Las jerarquías son sistemáticamente estúpidas e ineficientes por las siguientes razones:
1. Problemas de información hayekiana. La gente con autoridad para hacer las normas interfiere con la gente que sabe cómo se hace el trabajo y está en contacto directo con la situación. Las personas que hacen las normas no saben nada del trabajo en el que interfieren. Las personas que hacen las normas no rinden cuentas ante las personas que saben cómo hacer el trabajo. Por lo tanto, las normas basadas en la autoridad crean resultados subóptimos e irracionalidad cuando interfieren en el juicio de aquellos que están en contacto directo con la situación.
Las personas que tienen autoridad toman decisiones estúpidas porque la gente que sabe más que ellos son sus subordinados, y las únicas personas ante quienes son responsables saben todavía menos que ellos.
La única manera de que la gente que trabaja pueda llegar a hacer algo es tratando a la autoridad irracional como un obstáculo que tiene que ser sorteado, de la misma forma que internet trata la censura como un perjuicio y la sortea.
2. Pensar en grupo. Las jerarquías suprimen sistemáticamente la retroalimentación negativa sobre los resultados de sus políticas. Como ha dicho RA Wilson, nadie dice la verdad a un hombre con una pistola. Las jerarquías son muy buenas para decir a los emperadores desnudos lo bien que les sienta su ropa.
Las jerarquías también suprimen sistemáticamente la capacidad de pensar críticamente de sus miembros. Estudios psicológicos han descubierto que las personas que tienen autoridad es menos probable que evalúen las comunicaciones debido a su lógica interna, dedicándose a valorarlas en base a la autoridad de quien las produce.
3. Opacidad desde arriba. Un tema importante de Seeing Like a State, de James Scott, es que los estados procuran que las poblaciones sean “legibles” desde arriba, haciéndolas más manejables bajo su control. Podríamos añadir el corolario de “ver como un jefe” sobre el fenómenos análogo en el interior de las jerarquías. El problema es que esta legibilidad es muy costosa, cuando no directamente imposible.
Los hospitales son un buen ejemplo. La mayoría de los documentos que las enfermeras están obligadas a cumplimentar se deben al hecho de que la administración no se fía de ellas, y necesita un medio independiente de verificación. Pero ese papeleo no sirve para nada, a menos que la administración se fíe de que las enfermeras lo rellenen sinceramente. Todo se reduce al hecho de que la administración sabe que sus intereses son diametralmente opuestos a los de las enfermeras, pero no hay forma de entrar en las cabezas de las enfermeras y mirar a través de sus ojos, superando de esa forma este problema fundamental. Así que los jefes buscan constantemente nuevos trucos ineficaces para evitar el problema, dando lugar a montones y montones de papeles que son tan inútiles como aquellos primeros cuestionarios.
Conclusión. En la medida en que las organizaciones jerárquicas dan a sus subordinados libertad para irse, no son tan coactivas como el estado. Pero dado que las jerarquías son artificialmente ubicuas debido a las políticas del estado, y que aquellos que trabajan dentro de ellas lo hacen así como un mal necesario derivado de limitaciones artificiales de la gama de oportunidades, la jerarquía es como un microcosmos de la sociedad estatista, en la que los problemas de agencia y conocimiento que tiene la autoridad reflejan internamente las irracionalidades creadas por la autoridad del estado en la sociedad en general.
Siempre y cuando los métodos de producción predominantes requieran grandes concentraciones de capital fuera del alcance de los individuos y grupos pequeños, y las jerarquías corporativas se apoyen en las estatales, las patologías culturales de las jerarquías son superables. Sin embargo, el cambio tecnológico está erosionando rápidamente la necesidad de gastos de capital, anulando las ventajas de la propiedad de capital e incrementando la vulnerabilidad de las jerarquías ante los ataques externos e internos de redes autoorganizadas.
Así, las jerarquías carecen cada vez más de recursos para compensar sus desventajas, incluso con la ayuda del estado. Este entrará en bancarrota, junto con las jerarquías corporativas, si intenta apuntalar el viejo orden.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 6 de octubre de 2010.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.