La pregunta sobre la naturaleza humana se encuentra muchas veces en el epicentro de importantes pugnas ideológicas, incluyendo aquellas relacionadas a la inevitabilidad de la competencia o la necesidad de la autoridad para el funcionamiento de las sociedades.
Por supuesto, los pensadores anarquistas no han escapado de este debate, puesto que una de las objeciones más recurrentes a este movimiento afirma que las metas del mismo son imposibles ya que las personas «egoístas» y «competitivas» por naturaleza. Debido a esto, la posibilidad de constantes engaños y conflictos entre los miembros de un grupo derivaría en una competencia feroz o en la necesidad de recurrir a la autoridad para establecer el orden; invariablemente, las jerarquías se harían presentes. En otras palabras, el anarquismo no sería más que una utopía.
No solo los liberales se han apoyado en la naturalización de las condiciones actuales para rechazar a los anarquistas, sino que algunas facciones marxistas han justificado el dirigismo y la centralización en ser lo único viable para sobreponerse a las condiciones materiales y las fuerzas que disgregan al proletariado. En el mejor de los casos, las jerarquías persistirían hasta alcanzado una nueva etapa en el modo de producción.
Ya en su momento, Kevin Carson ha señalado las debilidades e incluso, cierta ingenuidad, de parte de los liberales que veían imposible la organización de trabajadores sin una jerarquía corporativa definida. Pero, desde mi punto de vista, aún queda pendiente involucrarse más a profundidad con las perspectivas naturalistas o esencialistas, no solo porque nos permiten quedar mejor posicionados de frente a estos argumentos, sino que además puede darnos luces acerca de la manera en que los individuos pueden llegar a relacionarse entre ellos – y posiblemente organizarse – dependiendo del ambiente donde se encuentran.
Puede que sea momento de reconsiderar las teorías que buscan explicar la naturaleza humana, así como de la formación de la Sociedad, empezando por la revisión de las teorías evolucionistas. Si bien esto puede sonar polémico, dado que el evolucionismo se ha utilizado para defender una visión hobbesiana de la humanidad, considero que vale la pena replantearse la utilidad de estas teorías en el ámbito sociológico.
Las nociones sobre fuerzas selectivas en la transmisión de genes e información pueden aplicarse para entender y predecir cómo las ideas se transmiten, propagan, conservan o evolucionan en un entorno social dado (o memética), además de brindar herramientas para el entendimiento y predicción de las dinámicas y conductas (colaborativas y antagónicas) grupales. Es posible que incluso esto nos ayude a evaluar qué o cuáles modelos de organización económica descentralizada o de auto-organización es/son más viable de acuerdo a ciertos criterios.
Pero claro está: antes de hablar sobre las posibilidades de las teorías o modelos evolucionistas, debemos empezar por hablar de la historia de estas teorías y su significancia para su tiempo.
El Origen de las Especies: La Naturaleza y el Hombre Social
La Teoría de la Evolución se apoya en la observación de que los organismos han experimentado cambios en su constitución causados no por mutaciones al azar, sino por un proceso de selección natural de rasgos heredados a través de las generaciones. Esta selección se da mediante el incremento de la frecuencia de mutaciones o genes relacionados a atributos o rasgos que mejoran las probabilidades de supervivencia y reproducción en un ambiente dado de los organismos que los poseen.1 Por supuesto, para su tiempo, el Padre del Evolucionismo, Charles Darwin, desconocía de los procesos genéticos, los cuales fueron integrados a la teoría de la evolución posterior a los aportes de Mendel durante la Era de la Síntesis Moderna.2
El ya referido debate sobre la naturaleza humana sólo se vio alentando con los hallazgos de Charles Darwin en El Origen de las Especie. Dicha teoría revolucionaría las ciencias, no solo naturales sino también sociales, de su tiempo; algo que tendría consecuencias sin precedentes. Pero estas consecuencias no se darían de manera aislada, sino que como podrían preverse, las instituciones y normas morales fueron determinantes en la recepción y uso dado a la obra de Darwin. En primer lugar, el biólogo admitió que parte de sus hipótesis se vieron influenciadas por el pensamiento Maltusiano, aunque continúa siendo controversial qué tanto Darwin se inspiró en su visión de política económica.3 En su biografía escribió:
