¿Qué harías si tu hija tuviese una enfermedad incurable, si estuviese destinada a pasar el resto de su vida a tener convulsiones frecuentes, imposibles de controlar con ningún medicamento disponible en tu país? ¿Qué harías si la única medicina efectiva pudiese ser adquirida en el extranjero, pero tu país te lo prohíbe, y te acusa de ser un criminal si tratas de hacerlo? ¿Qué harías si para controlar los ataques de tu hija y darle un poco de consuelo, tuvieses que confrontar al Estado e importar ilegalmente marihuana medicinal?
Esa historia es real. Katiele lucha para poder tratar la epilepsia de su hija con CBD (cannabidiol), una sustancia derivada de la marihuana, y prohibida en Brasil. Como parte de la guerra contra las drogas que se libra en en el país, los burócratas de Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria) han decidido que el uso médico de la marihuana es inadmisible.
Como Katiele explica en su vídeo (apropiadamente titulado Ilegal), no hay otro medicamento disponible en Brasil con el que pueda tratar la enfermedad de su hija. Ninguno. Sin embargo, se enteró de que el CBD es una alternativa eficaz. El obstáculo: El gobierno de Brasil prohíbe el uso recreativo y medicinal de la marihuana. ¿Qué debería hacer Katiele entonces? “La desesperación de ver que tu hija sufre ataques epilépticos todos los días, cada hora, es tan grande, que decidimos resolver el problema sin importar las consecuencias, incluso si teníamos que traer el medicamento ilegalmente, y eso es lo que hicimos”, dijo.
Según el Estado, esta madre actuó criminalmente. Pero para cualquier persona con un mínimo sentido de justicia, hizo lo correcto. Hay momentos en que la única alternativa para la gente decente es romper la ley, incluso a través de la desobediencia civil empresarial. Si uno al quebrantar la ley no hace daño a nadie y además beneficia a alguien, generando valor, eso por sí mismo demuestra que la ley en cuestión impide el bienestar que la producción libre, el intercambio y la libre asociación generan a la sociedad. Sobre todo cuando el valor generado es la salud de un niño epiléptico.
El 5 de abril, Katiele y su hija obtuvieron una victoria judicial. En una decisión histórica, la justicia federal en Brasilia determinó que Anvisa deberá proporcionar a la familia con el CBD necesario para la administración del tratamiento.
Sin embargo, ese no es el fin de la historia. La agencia aún puede apelar, la prohibición de la marihuana medicinal sigue vigente en Brasil, y el combate al narcotráfico, con todas sus nefastas consecuencias, continúa. Al parecer, en este país uno tiene que demandar al Estado para poder tratar una condición que no tiene mayor complicación, más allá de que un burócrata haya decidido en algún momento que la marihuana es mala.
Me puedo imaginar lo que ha sufrido esta madre. Mi hermana tenía una condición de nacimiento y sufría de epilepsia. Hubiese sido triste verla privada de tratamiento porque alguien estuviese bloqueando su acceso a los medicamentos.
Este caso no se trata de que no exista un tratamiento. No es que la madre no tenga el dinero o los medios para hacerse de los medicamentos. Si ella no tuviese el dinero, todavía habría esperanza: la acción de las donaciones o las instituciones filantrópicas, por ejemplo. El problema en este caso es que el Estado se interpone entre la madre y el acceso legal al tratamiento.
En un artículo para el Centro para una Sociedad sin Estado, Marja Erwin planteó la cuestión de cómo una sociedad libre, incluso una sociedad anarquista, se ocuparía de la discapacidad, y si “el intercambio, por sí solo, podría incluir plenamente a aquellos de nosotros con discapacidades”. Las sociedades estatistas han negado sistemáticamente el acceso a los medicamentos o los tratamientos por razones paternalistas y son a veces el mayor obstáculo para la salud, ya sea debido a los obstáculos a las innovaciones médicas, o al incremento de los costos de tratamiento.
Tratar de minimizar la agonía de una persona no debería ser considerado un delito. Lo que debería ser un delito, sin embargo, es la condena al sufrimiento perpetuo al que el Estado niñera somete a la hija de Katiele. Lo que debería ser un delito es la existencia misma de una institución como el Estado, cuyos actos dentro de sus fronteras nos recuerdan la inscripción sobre la puerta del infierno de Dante Alighieri: “¡Abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis!”.
Traducido al español de la versión en inglés de Erick Vasconcelos, por Carlos Clemente.