Doug French, en un artículo para Mises.org — una página web bautizada en honor al conservador economista de la Escuela Austríaca Ludwig von Mises, cuyas concepciones políticas tienden a coincidir con lo que convencionalmente se conoce como la Derecha — hace algunas observaciones sobre la tendencia actual de crecimiento en las fusiones y adquisiciones que suenan bastante parecido a lo que los marxistas de Monthly Review han estado diciendo durante bastante tiempo. Los dos tienen razón.
En “El Lunes de las Fusiones y la Destrucción de Riqueza” (escrito en inglés el 15 de febrero), French argumenta que la leve subida en fusiones y adquisiciones se debe a que las corporaciones están sobrecargadas de efectivo, pero no hay oportunidades para invertirlo de manera productiva.
Eso es básicamente lo que los muchahos del Monthly Review han estado diciendo desde los años 70. El capitalismo corporativo, tal como lo conocemos, tiende a generar una plusvalía. Genera un exceso de fondos con los que no sabe qué hacer. Una parte significativa de la capacidad industrial existente se queda ociosa por falta de suficiente demanda, por lo que para todos los efectos prácticos, invertir en la expansión de la producción no es una opción. Por lo tanto, todo ese capital sobrante termina invirtiéndose en el sector financiero y en bienes raíces. Y una gran parte de esa inversión se traduce en préstamos usados por grandes empresas para absorber a sus competidores.
La tendencia a generar un excedente para el que hay insuficientes oportunidades de inversión es un resultado fundamental del modelo capitalista de estado. El gobierno, al crear barreras a la entrada y proteger derechos de propiedad artificiales, genera rentas, transfiriendo ingresos de trabajadores y consumidores a los dueños de dichos derechos de propiedad. Ello significa una transferencia de las clases con una mayor propensión al consumo a clases con mayor propensión a la inversión, lo que resulta en una tendencia crónica al subconsumo y la sobreacumulación.
Además, la cartelización con colusión de precios tiende a producir un exceso de capacidad industrial y la dificultad de la economía corporativa para colocar la totalidad de su producto a los precios administrados por el cártel. Joseph Stromberg, escribiendo desde la perspectiva de la escuela austríaca, señaló los puntos coincidentes entre las teorías izquierdistas de sobreproducción e imperialismo y la teoría austríaca de la cartelización (“The Role of State Monopoly Capitalism in the American Empire”, Journal of Libertarian Studies, Vol. 15 No. 3).
French también argumenta que las empresas son más propensas a endeudarse para llevar a cabo fusiones y adquisiciones porque pueden obtener dinero barato para ello, refiriéndose a tasas de interés bajas. Pero el dinero también puede ser barato en otros sentidos.
Primero, la estructura tributaria aumenta artificialmente la rentabilidad de las fusiones y adquisiciones en comparación con otras inversiones. Además de que el interés pagado por deuda corporativa está excento del impuesto a las ganancias corporativas, las transacciones de compra-venta de acciones llevadas a cabo en fusiones y adquisiciones también están excentas del impuesto a las ganancias de capital. Y las excenciones impositivas puntuales a la deuda benefician especialmente a las fusiones y adquisiciones, porque esa es la actividad para la que principalmente se endeudan las empresas. Las ganancias retenidas son más que sufucientes para cubrir cualquier inversión en capacidad productiva que se lleve a cabo.
El dinero también es barato en el sentido de que los ejecutivos corporativos — como los gerentes que “juegan a los empresarios” denunciados por Mises en su crítica al “socialismo de mercado” de Oskar Lange — no tienen nada que perder en el juego. El dinero que arriesgan no es el fruto de su abstención pasada. La estructura de incentivos, al igual que en el socialismo de mercado de Lange, es tal que cuando ganan obtienen un bono enorme, y cuando pierden… simplemente no ganan un bono ese año. Todo el dinero que pierden es de otra gente. Los incentivos para hacer jugadas grandes y riesgosas es irresistible.
En conclusión, la economía en la que vivimos está dominada por enormes organizaciones afiliadas al estado, en gran parte aisladas de incentivos de mercado, y manejada por una clase privilegiada de apparatchicks burocráticos que no le rinden cuentas a nadie.
¿De dónde es que nos suena ésto tan familiar? Al parecer tenemos otra similitud: El paralelo entre dos sistemas de poder, uno nominalmente “socialista” y otro nominalmente “de mercado”, ambos manjejados por prácticamente el mismo tipo de gente. En un sistema, los burócratas privilegiados se dan la gran vida en nombre de la “construcción del comunismo para la clase trabajadora”. En el otro, hacen lo mismo, pero en nombre de “crear valor para los accionistas”. Tal como hubiese dicho Orwell, resulta difícil distinguir a los hombres de los cerdos.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 17 de febrero de 2011.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.