De Kali Akuno. Título original: From Rebellion to Revolution, 1 de julio de 2021. Traducido al español por Camila Figueroa.
La rebelión de Floyd está cambiando el mundo ante nuestros ojos. Queda por ver qué tipo de cambio y hasta qué punto cambiará el equilibrio de fuerzas entre gobernantes y gobernados, entre los que tienen y los que no tienen. Lo que está claro es que hay una competencia política activa y abierta para dar forma al resultado. Por el momento, la derecha y los republicanos han quedado relativamente al margen de este debate. La verdadera contienda, tal y como está planteada, es entre los liberales y los demócratas, por un lado, y la masa radical que ha tomado las calles de todo el país y del mundo, que está examinando y avanzando cada vez más en las demandas de la izquierda crítica que surgen de las tradiciones analíticas y organizativas anarquistas, comunistas, nacionalistas revolucionarias y socialistas, como la abolición de la policía y de las prisiones, la democracia económica y la descolonización. Este debate se desarrolla en las calles, en los medios de comunicación y en las redes sociales.
Siguiendo las tendencias en todos estos lugares, parece que los liberales y los demócratas han ganado algo de terreno en la guerra narrativa, la guerra de posiciones, en varios puntos. Un punto crítico es la distinción entre “manifestantes buenos” y “manifestantes malos”. El dominio de esta narrativa tendrá consecuencias, consecuencias negativas. Algunas de estas consecuencias negativas son (1) reducir el enfoque de la rebelión, (2) reafirmar los mitos de la reforma “democrática” y la corrección capitalista que sólo refuerzan la perpetuación del sistema, y (3) limitar el alcance de las posibilidades y potencialidades revolucionarias de la rebelión actual.
El efecto neto de las ganancias posicionales de los liberales es que la rebelión está mostrando algunos signos claros de ser desactivada, como la seria vigilancia del movimiento en las calles que está ocurriendo en muchos lugares. Esto está empezando a aislar a la izquierda en muchos aspectos críticos y a ponerla a ella y a sus propuestas a la defensiva. Esto se expresa mejor en los duros esfuerzos por diluir la demanda abolicionista de “desfinanciar” y “abolir” la policía, a la que volveremos en breve. El objetivo de los liberales y del partido demócrata es redirigir este movimiento de masas hacia la política electoral, en particular las elecciones de 2020, y un conjunto limitado de correcciones y reformas cosméticas.
Donde los liberales y los demócratas parecen haber hecho el avance más significativo es en la reducción del alcance de la rebelión en los medios de comunicación. Si se les cree, se trata fundamentalmente de la reforma de la policía y de la articulación de una oscura iteración del marco reivindicativo “Black Lives Matter”. Esto resta importancia a los claros llamamientos para erradicar la supremacía blanca, el capitalismo, el heteropatriarcado y el colonialismo de los colonos que se han expuesto claramente. Si no se aborda esto, es difícil dar sentido a la retirada de todas las estatuas y símbolos que edifican el colonialismo de los colonos y la esclavitud, o a los actos selectivos de redistribución que se han producido, y al desmantelamiento forzoso de las instituciones de represión, explotación y aburguesamiento. Su razonamiento debería ser obvio. Los liberales y los demócratas no apoyan la revolución. No tienen interés en desmantelar los sistemas de opresión que confinan a la humanidad. Su interés es hacer lo necesario para preservar el sistema capitalista existente. Con este fin, están dispuestos a doblar algunas cosas, siempre y cuando no rompa o altere fundamentalmente las relaciones sociales que dan forma a la sociedad, en particular quién posee y controla los medios de producción. El marco distorsionado de “Black Lives Matter” que están impulsando es para tratar de apuntalar su base electoral para las elecciones de 2020, en particular entre los negros y los latinos, de los que tienen que depender para tener alguna posibilidad de ganar. Así pueden apoyar la reforma policial, mientras condenan el esfuerzo por desmantelar la institución y su función social como algo absurdo.
En cuanto a la demanda de “desfinanciar la policía” o “abolir la policía”, hay que señalar que esta cuestión se está planteando en ausencia de una revolución -que el momento actual no es, al menos no todavía-. La mayoría de las respuestas se plantean también en este sentido: “¿Qué pasará con las comunidades sin policía?” Esta pregunta asume que las relaciones capitalistas de producción y reproducción social seguirán existiendo – es decir, la misma mierda. Ni el capital ni el Estado han sido desmantelados o destruidos, y pocos proponen esta posibilidad (es decir, la revolución) o se preparan para ella en el momento actual. Si las relaciones sociales fundamentales no cambian, entonces esta reforma sólo podría servir como una medida temporal de apaciguamiento, que los operativos del estado atacarían y socavarían rápidamente. La convertirían en un fiasco para crear un ejemplo negativo que disuadiera a la gente de pensar que es posible una alternativa. En cualquier caso, todo lo que la clase dominante da, lo puede quitar.
