Por Kevin Carson. Título original: “Tragedy of the Commons” Part I, 13 de febrero de 2024. Traducido al español por Camilo Salvadó.
Los Terratenientes son Pésimos Terratenientes
Como ejemplo práctico en apoyo de su tesis de que “el gobierno es un pésimo terrateniente”, Steven Greenhut (Reason, 1 Dic.) relata su experiencia tratando que el gobierno del condado actuase ante sus quejas sobre un terreno baldío y erial, propiedad del departamento de bomberos:
“Llamé a las agencias pertinentes, y obtuve el trámite burocrático usual. Aún recuerdo mi llamada al departamento de control de malezas, quien me aseguraron, resolverían la situación. ‘¿No va a tomar la dirección?’, repliqué, cuando la persona estaba por colgar. El condado cortó el pasto finalmente, tras intervenir el funcionario electo correcto”.
Como evidencia adicional de que “los peores caciques de campamento suelen ser agencias gubernamentales”, menciona dos incendios en propiedades estatales: uno en un antiguo hangar de dirigibles del USMC y otro supuestamente iniciado en un campamento de sin-techo.
(Se queja, incidentalmente, del problema de las “ciudades-campamento” en lotes baldíos del gobierno. Al parecer, el principal mal de la “crisis de los sin-techo” es que se permite la existencia de grandes masas de personas sin-techo sin desalojarles por la fuerza -y no que carezcan de vivienda en primer lugar porque los terratenientes tuvieron el poder de desalojarlos)
Greenhut concluye con la lección “clara”: “Si algo es de todos, no es de nadie”. Para respaldarla, enlaza un artículo de hace 35 años de la FEE, titulado “Derechos de propiedad comunal vs. privada”. Predeciblemente, el artículo es una fogata de basura intelectual de perezosos clichés derecho-libertarios. Predeciblemente, cita explícitamente La Tragedia de los Comunes de Garrett Hardin.
Numerosos estudios académicos han desmontado el artículo históricamente analfabeto de Hardin -entre ellos El Gobierno de los Bienes Comunes de Elinor Ostrom y Comuneros de J. M. Neeson. Supongo que es un “buen signo” que Greenhut solo enlace un artículo cuyo argumento central proviene de Hardin, quizás esperando respaldarlo indirectamente manteniendo cierta negación plausible. Pero uno no retrocede hasta los años 80 en busca de un artículo como único sustento de un comentario si su acuerdo es solo tangencial.
En todo caso, el artículo que Greenhut invoca como autoridad es completamente vacuo, comenzando por su tesis:
“Cuando los derechos de propiedad de un recurso son comunales, este suele ser maltratado. En cambio, cuando los derechos sobre un recurso son de un individuo o familia, generalmente resultan en su conservación y sabio uso [sic]”.
La referencia a Hardin aparece en el contexto del “Pastoreo de ganado en las tierras comunales inglesas”:
“En un célebre ensayo de 1968, La Tragedia de los Comunes, Garrett Hardin usó los comunales ingleses para ilustrar los problemas de la propiedad colectiva. En el siglo XVI, muchos pueblos ingleses tenían tierras comunales disponibles para que los aldeanos pudieran pastar a sus animales. Dado que los beneficios de pastar un animal adicional recaían completamente en el individuo, mientras que el costo del sobrepastoreo era externo, las praderas fueron sobreexplotadas. Al ser los pastos de propiedad comunal, había pocos incentivos para que un individuo conservara pasto en el presente para que fuese más abundante en el futuro. Cuando todos usaban la pradera intensamente, no quedaba suficiente pasto al final de la temporada para sustentar el crecimiento del año siguiente. Sin propiedad privada, lo que era bueno para el individuo era malo para la aldea en conjunto.
Para preservar el pasto, las praderas fueron cercadas durante el movimiento de los cercamientos. Después que el movimiento estableciese derechos de propiedad privada, el sobrepastoreo cesó. Cada propietario tuvo un fuerte incentivo para proteger la tierra”.
Ambos autores también mencionan el caso del pueblo indígena Montagnais en la península del Labrador:
“Cuando los comerciantes de pieles franceses llegaron a principios de los 1600, el valor de las pieles de castor aumentó. Los indígenas los cazaron más intensamente y los castores se volvieron cada vez más escasos. Al reconocer la disminución de la población de castores y su posible extinción, los Montagnais comenzaron a instituir derechos de propiedad privada, como ha analizado Harold Demsetz en un artículo de 1967 en el American Economic Review. Cada área de captura de castores en un arroyo fue asignada a una familia, que así tuvo tanto el incentivo como la capacidad para adoptar prácticas de conservación. Una familia nunca atrapaba al último par de castores en su territorio, ya que eso la perjudicaría al año siguiente.
Por un tiempo, el suministro de castores dejó de estar en peligro. Sin embargo, cuando una nueva ola de cazadores europeos invadió la zona, los nativos americanos —incapaces de hacer valer sus derechos de propiedad sobre los castores o sus tierras— abandonaron la conservación. Tomaron las pieles mientras pudieron. La propiedad individual fue destruida, y con ella desapareció la conservación”.
