Walter Block: Defendiendo lo indefendible, otra vez — Parte I

Por Kevin Carson. Artículo original: Walter Block: Once Again Defending the Undefendable — Part I, del 26 de junio 2024. Traducido al español por Mariano Vidal.

En un sentido, Walter Block pertenece a la tradición de libertarios de derecha y anarco-capitalistas controvertidos, en la medida que camufla las relaciones de poder y las instituciones coercitivas con los términos “librecambio” y “contrato voluntario.” Pero en otro él es todavía peor. Los anarco-capitalistas históricamente concentraron sus esfuerzos en convencer a la gente de que un régimen sin estado, basado en la propiedad privada y en el contrato libre, sería mejor que el que tenemos hoy en día en la mayoría de los aspectos, y no peores en el resto. Por el contrario, Block parece haber construido toda su carrera en torno a confirmar las peores sospechas que la persona promedio pudiera tener sobre dicha sociedad.

Por ejemplo, en el año 1969, en un momento en el que incluso Murray Rothbard quien, una vez, llegó a decir “suelten a los policías para limpiar de vagabundos las calles”, estaba estableciendo contactos con la Nueva Izquierda, Block estaba ocupado defendiendo la “esclavitud voluntaria.”

Considere el caso de un tal Sr. A que puede salvar la vida de su esposa solo con pagar un millón de dólares por la operación. No obstante, él no posee esta cantidad. La única forma en la que puede conseguirla es vendiéndose como esclavo al Sr. B, quién está dispuesto a pagar 1 millón de dólares por la esclavización del Sr. A. El Sr. A, valorando mucho más la vida de su esposa que su propia libertad, termina aceptando. Recibe la plata, se la da al médico, y firma voluntariamente su esclavitud. Sin embargo, el Sr. A pronto se harta de trabajar como esclavo y decide fugarse.

¿Debería la agencia de protección intentar atrapar al Sr. A y devolvérselo al Sr. B? Yo respondo con un “Si” rotundo. Debido a que A está escapando con (robando) un bien preciado que es propiedad de B — El mismo Sr. A. La agencia de protección debería encargarse de este robo y devolverle su propiedad a B, como de igual modo se le devolvería cualquier objeto que le perteneciera.

Como respuesta a la crítica que le hizo Rothbard sobre la “esclavitud voluntaria” — que es imposible porque el Sr. A no puede enajenar permanente su voluntad por contrato, y que no se le puede obligar a cumplir voluntariamente si luego decide que no le agrada la esclavitud — Block concede que los individuos no pueden alienar su voluntad o ser obligados a cumplir voluntariamente con un contrato realizado en el pasado. Pero quizás “conceder”, con la connotación de reluctancia que lleva, no sea el término correcto a utilizar — a diferencia de la felicidad con la que se lo nota aquí:

Pero el profesor Rothbard ha optado por la minuciosidad en un asunto trivial. Ningún dueño de esclavos, como el Sr. B, espera que su agencia de protección haga lo imposible. Ningún defensor de la aplicación de contratos de esclavitud voluntaria espera que la agencia de protección fuerce al Sr. A a que trabaje como esclavo queriéndolo. Todo lo que se espera de la agencia es que arrastre al esclavo reacio de vuelta a las manos de su legítimo amo, por más que grite y se resista; y esto sí es algo que entra en el ámbito de lo posible…

La siguiente pregunta es, ¿Debería hacerse? La respuesta es “Sí”…

Pues, el cuerpo de un esclavo es alienable, ya que es físicamente posible arrastrarlo al cautiverio y a la esclavitud. Lo que es imposible es arrastrar a un esclavo voluntariamente a la esclavitud, por lo que lo único inalienable es su voluntad.

Block escribió esta insólita defensa de la “esclavitud voluntaria” hace ya 55 años. Pero — tal vez temiendo que su descripción gráfica del recurso violento del cual dispone el pobre esclavista careciera del atractivo suficiente, o que no hubiera sido lo bastante claro con respecto al derecho de los dueños de esclavos de mutilar o matar a sus esclavos bajo los términos del contrato de “esclavitud voluntaria” — Block volvió a abordar el mismo tema en esta última década.

Su artículo del 2015, escrito para el Journal of Economic and Social Thought, redobló las apuestas en lo pesadillesco de toda manera concebible. A lo largo de todo el artículo, se puede observar un patrón común en la argumentación: “¿De qué se quejan tanto todos? Si todos estamos de acuerdo en que la esclavitud del siglo 19 estuvo mal. Lo único que digo es que…” — después de lo cual prosigue con algo tan atroz, que los lectores no pueden hacer otra cosa que quedar en shock.

