Como izquierdistas radicales que somos, tendemos a favorecer una mirada al panorama general. Favorecemos una transformación radical del mundo a nuestro alrededor y, con esta meta en mente y numerosas generaciones de análisis colectivo, tendemos a preferir escudriñar las causas radiculares de los problemas de la sociedad y atacar esas raíces. Así que, a fin de abordar la violencia armada, debemos abordar sus raíces.
El sitio web del Liberal Gun Club manifiesta:
Favorecemos la mitigación de raíz para la prevención de la violencia, un cuidado de la salud mental más fuerte, abordar la cuestión de la pobreza, la indigencia y el desempleo, en lugar de concentrarnos en prohibir o restringir una herramienta.
Estos son los problemas de raíz, entre otros, que deben abordarse con prelación a fin de combatir más efectivamente la violencia armada. Para la parte 2 de esta serie de ensayos (leer la parte 1 aquí), abordaremos la causa raíz que ha sido más materia de debate y la más exagerada. Pese a cuán exagerada pueda ser a veces, sigue siendo un asunto que necesita abordarse de todos modos.
Salud Mental
Las más de las veces, cuando hay un tiroteo en un espacio público, se cuestiona la salud mental de tirador. Dejando de lado el hecho de que muchos trastornos mentales se construyen socialmente para encasillar comportamientos percibidos como «inaptos» o «diferentes», y algunos de estos han sido influenciados históricamente por la política del momento (a saber, histeria, homosexualidad, desorden de identidad de género, etc.), la mayor parte del tiempo estas personas son etiquetadas con estos diagnósticos por personas que tienen poca o acaso ninguna experiencia médica, o contacto personal con el tirador, lo cual no contribuye en nada con la conversación, excepto cuando se trata de estigmatizar a aquellos que viven con problemas de salud mental.
De acuerdo al ensayo de Kelly Vee Armemos a los enfermos mentales:
Las personas que son neurodivergentes corren un mayor riesgo de ser objetos de violencia que de perpetrarlas. Una de cada cuatro personas neurodivergentes experimentan violencia sexual, física o doméstica en un dado año […] Independientemente de la naturaleza de la neurodivergencia propia, un estudio de 1998 mostró que, salvo que estén presentes drogas o alcohol, los neurodivergentes no son más propensos a cometer actos de violencia que otras personas. Cuando las personas con trastornos mentales comenten, en efecto, actos de violencia, casi siempre estos actos se dirigen a miembros de la familia y amigos, no a extraños.
Cuando las estadísticas muestran que la mayoría de las personas con problemas de salud mental tienden más a ser las víctimas de crímenes violentos que las perpetradoras de los mismos, sigue siendo difícil culpar al trastorno mental de la violencia armada. Incluso aquellos que viven con un trastorno mental son de todos modos responsables por sus acciones, y sus motivos no pueden atribuirse a una enfermedad mental. Este tipo de cosas suceden usualmente porque el tirador ha sido influenciado por una ideología tóxica o se ve presionado en demasía. Pero esto no quiere decir que la salud mental no pueda jugar o no haya jugado un papel en la violencia relacionada con armas.
En lugar de intentar diagnosticar a personas que no conocemos con nuestro conocimiento médico, que ni es requerido ni es profesional, dejemos que tales cosas sean diagnosticadas y tratadas por doctores. Pero los tratamientos de salud mental no están disponibles actualmente para todos los que los necesitan. No solo carecen muchas personas de seguros médicos, sino que además algunos trastornos mentales hacen más difícil que algunos individuos preserven adecuadamente sus empleos y cuiden de sí mismos en formas que beneficien su salud mental y les confieran acceso a atención médica. De hecho, «un cuarto de la población sin techo sufre de severos desórdenes mentales, pues la sociedad que vive con miedo de los enfermos mentales los deja expuestos a violencia callejera y brutalidad policíaca». Muchos de estos problemas provienen de la estigmatización misma de los trastornos mentales, lo que, por ende, impide que las personas neurodivergentes accedan a recursos necesarios y obtengan ayuda. Culpar sin necesidad al trastorno mental de la violencia armada sin prueba alguna solo conduce a estigmatizar aún más, lo cual perpetúa el ciclo que impide que las personas neurodivergentes reciban tratamiento.
Si deseamos lidiar con la violencia armada relacionada con la salud mental, debemos trabajar por un acceso más amplio a una asistencia médica más adecuada en nuestras áreas. La solución más sencilla aquí y ahora es el establecimiento de clínicas gratuitas, y asegurarnos de que las personas que conocemos reciban tratamiento adecuado de cualquier forma posible. El Proyecto Ícaro y los grupos de apoyo comunitario son también una buena manera de lidiar con trastornos mentales, y cumplen un propósito similar a charlar con un terapeuta.
Acabar con el control que las grandes farmacéuticas tienen sobre la industria médica es también una manera de ayudar a quienes parecen trastornos mentales. Esto implica acabar con los subsidios de gobierno a la industria farmacéutica, incluyendo las protecciones de propiedad intelectual. Deshacerse de la PI daría cabida a la creación de versiones genéricas de drogas eficaces para la salud mental, así como a la reducción del precio de marcas comerciales mediante la competencia. Acabar con las leyes de la guerra contra las drogas que tratan con cuestiones como el uso no recetado de drogas permitiría que aquellos que no tienen acceso a atención médica sigan teniendo acceso a las drogas que necesitan incluso después de que sus recetas caduquen. Actualmente, muchas comunidades neurodivergentes recurren ya a prácticas como las recetas compartidas, y los mercados en la web oscura también permiten que la gente acceda a drogas que de otro modo les costaría mucho obtener.
Las medicinas «alternativas» son también útiles. Visite a su brujo o herbolario local para obtener sugerencias sobre hierbas y otras medicinas que puedan ayudar a lidiar con los efectos de la enfermedad como alternativa o complemento al uso de drogas recetadas. Una hierba que ha probado ser muy efectiva para múltiples trastornos mentales es el cannabis. Sin embargo, hay actualmente un veto federal que impide que personas que portan licencias para uso de marihuana medicinal puedan adquirir armas de fuego. Esto, al igual que gran parte de la legislación de control de armas, se equivoca bastante y debe ser rechazado. En una época en que la gente de todas las latitudes políticas comienza a ver la legalización del cannabis de una manera positiva, es tiempo de problematizar este asunto en la comunidad de derechos a las armas. No deberíamos vernos forzados a escoger entre salud y protección.
Muchos de nosotros vivimos con trastornos mentales porque hemos sufrido traumas en nuestras vidas. Despojarnos de nuestro derecho a defendernos de la violencia cuando ya hemos sido recipientes de violencia es contraproducente y deja indefensos a muchos de aquellos que están marginados y vulnerables de cara a violencias presentes y futuras. Tratemos los trastornos mentales, ayudemos a los sobrevivientes y enseñémosles cómo defenderse a sí mismos.
Por supuesto que la salud mental está lejos de ser el único factor en juego en lo tocante a la violencia armada en la sociedad. En la parte 3 discutiré más de estas causas radiculares y cómo abordarlas.
Artículo original publicado por Logan Marie Glitterbomb el 10 de febrero de 2017
Traducción del inglés por Mario Murillo