De Gary Chartier. Artículo original: “Commercial Society” is a Myth, del 21 de junio 2018. Traducido al español por Antonio J. Ferrer.
Los críticos tanto conservadores como progresistas de la migración abierta frecuentemente menosprecian las manifestaciones a favor de la libertad de movimiento como algo basado en simples consideraciones económicas. Los que abogan por la libertad señalan que, a pesar de lo que se puede oír en televisión, la inmigración trae beneficios significativos tanto para las sociedades a la que llegan los migrantes como las sociedades de origen de los mismos. Y enfatizan la importancia de respetar la libertad de las personas para entablar relaciones laborales y comerciales con otros independientemente de sus nacionalidades respectivas. Pero, dicen los críticos, no se trata solo de economía. Los que abogan por la libertad piensan en la sociedad simplemente como un “centro comercial gigante”, en contraste, los críticos aseveran, ellos entienden que una nación es mucho más que esto. Como dice el silba-perros etnonacionalista y ex estratega en jefe de Trump, Steve Bannon “Un país es más que una economía”.
La apelación al nacionalismo de los críticos es poco inspiradora. Pero ignoremos por un momento la asociación del nacionalismo con violencia letal interétnica e interreligiosa y con la supresión de las minorías. Enfoquémonos en la acusación de que los que abogan por la libertad – en este caso, la libertad migratoria – piensan en la “sociedad” como algo meramente comercial.
Esta acusación sugiere que las personas a quienes les importa la libertad solo quieren una sociedad en donde la gente sea libre para hacer dinero. Pero, como cosa general, la idea de esta clase de sociedad es bastante extraña.
Hay muchas formas de hacer dinero. En nuestra sociedad, muy a menudo, la gente hace dinero participando en o ayudando a crear y mantener carteles basados en la ley – como los carteles creados por los requerimientos de licencias profesionales que elevan los precios al consumidor. Muy a menudo, la gente hace dinero entrando en relaciones privilegiadas con agencias gubernamental que canalizan el dinero de los contribuyentes a entidades favorecidas, en apoyo a actividades que nunca serían financiadas a un nivel similar en un mercado genuinamente liberado; pensemos por ejemplo en el complejo industrial militar. Pero, en un mercado auténticamente liberado, la gente hace dinero ofreciéndole a los consumidores (o a otros productores) lo que quieren.
Para algunas personas, hacer cosas que les generan dinero puede ser un maravilloso ejercicio de habilidad o creatividad, para otros, participar en el drama impredecible del mercado puede ser una suerte de juego, tal como participar en un deporte. Pero nótese que incluso la gente que participa de forma entusiasta en distintos negocios por estas razones no son como el Ebenezer Scrooge de Dickens, intentando hacer dinero como un fin en sí mismo: Están probándose y desafiándose a sí mismos y otros y disfrutando la experiencia del juego.
La mayoría de participantes – Bien sea productores, distribuidores o consumidores – tienen fines más inmediatos e instrumentales. Quieren hacer dinero no por el dinero en sí, y tampoco, por lo general, porque el proceso en sí sea entretenido, sino para poder alcanzar sus otros objetivos. Quieren florecer en toda clase de formas diversas: Hacer arte, pasar tiempo con amigos, mantener a sus hijos, experimentar la belleza, volverse más fuertes y más sanos. Las compras de los consumidores, así como el dinero que hacen los productores y distribuidores (cosa que les permite convertirse en consumidores) los pone en capacidad de perseguir sus objetivos, y así desarrollarse en los aspectos que desean desarrollarse.
A veces, las personas realizan transacciones comerciales con amigos y vecinos. De manera más frecuente en el mundo de hoy, realizan estas transacciones con extraños. Ocasionalmente, esto permite que los extraños se conviertan en amigos. Pero, independientemente de si esto sucede o no, permite que los que participan en las transacciones alcancen sus objetivos de manera más efectiva, les permite desarrollarse de las formas que decidan.
Los críticos, tanto progresistas como conservadores, de la libertad migratoria no quieren que los consumidores y productores realicen transacciones comerciales con extraños no-aprobados, con personas que no tienen los permisos gubernamentales adecuados.
Parecen pensar que controlar quien obtiene estos permisos hará posible que aquellos que no quieren una simple “sociedad comercial” tengan el tipo de sociedad que desean. Es decir, una, en particular, en que los críticos y otros como ellos no tendrán que lidiar con caras, acentos, olores y folklores extraños, una comunidad nacional en que todo el mundo se parece en apariencia y conducta.
La objeción de los críticos, pues, es en última instancia a una sociedad en la que personas particulares decidan con quien interactuar y como planearan sus propias vidas. A los críticos no les gustan los efectos de las elecciones libres de personas particulares. Quieren una sociedad en la que estos efectos sean nulificados, en la que su propia visión de una vida buena pueda ser impuesta forzosamente a los demás.
Enmascaran su objeción como un desafío a un énfasis desmedido en el dinero. Pero prácticamente nadie adopta ese tipo de énfasis. La verdadera objeción de los críticos es a una sociedad en la que la libertad comercial presupone y permite la libertad personal, la libertad de florecer en una inmensidad de formas distintas. Su idea de una “nación” es una sociedad homogénea, en la que la homogeneidad se mantiene por medios del control desde arriba. Lo que ellos denominan sociedad comercial es en realidad una sociedad organizada desde abajo hacia arriba. El comercio es un medio para el fin que es la libertad. Pero dado que la libertad es tan obviamente importante para tantas personas, atacan en su lugar al comercio. Al hacerlo, dejan en claro que su visión de una vida común se mantiene por la fuerza.
La sociedad comercial es una alternativa muy superior – no porque la vida se trate de hacer dinero, sino porque la libertad comercial es un supuesto de la experiencia y expresión de la diversidad humana.