Los progresistas no hacen más que defender la coacción estatal a través de doctrinas maquiavélicas: la expropiación es defendida como una forma de promover el desarrollo de zonas urbanas “apestadas”, aunque en verdad sea una forma de promover los negocios locales que están conectados con el politiqueo a expensas de dejar a los pobres sin casa o de subir sus rentas a base de traer gente acomodada a la zona.
Elizabeth Anderson, del blog académico Left2Right, argumentaba en 2005 que los derechos de propiedad artificial son absolutamente imprescindibles para el capitalismo tal como lo conocemos:
Rechazo tajantemente las ideas de “derechos de propiedad natural” porque son incompatibles con el capitalismo, exactamente con las formas de éste que se han demostrado eficaces a la hora de expandir las oportunidades, la prosperidad y la escala de cooperación de las personas: esto es, las formas que merecen ser apoyadas.
Defendía, entre otras cosas, la “propiedad intelectual” y la responsabilidad limitada al capital. Citando a Hernando de Soto sobre la necesidad de establecer derechos formales de propiedad para convertir ésta en capital de inversión, alababa los esfuerzos del gobierno para crear sistemas de propiedad formalizados y artificiales a escala nacional, incluso a costa de derogar otros sistemas informales adaptados a las ideosincrasias locales. No pude evitar recordar los Enclosures (cercamientos) ingleses.
En principio pensé que su ensayo era una crítica devastadora y brillante, al estilo de Swift, del cariz de “A Modest Proposal”. Resultó ser que no: pero a pesar de su apología del capitalismo corporativo, tiene toda la razón al señalar que el capitalismo que conocemos, en oposición al libre mercado, depende fuertemente de los derechos artificiales de propiedad. Cualquiera que crea que los progresistas están en contra de las grandes empresas debe pensar en dejar la farlopa.
Que los progresistas usen ese tipo de argumentos es algo a lo que me he acostumbrado, pero es triste que aquellos que se dicen libertarios, o que al menos admiran el libre mercado (el tipo de persona que gusta de la retórica de Jefferson y su apelación a los derechos del individuo) estén usando argumentos de Hamilton del tipo “hay que romper algunos huevos para hacer la tortilla”.
Tomemos, por ejemplo, el artículo de Sorin Cucerai “The Fear of Capitalism and One of Its Sources”, traducido amablemente del rumano por John Medaille, del Distributist Blog. Cucerai, que se considera un liberal clásico, alaba el “capitalismo de libre mercado” por el círculo virtuoso de precios decrecientes, innovación, y salarios crecientes que crea. Sin embargo, Cucerai incide en que hay ciertas precondiciones para este estado de cosas. Después de todo, mal que pese a los anarquistas de mercado, no vamos a creer que las cosas salen exactamente así dejando a la gente que haga lo que le dé la gana, ¿no? Como decía el Llanero Solitario, tienes que organizar un posado, no puedes echar todo eso junto.
Según Cucerai, la disponibilidad de medios de subsistencia en la propiedad de uno mismo es radicalmente incompatible con el “capitalismo de libre mercado”. No, no me lo estoy inventando (alguien también dijo lo de “destruir el pueblo para salvarlo”).
En pocas palabras, la condicion sine qua non para la existencia de un orden capitalista es la ausencia de la autonomía individual en el sentido de no producir tu propia comida. Sólo en ese caso, los intercambios comerciales pueden convertirse en la base de la cooperación social.
Bajo los estados modernos, los ciudadanos están obligados a pagar impuestos en moneda de curso legal y no pueden hacerlo en forma de productos o de trabajo. Incluso si alguien posee una fuente de comida no podrá mantener su propiedad si no comercia en mercados con monedas para obtener el dinero necesario para las tasas e impuestos.
Es importante resaltar que el orden capitalista no es un orden natural. La gente no busca fuentes de ingresos monetarios por instinto, sino que desean poder acceder a comida y techo. En otras palabras, en el sentido natural, la gente desea ser “autónoma” en el significado estricto de la palabra. La gente busca una fuente de comida y techo para no tener que esforzarse en conseguir comida y mantener su propio tejado.
