El control de armas es un gran problema para muchos izquierdistas. El Partido Demócrata ha hecho campaña por años sobre una plataforma de control de armas. Semejantes medidas, afirman, son la única manera de reducir la violencia armada y salvar vidas. Afirman hacer esto para salvar las vidas de personas negras, marrones y de escasos recursos. Afirman intentar salvar a personas LGBTQ. Pero ¿está ayudando realmente el control de armas a la gente marginada?
Con el ascenso del movimiento de la derecha alternativa, el recrudecimiento de los crímenes de odio, las prácticas policiales racistas y la islamofobia rampante, el mundo sigue demostrando ser un lugar peligroso. La propaganda de la guerra contra el terror contribuye a estos ataques en contra de musulmanes, árabes e incluso aquellos que son percibidos como tal por racistas ignorantes que no disciernen entre alguien de ascendencia árabe y alguien que sea latino, indio o que tenga tez marrón. El miedo a la pérdida de empleos se orienta equívocamente hacia mejicanos y otros pueblos latinos. Los terroristas domésticos dirigen sus esfuerzos a personas queer de color. Los autoproclamandos «activistas por los derechos del varón» hablan desde los púlpitos universitarios y aparecen en entrevistas hablando de los males del feminismo mientras trivializan e incluso excusan la agresión sexual, la violación y la violencia contra las mujeres, creando así ambientes inseguros y desprotegidos. Las prácticas policiales intolerantes toman como blancos a personas indígenas, negras, marrones, queer y trans. Y puesto que muchos en los movimientos de derecha alternativa y supremacía blanca, junto con sus partidarios, ovacionan abiertamente la victoria presidencial de Trump como un triunfo para ellos y sus creencias, no hemos visto sino un escalamiento en los crímenes de odio, una tendencia que tiene previsto continuar.
Así que surge la pregunta: ¿cómo combatimos los crímenes de odio y protegemos las comunidades marginadas? Muchos creen que las leyes de crímenes de odio ayudan a frenar las tasas de crímenes y a proteger a las personas marginadas, pero grupos civiles como Queers for Economic Justice, The Audre Lorde Project, The Sylvia Rivera Law Project y Against Equality están en desacuerdo:
Simple y llanamente, la legislación en torno a crímenes de odio incrementa el poder y vigor del sistema penitenciario, al detener a más gente por periodos de tiempo más largos. Las personas trans, la gente de color y otros grupos marginados se ven encarcelados desproporcionadamente. Las personas trans y de género no conformista, particularmente las mujeres trans de color, son regularmente percibidas como blancos y detenidas injustamente por hacer poco más que caminar por la calle. Si estamos encarcelando a aquellos que cometen violencia contra individuos/comunidades marginadas, acabamos poniéndoles detrás de muros en donde siguen hostigando a las mismas personas. No redunda en el interés de las comunidades marginadas depender de un sistema que ya comete tanta violencia para luego pretender que las proteja.
Con movimientos como Black Lives Matter, las protestas contra la militarización de la policía, la actual ola de huelgas carcelarias que ocurren por toda la nación e incluso el lanzamiento del documental de Netflix 13th, el sistema policial y penitenciario está quedando desnudo para el ojo público, y muchos son los que se están dando cuenta de la intolerancia inherente en estos sistemas; ellos empiezan a abogar por medidas, desde la total reformulación y reconstrucción, hasta una abolición completa del estado policial y el complejo industrial penitenciario. A medida que se torna claro que los individuos marginados no pueden depender de estos sistemas para protegerse del odio, muchos están buscando otras soluciones para protegerse.
A fin de encontrar esas soluciones, muchos están recurriendo a ejemplos históricos y contemporáneos sentados por grupos de derechos civiles a través de los tiempos. Deacons for Defense and Justice, Black Armed Guard, Fruit of Islam y Muslim Girls Training, Black Panther Party for Self-Defense, Red Guard Party, Brown Berets, Young Lords, Young Patriots, American Indian Movement, Brothas Against Racist Cops, Black Guns Matter, John Brown Gun Club/Redneck Revolt, John Brown Militia, Huey P. Newton Gun Club, Sylvia Rivera Gun Club for Self-Defense, Indigenous People’s Liberation Front y Pink Pistols, todos estos grupos proveen ejemplos de comunidades marginadas y sus partidarios, quienes utilizaron armas de fuego como forma de defensa propia y defensa de otros en contra de crímenes de odio, protección contra la policía y como medio para desafiar la opresión proveniente de todas partes en el espectro político. En palabras de Huey P. Newton, «nunca hemos defendido la violencia; la violencia se nos inflige a nosotros. Pero sí creemos en la autodefensa para nosotros y para la gente negra [y toda la gente marginada]».