En octubre de 1838, quince meses después de que comenzara mi investigación sistemática, leí por diversión «Essay on Population», y estaba bien preparado para apreciar la lucha por la existencia, que en todas partes continúa desde la observación prolongada de los hábitos de los animales y las plantas. Inmediatamente me di cuenta de que, en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse y las desfavorables a destruirse. El resultado de esto sería la formación de una nueva especie.4
En cualquier caso, difícilmente Darwin habría podido escapar de la realidad económica y social que le rodeaba. No menos cierto son sus comentarios sobre la significancia de la Teoría de la Evolución para la psicología de su tiempo: “En el futuro distante veo campos abiertos para investigaciones mucho más importantes. La psicología será basada en un nuevo fundamento, el de la necesaria adquisición de cada poder mental y capacidad por grados”.5 En tal sentido, el propio Darwin pensaba que el ser humano formaba parte de ese «orden natural»; es decir, esta lucha por la vida, bien sea como individuos o como grupos, lo cual desarrollaría en El Origen del Hombre. Darwin también pensaba que el antagonismo por asegurar recursos naturalmente escasos, en una criatura social como es el ser humano, derivaría en la necesidad de crear jerarquías, manifestar lealtad y obediencia tanto al líder como a la tribu como la base de la convivencia primitiva.6
Esto parece coincidir con la visión liberal «laissez faire, laissez passer» de occidente, la cual comprende la idea de competencia irrestricta de mercado e «individualismo» moral. Esto lo vemos sintetizado en la filosofía de tintes hobbesianos de Hebert Spencer, quien acuñó la frase de «supervivencia del más fuerte» y es el primer proponente de un «darwinismo social».7 El darwinismo igualmente se vio relacionado a las nociones de «razas superiores» o el perfeccionamiento de las mismas a través de la eugenesia; por ende, el darwinismo social se ha visto enmarcado en la naturalización de las jerarquías y desigualdades.
Ahora, aunque es bien sabido que las teorías evolucionistas influenciaron y se vieron influenciadas por las estructuras capitalistas, liberales y Euro-centristas de su tiempo, no hay que olvidar que estas teorías igualmente surgieron en paralelo o influenciaron el pensamiento marxista y anarquista.
Sociedad y Evolución: Darwin en las Teorías Marxistas y Anarquistas
Cuando Darwin publicó El Origen de las Especies, Marx también había sacado al público Una contribución a la crítica de la economía política. Así como Darwin tomo como referencia parte de las ideas de Malthus, Marx desarrolló una crítica a la teoría malthusiana de la población y la escasez. Pero no solo eso, según el recuento estándar, Marx y Engels se mostraron entusiastas del entendimiento de Darwin en El Origen acerca de los procesos de transformación de las especies.8
Si bien Marx mantuvo sus reservas sobre traducir la «luchas por la vida» al ámbito sociológico, y asimismo la idea de praxis revolucionaria de Marx no coincidía con el determinismo organicista ni la gradualidad en los cambios evolutivos, es innegable que la Teoría de la Evolución en cierta forma había permeado en el paradigma marxista. Esto se hace más evidente en los aportes de los marxistas de la Segunda Internacional y los Analistas concerniente a la interpretación del materialismo histórico y dialéctico.9
Pero Marx y sus discípulos intelectuales no fueron los únicos en intentar analizar los fenómenos sociales desde una perspectiva evolucionistas (haya sido exactamente darwinista o no). Uno de los exponentes del anarquismo clásico condujo al replanteamiento de la propia teoría evolucionista: estamos hablando de Peter Kropotkin.
Kropotkin, Apoyo Mutuo y la Selección de Parentesco
Peter Kropotkin fue uno de los primeros proponentes de la selección de parentesco y el altruismo recíproco como leyes o principios de cooperación en el reino animal10. Darwin cambió el curso de la biología por su descubrimiento de la selección natural como ley natural; sin embargo, durante sus observaciones se topó con algunos fenómenos que se escapan de las predicciones de sus teorías, incluyendo el funcionamiento de las colonias de abejas y algunas especies que cuidaban a las crías en grupo. Si todo se reducía a una constante lucha por la vida y los recursos, ¿por qué parecía que algunas especies colaboraban en maneras tan complejas sin la intervención de normas o leyes propias de las civilizaciones?