Y si no crees que este es el caso, hay varios ejemplos históricos y actuales de cómo el sistema capitalista e imperialista ha retorcido con éxito los esfuerzos limitados para salir del sistema y los ha convertido en herramientas de propaganda a través de diversos medios de estrangulamiento y negación para crear la impresión de que no hay alternativa. Así es como utilizan los ejemplos de Haití, Cuba, y ahora Venezuela, Chiapas, Rojava, etc., como postes de látigo.
Para ser claros, creo que la exigencia de la abolición debe elevarse para agudizar las contradicciones. Pero debe ir acompañada del llamamiento a la revolución y del esfuerzo organizativo para desmantelar todo el sistema. Si no se logra eso, el imperio contraatacará. De eso no hay duda.
Una vez más, no hay que restar importancia a las consecuencias de esta estrechez de miras. Los organismos estatales de todo el país están esperando a que la rebelión se calme para poder cazar a miles de jóvenes partisanos y meterlos en la cárcel en nombre de la justicia y el restablecimiento de la ley y el orden. Esta historia debería ser instructiva. Tras la rebelión de Los Ángeles de 1992, los departamentos de policía y del sheriff de Los Ángeles persiguieron y arrestaron a más de 15.000 personas que fueron captadas en imágenes rompiendo las llamadas “reglas”. Así que, si tienen éxito, será la negación efectiva de la rebelión.
Nosotros en la izquierda – anarquistas, comunistas, soberanistas indígenas, nacionalistas revolucionarios y socialistas – tenemos que resistir la elevación de las narrativas y posiciones del partido liberal y demócrata. Tenemos que afirmar una contranarrativa en todos los ámbitos, una que apunte a transformar la rebelión de Floyd en algo potencialmente transformador. Esto debe incluir la defensa de la acción autónoma (con principios), la diversidad de tácticas, la santidad de la vida por encima de la propiedad y los beneficios, y la construcción y ejecución de instrumentos de doble poder para transformar las relaciones sociales y el equilibrio de fuerzas. Y que se sepa que si fracasamos, la izquierda será la primera víctima de la ejecución selectiva del martillo del Estado, que está aquí y avanzará nos guste o no.
A pesar de los retos a los que nos enfrentamos en esta contienda por el poder, la alternativa de la revolución sigue vigente. Actualmente existe un camino hacia la revolución. Desde mi punto de vista, se basa en el avance de una estrategia anclada en una mayor politización de la ayuda mutua, la soberanía alimentaria, la economía cooperativa, la producción comunitaria, la autodefensa, las asambleas populares y los movimientos de huelga general que ya existían y que surgieron de forma embrionaria en medio de la pandemia. Esto podría aprovecharse a través de esfuerzos democráticos para federar estas iniciativas a nivel de masas para sentar las bases del poder dual.
Cooperation Jackson y la coalición de la Huelga Popular que hemos estado trabajando para construir con varias organizaciones y aliados están trabajando para avanzar un programa de este carácter para interponer contra-narrativas de izquierda en el movimiento de masas. Una de las cosas centrales que estamos proponiendo como nuestra próxima contribución al movimiento es la convocatoria de Asambleas Populares masivas. Basándose en las experiencias del movimiento Occupy, las Asambleas han comenzado a desarrollarse espontáneamente en la ciudad de Nueva York, Oakland, Portland y Seattle. Estos son desarrollos innovadores. Pero necesitamos más. La Huelga Popular pide que se celebren asambleas en todas partes y, en particular, pide un primer día de acción nacional de huelga el 1 de julio. Lo que hemos propuesto, y ofreceremos en este proceso, es que nos organicemos y construyamos hacia la ejecución de una huelga general. El inicio de una huelga general en las condiciones actuales comienza con Asambleas Populares en las calles debatiendo y votando sobre la realización de una huelga general. Así es como un movimiento de protesta mayoritariamente callejero puede florecer en un instrumento de doble poder que podría transformar radicalmente la sociedad.
¡Únete y lucha, construye la huelga general!