The following article is translated into Spanish from the English original, written by David S. D’Amato.
Mientras que un mercado genuinamente libre crea el tipo de competencia por consumidores que sirve a la sociedad en general, asegurando la calidad y mitigando la amenaza de la monopolización, el estado crea un proceso competitivo para controlar los centros de poder coercitivo. En un ambiente social y económico definido por los caprichos de la élite, la tentación por hacerse de las palancas que controlan el aparato de poder siempre estará presente.
Son los corruptos e inescrupulosos de la sociedad los que aspiran a usar la fuerza para su propio bien en lugar de acercarse a sus vecinos a través del libre mercado, osea, a través del intercambio y la cooperación. Según NPR News, la reciente muerte de Ahmed Wali Karzai, hermano del presidente afgano Hamid Karzai, “deja un vacío de poder en el sur del país”, o mejor dicho, una oportunidad para que un nuevo matón suplante al fallecido.
Ahmed Wali Karzai ha sido acusado de muchas cosas, entre ellas el ser un agente de la CIA y una figura central en el narcotráfico afgano, aunque él mismo siempre dijo que era víctima de “los vicios más bajos de la política”. Durante años se ha debatido si Karzai era un zar de la corrupción en Afganistán o simplemente un participante más en un juego de sobornos políticos parecido al que predomina en los Estados Unidos.
Para aquellos entre nosotros que abogamos por una sociedad basada en asociaciones y acuerdos voluntarios, la diferencia entre ambos sistemas es difícil de definir. Debido a que la política es un proceso que utiliza sistemáticamente la fuerza para tomar de los muchos y enriquecer a los pocos, ésta es necesariamente corrupta, incluso cuando toda ella sea legalmente legítima.
Cuando los aparentemente “respetables” comentaristas de noticias de los medios tradicionales hablan sobre el vacío que deja Karzai, alabándolo por haber sido alguien que “trajo un grado de estabilidad” a la región, revelan sus descuidadas premisas sobre el estado. Para los miembros de la clase dedicada a lo que ellos llaman “discurso razonable”, el poder político es como mínimo necesario, y nunca es cuestionado en sí mismo.
Por lo tanto, cuando alguien como Karzai muere, sin importar que tan detestable pueda parecer, los voceros de la clase gobernante se alinean para asegurarse de que la discusión es sobre quién debe tomar su lugar para llenar el temido “vacío de poder”. El hecho de que el lugar en sí mismo, la posición de poder político, sea la causa fundamental de los problemas sociales, no es siquiera considerado.
Son éstas posiciones de poder arbitrario las que el anarquismo de mercado busca eliminar, no a través de la violencia, no para fomentar el caos, sino para permitir que la sociedad se gobierne a sí misma a través del mutuo respeto individual. Tal como lo expresó el filósofo Roderick Long, “si por ‘política’ se entiende la opresión legalizada practicada por los gobernos, entonces los libertarios ciertamente estamos peleando por la abolición de la política”.
Gente poderosa como Karzai no son necesarios en lo absoluto para amortiguar los conflictos o mediar las diferencias entre grupos. En una sociedad en la que no existiese el estado para acumular riqueza para unos cuantos, bloqueando la genuina competencia, los conflictos podrían resolverse a través de un gran número de métodos pacíficos.
El proceso político parece ser necesario hoy en día solo porque crea una guerra dentro de la sociedad en la que distintas facciones comerciales y grupos de interés regatean por una porción mayor del botín obtenido por medio del saqueo. Si algo demuestra la familia Karzai no es que la ambiguedad moral sea una consecuencia ineludible de hacer funcionar a la sociedad de manera estable.
Todo lo contrario: lo que demuestra es que el estado es inherente y fundamentalmente un tipo de institución que se basa en relaciones que todos nosotros consideraríamos como criminales en nuestas vidas cotidianas. No existe un “vacío de poder” que tenga que ser llenado por el poder político. El poder social, del tipo que emerge de las interacciones e intercambios pacíficos entre las personas, es más que suficiente para crear orden social.
Artículo original escrito por David S. D’Amato el 13 de julio de 2011.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.