Kropotkin es uno de los primeros naturalistas en percatarse del reduccionismo en las teorías Darwinistas: las interacciones sociales en la naturaleza no se limitan a una lucha constante por la vida o el puro antagonismo. Declararía el pensador anarquista:
En seguida observamos que, a pesar de que entre diferentes especies y, en particular, entre diferentes clases de animales, en proporciones sumamente vastas, se sostiene la lucha y el exterminio, se observa, al mismo tiempo, en las mismas proporciones, o tal vez mayores, el apoyo mutuo, la ayuda mutua y la protección mutua entre los animales pertenecientes a la misma especie o, por lo menos, a la misma sociedad. La sociabilidad es tanto una ley de la naturaleza como lo es la lucha mutua.11
Y lo cierto es que las observaciones de Kropotkin coinciden con los modelos de selección de parentesco de W.D. Hamilton y el altruismo recíproco de Trivers que surgieron posterior a la Síntesis Moderna. Lo cual nos lleva a una interesante conclusión: la cooperación, incluso en formas bastante sofisticadas, no es una anomalía evolutiva sino todo lo contrario; se trata del resultado de procesos de selección donde dichas conductas prosociales resultan adaptativas.
Entre las especies observadas por Kropotkin se encuentran algunos insectos eusociales, con su descripción de la vida en los hormigueros, las termitas y las abejas. Quizás estas colonias sean tanto fascinantes y reveladoras para nosotros, puesto que se tratan de sociedades altamente complejas en cuanto a su estructura y funcionamiento. Contrario a lo que muchos piensan, ciertas especies colaboran no a través de jerarquías claramente definidas, con la Reina en la cima de la estructura, sino que interactúan por consenso y comunicación indirecta.12 Es decir, estas sociedades colaboran a través de la auto-organización y la estigmergia, siendo esta entendida como la colaboración no-planificada mediante señales ambientales (en el caso de estas sociedades, señales de olor).
Esta clase de organización y colaboración tan sofisticada en el reino animal es posible gracias a procesos de selección de parentesco y sus derivados, como la selección grupal y multinivel13. Al respecto, la colaboración entre castas de trabajadoras estériles fue seleccionada por cuanto su relación genética con sus hermanas y Reina supone incrementar su éxito reproductivo indirecto o fitness inclusiva.
Para hacer la explicación más clara, digamos lo siguiente: cuando se ayuda a un familiar, como un hermano, por ejemplo, a sobrevivir y cuidar de su descendencia – y por tanto a transmitir sus genes –, debido a que se comparte un parentesco genético con esa persona, indirectamente también estarías ayudando a transmitir tus propios genes.
A lo largo de la evolución, diversos procesos naturales han resultado en la selección de estas conductas cooperativas que mejoran la fitness inclusiva como los más adaptativos para un sinnúmero de condiciones, quedando demostrado que el «altruismo» y la «cooperación» también pueden ser altamente beneficiosas para el propio individuo incluso cuando este represente auto-sacrificio.
Sumado a las sociedades de insectos que ejemplifican el funcionamiento de la selección de parentesco, también tenemos los ejemplos de las bandadas de pájaros, las cuales en ciertos casos presentan una inteligencia de enjambre notable, a pesar de que igualmente no cuentan con estructuras jerárquicas y de dominancia rígidas. En este caso, esta forma de cooperación colectiva descentralizada da un paso más allá de la selección de parentesco, siendo probablemente seleccionada a nivel grupal o multigrupal. La selección de grupo vendría a darse por unidades de adaptabilidad de las conductas que mejoran la supervivencia del grupo – y, por ende, de los individuos dentro del grupo –.
Por supuesto, todo esto tiene repercusiones importantes al momento de discutir no solo alguna presunta naturaleza humana, sin las diversas formas en las cuales pueden organizarse los individuos y grupos. Después de todo, las observaciones de Kropotkin sobre el funcionamiento de las sociedades animales en cierta medida se replican en su reconstrucción histórica y antropológica de las sociedades humanas, desde la época de los bárbaros hasta las naciones europeas de finales de siglo; Kropotkin es capaz de notar la importancia de los linajes, la familia y las identidades de (fenómenos culturales que pueden aproximarse desde las teorías de selección de parentesco) en las sociedades primitivas, y que, sin embargo, estas instituciones han debido ampliarse y atravesar importantes cambios a lo largo del tiempo14.
Dado que la cooperación posiblemente ha sido seleccionada y conservada tantos en la especie humana como en las no-humanas, cabría preguntarse entonces ¿bajo qué condiciones estas conductas pueden seleccionarse culturalmente?
