En el artículo ya clásico “A Esquerda punitiva” (“La izquierda punitiva”), Maria Lúcia Karam critica a la izquierda brasileña por traicionar sus convicciones profundamente arraigadas sobre el cambio social, uniéndose a los que desean fortalecer el derecho penal como principal medio de resolución de los conflictos sociales y garantizar la paz social.
Karam señala que la izquierda parece haber olvidado que el aparato represivo del estado se vuelve principalmente contra los grupos marginados, actuando las más de las veces como una forma de limpieza social, y que las propuestas de más criminalización y represión provenientes de la izquierda (como la lucha contra los delitos financieros) no resuelven esta contradicción estructural.
Un ejemplo de ello es el problema de seguridad creado por el tráfico de drogas: En lugar de apoyar una mayor represión del tráfico de drogas para reducir la sensación de inseguridad, la izquierda brasileña debe reflexionar sobre el hecho de que es la penalización de las drogas en sí misma la que crea el ciclo de la violencia relacionada con las drogas prevalente el país. Por lo tanto, luchar contra el derecho penal es luchar contra la violencia.
Karam concluye que el papel de la izquierda es criticar el sistema imperante, no reforzar su lógica.
En el debate presidencial de Brasil del 29 de septiembre, Levy Fidelix, apodado el “candidato enano,” hizo algunas declaraciones sumamente viles, homofóbicas y ofensivas en la televisión nacional después de que la también candidata Luciana Genro le preguntara acerca de su posición sobre el matrimonio gay. Fidelix mostró la típica repulsión heteronormativa a la homosexualidad disfrazada de “defensa de los valores familiares”, pero fue aún más lejos al declarar que el “sistema excretor” no es un órgano reproductor y que los no heterosexuales deberían ser excluidos de alguna manera de la vida social, “lejos” del resto de la sociedad para tratar sus supuestas afecciones y problemas psicológicos.
Siempre dispuestos a dar la pelea, muchos izquierdistas se manifestaron a favor de la criminalización de la homofobia y utilizaron las declaraciones de Fidelix como ejemplo de lo que el derecho penal debería prohibir. Según este sector de la izquierda brasileña la homofobia debería ser un delito a la par que el racismo. Pero al defender esa posición, cometen el error de la izquierda punitiva.
La criminalización de una conducta no puede ser el principal medio a través del cual se resuelve el conflicto social porque es la forma más coercitiva de hacerlo, y debería invocarse únicamente en caso de una agresión contra las libertades individuales.
La idea de la criminalización como solución para todos los problemas humanos ha ampliado dramáticamente la regulación estatal de la vida. Y de acuerdo con ese punto de vista, no hay comportamiento individual que no pueda ser potencialmente incluido en nuestros registros policiales.
Criminalizar las opiniones inaceptables ha sido una herramienta típicamente utilizada por todos y cada uno de los regímenes autoritarios de la historia humana. Nunca llega a ser una herramienta de transformación social, sino de la reacción. No va a purificarse porque por fin criminalicemos las opiniones que son realmente dignas de desprecio. Sigue siendo un medio autoritario para amordazar la disidencia.
Tal como lo demuestra Steven Pinker en Los ángeles que llevamos dentro, los grandes cambios en la historia de la humanidad no se han dado gracias a la “criminalización de opiniones conservadoras” (algo que ni siquiera era posible en ese momento), sino a través de un proceso histórico más complejo que incluyó la despenalización de las opiniones y la expansión de la libertad de expresión. El gran descubrimiento liberal es que para garantizar la paz social no tenemos que estar de acuerdo en todo, sino sólo en cuanto a quién debe tener el derecho de decidir quién tiene la razón: el propio individuo.
El proceso de criminalización de la homofobia y el racismo puede tener consecuencias bastante nocivas en el futuro: muchas personas acusan a las feministas de ser “misándricas”, y al movimiento LGBT de ser “heterofóbico”. A pesar de que estas son acusaciones absurdas, no es difícil pensar en una defensa de la supresión de su discurso por esos motivos, ya que sus polos opuestos (el machismo y la homofobia) pueden convertirse en crímenes. No hay ninguna garantía de que estos discursos no se criminalizarán y etiquetarán como expresiones de odio en el futuro, en detrimento del debate libre y los derechos de las minorías.
Por lo tanto, la mejor manera de luchar contra el racismo, la homofobia y otras culturas discriminatorias no es a través de su criminalización. Tal como lo expresó Mano Ferreira en su artículo “Por um Principio da nao opressao” (“Por un principio de no-opresión”): “En la elaboración de un principio libertario de la no-opresión, debemos tener en mente la ampliación de la libertad humana. Por lo tanto, creo que es a través de la cooperación voluntaria y el empoderamiento social de los oprimidos que construimos bases legítimas y eficaces para luchar contra la opresión. En ese proceso es necesario analizar en profundidad los mecanismos de opresión y las posibilidades de desarmarla – una misión en la que debemos reconocer la importancia de los autores que se adhieren a otras epistemologías, entenderlos y resignificarlos”.
La acción directa y el boicot social pueden ser herramientas muy útiles en este sentido, lo cual he sugerido en cuanto a la lucha feminista contra la cultura de la violación.
Hay que abandonar el paradigma de la criminalización de las opiniones en el contexto de la lucha por el progreso social, ya que la emancipación de las minorías se está obteniendo y se logrará a través de una consolidación, amplificación e iluminación histórica de las redes de cooperación social voluntaria, donde la criminalidad estatal y la opresión social se combatirán y rechazarán en favor de la libertad humana.
Artículo original publicado por Valdenor Júnior el 7 de octubre de 2014.
Traducido al español por Carlos Clemente a partir de la traducción al inglés de Erick Vasconcelos.