¿Pero acaso no ayuda el control de armas nacido del «sentido común» a proteger las comunidades marginadas? Bien, pues simple y sencillamente no, no lo hace. De hecho, la mayor parte del control de armas en realidad tiene el efecto opuesto, dejar a las comunidades marginadas desarmadas e indefensas de cara a la violencia. El control de armas tiene, en realidad, una historia bastante racista. Muchas de las primeras leyes de armas decretadas por el gobierno estadounidense tenían como corolario evitar que la gente negra libre poseyera o portara armas de fuego, excepto bajo supervisión de sus señores, por miedo a una rebelión de esclavos. Los levantamientos encabezados por John Brown y otros, y las armadas de esclavos formadas durante la guerra civil, demostraron que estos miedos estaban justificados. Para aquellos que vivían aherrojados, las armas significaban libertad. Décadas después, en el punto álgido de los movimientos de derechos civiles para negros y de liberación, a Martin Luther King, Jr. se le negó un permiso de porte de armas luego de que su vivienda fuera bombardeada en 1956, Malcolm X instó a los afroamericanos a defenderse usando los medios necesarios, las Panteras Negras realizaron marchas con armas a la vista y la Asociación Nacional del Rifle se introdujo en la arena de la política de armas por primera vez.
En el momento de su creación, la Asociación Nacional del Rifle era meramente lo que sugiere su nombre: una asociación del rifle o un club de armas. Sus miembros se preocupaban más por enseñar a otros cómo disparar que por la política, pero, producto del miedo a las Panteras Negras, la NRA ayudó a Ronald Reagan a presentar un proyecto de ley de control de armas conocido como Mulford Act. Así como lo oyen, la NRA inició su carrera política luchando por un control de armas motivado por miedo racista. Desde entonces, las denominadas medidas de «sentido común» del control de armas han sido dominio de la izquierda, con un giro de autodenominada antiintolerancia. Y, aun así, sus medidas de control de armas se basan primariamente en cosas como verificación de antecedentes y análisis de salud mental. Pero en una sociedad donde las personas marginadas son blancos más probables de la policía y se convierten en víctimas del sistema penitenciario, lo cual les representa la desproporcionada e injusta etiqueta de delincuentes, incluso por crímenes no violentos o por intentar defenderse, la verificación de antecedentes conduce al desarme de comunidades marginadas. En una sociedad donde las personas marginadas corren un mayor riesgo de sufrir traumas y violencia horrendos, estas personas se encuentran en mayor posición de vérselas con problemas de salud mental, además de que se restringen sus posibilidades de defenderse de violencias ulteriores, pues padecer desórdenes mentales es un prerrequisito para que se les niegue el derecho a portar un arma de fuego. Dejarlas indefensas no logra sino hacerlas susceptibles a más violencia, más traumas y, por consiguiente, a más problemas de salud mental. Las medidas de control de armas que previenen la adquisición mayorista de armas de fuego o ciertas categorías de armas solo implican que el gobierno y sus fuerzas (policía, ejército, entre otras) tienen un monopolio sobre esas armas, dejándonos indefensos ante la violencia estatal. Inclusive tácticas de control de armas tales como la tarificación de ventas de balas afectan solamente a los pobres, al dejarlos desamparados de cara al crimen, en lugar de prevenir el crimen mismo.
Bien, entonces, las armas son más efectivas a la hora de defenderse en contra de crímenes de odio que las leyes contra crímenes de odio, mas ¿qué hacemos para protegernos de los tiroteos masivos y otras formas de violencia armada? Esa es una inquietud realmente apremiante. Pero, como reza el dicho, «las armas no matan gente, la gente mata gente», así que va siendo tiempo de que nos concentremos en la gente que comete estos crímenes violentos y abordemos las causas de sus acciones. En los ensayos que siguen, expondré las ideas para acciones concretas que se están tomando o podrían tomarse para frenar la violencia armada y protegernos de crímenes de odio a medida que intentamos hacer más libres nuestras comunidades e intentamos mantenerlas a salvo de la violencia.
Artículo original publicado por Logan Marie Glitterbomb el 10 de enero de 2017
Traducción del inglés por Mario Murillo