Selección Cultural de Grupos: Una Mirada Distinta a la Sociología
Si una corriente filosófica revolucionó la segunda mitad del Siglo 20, fue el posmodernismo. Esta rama del pensamiento contra-cultural trajo consigo la revisión de la sociología y las estructuras sociales. Por ende, no resulta extraño que los posmodernos hayan llegado a cuestionar si es siquiera posible hablar de una «naturaleza humana»; una vez se hayan roto los grandes relatos y las bases totalizantes de la identidad, el significado y la historia, no tendría sentido hablar de una sola experiencia a nivel social.
Pero más allá de ello, es importante recordar el aspecto cambiante de las estructuras en relación a cómo las entiende el lenguaje y las nociones introducidas en un momento dado construyen la realidad, nuestra subjetividad y conductas en varias capas de representación y alteridad. Esto nos lleva a interrogarnos sobre cómo la cultura en la vivimos surgió en primer lugar y cómo a través de las generaciones (o incluso entre una misma generación) esta ha venido a moldear nuestras conductas y actitudes. Y el modelo de selección cultural de grupospuede ayudarnos a responder a estas preguntas.
Siendo una propuesta tomada de los modelos de sociobiología de los años 60, la selección cultural de grupos pretende explicar cómo las ideas o rasgos culturales se esparcen y son mantenidos en un determinado grupo en virtud a qué tantas ventajas confieren a este grupo y los individuos. Esta teoría surge en relación al modelo de coevolución gen-cultura, la cual entiende que el comportamiento humano no solo se ha visto afectado por su ambiente natural, sino también por el ambiente construido en sociedad, donde las ideas y rasgos culturales pueden transmitirse de manera semejante a los genes e interactuar con estos. Según algunos estudios llevados a cabo, puede que la cultura sea mucho más determinante al momento de moldear la conducta social de las personas. 1516
Importante destacar en esta parte que uno de los supuestos (y limitaciones) más señalados de la psicología evolucionista ha sido el de la hipótesis de la Sabana, donde se asume que el ser humano y todo su compendio cognitivo está adaptado al ambiente de la Sabana africana.17 Esto quiere decir que el punto de referencia para trazar la aparición y evolución de una conducta es siempre periodo del pleistoceno. Sin embargo, esta suposición carece de respaldo: nunca ha sido puesta a prueba; esto deja de lado la posibilidad de que el ser humano ha experimentado diversos cambios desde aquel periodo. Después de todo, con el advenimiento de la agricultura y el urbanismo, el cerebro (y por tanto, la conducta) de las personas podría haber sufrido cantidad de cambios.
En otras palabras, un modelo como el de la selección cultural de grupos permite reconocer la posibilidad de que la Sociedad misma moldea la naturaleza de las personas al recrear un escenario que posibilite la mayor difusión de algunos rasgos más que otros, y la estabilización de los mismos a través de las instituciones y la normatividad.
Si nosotros mismos podemos moldear nuestra naturaleza de la mano de la cultura, ¿cuántas posibilidades no se abrirían? Simplemente la limitante de la «naturaleza humana» resultaría irrelevante.
Algunos Ejemplos de la Selección Cultural de Grupos
Pero vayamos más allá. Recordemos que estos nuevos modelos permiten predecir o inferir cómo los actores se comportarían en una configuración social dada, incluyendo el tipo de comportamiento que puede emerger al nivel de ese grupo. Y a diferencia de los modelos darwinistas genéticos, estos modelos no son solamente genealógicos o arborescente, sino horizontales o rizomáticos también; ya que las ideas, normas y rasgos culturales pueden transmitirse de manera horizontal en un grupo (no sería descabellado pensar que Deleuze, más que oponerse a la evolución llanamente, intentó reflexionar sobre cómo podría expandirse18).
Así, tendríamos una herramienta útil para entender cómo las sociedades, comunidades y naciones han sufrido transformaciones en su estructura, quizás brindando pistas sobre el paso de las comunidades igualitarias a sociedades estratificadas o por qué algunas comunidades han sobrevivido mientras que otras han sido aniquiladas o caído presas de la expansión de naciones vecinas (véase el trabajode Peter Turchin). En tal sentido, los conflictos entre sociedades ya no solo se estudiarían en relación a sus condiciones materiales y procesos de acumulación primitiva, sino de las dinámicas intra- e inter-grupales desde la perspectiva de las creencias y normas que dan estructura a esas sociedades en primer lugar y permiten su supervivencia a modo de unidades de adaptación para un contexto específico.
