El ego y su cruz

De Joseph Parampathu. Artículo original: The Ego and His Cross, del 13 de mayo de 2022. Traducido al español por Camila Figueroa.

Este ensayo es parte de un Simposio de Intercambio Mutuo del C4SS sobre Anarquismo y Egoísmo

Este ensayo es una respuesta al ensayo “Cristianismo y Egoísmo” del profesor Alexander W. Craig.

El ensayo de Craig argumenta que el egoísmo y el cristianismo son compatibles: Examina algunos mensajes aparentemente antiegoístas de los Evangelios, los contrasta con el contexto del amor divino como una creencia profundamente egoísta, y finalmente argumenta que estos puntos de vista tomados dentro de la naturaleza trascendente de la salvación permiten una realización del ego, a través de su propia negación. Aunque la inversión de las expectativas puede parecer extraña a los egoístas, es el pan de cada día de las enseñanzas de los Evangelios.

En este ensayo no pretendo oponerme a la argumentación de Craig, sino llevarla más allá. La inversión de las expectativas, tan común en las enseñanzas cristianas, es de hecho la razón por la que los anarquistas individualistas (incluidos los egoístas) a menudo no ven los mensajes apátridas en las enseñanzas cristianas. La historia de un rey de los judíos que viene a reinstaurar una nación para los israelitas seguramente parece a primera vista (en nuestras expectativas) una historia decididamente no anarquista. Pero el mensaje de Cristo (y el poder salvífico de la “abnegación” que Craig señala correctamente) es uno que invierte las expectativas de cómo esa nación llega a ser, y qué tipo de reino es.

Aceptar plenamente los mensajes de la enseñanza cristiana es entender que la enseñanza moral (lo que Martin Luther King, Jr. llamaba “ley moral”) es superior a la ley estatal.1 Los paralelos anarquistas son fáciles de trazar-Stirner borra los fantasmas de la ley estatal y de la ley eclesiástica, dejando sólo el ego; Bakunin sólo reconoce la justa autoridad del fabricante de botas, esa autoridad que toma el poder sólo por su asentimiento.2,3 “El bendito y único gobernante… el Rey de reyes y Señor de señores” (1 Timoteo 6:15, NABRE) sustituye a todos los estados terrenales, y así, Tomás de Aquino afirmó con razón que las leyes están subordinadas a las limitaciones naturales y Agustín de Hipona argumentó que “una ley que no es justa no me parece una ley”. 4,5

Pero, aunque las leyes estatales puedan estar limitadas por leyes naturales superiores, y la autoridad estatal pueda estar subordinada a la autoridad divina en la enseñanza cristiana, ¿significa eso que el mensaje de Cristo está en contra del Estado? Una vez más, debemos examinar la “inversión” que supone el mensaje cristiano: “El que quiera conservar su vida la perderá, pero el que la pierda la salvará” (Lucas 17:33) y, asimismo, “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”. (Mateo 20:16, NABRE; similar a Marcos 10:31, NABRE, y Mateo 19:30, NABRE). Cuando examinamos la vida de Jesús tal como se presenta en los Evangelios, no aparece como una gloria real, sino de glorificación de los pobres y los mansos; es una vida de salvación de los pecadores a través del amor salvífico.

El “Ministerio de la Misericordia” que Jesús emprende como maestro religioso público es una acción directa contra las autoridades estatales y religiosas de la época. Cuando las personas emprenden acciones directas en sus propias comunidades, muestran su poder personal y también niegan el poder del Estado para monopolizar esas responsabilidades. Jesús, al difundir un mensaje de aceptación y amor radicales, abre de par en par las puertas de la sociedad para exaltar a los marginados por la sociedad imperante: pone patas arriba la moral de las autoridades. Así, cuando las autoridades judías condenan a los discípulos de Jesús por recoger grano en un día de descanso religioso, Él responde: “Os digo que aquí hay algo más grande que el templo. Si supierais lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no habríais condenado a estos inocentes” (Mateo 12:6-7, NABRE). ¿No es ésta la justificación de toda acción directa? La ley debe ser ignorada cuando choca con lo que es correcto

