Jerarquías de Estatus: consentimiento tácito y expectativas de desempeño

De Cayce Jamil. Artículo original: Status Hierarchies: Tacit Consent and Performance Expectations. Traducido por Diego Avila.

Lo que mantiene unidos a todos los diferentes tipos de socialistas libertarios es la creencia de que minimizar la jerarquía genera más libertad e igualdad. Sin embargo, la jerarquía es una palabra grabada en la ambigüedad. Los términos “poder” y “estatus” se utilizan sin cuidado. Históricamente, los socialistas libertarios, con algunas excepciones notables, han tendido a ser sólo críticos con las jerarquías de poder. Las feministas y los teóricos de la raza llevan mucho tiempo argumentando que las jerarquías de estatus están activas en las interacciones cotidianas. Se argumenta que el estatus se ejerce en la vida cotidiana. El hecho de que se interprete implica que existe un consentimiento tácito respecto a la jerarquía establecida que se promulga. Las creencias culturales relacionadas con el estatus son interiorizadas por todos los individuos de una sociedad. Las jerarquías de estatus funcionan de forma muy diferente a las jerarquías de poder.

Como se ha mencionado, los análisis sobre la jerarquía se han centrado generalmente en el poder y la autoridad. El poder se refiere al control sobre los recursos o los individuos. Aunque el poder puede adoptar la forma de pura fuerza, generalmente se convierte en autoridad. La autoridad se da cuando las relaciones de poder se han legitimado y la gente acepta la desigualdad de poder como válida. Por ejemplo, la institución de la propiedad se basa en el poder. Los derechos de propiedad son aplicados por un organismo centralizado (el Estado). El Estado hace cumplir todos los acuerdos de propiedad dentro de sus fronteras, pero también autoriza a otros a tomar el control de la propiedad.

El estatus, por otro lado, se basa en creencias culturales compartidas relacionadas con el prestigio y la dominación (Cheng et al. 2013). Hay investigaciones sustanciales que sugieren que los humanos que trabajan juntos en grupos casi siempre se organizan espontáneamente en una estructura jerárquica duradera de estatus (véase la teoría de los estados de expectativa o la teoría de las características de estatus) y que los humanos atribuyen rápidamente el estatus a los demás. De hecho, investigaciones recientes han revelado incluso que el reconocimiento de la clasificación se produce generalmente en dos décimas de segundo (Chiao et al. 2008).

Las creencias culturales relacionadas con el estatus ayudan a explicar la persistencia de la desigualdad de grupo en toda la sociedad. El estatus refleja las creencias que se dan por sentadas en una sociedad en relación con la valía o la competencia de un grupo en comparación con otro. Ejemplos comunes de características de estatus que se aplican a casi todas las interacciones son el género, la raza, la edad y la clase. Aunque las creencias sobre el estatus se basan en las condiciones materiales de la sociedad, son una forma independiente de desigualdad. Incluso cuando las condiciones materiales se han nivelado, hay un desfase en las creencias de estatus que mantienen intacta la desigualdad. De ahí el infame fenómeno del “techo de cristal” (Ridgeway 2014).

Las jerarquías de estatus se han estudiado en profundidad en grupos de tareas como los jurados. Las expectativas de rendimiento del grupo surgen en función de las características de estatus específicas y difusas de los interactuantes. Las expectativas de rendimiento reflejan las suposiciones no conscientes que tiene el grupo con respecto a cómo anticipan que los miembros del grupo se desempeñarán en una tarea grupal. Las características de estatus específicas se refieren a las expectativas de cómo actuará un individuo en situaciones específicas. Las características difusas, sin embargo, no se limitan a ninguna situación específica, sino que se aplican a una serie aparentemente interminable de situaciones de trabajo. Las características difusas de estatus, como el género, la raza, la clase y la edad, son categorías sociales que los interactuantes casi siempre imputan al individuo con el que interactúan. Los individuos que poseen el estado de ventaja de las características de estatus difusas y/o específicas 1) serán evaluados más positivamente; 2) ejercerán más influencia sobre las decisiones del grupo; 3) tendrán más oportunidades de contribuir; y 4) realizarán más tareas (Berger et al. 1998). Por tanto, las jerarquías de estatus actúan como profecías autocumplidas (Merton 1948).

Al igual que las jerarquías de poder, las jerarquías de estatus son observables a través de patrones de comportamiento. Las jerarquías de estatus se dan por supuestas en la medida en que los individuos no se dan cuenta de que las están aplicando. Incorporar el estatus en los análisis críticos de la jerarquía para comprender cómo se promulga en la vida cotidiana el comportamiento jerárquico relacionado con el género, la raza, la edad y la clase. Las creencias sobre el estatus sirven para legitimar la desigualdad material en toda la sociedad.

Referencias:

•Berger, Joseph, Cecilia L. Ridgeway, M. Hamit Fisek, and Robert Z. Norman. 1998. “The legitimation and delegitimation of power and prestige orders.” American Sociological Review 63(3): 379-405.

•Cheng, Joey T., Jessica L. Tracy, Tom Foulsham, Alan Kingstone, and Joseph Henrich. 2013. “Two ways to the top: Evidence that dominance and prestige are distinct yet viable avenues to social rank and influence.” Journal of Personality and Social Psychology 104(1).

•Chiao, Joan Y., Tokiko Harada, Emily R. Oby, Zhang Li, Todd Parrish, and Donna J. Bridge. 2009. “Neural representations of social status hierarchy in human inferior parietal cortex.” Neuropsychologia 47(2): 354-363.

•Merton, Robert K. 1948. “The self-fulfilling prophecy.” The Antioch Review 8(2): 193-210.

•Ridgeway, Cecilia L. 2014 “Why status matters for inequality.” American Sociological Review 79(1): 1-16.

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