Hay un gran debate en los círculos libertarios sobre el valor y la necesidad de participar en elecciones, y si deberíamos tratar de cambiar el sistema desde dentro. Una de las listas de correo que suelo revisar, el grupo de Yahoo LeftLibertarian2, fue el escenario de tal debate, puesto que Michael Binder, miembro de la Izquierda Cristiana, se postuló en favor de crear un gran movimiento de libertarios y descentralizadores, de modo que se pueda reconocer en efecto la existencia del Estado, y lograr la libertad para todo el mundo en vez de dejar atrás a unos cuantos.
No tengo inconveniente con respecto a ese tipo de esfuerzos políticos. Presentar un candidato como una experiencia educativa (presentarse a nivel nacional bajo las siglas libertarias o verdes no es otra cosa) puede ayudar al público a considerar nuevas ideas e incentivar la contraargumentación a los mensajes que escuchan de los grandes partidos. Los grupos de presión que hagan lobbying para evitar los eructos de acción estatal más dañinos (como la Electronic Frontier Foundation enfrentada al régimen de copyright digital) pueden ser efectivos a veces. Sin embargo, no veo que tenga sentido que los libertarios se esfuercen en asegurarse posiciones dentro del Estado para “liquidarlo desde entro”. Los esfuerzos organizados para meterle presión desde fuera y combatir las leyes opresivas deben ser un factor secundario, una forma de defender las contra-instituciones que debemos crear por encima de todo.
Centrarse en asegurar la libertad a través de la organización política, creando “un gran movimiento” que asegure que todo el mundo está a lo mismo, es la encarnación de todos los errores de la cultura de las organizaciones del siglo XX. Lo que necesitamos es capitalizar las capacidades de la cultura en red, que es estigmérgica: o sea, un efecto de “mano invisible” se sucede a los esfuerzos de los individuos y pequeños grupos que trabajan de forma independiente. Éstos pueden tener una visión general y considerar las acciones de otros actores, pero no necesitan un aparato de coordinación superior que regule su autoridad. En otras palabras, necesitamos un movimiento que funcione como Wikipedia en sus buenos momentos, o como los desarrolladores de productos open-source que fabrican productos modulares alrededor de una plataforma común.
En mi opinión la mejor manera de cambiar las leyes, en términos prácticos, se consigue a través de la construcción de contra-instituciones que generen una contra-economía fuera del control del Estado: o sea, convertir esas leyes en irrelevantes y no imponibles, de forma que el Estado pliegue la rodilla y haga concesiones a la realidad.
Creo que el estatismo perecerá como consecuencia no de un evento súbito y drástico, sino como el efecto acumulado de una larga serie de pequeños detalles. Los costes de adaptar a los individuos a la visión del Estado y de disuadirles de desobedecer cuando no están siendo observado serán cada vez más insostenibles, no sólo en términos monetarios sino en la propia psique de la gente. En otros términos, la decadencia de la hegemonía del Estado y la aplicabilidad de sus leyes hará del Estado lo que compartir archivos está haciendo con la RIAA.
El esfuerzo más eficiente en el aspecto político es, simplemente, decirle a la gente que no necesitan permiso de nadie para ser libres. Que las leyes no son aplicables, y diseminar el conocimiento de la gente para que la rompa. Publicar ejemplos que nos enseñen que podemos vivir nuestras vidas como queramos, con nuestras instituciones, hechas por nosotros mismo, por debajo del radar del Estado: sistemas monetarios locales, clínicas autogestionadas, seguridad comunitaria contra el acoso, etc. Los esfuerzos educativos sobre la ilegitimidad moral del Estado, las campañas para demostrar la inaplicabilidad de las leyes y para sabotearlas, todos esos esfuerzos, se tienen que realizar en un sentido estigmérgico.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 30 de noviembre de 2009.
Traducido del inglés por Joaquín Padilla Rivero.