De Laurel Palmer. Original publicado el 17 de noviembre de 2020 con el título Daughters of the American Revolution. Traducido al español por Diego Avila.
Hace poco, dos mujeres describieron a mi abuelo con el siguiente lenguaje descarnado:
«Era un monstruo».
Mi madre se envuelve en una negación que cree que es sabiduría.
Mi madre me dijo que viera lo bueno, que viera a la persona completa.
Pues yo veo a la persona completa.
Y veo al hombre que sacudió a mi tía hasta que cayó sin fuerzas al suelo.
Y veo al hombre que golpeó a mi madre con un cinturón delante de la casa de su novio.
Y veo al hombre que retorció el brazo de mi abuela hasta que cayó de rodillas.
Y veo al hombre que le dio un puñetazo a mi tía abuela en la columna vertebral hasta dejarla magullada.
Le pregunté a mi compañera cómo pudo ocurrir esto. Cómo se demonizó a mi tía – intentó suicidarse debido a los malos tratos, finalmente murió sola en una vivienda de la sección 8 por una sobredosis de drogas a los 40 años –, pero ¿mi abuelo?
Mi madre le dio de comer helado con cuchara hasta el día en que murió pacíficamente y recibió adulaciones en Facebook y un servicio conmemorativo completo. Era “humilde y amable”, dijeron.
“Era un monstruo”.
¿Cómo sucedió esto?
Mi compañero dijo que es fácil –
“Por supuesto que se salió con la suya.
Es un hombre blanco-cristiano-de-clase media”.
Él era América.
Mira a la persona completa, dijo mi madre.
Veo a las hijas de la revolución americana.
Veo a la familia que luchó por el norte.
Veo a la familia que construyó iglesias en Salem.
Quemaron brujas pero la historia revela los verdaderos monstruos.
Bueno, Alan. Te veo a ti.
Amabas tanto a América, felicidades, eres América, Alan.
Incluso en la muerte,
te veo.
¿Y sabes qué, Alan?
Vete a la mierda.