El capitalismo sólo es posible si este proceso natural es interrumpido por algún instrumento que haga posible que nadie tenga acceso a comida y techo si no entra en el circuito del dinero. La supervivencia del sistema depende de esta herramienta. Escribo esto para aquellos que promueven el “anarcocapitalismo”: consideran al Estado un enemigo del orden capitalista sin el cual éste florecería. Justo lo contrario es la verdad: sin un esquema institucional que obligue a los ciudadanos a pagar tasas e impuestos en una base puramente monetaria, el capitalismo no podría existir.
No hacen falta testigos, se ha condenado con su propio testimonio. Esto es cierto, amigos: está diciendo que aquello que llama “el capitalismo de libre mercado” (definido como la obligación de pagar en dinero como tal: nada que ver con la gente dejada a hacer lo que deseen con sus propios recursos) es un fin para el que el individuo es un medio.
Se le puede considerar un ejemplo poco representativo: después de todo, admite que no le gusta el mercanarquismo y ve el capitalismo como el producto de un estado activo. Veamos otro artículo (“Sí, el socialismo es colectivismo, y el capitalismo es el “sistema salarial”) de Wladimir Kraus en Mises.Org (sí, ¡en Mises.Org!)
El denostado “sistema salarial” es precisamente la esencia y la belleza del capitalismo, y un elemento indispensable para la civilización y el progreso humano. Económicamente, el sistema salarial es un prerrequisito indispensable para una división moderna del trabajo, además de una manifestación de ésta, que es responsable de los incrementos en la productividad del trabajo y el estándar de vida de toda la sociedad, sobre todo los aslariados.
El señor Kraus no dice explícitamente que el Estado fue el que suprimió la producción de susbsistencia forzando a la gente a entrar en el sistema salarial. Sin embargo, está claro las Enclosures y otras anulaciones de derechos de propiedad impulsaron al sistema. El propio Mises, en sus comentarios a la Revolución Industrial en La Acción Humana, sugirió que los empleadores de las fábricas les hicieron un favor a los trabajadores al ofrecer trabajo a gente a la que habían dado la patada de sus tierras. Ergo, si el señor Kraus coincide con Mises en este punto, para ser coherente debería decir que la oligarquía de nobles ricos ingleses favorecieron a los peones echándolos de sus casas. Es raro ver a un libertario defendiendo eso y decir que las Enclosures estaban justificadas, pero es más común encontrar a gente que los ignora por completo y dice que la clase obrera inglesa “mejoró su situación (por ejemplo, el ya fallecido Sudha Sedhoy)
Una cierta clase de autodenominados libertarios tiende mucho al maquiavelismo a la hora de defender la “propiedad intelectual”. Charles Johnson, en el Rad Geek People’s Daily, citó una serie de argumentos en el blog Catallarchy en favor de las patentes de las grandes farmácéuiticas, en el sentido de que sus altos costes hundidos requerían un sistema para que recuperasen sus gastos. Y una compañía de discos debe recobrar el dinero de los capitales invertidos para producir más álbumes. La respuesta de Johnson:
Entonces, si el proteccionismo del copyright es abolido ¡las compañías de música tendrán que repensar su modelo de negocio actual! “O tempora!” “Oh mores!”
Lección de economía del día: El proteccionismo no funciona; los mercados sí.
Lección de ética del día: el mundo no te debe el sustento, tienes que ganártelo por muy listo o muy creativo que seas. La gente honesta buscará la forma de ganarse el pan si lo que hacían antes no funciona sin ayuda del gobierno. La gente inteligente siempre logra encontrar formas de aportar cosas útiles si ven que los viejos métodos ya no son rentables.
Entérese: el mundo no le debe el sustento a nadie. Los dueños de las fábricas no tenían la prerrogativa de utilizar mano de obra barata, si en verdad nadie quería abandonar su propia tierra para trabajar en las condiciones de la fábrica. Las grandes corporaciones no tienen el derecho a tener garantizado el beneficio, sobre todo con un modelo de negocio que requiere subsidios y protecciones del gobierno. Las compañías de discos y farmacéuticas no tienen el derecho de obtener beneficio de un modelo de negocio que consiste en impedir bajo coacción que la gente haga lo que quiera con sus cosas. Resulta curioso que se le tenga que recordar ese tipo de ideas a una persona que se dice “libertaria”.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 14 de agosto de 2009.
Traducido del inglés por Joaquín Padilla Rivero.