The following article is translated from the English original, written by Thomas L. Knapp.
Primero que nada debo confesar que soy un fanático de Apple desde hace muchos años. Compré mi primera Macintosh en 1994, y desde entonces me he decantado por las Macs en lugar de las PCs con Windows e incluso de las cajas Linux siempre que he podido. En mi opinión, el etos de diseño de Apple es de primera. Los aparatos que fabrican suelen ser innovadores y quizás ninguna otra empresa se merezca más que ella el muy usado y abusado adjetivo “amigable al usuario”.
Dicho esto, como empresa Apple se ha desviado bastante del buen camino–exactamente del camino indicado por el seminal y revolucionario comercial “1984” de Macintosh–durante los últimos años. A medida que pasa el tiempo Apple parece menos enfocada en su habilidad para crear productos que cambian el juego competitivo, y cada vez más empeñada en usar el poder del gobierno para prevenir que ese juego se desenvuelva sin trabas.
El veredicto del juicio del mes pasado, en el que Apple logró que la firma coreana de electrónica Samsung fuese sancionada por, entre otras cosas, violar una patente de Apple sobre la forma de las computadoras en formato tablet, es solo la punta de un gran témpano de hielo que se extiende bajo el océano de la historia reciente.
Apple demandó a la ciudad de Nueva York (“La Gran Manzana”) por un logo en forma de manzana.
Ha demandado a otras empresas por el uso de la letra “i” minúscula y la palabra “pod”.
Demandó a Digital Research por copiar el “look and feel” de MacOS — un “look and feel” que Apple había robado de Xerox Alto/Star.
Demandó a Psystar por fabricar hardware que podría funcionar con MacOS X.
Una obvia primera reacción hacia gran parte de estos litigios es darse cuenta de lo frívolos que son. Una empresa que pretende tener el derecho exclusivo para producir dispositivos cúbicos con esquinas redondeadas… vaya. Yo acabo de pasar por mi cocina y encontré cuatro de esos dispositivos, ninguno de ellos fabricados por Apple. Y reclamar la propiedad de la letra “i” parece… bueno, una pretensión un poco amplia.
Pero sería un error enfocarse en la frivolidad de los argumentos de Apple. Tal como lo señalael crítico de la “propiedad intelectual” Stephan Kinsella, “el problema no es que hayan patentes de baja calidad, o que las empresas ejerzan las patentes incluso cuando no tienen intención de fabricar los productos patentados, ni que los estándares de las leyes que rigen a las patentes sean ambiguos, o que los términos de las patentes sean demasiado largos. El problema verdaderamente serio lo causan las patentes de alta calidad, creadas para cubrir los productos existentes de empresas incumbentes, que las usan para aplastarle la cabeza a sus competidores”.
En este último caso, Apple ha exigido directamente que los consumidores estadounidenses compren sus productos en lugar de los de Samsung, y ha contado con los recursos para llevar a cabo esa exigencia. No porque los productos de Apple sean más baratos que los de Samsung. Tampoco porque los dispositivos de Apple sean de mejor calidad que los de Samsung en un aspecto u otro. Sino porque los amigotes de Apple en el gobierno tienen pistolas y las apuntaron hacia Samsung para que entendiese que no puede ofrecernos sus productos.
En algún momento a Apple le va a salir el tiro por la culata.
Internamente, no hay incentivo, no hay sentido de urgencia para innovar cuando uno no siente que tiene que hacerlo. La aparente habilidad para obligar al mercado a comprar tus productos se traduce, en términos de cultura empresarial, en una falta de disposición para gastar dinero y horas hombre mejorando esos productos.
Externamente, las fuerzas de mercado tienden a resurgir independientemente de las barreras que el proteccionismo capitalista pone en su camino. Los monopolios que Apple cree que se ha asegurado eventualmente se harán obsoletos debido a la acción de competidores jóvenes y hambrientos que no tienen amigos en Washington.
Mientras tanto, esperemos que Apple vea la luz, detenga su gradual tendencia a explotar al consumidor, y vuelva a ser una empresa que triunfa sobre la base de crear productos excelentes.
Artículo original publicado por Thomas L. Knapp el 6 de septiembre de 2012.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.