De Eric Fleischmann. Artículo original: Scaling Across and Capitalism’s False Promises, del 16 de mayo de 2022. Traducción al español de Camila Figueroa.
El libro Walk Out Walk On de Margaret Wheatley y Deborah Frieze: A Learning Journey into Communities Daring to Live the Future Now es un fantástico estudio de proyectos anticapitalistas descentralizados en todo el mundo. En particular, utilizan los ejemplos de Unitierra – “una nueva forma de universidad”- y de los zapatistas en México para identificar la diferencia entre “ampliar” y “ampliar”, siendo el primero el modo normal de expansión capitalista por el que los procesos se estandarizan y se replican a escalas cada vez mayores, y el segundo el intercambio de ideas y recursos entre muchos movimientos locales respetando las particularidades de esos movimientos, a través de lo que llaman “aprendizaje translocal”. El Instituto Berkana define este término como…
un proceso para conectar comunidades que tienen soluciones que compartir. Estas soluciones, tecnologías y métodos se llevan de un lugar a otro y echan raíces en un nuevo entorno local. Allí emergen en algo diferente, influenciado por la cultura, el sabor y las formas locales.
Estos conceptos son extremadamente importantes para conceptualizar una salida del capitalismo, ya que implican “que el tipo de cambio de sistemas a gran escala que muchos de nosotros hemos estado anhelando surge cuando las acciones locales se conectan globalmente, preservando al mismo tiempo su cultura, sabor y forma profundamente locales”. ¿Qué pasaría si las personas que trabajan a nivel local pudieran aprender unas de otras, practicar juntas y compartir sus conocimientos -de forma libre y fluida- con comunidades de cualquier lugar?” Y lo que quiero señalar en concreto es la forma en que la ampliación de escala (y el aprendizaje translocal) puede cumplir las promesas que el capitalismo no puede, por su propia lógica interna, mantener, a saber, el establecimiento de una sociedad global de individuos libres.
El capitalismo suele ser promocionado como un sistema que prioriza la libertad individual sobre la igualdad colectiva, siendo el socialismo lo contrario y, por tanto, indeseable. Sin embargo, Corey Robin explica que…
[El argumento socialista contra el capitalismo no es que nos haga pobres. Es que nos hace no ser libres. Cuando mi bienestar depende de tu capricho, cuando las necesidades básicas de la vida obligan a someterse al mercado y a subyugarse en el trabajo, no vivimos en libertad sino en dominación. Los socialistas quieren acabar con esa dominación: establecer la libertad frente al dominio del jefe, frente a la necesidad de sonreír por una venta, frente a la obligación de vender por la supervivencia [1].
Esta realidad dictatorial tanto del lugar de trabajo jerárquico como del mercado centralizado de necesidades como la comida, el agua y la sanidad es difícil de negar si se tiene alguna experiencia como lego en la economía actual, por lo que los apologistas del capitalismo suelen argumentar que, al menos en lo que respecta al consumo no esencial, la gente tiene una gran libertad; si ahorras suficiente dinero, puedes comprar la última ropa que quieras llevar, el tipo de ordenador que quieras usar y la variedad de café que quieras beber. Esencialmente: soportas la falta de libertad del lugar de trabajo y de la economía en general para experimentar la libertad y la diversidad del consumo capitalista. Pero Wheatley y Frieze señalan la “uniformidad de cualquier Starbucks, McDonalds o Wal-Mart” como un contraejemplo contra esta afirmación. Explican que la ampliación “crea una mono cultura que se basa en la réplica, la estandarización, la promoción y el cumplimiento”.
