Gizmodo informa que la policía sueca allanó a The Pirate Bay el 9 de diciembre, apoderándose de sus servidores y clausurando su sitio web. Mis primeras reacciones fueron de irritación e incluso ira. Pero ahora solo siento ganas de reír. El estado es una organización obsoleta y se vuelve cada más irrelevante en la medida que intenta hacer cumplir leyes imposibles de ejecutar.
A primera vista, esto parece incorrecto. Tal como informa Gizmodo, todos los creadores de The Pirate Bay languidecen en la cárcel y ahora su sitio web está caído. Las autoridades estatales han bajado sitios como Las Rutas de la Seda 1 y 2 y han atacado a otros sitios de torrents. ¿Cómo puede esto hacer quedar mal al Estado?
Aunque individualmente estos casos puedan parecer poner en duda la ineficacia del Estado, deben ser vistos dentro de un contexto más amplio: El Estado está jugando al juego de “golpea al topo” con Internet.
Y la buena noticia es que está perdiendo.
Por cada sitio web que el gobierno intenta clausurar, brotan otros cinco. Y nadie en el gobierno va a admitir que lo que están haciendo es inútil. Simplemente no tienen incentivos para actuar racionalmente. A los burócratas les pagan por clausurar sitios web. No importa si nacen otros cinco por cada uno que matan – igual se les paga. Así que, ¿por qué iban a dejar de hacerlo ahora?
El Estado no va a dejar de hacerlo ni puede dejar de hacerlo, no puede “ceder” terreno a la gente de Internet y admitir la derrota. Pero la cuestión es la siguiente: El proceso de aniquilación en sí es una señal mucho más fuerte de la derrota que de la rendición. El Estado está involucrado en una batalla sísifica y se va a quedar sin fondos en el intento de ganarla.
En La lucha laboral en un mercado libre, Kevin Carson escribe sobre otra instancia de este proceso de hace una década. Sinclair Media luchó enérgicamente un boicot usando litigación “SLAPP”, pero “… le fue imposible suprimir el movimiento porque los sitios web originales de la campaña eran replicados más rápido de lo que podían clausurarse, y el valor de sus acciones implosionó”.
Otro caso que menciona Carson es Diebold, “… que recurrió a cerrar … sitios que publicaron documentos internos de la compañía sobre sus máquinas de votación. Los memos se distribuyeron rápidamente a través de BitTorrent a más discos duros que los que nadie pudiese contar, y Diebold se encontró jugando ‘golpea al topo’ a medida que los sitios espejo que revelaban la información proliferaban exponencialmente”.
El último clavo en el ataúd del Estado es que podemos esperar razonablemente que surja una nueva encarnación de The Pirate Bay, o una sustitución equivalente, en cuestión de días.
Si el Estado quiere jugar su versión de alto riesgo de “golpea al topo”, no hay problema. Ya hace tiempo que conocemos los riesgos relevantes y que estamos preparándonos para devolver el fuego. Cuando el Estado no puede luchar bajo sus propias reglas y se ve obligado a regirse por las nuestras, es como un mal juego de “hundir la flota”. Y el Estado no va hundir la nuestra en el futuro previsible.
Artículo original publicado por Nick Ford el 11 de diciembre de 2014.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.