En “Imperio De La Escoria Naciente,” Robert Shea observó que, a pesar de su misión pretendida, las instituciones jerárquicas tienden a ser dirigidas por personas que se dedican principalmente a buscar un gran espaldarazo para su carrera, o a las disputas internas burocráticas. Como ya he dicho antes, uno no puede simplemente llegar a ser Presidente de Los Estados Unidos, o un jefe ejecutivo de una de las compañías en el Fortune 500, sin ser una persona fundamentalmente chueca. Lo mismo es cierto con respecto a la capacidad intelectual de los que logran avanzarse dentro de las jerarquías. Saber colaborar bien en equipo, ignorar dudas bien fundidas a favor del pensamiento del grupo, demostrar la habilidad de no pensar críticamente cuando evalúa lo que le comunican sus superiores— esas son las cualidades que las instituciones autoritarias buscan.
En adición a seleccionar a gente basado en lo estúpido y moralmente despreciable que son, estas instituciones hasta inculcan estas cualidades en personas que no las poseía anteriormente. Las jerarquías son sistemáticamente estúpidas. Sin importar que tan inteligente sean los individuos que la dirigen, la dinámica interna de la jerarquía los hace funcionalmente estúpidos. Esto es porque el poder distorsiona la comunicación, haciéndolos incapaz de transmitir información precisa. La razón, como puntualizó R.A. Wilson, es que nadie dice la verdad a una persona con una pistola— o con el poder de despedirlos, o que ejercita cualquier otro poder unilateral sobre ellos sin rendir cuentas a nadie. El resultado es información que circula en un sentido solamente, la aislación total del liderazgo institucional de una valoración honesta de los efectos de sus decisiones. Cuando una persona percibe las cosas en una forma tan distorsionada que no recibe un relato fiel de los efectos de sus decisiones sobre su ambiente, está desequilibrada. Es asimismo con las instituciones jerárquicas— son funcionalmente psicóticos.
Las instituciones autoritarias tienden de ser gobernadas por “Mejores Prácticas Administrativas” y métodos de gestión que están de moda basado sólo en lo que la gerencia oye de la gerencias de otras instituciones autoritarias— personas que tampoco tienen ni idea de los efectos reales de estas prácticas. La razón es que la gente que está al cúspide de los pirámides— los directores generales— pueden comunicarse más efectivamente con la gente que está al cúspide de los otros pirámides que con la base de su propio pirámide.
Teórico de organización Kenneth Boulding dice que los que están en el grado más alto de las jerarquías tienden de vivir en un mundo casi totalmente imaginario. Las jerarquías son mecanismos intencionalmente desarrollados para decirle al emperador desnudo que su ropa le luce muy lindo.
También ocurre en la esfera ética un proceso similar, basado en la estructura distorsionada de incentivos que sobreviene cuando se tiene autoridad absoluta sobre los demás, uno puede así exteriorizar la antipatía a sus subordinados a la vez que aprovecharse de las ganancias. Muchas simulaciones de relaciones autoritarias— quizá más notablemente el experimento de prisión de la universidad de Stanford— ha mostrado las cosas feas que pasan cuando las personas son divididas al azar en los que tienen y los que no tienen autoridad. Los que son asignados al azar a hacer el papel de carcelero o amo, y puesto en una posición de ejercitar autoridad absoluta sobre sus compañeros asignados al papel de prisionero o esclavo, se acomodan rápidamente a su papel. Los “carceleros” en el experimento de prisión de la universidad de Stanford recibieron autoridad para imponer la antipatía a los demás y hacer decisiones que les afectan sin ningún tipo de critica; deshumanizaron y se gozaron tanto de tratar brutalmente a los “prisioneros” que el experimento de dos semanas tuvo que ser interrumpido dentro de seis días.
Así que si se pregunta por qué su jefe ejecutivo no tiene ningún escrúpulo en recibir una prima de veinte millones de dolares mientras que elimina la mitad del personal y aumenta la cantidad de trabajo que tienen que hacer todos lo demás, la respuesta es sencilla: al nivel emocional, se convenció hace mucho tiempo que usted ni es un ser humano. Las personas en autoridad, en su papel organizativo, tienden de experimentar una enajenación psicótica de la realidad; se portan como sociópatas hacia sus subordinados.
El poder sobre otros, por su propia naturaleza, degrada a los que lo posee, los convierte en monstruos, y envenena a cada relación que tiene uno con su prójimo. No existe ninguna reforma que puede cambiar esto, sin eliminar la autoridad misma. Eso es lo que nosotros los anarquistas queremos hacer.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 2 de julio, 2012
Traducido del inglés por Luis Panclasta