Es difícil saber por dónde empezar con esta montaña de mierda, pero lo intentaré.
Primero, incluso Hardin estipuló que su “tragedia” solo aplicaba a comunes no gestionados, y que los comunales gestionados podían funcionar efectivamente:
“Algunas de las praderas comunales de la vieja Inglaterra se protegían de la ruina mediante la tradición del ‘stinting’ —limitar a cada pastor a un número fijo de animales (no necesariamente igual para todos). Estos casos se denominan ‘comunes gestionados’, cuyo equivalente lógico es el socialismo. Visto así, el socialismo puede ser bueno o malo, dependiendo de la calidad de la gestión”.
Por supuesto, esto sigue siendo deshonestidad intelectual, pues omite que los Comunes auto gestionados eran la norma. Y como señala Neeson, cuando los Comunes se gestionaban mal, solía ser porque el Señor Feudal —que poseía una parte desproporcionada de los derechos de pastoreo— abusaba de su poder para violar las reglas. Y por supuesto, era ese mismo Caballero quien llegaba al rescate y resolvía el “problema” cercando las tierras. Como Cool Hand Luke hubiese dicho: “Ojalá dejaras de ser tan bueno conmigo, capi”.
Respecto a los Montagnais, el sentido de la historia es el exacto reverso de lo enmarcado por los autores: como propietarios comunales, asignaron áreas de caza de castores a familias, igual que una aldea europea premoderna asignaba derechos de pastoreo o parcelas en campos abiertos. En otras palabras, el incidente en realidad ilustra la gestión comunal.
Hay muchos problemas con el cariño derecho- libertario por Hardin. Primero, si querés argumentar que fue bueno para las clases terratenientes de Inglaterra robar los comunes a los campesinos porque iban a gestionarlos mejor, ¿cómo condenar coherentemente la idéntica defensa de dominio eminente en la sentencia Kelo vs. New London? Por otro lado, es irónico que Hardin —maltusiano recalcitrante y racista, obsesionado con inmigrantes morenos superando la capacidad de carga del territorio— sea hoy ensalzado por quienes regularmente denuncian el maltusianismo.
Y si los defensores del capitalismo creen que la propiedad comunal es mala, les sorprenderá la corporación moderna. Legalmente, la corporación no es propiedad de sus accionistas, individual ni colectivamente. Su planta, equipo y bienes intangibles son propiedad persona corporativa ficticia -una entidad colectiva, en otras palabras. Poseer una parte del común de acciones, solo confiere derechos limitados, incluido un voto sujeto a pesadas regulaciones por una oligarquía gerencial largamente auto-perpetuada. En otras palabras: la corporación es tan colectiva como cualquier pradera comunal de la Merry Olde England.
Volviendo a Greenhut, el debería poner en perspectiva su experiencia con la burocracia de su gobierno local, echando un vistazo a cómo es tratar con las empresas de capital privado y otras compañías de gestión de activos que han estado comprando complejos multifamiliares las últimas décadas. La compra de un complejo de apartamentos por un capital privado es presagio inevitable de aumentos de alquiler, gestión irreponsable, deterioro y abandono. El mantenimiento postergado y las condiciones marginalesson típicas de los complejos adquiridos por las firmas de gestión de activos
“Nos decían durante semanas que las reparaciones esperaban aprobación corporativa”, de acuerdo a un residente de los apartamentos Olume (San Francisco), tras su compra por Greystar. La solución del propietario a las quejas sobre electrodomésticos rotos fue propia de Brazil:
“Cuando el refrigerador de Titus, y luego su lavadora, se estropearon, ella dijo que el personal simplemente canibalizó reemplazos de otros apartamentos, en vez de reparar los estropeados o comprar nuevos. El toma y daca fue tan extenso que, cuando tuvo un problema con un refrigerador de reemplazo, y el personal le trajo otro a su unidad, descubrió dentro sus propias etiquetas de meses atrás. Se dió cuenta de que le habían devuelto su electrodoméstico original. Ella notó que seguía goteando”.
Greenhut acierta a medias: el principio hayekiano de que los recursos se gestionan mejor por quienes tienen contacto directo e interés personal en su cuidado, es correcto. Pero imaginar que esa descripción se ajusta a alguna compañía gestora de propiedades, contratada por un barón inmobiliario o por un capital privado radicado en el otro extremo del país es un sin sentido. La lección, de haberla, es que la propiedad ausentista —especialmente por entidades burocráticas, gubernamentales o corporativas, cuyos gerentes dan su mejor esfuerzo en permanecer incomunicados de los inquilinos— es malo.
Una aplicación rigurosa de los principios hayekianos sería, primero, deshacer la expropiación masiva de tierras y la imposición forzosa de reglas capitalistas de propiedad que tuvo lugar en tiempos modernos, y restituir la tierra a los Comunes, a través de vehículos como fondos comunales de tierras gobernados local y democráticamente; y segundo, convertir apartamentos y otros agrupamientos multifamiliares en Casas Comunes auto gestionadas.
Como siempre, la mejor deconstrucción de las relaciones de poder capitalistas son los principios capitalistas auto declarados.
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