sus aventuras imperialistas y su red de bienestar corporativo con impuestos, la inmediatez del dolor financiero quizás hubiese impulsado al electorado a rebelarse contra el régimen. O al menos hubiese sido más difícil hacerlos creer en embustes sobre armas de destrucción masiva.
O para usar un ejemplo sobre un régimen que supuestamente se encuentra en el extremo ideológico opuesto, los anarquistas de mercado probablemente preferirían que el estado venezolano se financiase mayoritariamente a través de impuestos comunes y corrientes en lugar de los ingresos que obtiene por su monopolio petrolero. Eso quizás le daría a los venezolanos un mayor incentivo para exigir estándares mínimos de transparencia y responsabilidad fiscal al régimen de Hugo Chávez, que actualemente se afinca sobre no uno, sino diez fondos parafiscales para gastar tanto como quiera, en lo que quiera, en favor de quien se le de la gana, sin tener que rendirle cuentas a absolutamente nadie.
Pero si retrocedemos un poco en la historia contemporanea de venezuela nos encontraremos con que más de un anarquista de mercado, a pesar de estar perfectamente conscientes de los graves problemas ocasionados por los subsidios a cualquier forma de transporte, se opondrían con igual vehemencia a la eliminación tipo “terapia de shock” de los controles de precios del combustible implementados por el régimen de Carlos Andrés Pérez hacia finales de los 80 con el respaldo del Fondo Monetario Internacional, lo cual fue la causa fundamental del caracazo y legitimó el intento de golpe de estado perpetrado por Chávez. En palabras de Kevin Carson:
Las prioridades estratégicas de los libertarios con principios deberían ser exactamente las opuestas: eliminar primero las formas fundamentales, estructurales de intervención estatal cuya principal consecuencia es facilitar la explotación, y sólo después desmantelar las formas secundarias de intervención estatal cuya función es hacer la vida un poco más llevadera para la gente de a pie que vive bajo un sistema de explotación facilitada por el estado. Tal como lo dijo el blogger Jim Henley, romper el yugo antes de retirar las muletas.
En éste sentido, una propuesta para distribuír el ingreso petrolero entre los venezolanos de manera más eficiente y transparente, usando un mecanismo de transferencias condicionales parecido a “Bolsa Familia” en Brasil, probablemente sería apoyado por el anarquista de mercado como un paliativo necesario, al menos hasta que puedan desmantelarse las formas fundamentales de intervención estatal que son la principal causa de la pobreza.