Durante un discurso en las Naciones Unidas en el 2006, Hugo Chávez acusó al ex presidente de EE.UU. George W. Bush de ser «el diablo» mientras alzaba en sus manos una ejemplar de Hegemonía o Supervivencia: El Dominio Mundial de Estados Unidos, catapultando el libro en la lista de best-sellers de Amazon.com.
Por su parte, Chomsky ha declarado en varias ocasiones que Chávez llevó a cabo una ruptura revolucionaria con el pasado político de Venezuela, especialmente en relación con las políticas sociales del estado para con los pobres, haciendo eco del discurso chavista fundacional de la «revolución bolivariana».
En una entrevista con el periódico español Diagonal en marzo de 2006 Chomsky declaró que «por primera vez el país está utilizando… recursos energéticos para su desarrollo… en la construcción, la salud…». Así mismo, en un artículo de opinión para La Jornada de México en el 2005, escribió que «es sólo ahora con el presidente Chávez… [que] la medicina se ha convertido en algo real para la mayoría de los pobres».
El mes pasado, hablando con el economista venezolano Miguel Ángel Santos , Chomsky reiteró su punto: «Durante muchos años Venezuela estuvo dominada por élites que… cosechaban todos los beneficios de las bonanzas petroleras mientras marginaban a los pobres… Chávez se enfrentó a eso…».
Lamentablemente, Chomsky ignora hechos básicos de la historia contemporánea de Venezuela. No hay nada de revolucionario en las políticas sociales chavistas.
En La Revolución como Espectáculo, Rafael Uzcátegui, co-editor del periódico anarquista venezolano El Libertario, presenta una enorme cantidad de datos que muestran que hasta principios de los años 80, cuando los precios del petróleo comenzaron un descenso sostenido que drenó la capacidad del Estado venezolano para sostener los subsidios masivos que apaciguaban a las masas desde 1958 y en última instancia condujo al Caracazo en 1989 (una ola de disturbios durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez en la que miles de personas fueron asesinadas por los militares), las políticas de bienestar eran tan omnipresentes, y a veces más efectivas, que las que caracterizaron al período chavista.
Limitaremos la mirada a las dos áreas mencionadas por Chomsky, vivienda y asistencia sanitaria (Uzcátegui aplica un análisis similar para una amplia gama de políticas sociales).
Según los datos del censo nacional, los proyectos de vivienda del estado redujeron las chabolas como porcentaje del total de viviendas del 37,18% en 1961 al 12,56% en 1990. La penetración de la red eléctrica pasó del 58,16% en 1961 al 76,59% en 1981. El acceso a agua potable aumentó del 46,7% en 1961 al 68,74% en 1981.
El gobierno de Chávez construyó un promedio de 26.000 hogares por año entre 1999 y 2008. El promedio de la década de los 90 fue mucho más alto, alcanzando 64.000 por año.
Las «Clínicas Populares» y «Hospitales del Pueblo» creados por la famosa Misión Barrio Adentro, un programa ampliamente publicitado como pionero en dar acceso a los pobres a la atención médica, son hoy incapaces de proporcionar tratamiento para cualquier dolencia más compleja que una fractura ósea.
Para los tratamientos críticos la gente debe acudir a la vieja red de hospitales construidos durante la Cuarta República, que en 1980 alcanzó una de las coberturas más amplias de la región con 2,7 camas por cada mil habitantes, pero que hoy está prácticamente en ruinas.
Esto se tradujo, entre otras tragedias, en que las mujeres más pobres de Venezuela diesen a luz en condiciones inhumanas durante el período 1998-2008, y en una tasa de 16% de mortalidad materna debida a abortos clandestinos para el 2010.
La otra cara del argumento de Chomsky, que Venezuela antes de Chávez estaba dominada por élites que cosechaban la mayor parte de la bonanza petrolera, es cierta pero irrelevante. La Venezuela de hoy sigue estando dominada por élites, aunque nuevas: la llamada boliburguesía, ricos y poderosos gracias a sus conexiones políticas o su participación directa en el todopoderoso estado bolivariano.
En realidad, la élite chavista es mucho más corrupta, autoritaria e inepta que sus predecesores de la Cuarta República. Si el monopolio del uso de la fuerza y la administración de la justicia es la característica más básica y definitoria del estado, Venezuela hoy fácilmente puede ser descrita como un estado fallido: La epidemia de violencia que azota al país dejó un saldo de casi 25.000 asesinatos en el 2013, más del 90% sin resolver .
Hugo Chávez no era un revolucionario. Más bien profundizó el modelo de socialdemocracia petro-estatista imperante en Venezuela desde 1958 hasta un nivel sin precedentes. Y también, como sostiene Uzcátegui en su libro, ejecutó magistralmente el arte del espectáculo demagógico como nadie antes que él – espectáculo que dejó totalmente deslumbrado a Noam Chomsky, a pesar de su toda su fuerza intelectual y analítica .