Ahora, más allá de repasar el pasado y cómo emergieron las estructuras jerárquicas y de dominación, esto puede ayudarnos a saber qué podemos hacer para cambiar las cosas si tomamos como variables nuestras condiciones actuales y a las cuales queremos llegar. De tal forma, quizás se nos facilite el identificar cuáles serían las mejores tácticas a utilizar para que las personas sean concientizadas, haya una respuesta más coordinada a las iniciativas de ayuda mutua o acción directa y las personas decidan organizarse por su propia cuenta.
Por otra parte, la selección cultural de grupos puede ser útiles al momento de modelar o mejorar modelos ya existentes de redes distribuidas o descentralizadas de colaboración económica a gran escala al predecir qué clase de conductas emergerán al nivel del grupo. Tomándose como punto de partida las interacciones y dinámicas de grupos configurados y sus procesos de selección de patrones o señales que pueden facilitar entornos de confianza para la coordinación (véase este ejemplo en redes P2P o este sobre el gobierno de los bienes comunes).
Igualmente, respecto a las normas y creencias grupales, también se puede replantear la manera de identificar qué contiene «valor» (o utilidad) para las personas como grupos y comunidades y conocer los cambios sufridos en su representación social, lo cual puede ser de utilidad al momento de averiguar la utilidad que un bien o servicio al momento intercambiado o transferido.
Resumiendo todo lo anterior para concluir, más que demostrar que el ser humano puede ser altamente cooperativo, Kropotkin contribuyó a la formulación de teorías y modelos los cuales indican que la conducta humana no es inmutable ni homogénea. Y este conocimiento, si lo desmenuzamos correctamente y lo purgamos de las impresiones dejadas por algunos movimientos de cambio de siglo, como el del Nuevo Ateísmo, puede ser una gran herramienta tanto para activistas como para las personas que idean posibles formas de reorganizar nuestra economía.
Notas
1 Lawler, S. (2011, July 11). Explainer: Theory of evolution. The Conversation. https://theconversation.com/explainer-theory-of-evolution-2276
2 Hou, C. (2019, September 3). Modern Synthesis, 1937. The Scientist Magazine®. https://www.the-scientist.com/foundations/modern-synthesis-1937-66322
3 Gordon, S. (1989). Darwin and political economy: The connection reconsidered. Journal of the History of Biology, 22(3), 437–459. https://doi.org/10.1007/bf00401577
4 Darwin, C. (1993). The autobiography of Charles Darwin, 1809-1882: with original omissions restored. WW Norton & Company. p. 119.
5 Darwin, C. (1992). El origen de las especies. Segunda Edición. Editorial PLANETA, Barcelona. p. 488.
6 Social Darwinism in European and American Thought, 1860–1945: Nature as Model and Nature as Threat by Mike Hawkins (13-Mar-1997).
8 Nolan, P. (2002). What’s Darwinian about Historical Materialism? A Critique of Levine and Sober. Historical Materialism, 10(2), 143–169. https://doi.org/10.1163/156920602320318101
10 Dugatkin, L. A. (2011, September 13). The Prince of Evolution: Peter Kropotkin’s Adventures in Science and Politics. Scientific American. https://www.scientificamerican.com/article/the-prince-of-evolution-peter-kropotkin/
11 Kropotkin, P. A., Orsetti, L., & González, V. C. (2016). El apoyo mutuo: Un factor de evolución (Spanish Edition) (1st ed.). Pepitas de calabaza.
12 Seeley, T. D. (2010). Honeybee Democracy (Illustrated ed.). Princeton University Press.
13 Seeley TD. Honey bee colonies are group-level adaptive units. Am Nat. 1997 Jul;150 Suppl 1:S22-41. doi: 10.1086/286048. PMID: 18811310.
14 Kropotkin, P. A., Orsetti, L., & González, V. C. op. cit.
15 Bell, A. V., Richerson, P. J., & McElreath, R. (2009). Culture rather than genes provides greater scope for the evolution of large-scale human prosociality. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 106(42), 17671–17674. https://doi.org/10.1073/pnas.0903232106
16 Henrich, J., & Boyd, R. (2016). How evolved psychological mechanisms empower cultural group selection. Behavioral and Brain Sciences, 39, E40. doi:10.1017/S0140525X15000138
17 Buller, D. J. (2012, December 7). Four Fallacies of Pop Evolutionary Psychology. Scientific American. https://www.scientificamerican.com/article/four-fallacies-of-pop-evolutionary-2012-12-07
18 Posteraro, T. S., & Bennett, M. J. (2020). Deleuze and Evolutionary Theory (Deleuze Connections) (1st ed.). Edinburgh University Press.