De hecho, la pasión y la ejecución de Jesús, y el martirio de los Apóstoles y los Santos, son análogos a la lucha contra las probabilidades imposibles que tipifica un conflicto obrero o una acción revolucionaria anarquista. Dos de estos “mártires anarquistas” son John Brown y Alexander Berkman. Irónicamente, ambos hombres y sus acciones directas parecen encajar en el término peyorativo de un “complejo de Jesús”, en el sentido de que pueden haber malinterpretado a la gente a la que pretendían ayudar y haber fracasado de forma un tanto espectacular en la consecución de sus objetivos iniciales. De hecho, sus acciones después de sus fracasos encajan bastante bien en el molde del mensaje cristiano (o como escribe Craig “perderemos las cosas que pensamos que son nuestras pero que no son más que las cosas que hemos recogido en contra de nuestra naturaleza”): A través de su fracaso, su papel esperado se invierte: en lugar de salvadores, se convierten en víctimas, encarcelados y humillados. Pero, como en el caso de Jesús, este fracaso es su éxito; el fuego del mártir los redime.

Después de que el Estado romano ejecutara a Jesús, los primeros cristianos practicaron ilegalmente su fe y fueron tratados con recelo, cuando no con hostilidad. En este entorno oculto y comunalista, las primeras comunidades cristianas sobrevivieron en parte en secreto, pero cuando sus puntos de vista chocaban con el Estado, no los negaban. En su existencia ilegal, los Apóstoles continuaron el espíritu antiestatal; los Hechos de los Apóstoles contienen una historia tras otra de esta resistencia ilícita. Cuando las autoridades religiosas les ordenan que dejen de enseñar, dicen: “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29, NABRE). Asimismo, Pablo escribe en una carta “nuestra ciudadanía está en el cielo” (Filipenses 3:20, NABRE). Así, no es de extrañar que el pacifista cristiano medieval Peter Chelcicky fuera capaz de escribir, como si presagiara las refutaciones anarquistas del estado transitorio comunista, “Porque no puede haber poder sin crueldad. Si el poder perdona, prepara su propia destrucción, porque nadie le temerá cuando vea que utiliza el amor y no la fuerza ante la que uno tiembla”.6

El radicalismo de la enseñanza cristiana no radica en defender el poder en manos de los cristianos, sino en su negación (bastante anarquista) del poder como medio útil. Si la filosofía cristiana evolucionó a partir de esta posición de debilidad -una tradición ilegal compartida por miembros perseguidos por su fe, una fe que celebraba a un rey religioso coronado de espinas que lideró una campaña de acción directa sin armas contra las jerarquías gemelas de la autoridad judía y romana para finalmente ser ejecutado-, entonces su fuerza está en abrazar esta posición de debilidad y darle la vuelta a la lucha por el poder.

Las luchas violentas de John Brown y Alexander Berkman fracasaron. Si su trabajo (la abolición y la lucha obrera, respectivamente) fue redimido alguna vez, fue en sus martirios (para Brown, una ejecución; para Berkman, 14 años entre el ingreso en prisión y la salida del “asilo”). Craig concluye su artículo afirmando que el egoísta puede encontrar en el cristianismo la salvación trascendente a través de la muerte del ego que le permite “‘compartir la naturaleza divina’”. Del mismo modo, Brown y Berkman, al “perder su vida” cumplieron sus objetivos, pero hacerlo requirió dejar de lado la creencia egoísta de que podían ser salvadores en el sentido negativo del “complejo de Jesús”.

Entonces, sería apropiado, reflejando el artículo de Craig, que también abordara cómo aquellos que ya están en contra del Estado podrían beneficiarse de una comprensión de la enseñanza cristiana. Alguien que se aferra a decir “sin dioses no hay amos” puede encontrar un apoyo irónico en la Biblia: “Porque cuando los gentiles que no tienen la ley por naturaleza observan las prescripciones de la ley, son una ley para ellos mismos aunque no tengan la ley. Muestran que las exigencias de la ley están escritas en sus corazones” (Romanos 2:14-15, NABRE). Por lo tanto, incluso aquellos que no aceptan la ley o la utilizan como medida, son más “justos legalmente” si lo muestran a través de sus acciones. La muerte del ego que Craig llama a los egoístas a buscar, yo diría que se puede encontrar a través de la misión de la praxis que se refleja en el Ministerio de la Misericordia de Jesús (o si lo prefieres, los arrestos de Brown y Berkman).