Esto se puede contrastar directamente con aquellos movimientos anticapitalistas en México relacionados -de una u otra manera- con Uniterria y/o los zapatistas como la Red Autónoma para la Soberanía Alimentaria, que promueve el derecho de las comunidades “a decidir por sí mismas lo que comen y su capacidad para producirlo”; o el Centro Autónomo para la Creación Intercultural de Tecnologías Apropiadas, donde “hay máquinas que funcionan con bicicletas, hornos solares, baños secos de compostaje, abono y vermicompostaje (formas de aprovechar los residuos orgánicos como abono), sistemas de captación de agua de lluvia, proyectos de agricultura urbana a pequeña escala y eco construcción, combustibles alternativos reciclados e incluso un poco de energía eólica”. “Todos estos procesos trabajan juntos para fortalecer “la capacidad de aprendizaje autónomo de las personas, las comunidades y los barrios para generar autosuficiencia económica y social”. Y, además, los grupos de personas que participan en esta encarnación de la escala a través de la abolición de la distinción entre productor y consumidor y permiten a sus componentes individuales un verdadero control sobre sus vidas y su consumo. No sólo esto, los autores escriben en su desglose de la escala a través de que “la gente apoya con entusiasmo las cosas [que han] tenido una mano en la creación”, y es precisamente este “tener una mano” en la creación que es el principio por el cual las empresas cooperativas y los proyectos de propiedad de la comunidad abordan la mencionada falta de libertad del lugar de trabajo capitalista, ya que una economía localizada hecha de estos esfuerzos representa un modo de producción fundamentalmente democrático.
Junto a la libertad individual, uno de los supuestos valores del capitalismo es su carácter universal y, en consecuencia, su capacidad para estructurar una sociedad global. Y Wheatley y Frieze explican que el aprendizaje translocal no se opone a la globalización, de hecho, acoge con satisfacción el flujo de “ideas y recursos” a través del planeta. A lo que se opone es a la globalización “de las corporaciones multinacionales, del libre comercio, del desarrollo económico”, que implica “universalidad, una única solución, producto o ideología que podría aplicarse en cualquier lugar, independientemente del lugar, la gente o la cultura”. Y las políticas de este tipo de globalización, como el “libre” comercio, son cualquier cosa menos libre: con un imperialismo fronterizo continuo, privilegios especiales concedidos a las corporaciones e ideas capturadas a través de las leyes de propiedad intelectual. En definitiva, Noam Chomsky explica que…
[Los sistemas de propaganda dominantes se han apropiado del término “globalización” para referirse a la versión específica de integración económica internacional que favorecen, que privilegia los derechos de los inversores y prestamistas, siendo los de las personas algo accesorio. De acuerdo con este uso, quienes están a favor de una forma diferente de integración internacional, que privilegia los derechos de los seres humanos, se convierten en “antiglobalistas” [2].
Por lo tanto, los “antiglobalistas” pueden utilizar (y lo hacen) la escala transversal y translocal para abrazar la auténtica libre circulación de ideas, recursos y personas porque, como escriben Wheatley y Frieze, “la única manera de que se produzca un cambio a gran escala es invitando a que las ideas y los recursos fluyan por todo el mundo”. Y los inicios de la gran escala de esta manera pueden verse en la forma de alter-globalización, que Arun Kumar Pokhrel identifica como “varios movimientos sociales que buscan la cooperación e interacción global para resistir los impactos negativos sociales, políticos, económicos y ambientales de la globalización neoliberal contemporánea” como la “ampliación de la brecha entre los ricos y los pobres, la destrucción del medio ambiente y la escalada de los conflictos civiles e internacionales”.
¡La libertad individual es buena! ¡La cooperación global es buena! Y es bajo estos supuestos que el capitalismo intenta posicionarse como bueno también. Pero no puede ni quiere conseguir estas cualidades socioeconómicas. A partir de las observaciones anteriores, es necesario plantear la siguiente pregunta: si la ampliación a través del aprendizaje translocal, combinada con otras estrategias anticapitalistas, puede conceder a las personas la libertad y la conectividad global que el capitalismo promete falsamente, ¿puede concederlas a una escala lo suficientemente grande como para subvertir e incluso sustituir al capitalismo? Esto puede parecer una tarea desalentadora y a veces imposible, pero como proclama Ursula K Le Guin: “Vivimos en el capitalismo, su poder parece ineludible – pero entonces, también lo era el derecho divino de los reyes. Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por los seres humanos”.
Notas
1. Yo diría que la “sumisión al mercado” sólo es una cuestión genuina en el contexto de un mercado capitalista no libre. Para información sobre mercados liberados, no capitalistas, véase “The Freed Market” de William Gillis y “Markets Freed from Capitalism” de Charles Johnson en Markets Not Capitalism.
2. Véase la entrevista de Chomsky con Sniježana Matejčić.