Cory Doctorow, invitado de honor en la conferencia de ciencia-ficción FenCon en Dallas, menciona (“Durante el cierre del gobierno algunos científicos no pueden hablar sobre ciencia”, Boing Boing, 4 de Octubre) que algunos de sus colegas oradores no van a poder hablar si el cierre del gobierno continúa. Debido a que son científicos espaciales del gobierno, están bajo la influencia del Acta de Antideficiencia del siglo XIX, que prohíbe a los trabajadores del gobierno realizar voluntariamente sus propios trabajos –incluyendo hablar de ciencia ante el público. La ley “apuntaba a detener estafadores que prestaban servicios ‘gubernamentales’ sin contratación previa, y luego pasaban una factura. Una especie de versión de la era de la Guerra Civil de los tipos que limpian los parabrisas de los autos en los semáforos sin que nadie se lo haya pedido”.
En algunos círculos libertarios existe una gran hostilidad hacia los trabajadores estatales. Y algunos de los trabajos que éstos hacen –por ejemplo los policías que ejecutan las leyes anti-drogas o atacan brutalmente las protestas del movimiento Occupy son ilegítimos per se. Pero gran parte de estas actividades – reparto de correspondencia, apagado de incendios, proteger a la gente contra asaltos a su persona y su propiedad – serán necesarias incluso en una sociedad libre.
Al final, lo que llamamos “la economía” es gente haciendo cosas, dedicándose a actividades productivas, proveyendo bienes y servicios a los demás. A lo largo de los siglos el estado, junto con las corporaciones y otras instituciones económicas extractoras de rentas sostenidas por el estado, han secuestrado una gran parte de estas actividades productivas y han acaparado los canales a través de los que se llevan a cabo, de manera que mucha gente produce bienes y servicios para sus semejantes en un marco institucional de explotación. La producción de bienes y servicios, que naturalmente estaría gobernado por el trabajo cooperativo y el intercambio pacífico, es controlado por los estados e instituciones extractoras de renta como las corporaciones, cuyo poder monopolístico deriva de la coerción estatal.
Estas personas no son nuestros enemigos. Muchos de ellos son simplemente personas que encuentran gratificante enseñarle a los niños, salvar hogares de los incendios, y –como lo han hecho alguna vez hasta los anarquistas más acérrimos – dan por sentado el sistema existente y su autoproclamada naturalidad e inevitabilidad.
El capitalismo corporativo de estado está en una crisis terminal. El subsidio a los insumos para la producción causa un crecimiento exponencial de la demanda sobre de esos insumos, y resulta en un agotamiento de los recursos naturales y fiscales. El empeoramiento del ciclo de auge-recesión requiere un creciente gasto del gobierno para utilizar la capacidad ociosa y absorber el exceso de capital de inversión. Y las tecnologías de abundancia radical están destruyendo la escasez artificial sobre la cual depende gran parte del beneficio.
El estado, asimismo, es un grupo de gente haciendo cosas. Algunas de ellas son actividades necesarias y productivas; sólo que son llevadas a cabo en una forma distorsionada y controlada por el estado. Nuestro objetivo, cuando el sistema actual alcance sus límites, no es pretender que la gente deje de hacer lo que está haciendo. Queremos que lo siga haciendo bajo la forma de asociaciones voluntarias de productores. Estos individuos y grupos de productores actualmente trabajando en las entrañas del estado y la corporación, cuando se produzca el colapso, van a responder cada vez más a las exigencias del colapso saltándose las reglas oficiales del estado y sus jefes nominales en las corporaciones, utilizando su sentido común. Por ejemplo, las fuerzas policiales y oficinas de los sheriffs más lúcidos –tal vez tranquilamente y de forma no oficial- dejarán de derrochar recursos en desalojar morosos y detener a los okupas.
Esto es lo que Pierre-Joseph Proudhon, en su obra “Idea General de la Revolución en el Siglo XIX”, llamó “disolver el estado en el cuerpo social”. Y disolver el estado en el cuerpo social requerirá ignorar barreras legales como el Acta de Antideficiencia.
Mientras continúa el vaciado del estado y las corporaciones, es probable que en algún punto la gente que presta servicios al público, harta de los retrasos en los pagos y de la intervención burocrática, ignoren la autoridad de las agencias gubernamentales o los CEO’s a los cuales se supone que obedecen, se reorganicen en redes P2P y cooperativas, y comiencen a desempeñar sus servicios directamente para el público a cambio de una forma informal de recompensa. Esta recompensa tal vez sea algún tipo de soporte común de alguna unidad social que incluya a aquellas personas que prestan estos servicios.
Una década atrás, cuando la economía Argentina colapsó y los capitalistas en bancarrota trataron de cerrar las fábricas, los trabajadores resistieron, abrieron sus puertas y continuaron produciendo de manera autogestiva. Continuaron lo que estaban haciendo, donde lo estaban haciendo –pero su trabajo tomó un carácter totalmente diferente. Uno de estos días, los trabajadores estatales responderán al cierre del gobierno de la misma manera.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 7 de octubre de 2013.
Traducido del inglés por Federico Otero, editado por Carlos Clemente.