La acción directa es la práctica de la anarquía; sustituye al Estado y lo deja obsoleto. Pero desde la perspectiva de la transformación personal y filosófica, es el crisol en el que la teoría se forja en la realidad y el “complejo de Jesús” se convierte en la disciplina de la enseñanza social cristiana. Puede que no sea curar leprosos o resucitar a los muertos, pero la acción social directa pone patas arriba el orden capitalista al situar a los primeros en el último lugar y a los últimos en el primero; rechaza la valoración del trabajo que exalta el capital en primer lugar; y crea las estructuras y competencias que garantizan que el Estado no pueda monopolizar el capital social. Al practicar contra el Estado, experimentamos la muerte del ego que Craig sugiere que beneficiaría a los egoístas. Las consideraciones prácticas, que a veces requieren compromisos con la teoría, encarnan el significado del mensaje de Jesús, ya que Él “no vino a ser servido sino a servir” (Mateo 20:28, NABRE y Marcos 10:45, NABRE). Del mismo modo, la práctica anarquista requiere dejar de lado la creencia egoísta de lo que podemos haber conceptualizado como la mejor manera de promover la lucha social y, en cambio, poner ese servicio por encima de nosotros mismos (o de nuestros deseos y expectativas egoístas).

El egoísmo de Stirner y la enseñanza cristiana son compatibles, incluso complementarios. Para Stirner, la eliminación de fantasmas como la ley estatal o la moral y la valoración sobria de las relaciones sociales y las realidades económicas son el quid de su conclusión: Todas las cosas están subordinadas a lo Único. La ubicación cristiana de la autoridad estatal por debajo de lo divino y de la ley estatal como subordinada a las leyes naturales o espirituales empuja igualmente a sus adeptos a rechazar el Estado, al menos en lo que entra en conflicto con su disciplina religiosa. Se trata del mismo rechazo que el egoísta a la autoridad estatal, y de las críticas anarquistas a las jerarquías “injustas”. El cristianismo no sólo llama a la muerte del ego y al servicio, sino que también exige rechazar las pretensiones de autoridad del Estado y poner la propia persona al servicio de acabar con el Estado.

Pero, ¿el egoísmo de Stirner permite realmente la muerte del ego? Descartó tanto el ideal cristiano de una vida de sacrificio al servicio de un espíritu ideal como el ideal liberal de modelar la propia vida según algún arquetipo de hombre perfecto. Stirner afirma que un hombre es sólo un hombre (y no necesita subyugarse a algo más) pero, aun siendo sólo un hombre (de muchos hombres), también es él mismo, un individuo (un Único). El llamamiento del egoísmo a reconocer al Único no es una negativa a aceptar que esos ideales sean alcanzables, en teoría. Un humanista liberal egoísta puede vivir de acuerdo con su propia creencia del humano perfecto y aún así rechazar el fantasma de subyugar su singularidad a ese perfecto percibido. Un comunista egoísta puede estar en comunión con los demás mientras rechaza el sometimiento de su propia persona (o de las personas de su unión de egoístas) a ese colectivo. El cristiano egoísta puede vivir de acuerdo con un espíritu idealizado, al tiempo que conserva una reivindicación de lo Único; el ideal, de hecho, fluye de su Único. El egoísta no prescribe un camino, sino que rechaza que un ideal (es decir, la moral, la igualdad, la espiritualidad) pueda reclamar la primacía sobre la autoridad del individuo para investir el ideal con su significado. Para el egoísta, es del ego de donde derivan todas las demás cosas.

Y si todas las cosas comienzan en el ego, ¿por qué no, sugiere Stirner, terminan allí? Esto es paralelo a mi argumento anterior sobre los cristianos: Si el Estado sólo es legítimo cuando sirve a fines espiritualmente justos, entonces, ¿qué necesidad hay del Estado? Hay que desechar lo superfluo y dejar lo esencial.

La argumentación de Stirner, sin embargo, nos pide que seamos más exigentes incluso que eso. Nos pregunta por qué nos preocupamos por las esencias o los ideales. ¿Por qué imaginamos primero una vida para vivirla y luego la vivimos? Cualquier oveja o perro (o incluso una flor) “se realiza a sí mismo en el vivir”.7

Pero así es como llegamos a la muerte del ego desde el propio egoísmo. El llamamiento de Craig a los egoístas para que busquen la trascendencia es este mismo “vivir” de lo Único. Stirner advierte contra la búsqueda de un ideal porque tal ideal no podría estar anclado en nuestra propia aceptación. Cuando comprendemos egoístamente que el Ego es un punto de referencia básico para todas las demás cosas (no hay un ideal objetivo que puedas elegir para medir tu vida, porque, eres tú quien está haciendo la medición y la elección de la medida), sabemos que crear un ideal es innecesario. Los fantasmas oscurecen la realidad del ego.

