Esta es la cuarta parte en una serie. Aquí las partes 1, 2, 3 y 4
El tema de la policía — de lejos uno de los más grandes problemas relacionados con la violencia armada — no es atacado por la legislación de control de armas moderna. Podemos intentar mantener las armas fuera de las manos de criminales peligrosos todo lo que queramos, pero, hasta que el estado deje de proveer a algunos de estos criminales con uniformes especiales y armamento para emplear en nuestra contra con pequeñas o nulas consecuencias, para luego ponerlos a cargo de la imposición de la voluntad estatal (o inclusive la suya propia), no nos acercaremos a la solución del problema.
Brutalidad policíaca
Los movimientos que abordan los problemas de militarización y brutalidad policíaca han estado ganando empuje en años recientes a medida que el fácil acceso a cámaras y otras herramientas expone sus prácticas violentas más explícitamente al ojo público. Black Lives Matter, Copwatch, Cop Block, The Huey P. Newton Gun Club, Black Women’s Defense League, el National Police Misconduct Reporting Project del Instituto Cato, Say Her Name, Assata’s Daughters y muchos otros grupos han sugerido soluciones potenciales. Estas varían desde el reformismo hasta el radicalismo, y todas apuntan a atacar la violencia policial y, más importante, el empleo de fuerza letal que involucre armas de fuego.
La eficiencia de estas soluciones varía. Algunas de ellas son meros paliativos que acaso ralentizan el sangrado pero que fracasan a la hora de curar las heridas de nuestras comunidades. Ejemplos de semejantes paliativos incluyen juntas de responsabilidad comunitarias, cámaras corporales y el fin de prácticas como las requisas , la guerra contra las drogas, la guerra contra las putas, la militarización policial y la privatización de prisiones. Hay inclusive llamados al desarme íntegro de policías: similar a la situación en Inglaterra. Podría parecer extraño que una serie de ensayos que explica por qué el control de armas es malo recomiende semejante medida — no es la panacea ni mucho menos — pero la mayoría de nosotros no tenemos permitido llevar armas al lugar de trabajo por varias razones, y, con el registro histórico de la policía en este país, probablemente sea buena idea restringir el uso de armas de fuego para la fuerza policíaca en general como parte de un proceso hacia la desmilitarización.
Sin embargo, estas no son soluciones a largo plazo. Algunos de estos paliativos podrían tener incluso consecuencias inintencionadas. Pero cambiar un sistema es algo engorroso y no siempre contamos con las mejores soluciones o tácticas en cada situación. Si realmente deseamos atacar el problema de la violencia policíaca, debemos avanzar hacia la abolición de la fuerza de policía moderna y su remplazo con algo íntegramente nuevo. Pero la abolición es un largo proceso y una meta que nos significa muchos enemigos políticos, más notablemente los oficiales mismos. Teniendo esto en mente, debemos aferrarnos a nuestras armas de fuego, entrenarnos en cómo emplearlas adecuadamente y protegernos nosotros, nuestras familias, nuestros amigos y nuestras comunidades de la policía y sus partidarios reaccionarios. Puede aducirse que, debajo del uniforme, «las vidas azules» [Blue Lives] no son más o menos valiosas que cualquier otra. Con base en esa lógica, la policía debería acomodarse a los mismos estándares de cualquier otra persona y, si comenten actos de agresión contra personas inocentes, esas personas tienen derecho ético a la defensa propia.
Desde luego, sacudir un arma en frente de un policía es una manera segura de acabar muerto o en prisión, pero esa no es la única forma de utilizar armas de fuego para combatir la brutalidad policíaca. Inspirados en el ejemplo del Partido de autodefensa Pantera Negra, algunos grupos han reavivado la práctica de las patrullas de policía comunitarias. Durante estas patrullas, los ciudadanos armados protegen sus comunidades de las patrullas policíacas. Cuando se ve a los policías acosando a los miembros de la comunidad, se ve a los miembros de la patrulla ubicados en las cercanías con armas visibles (en áreas donde el porte a la vista es legal), gritando asesoría legal mientras filman la interacción. Esta clase de despliegue disminuye la probabilidad de que un oficial intente iniciar alguna acción a sabiendas de que lo superan en armas y en número en el momento. Acaso estén conscientes de que pueden solicitar refuerzos, pero eso no cambia el hecho de que pueden dispararles si la situación escala antes de que los refuerzos puedan llegar. Afortunadamente, estos tipos de patrullas funcionan mediante el miedo solo y rara vez, si es que alguna vez, degeneran en lucha armada (no he descubierto ningún caso semejante durante mi investigación).
EE.UU tiene una antigua tradición de una ciudadanía que posee armas de fuego para mantener al gobierno a raya. Así que, en una era donde la policía acribilla personas en las calles por delitos menores o por ninguno, mientras sostienen un sistema de esclavitud penitenciaria, supremacía blanca y estatismo corporativista, deberíamos estar preparados para reivindicar esta tradición y preparar a nuestras comunidades para luchar tan pacíficamente como sea posible en semejantes situaciones violentas. La violencia armada no terminará nunca en tanto la policía detente el poder para utilizar armas de fuego contra nosotros como le plazca sin mucho riesgo de encarar las consecuencias. Ninguna regulación de control de armas cambiará eso.
¡Sigan atentos para la parte 6!
Artículo original publicado el 16 de mayo de 2017 por Logan Marie Glitterbomb
Traducción del inglés por Mario Murillo