No quedándose satisfecho solo con defender la permisibilidad de la “esclavitud voluntaria” bajo la ley ancap, también remarca que los esclavos no la pasaban tan mal objetivamente hablando, y que lo único condenable era que fuese involuntario. Block no logra comprender cómo es que los esclavos afroamericanos no estuvieran contentos con todo lo que les otorgaban sus amos. Si quitaramos la nula capacidad de decisión que tenían, la esclavitud no hubiera sido tan mala. Podías juntar lana, cantar, comer unas buenas gachas, etc. El verdadero problema estribaba en que esta relación fuera obligatoria, lo que violaba el derecho a la libre asociación y a la propiedad sobre sus personas.

Y por si esto fuera poco, él inmediatamente después escribe: “La Ley de Derechos Civiles de 1964, en un menor grado lógicamente, volvía esclavos parciales a los dueños de establecimientos, como el de Woolworths.” Y luego procede a enumerar un montón de cosas que, a su modo de ver, también son otros casos de esclavitud: no solo la integración forzada del organismo público, si no que también las regulaciones a los alquileres, los sindicatos, y la acción positiva.

Claro que sí Walter, a la gente estos días le gusta quejarse porque sí. En un artículo que solo tiene un año, entró más en detalle sobre el rango amplio de violencia permitida que posee el esclavista:

La tésis de mi amigo experto en leyes [Stephan Kinsella] es que el contrato de esclavitud voluntaria es ilegítimo debido a que la voluntad del esclavo es incapaz de ser alienada. Y sin duda tiene razón. Pero lo que se está vendiendo no tiene que ver con su voluntad. Estoy de acuerdo con que esta no pueda ser alienada. Más bien, lo que se está comprando es el derecho a objetar a ser golpeado, o matado, por parte del esclavista. Nótese que digo “matado” y no “asesinado” ya que, bajo de lo que ampara el contrato de esclavitud voluntaria, el amo tiene el derecho a acabar con la vida de su esclavo si así lo desea, de la forma que guste hacerlo.

Al parecer, la única objeción que tendría Block para el barón Harkonnen de Dune — que se acostaba con, y luego mutilaba y asesinaba, un esclavo diferente cada noche — sería que la víctima no hubiera pactado voluntariamente todo lo que le ocurriese.

Alguien que fuera menos ancap que Block, incluso alguno que en principio defendiera la “esclavitud voluntaria”, por lo menos se preocuparía de asegurarles a sus lectores de que las cosas no saldrían tan mal como se podría llegar a temer, de que, a pesar de cualquier tecnicalidad legal, rara vez llegarían a darse estos casos en la vida real, de que habrían protecciones ante los peores abusos, y de que los mismos mecanismos de la sociedad anarco-capitalista que hicieran posible la esclavitud, en la práctica, no llegarían a operar nunca de esa forma.

Este enfoque parece ser corriente entre los seguidores de Hoppe. Hans Hermann Hoppe y sus discípulos reaccionarios han estado obsesionados tratando de encontrar algún conjunto de reglas de la propiedad que, a través de la apropiación privada universal de la tierra, facilitara la edificación de su mundo ideal neofeudal, desde los cimientos de la propiedad privada y la libre contratación. En dicho mundo, en el que todo metro cuadrado sería territorio de algún cristiano blanco teócrata, los terratenientes actuando en conjunto serían capaces de “remover físicamente” a cualquier persona cuya ideología, etnia, o prácticas sexuales las consideraran anormales — y todo esto sin violar el sagrado “principio de no agresión”.

Block y los seguidores de Hoppe me recuerdan a los adefesios de la derecha alternativa que, en su búsqueda de cualquier circunstancia atenuante que justifique las violaciones o decir la palabra con n, crean infinitas situaciones irreales en las que estas acciones son las únicas manera de evitar la detonación de la bomba atómica o el exterminio total.

En el caso de Block, pienso que debe haber algo de mala fe — quizás inconsciente — de por medio. Por un lado, se esfuerza en confeccionar las situaciones más arbitrarias, extremas, y coercitivas concebibles, sólo para hacer posible que al Sr. A realmente no le queden otras opciones que la “esclavitud voluntaria”. Por el otro, Block al mismo tiempo pretende que el trasfondo de violencia y las diferencias estructurales en las relaciones de poder no existen.

Y no solo es el caso de la “esclavitud voluntaria”, si no que también el de muchas otras prácticas aberrantes mas las que Block ha justificado como meros arreglos voluntarios en los que las consideraciones de poder no tienen peso en absoluto. En posteriores entregas de las reseñas que le dedique a Block, examinaré otros ejemplos de su tendencia a pasar por completamente “voluntarias” relaciones y transacciones que, en realidad, tienen un trasfondo amplio de coerción y violencia estructural, y que muestran la verdadera naturaleza coercitiva del sistema capitalista que defiende.

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