La muerte del ego, en el egoísmo de Stirner, no es tanto un camino para trascender el ego, sino para realizarlo. Hacer lo contrario sería negar el Único, y farsantemente, requerir un autoengaño a través de la creación de un espectro. La autonegación egoísta es “la negación de lo que imaginamos que deseamos”.8 Al eliminar el autoengaño (los “fantasmas” de Stirner), podemos vivir simplemente como el Único egoísta.

La idea cristiana del amor ágape (de la traducción griega, a diferencia de otras palabras bíblicas griegas de amor como eros o philos) refleja esta idea egoísta del Único realizado.9 El amor ágape es un amor incondicional (incluso irracional) que describe tanto la idea cristiana de cómo Dios ama a la gente (y a las personas), como lo que se enseña a los cristianos a mostrar a todo el mundo, incluidos los extraños y los enemigos. Mientras que el Único insatisfecho (una persona que vive lastrada por los fantasmas), puede practicar eros y philos de forma bastante racional, sus fantasmas (autoengaños como la racionalidad, la espiritualidad o la legalidad) les impiden practicar el amor ágape. Son incapaces de amar algo incondicionalmente, y por tanto incapaces de, como la oveja o el perro, realizar su propia vida a través de la vivencia. Son incapaces de asumir su vida arrojándola; cegados por el fantasma de idealizar un ego, no pueden experimentar la muerte del ego dentro del egoísmo.

Stirner critica una vida preocupada por la autoconservación. Condena la razón como un falso principio rector. El amor ágape requiere la voluntad de arriesgarse, de tomar la cruz y perdonar, de ser irracionalmente abnegado. Cumplir con el Único requiere la muerte del ego, poniendo a prueba el ideal del ego y viviendo como el ego. Brown y Berkman practicaron el amor ágape a través de su autosacrificio; no sólo asumieron el riesgo inherente a actuar ilegalmente, sino que también actuaron más allá de la razón. Sus acciones fracasaron en un sentido racional; no “resolvieron” la esclavitud ni la lucha obrera. Pero sus acciones dieron muerte al “ego” (lo que podríamos llamar falso ego, ego asustado o incluso ego vulgar) que argumentaría que podían conseguir esos fines, o que si no, debían conformarse con medios más razonables. En cambio, aceptaron la pérdida de control (o más bien, la ilusión de control) que supone someterse a la razón, y a través de esa muerte del ego pudieron vivir como ellos mismos.

Trascender el ego a través de la muerte del ego permite a los egoístas realizar su Unicidad. La vida y la muerte de Jesús muestran una voluntad de ejercer su Unicidad, en el ministerio terrenal, al lado de una disposición a arrojar su vida, e incluso a renunciar al control, finalmente orando por la liberación más que por el alivio. El ego-muerte es la llamada dentro del egoísmo de Stirner a trascender un vulgar “ego” idealizado que es menos que ser el Único, y en cambio, vivir como uno mismo y como su ego.

Notas

1. King Jr, M.L. (1963). Carta desde la cárcel de Birmingham, abril de 1963.

2. Stirner, M. (2019). El ego y los suyos. Good Press.

3. Bakunin, M.A. (1970). Dios y el Estado. Courier Corporation.

4. Kretzmann, N. (1988). Lex Iniusta Non est Lex-Laws on Trial in Aquinas’ Court of Conscience. Am. J. Juris, 33, 99.

5. Augustine, S. (2010). Augustine: Sobre la libre elección de la voluntad, sobre la gracia y la libre elección, y otros escritos. Cambridge University Press. Pg. 10.

6. Chelcicky, P. (2011). Sobre la triple división de la sociedad. En Long, M.G. (Ed.). Christian Peace and Nonviolence: Una Historia Documental. (pp. 68-70). Maryknoll, Nueva York: Orbis Books.

7. (Stirner, M., 2019)

8. Craig, A. (2022, 22 de marzo). Christianity and Egoism. Center for a Stateless Society. https://c4ss.org/content/56448

9. Donde el amor eros puede ser el amor a lo divino, y el amor philos puede ser el amor mutuo de la amistad, el amor agape es el amor totalmente abierto o incondicional.

Anarchy and Democracy
Fighting Fascism
Markets Not Capitalism
The Anatomy of Escape
Organization Theory