Durante una reciente aparición en el Show de David Letterman, Rand Paul dijo que los ricos — lejos de estar sub-gravados, o de no pagar su justa proporción de la carga fiscal — son los que pagan la mayor parte de los impuestos sobre la renta. Letterman expresó reserva sobre los números, diciendo “Creo que está equivocado sobre algunos de estos temas. Pero simplemente no puedo decirte por qué.” La audiencia aplaudió para expresar su acuerdo.
Naturalmente, esto causó espasmos de furia en la derecha. Thomas Woods (“David Letterman, Economist,” Campaign for Liberty, 25 de Febrero) desdeñó despectivamente a “Letterman y los genios de su audiencia,” diciendo que “quedaron en ridículo” al rehusarse a creer en un “hecho fácilmente verificado”. Jack Hunter, en el American Conservative (“David Letterman’s Willful Ignorance”, 1 de Marzo), reforzó la opinión de Woods con una buena palmada en la espalda y los elogios típicos de un padre orgulloso que ve a su hijo meter un gol durante un partido de fútbol.
Yo me inclino a pensar que Letterman y su audiencia son lo suficientemente listos como para no aceptar automáticamente ninguna cifra espetada por un político. Y ciertamente, cuando uno se detiene a mirar el asunto en detalle, queda claro que la importancia que Paul le da a sus estadísticas, si no las estadísticas en sí mismas, merecen un poco de escrutinio crítico.
Por un lado, se tiene al perro que no ladró: El énfasis en los impuestos sobre la renta sin tomar en cuenta otros impuestos. Un tema central de la agenda neoliberal de los últimos años ha sido el transferir la incidencia impositiva de los rendimientos sobre la propiedad a los rendimientos sobre el trabajo. Una gran cantidad de rentas provenientes de la propiedad no se grava, o es mucho más fácil de evadir que las deducciones automáticas que los empleadores retienen de los sueldos de los trabajadores. Sólo basta con ver todo el ingreso libre de impuestos que generan los bonos municipales. Cuando uno toma en cuenta todos los impuestos relevantes, el sistema sigue siendo progresivo, pero por muy poco.
Me reservo la gratitud hacia los ricos por pagar impuestos más altos hasta examinar más a fondo de dónde provienen sus ingresos. ¿Cuánto de lo que gana la gente de altos ingresos proviene de rentas generadas por escaceses artificiales creadas por la protección gubernamental de derechos de propiedad ilegítimos?
Más específicamente, habría que ver cuánto de lo que gana proviene de subsidios gubernamentales directos, de su colusión directa con el estado a través de la madeja de “Complejos” (Industrial-Militar, Automóvil-Autopista-Promotor Inmobiliario, etc.), del oligopolio y estructuras de precio favorables en mercados cartelizados por el gobierno, de monopolios de “propiedad intelectual”, de los tributos extraídos de la tierra con la ayuda del estado, y de la compleja red de regulaciones y prohibiciones que termina beneficiando a las firmas establecidas en tantas industrias.
Como anarquista, no promuevo los impuestos de ningún tipo. Pero no me quita el sueño saber que un señor feudal paga más impuestos que sus ciervos. Hasta donde yo sé, en cuanto una rama del estado empieza a darse de ostias con otra, lo mejor es preparase unas palomitas de maíz y disfrutar el show.
A diferencia de Letterman, creo que la solución no es aumentar los impuestos a los ricos. La solución es eliminar todos los subsidios, protecciones y privilegios que permiten la creación de toda esa riqueza mal habida.
Hablando de hechos fácilmente verficables, Woods también ridiculizó la asociación que hizo Letterman del ataque contra los sindicatos y la caída de la clase media, a pesar de que — ¡Escuchen bien! — “el crecimiento de la clase media ocurrió en tándem con la disminución en la membresía de los sindicatos”. En nuestra versión del discurrir del tiempo, en lugar de la historia alternativa en la que habita Woods, la tandencia neoliberal de los últimos treinta años está correlacionada tanto con la caída en la membresía sindical como con el incremento en la polarización de ingresos entre ricos y pobres.
Hunter se burla con sarcasmo de la idea de culpar a los “malvados ricachones” por los problemas económicos de Estados Unidos. Hmmm… uno esperaría que Hunter culpase al estado por una buena parte de esos problemas. Entonces, ¿Quién cree él que controla al estado? ¿A quién cree que beneficia? La última vez que me fijé, no había demasiada gente pobre en el congreso. Nancy Pelosi, Ex Presidente de la Cámara de Diputados, estuvo casada con un banquero de inversión multi millonario. Y según me han contado, hay bastantes tipos que trabajan en Goldman Sachs en el Gabinete, pero no muchas madres dependientes de la seguridad social.
A pesar de que (al menos por fuerte implicación) Paul y Compañía pintan la cosa como si las masas enardecidas votasen a sus representantes para que los ayuden a saquear a los ricos que tanto trabajan, lo que realmante sucede es que los ricos que controlan al estado son lo suficientemente listos como para entender lo que el sistema — no el libre mercado, si no la economía corporativa tal como está estructurada hoy en día — necesita para sobrevivir. Los ricos simplemente tienen más fondos para invertir que lo que puede absorver la economía, mientras la capacidad productiva se queda ociosa por falta de demanda. Si el gobierno no atizara la demanda agregada gravando el exceso de riqueza y volviendo a gastarla, estaríamos permanentemente atrapados en una Gran Depresión.
Así que Letterman y su audiencia, lejos de ser una sarta de tontos, mostraron buen sentido común en revisar bien la mercancía antes de comprarla.
Artículo original escrito por Kevin Carson el 3 de marzo de 2011.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.