The following article is translated into Spanish from the English original, written by Kevin Carson.
Tal como tiende a suceder inmediatamente después de un horroroso incidente como este, el tiroteo en una escuela de Connecticut dio ocasión para revivir el debate sobre el control de las armas en los Estados Unidos.
Dada la calidad del debate, realmente no me interesa contestar los cínicos retos liberales estilo “¿bueno, es que finalmente están listos a entrar en razón?”, o los ataques de histeria derechista tipo “¡El Keynesiano Marxista Musulmán nos quiere quitar nuestras pistolas!”. Tan solo diré, para que conste, que soy un anarquista, y que no me interesa demasiado la idea de que el mismo estado responsable de los pinchazos telefónicos ilegales y de la Ley de Autorización de Defensa Nacional regule el acceso del público a las armas como instrumento de defensa personal. Y no quisiera ver el lanzamiento de una Guerra Contra las Armas por los mismos matones paramilitares en prendas de kevlar encargados de las guerras contra las drogas y el terrorismo. Por otro lado, no puedo decir que estoy loco de amor por las más estridentes voces derechistas que protestan contra el control de las armas.
Por lo tanto, solo haré algunas observaciones generales. Primero, dudo que el nivel de violencia armada en los Estados Unidos tenga demasiado que ver con los tipos de leyes sobre tenencia de armas que estén vigentes. Este país tendría un alto nivel de violencia armada independientemente de la letra de la ley, simplemente debido a nuestra cultura. Hay mucho de verdad en los argumentos liberales contra la “cultura de las armas” en los Estados Unidos. Tenemos más violencia armada que otros países occidentales por la misma razón que tenemos una cultura de veneración a la bandera y de “apoyar a las tropas” sin paralelo en el hemisferio occidental, por la misma razón que el sionismo cristiano es una fuerza política tan poderosa entre nosotros, y por la misma razón que una gran pluralidad de nuestra población cree que la tierra tiene 6000 años de edad.
Parte del problema deriva del rol único de lo que Joe Bageant llamó Borderers, escoceses del Ulster o escoceses-irlandeses, en la formación de la cultura estadounidense. Como resultado, nuestra cultura política está más predispuesta a generar autoritarios Tipo A con fijación en el uso de la violencia “para demostrar quién es el jefe” o “para darles una lección”. La veneración del militarismo y del poder ejecutivo deriva de los escoceses del Ulster dentro de La Empalizada, con su adulación del rey Billy.
Y otra parte del problema probablemente deriva del Segundo Gran Despertar, que está –directa o indirectamente– en la raíz de tantas maneras en la que la cultura estadounidense se descarriló en comparación al resto de la cristiandad occidental. El “dispensacionalismo premilenarial” de John Darby, compartido por los bautistas del sur y otras sectas fundamentalistas, difundido al público por el predicador Hal Lindsey y la serie de libros “Los Relegados” de Tim LaHaye, deriva de esto, como también nuestras actitudes puritanas hacia el alcohol y nuestro raro apego a Israel.
Segundo, creo que una legislación estricta sobre la tenencia de armas sería tan efectiva como el estado policial “anti-terrorista”, la Guerra Contra las Drogas o el estricto régimen de copyright en disminuir las actividades que supuestamente intentan combatir. La legislación no podrá influir sobre la tenencia de armas o el crimen armado. En los lugares que suelen promocionarse como ejemplos de los beneficios del control de la posesión de armas, como Europa y Japón, los niveles de tenencia de armas y violencia ya eran mucho menores que en Estados Unidos antes de que esas leyes fuesen implementadas.
Pero en tercer lugar, lo que lograría una legislación estricta de la posesión de armas sería llevar el nivel de estatismo policial, de anomia y patología general a un nivel aún más elevado, tal como lo han hecho la Prohibición y la Guerra Contra las Drogas. Mi expectativa es que una Guerra Contra las Armas aumentaría el volumen del crimen organizado, y le daría poder a las pandillas criminales que se disputan el mercado negro, exactamente de la misma manera que lo hizo la Prohibición en los años 20 y la legislación estricta sobre las drogas desde los 80. Esperaría que se erosionasen aún más las protecciones contra la búsqueda y captura contempladas en la Cuarta Enmienda, que aumentase la militarización de la policía vía equipos SWAT, y la expansión del escuálido imperio de la confiscación civil, el falso testimonio de soplones de cárcel, la incitación al delito, la evidencia plantada y el chantaje de las declaraciones negociadas de culpabilidad. En definitiva, una Guerra Contra las Armas nos llevaría más aún en la dirección de una sociedad totalmente entregada a pandillas criminales, y a la pandilla criminal más grande de todas: Las bestias de rapiña en uniforme.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 14 de diciembre 2012.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.