Hace unas semanas el Sindicato de Trabajadores de la Comunicación anunció que 120 mil trabajadores del Servicio Real de Correos británico habían votado ir a la huelga ante los “graves problemas de precariedad laboral, carga de trabajo, acoso laboral y mala retribución”. La intransigencia de la dirección ante las propuestas que el sindicato había realizado llevó a la confirmación de la huelga.
Por otro lado se ha filtrado un documento de Correos en el que se aclaraba que “si la dirección no consigue lo que quiere las cosas ya estaban “preparadas […] de cierta forma dado que existe un respaldo de accionariado, clientes y de dentro de la empresa para implementar cambios no consensuados”. Ha de recordarse que el Servicio Real de Correos es una industria nacionalizada, por lo que la palabra “accionariado” quiere decir “Estado”.
No me entiendan mal, soy un defensor del libre mercado y no deseo que sigan existiendo empresas de propiedad estatal, aunque tratasen a sus trabajadores como reyes. Sin embargo, las ideas socialistas fluyen por mis venas con la misma fuerza que las libertarias, por lo que defenderé cualquier intento que los trabajadores como yo lleven a cabo para mejorar sus condiciones laborales, aunque sea dentro de empresas de propiedad estatal.
Esas creencias me alejan de la sabiduría convencional, y muchos estatistas de izquierda y derecha me han insistido en que el socialismo y el libre mercado son polos opuestos e irreconiciliables. Sin embargo, la sabiduría convencional se basa en bastantes asunciones y prejuicios de dudosa valía.
Para demostrar que una sociedad libertaria está en total consonancia con los intereses de los trabajadores sindicados, me detendré en algunos de los argumentos de la izquierda y derecha estatistas sobre los conflictos intraempresa, e ilustraré sus maguas.
Argumento 1: La huelga sólo daña a la gente corriente, a los consumidores. La interrupción del servicio público daña en mayor medida a las pequeñas empresas, las cooperativas y los trabajadores autónomos. Piense en todos los vendedores que trabajan por Ebay o Bargain Pages, y las pérdidas que sufrirán con la huelga.
Réplica: La clave para entender este caso consiste en prestar atención a la palabra “público”, o sea, perteneciente al Estado. Al subsidiar o poseer una empresa o sector, éste crea un monopolio que, por su propia dinámica, restringe las alternativas que puedan existir a él mismo.
En un mercado realmente libre montar alternativas para proveer de servicios a la gente es mucho más fácil: sin regulaciones estatales, impuestos, repartos de zonas, etc., el coste de empezar el negocio se reduce a un nivel que pueden alcanzar los individuos y las comunidades organizadas. Sin la injusta ventaja de los subsidios gubernamentales, las empresas nuevas tendrían un espacio justo en el que competir. Sin la economía cartelizada por el Estado, podrían surgir las alternativas al servicio postal en caso de disputas entre obreros y empresarios, reduciendo el daño al comerciante.
Argumento 2: La huelga sólo daña a los huelguistas porque perjudica a la compañía que les da trabajo. Esto podría llevar a la quiebra de la empresa y/o a despidos de trabajadores. El sindicalismo perjudica a la clase obrera.
Réplica: Esto es una media verdad, la huelga favorece a la clase obrera pero perjudica a los empleadores… ¡pero es que esa es la idea! No digo que me guste ver a la gente perder su modo de vida, pero resulta que soy un libertario que quiere ver que la gente que crea riqueza (los que operan las máquinas, los que limpian los suelos, los que sirven comida en los bares, etc.) reciben efectivamente el fruto de su trabajo.
Consideremos la esencia de una economía de mercado: es un sistema de eficiencias relativas: las formas de organización que dén servicios de una forma más eficiente que el resto serán las que permanezcan. Una compañía que maltrata a sus trabajadores por sistema sufrirá muchos más problemas productivos que una empresa que los trate correctamente si hay libertad sindical.
Ergo, la forma más eficiente de organización sería la que satisface más a sus trabajadores, y hay evidencia científica de que implementar prácticas de participación del trabajador en la empresa es la mejor forma de lograrlo. Entonces, los mercados auténticamente libres favorecerían los negocios controlados por los empleados, y las ideas de que una compañía fracase por una huelga de trabajadores sólo tienen sentido en el sistema actual de sindicalismo restringido: en un mercado libre esos modelos de negocio desfavorables al trabajador ni siquiera se implantarían, ni mucho menos sobrevivirían el tiempo suficiente como para causar grandes problemas al quebrar.
Argumento 3: Los huelguistas sólo tienen poder en un monopolio gubernamental. La baja tasa de sindicalización del sector privado demuestra que el movimiento obrero no puede sobrevivir en un libre mercado y es un constructo estatista.
Réplica: Como dije antes, no tenemos completa libertad de organización para la acción colectiva. Por ejemplo, una “huelga solidaria” es ilegal, así como las closed-shops [empresas en las que para contratar a un trabajador éste tiene que afiliarse a un sindicato], y para efectuar una huelga ésta debe votarse antes, por ley. Por ello decimos que los sindicatos no son estatistas por naturaleza. En verdad, su poder está constreñido por una legislación estatal que inclina la balanza en favor de la jerarquía del capital.
Argumento 4: El sindicalismo perjudica al comercio, por lo que es contrario al libre mercado. En los 70 esos comunistas de los sindicatos tenían tanto poder que casi acaban con la economía. ¡Que vuelva Thatcher!
La situación en los 70 era que el Estado había penetrado en el movimiento obrero. La naturaleza de un sindicato estatista no tiene nada que ver con la de uno de libre mercado, que es la expresión natural de una necesidad no cubierta. En ese contexto, la negociación colectiva es un reflejo de la oferta y la demanda, en las cuales las necesidades y las capacidades para satisfacerlas se encuentran en el mercado libre.
No importa quién o bajo qué bandera controle el aparato estatal. La Unión Soviética no era más proletaria que la Italia de Mussolini o la China actual. El Estado siempre opera para sus propios intereses, que son los de la minoría que lo rige. Thatcher, entonces, era equiparable a un apparatchik soviético, con la única diferencia es que ella eligió el yugo de los capitales antes que el de los sindicatos.
Los límites que impuso a la acción sindical crearon una situación de inflexibilidad de los contratos parecida a la de la rigidez de precios en una economía. Para que los mercados operen correctamente debe poder existir una flexibilidad para que el trabajador renegocie el contrato en cualquier momento, del mismo modo que los precios deben poder cambiar para evitar los intercambios desiguales.
Sin esta flexibilidad, el intercambio justo de trabajo por remuneración se convierte en la explotación de la fuerza de trabajo a cambio de un salario. O sea, la capacidad del empresario de no computar las subidas de productividad al trabajador, o sea, la extracción de plusvalía. El modelo de Thatcher y Reagan tiene lo mismo de libre mercado que los Estados socialistas de antaño.
Espero que esta explicación aclare mi creencia de que la única vía al auténtico socialismo es el auténtico libre mercado. El valor que el trabajo organizado puede proveer para una sociedad es tan vasto como el que provee la libre empresa. En la situación actual en la cual el poder sindical está suprimido por el Estado, apoyar a los huelguistas es contrario al Estado, por lo que todo libertario debería dar su apoyo a la causa.
Artículo original publicado por Dave Chappell el 16 de octubre de 2009.
Traducido del inglés por Joaquín Padilla Rivero.