De Thomas J. Webb. Artículo original: Review: Open Borders, del 20 de noviembre de 2019. Traducción española de Kesabel Babe.
El economista libertario Bryan Caplan y el creador de Saturday Morning Breakfast Cereal (Cereal de Desayuno del Sábado en la Mañana) Zach Weinersmith han colaborado en una novela gráfica de no ficción llamada Open Borders: The Science and Ethics of Immigration (Fronteras Abiertas: La Ciencia y la Ética de la Inmigración). Como el título sugiere, es una novela gráfica totalmente ilustrada en defensa a la apertura fronteriza. La asociación de Caplan y Weinersmith es inesperada, pero tal vez no debería serlo. Caplan es un entusiasta y conocedor del medio de los cómics, combinado con la experiencia y habilidad de Weinersmith, hace a Open Borders disfrutable, fácil y fascinante de leer; podría fácilmente leer esto en una sentada. Sin embargo, el formato y la perspectiva de Caplan presenta algunas limitaciones para la utilidad del cómic en convertir a los opositores a la inmigración.
Si ha leído los escritos de Caplan antes, es probable que algunos de los argumentos le sean familiares. Open Borders se lee bastante como una colección de sus publicaciones en su blog a favor de la apertura fronteriza, con datos actualizados. Hubiera esperado que el contenido se basaría tanto de la perspectiva libertaria de Caplan como de la perspectiva liberal de Weinersmith, pero se siente más como las ideas de Caplan y la presentación de Weinersmith. Tanto el punto de vista de Caplan como su personalidad resaltaron, para bien y para mal.
Defender una posición tan importante, aunque impopular, es un gran compromiso y un libro no puede hacer todo el trabajo por sí solo. Pero cuando Open Borders cubre una gama tan amplia de objeciones comunes como lo hace, las partes faltantes pueden ser las más conspicuas. Caplan ha forjado una parte manejable de este universo centrándose principalmente en Estados Unidos para los datos – E.E.U.U. es “el destino favorito de los emigrantes”. De hecho, muchos de sus argumentos tienen sentido en cualquier parte; sin embargo, no todos tienen sentido y esto perjudica su defensa. Aunque asume plenamente esta desventaja, le faltan algunos ingredientes clave que necesitaría para disuadir a los estadounidenses anti-inmigrantes.
Una de las objeciones que suelen plantear los restriccionistas es que los inmigrantes traen violencia. Open Borders hace un buen trabajo cubriendo eso. Ser menos violento que los estadounidenses resulta ser una barra baja a superar y, como tal, los inmigrantes en Estados Unidos tienden a superarla. Lo mismo no puede ser fácilmente dicho en Europa. Aunque abundan exageraciones y mitos, los inmigrantes en Alemania, por ejemplo, sí cometen más delitos que los alemanes nativos.
Desde el 2014, la proporción de sospechosos no alemanes en las estadísticas criminalísticas ha incrementado de un 24% a más del 30% (si quitamos los delitos relacionados con la inmigración y las irregularidades en materia de asilo).
Desglosando aún más, en 2017 aquellos clasificados como “solicitantes de asilo o refugiados de la guerra civil o inmigrantes ilegales” representaron un total del 8,5% de todos los sospechosos.
Esto es así a pesar de que su población representa solo el 2% de toda Alemania.
Sin embargo, otros factores demográficos explican en parte la discrepancia:
En el 2014, los hombres entre 14 y 30 años constituían el 9% de la población y eran responsables de la mitad de todos los crímenes violentos del país.
En cuanto a los recién llegados, los hombres entre 16 y 30 años constituían el 27% de todos los solicitantes de asilo que llegaron en 2015.
“Es por la demografía”, afirma el Dr. Dominic Kudlacek, de la Unidad de Investigación Criminológica de Baja Sajonia. “Ya sean solicitantes o inmigrantes de la U.E., son más jóvenes que la media poblacional y mayoritariamente hombres. Los hombres jóvenes cometen más crímenes en todas las sociedades”.
El argumento principal del libro no se basa en que los índices de delincuencia de los inmigrantes sean inferiores que los de la población en conjunto. Esto significa que los datos de Open Borders sobre que los inmigrantes son menos violentos que los estadounidenses son, bueno, parroquialmente estadounidenses.
Los argumentos sobre la cultura también son válidos en Estados Unidos, pero posiblemente no en otros países. Estados Unidos es el mayor exportador de cultura y el inglés es altamente hablado como segundo idioma. Estas cosas implican que los inmigrantes de hoy lleguen a medio camino de la asimilación. Pero los países más pequeños en los que la población nativa y los inmigrantes no conocen una lingua franca común sí pueden encontrarse con que los inmigrantes “se niegan a aprender el idioma”. Personalmente, no veo que esto sea un problema real a largo plazo, pero el problema aquí va dirigido a que los tradicionalistas sí lo harán y a los de esos países pueden que no les convenza.
Aunque el cómic se limita a utilizar a Estados Unidos como ejemplo, alguien que lo lea con esperanza de obtener munición para usarla en contra de sus compatriotas puede verse decepcionado cuando salga de los espacios donde la gente es bienintencionada y receptiva a la nueva información. Gran parte de los argumentos contra la inmigración en Estados Unidos no son las posturas un tanto coherentes que Caplan presenta, sino un conjunto de mitos y graves malentendidos incluso sobre los hechos básicos del funcionamiento de la ley de inmigración. La mayoría de los estadounidenses, al no ser inmigrantes ellos mismos, son racionalmente ignorantes (un tema sobre el que a Caplan le gusta escribir) sobre el proceso de inmigración. Es fácil para ellos confundir los diferentes estatus y subestimar groseramente la dificultad de “hacerlo bien”. No suelen entender que la inmigración generalmente no es legal. Puedo prever a muchas personas sacudiendo la cabeza negando y pensando “¿Cómo es esto posible? Porque yo he oído…” mientras leen el cómic.
El cómic que necesito para convencer a un mayor número de personas es algo igualmente grueso que simplemente repase los aspectos básicos del funcionamiento de la ley de inmigración, y luego desmonte los mitos comunes sobre la inmigración y los inmigrantes. Hay factoides específicos que son populares y mucha gente no se desprende de ellos si ni siquiera los ve abordados específicamente. Una cosa es escuchar algo diferente de lo que se ha oído antes. Otra cosa es aprender dónde se originó su creencia en particular y por qué es errónea.
Tal vez el mejor público para Open Borders o los argumentos que contiene sean personas que ya simpatizan con los inmigrantes. Esto nos lleva a otro problema que proviene de la experiencia estadounidense. Como señala Caplan más adelante en el cómic, el apoyo a la apertura fronteriza está aumentando en la izquierda, lo que plantea la posibilidad de que se convierta en una cuestión partidista. Es bueno entonces que cubra más de las objeciones que suelen venir de la derecha. Si se saca algo en claro de su lectura, es que aceptar a los inmigrantes no es un acto de caridad, sino de beneficio mutuo. Cubre las preocupaciones sobre los índices de criminalidad, el terrorismo, la cultura, los patrones de voto de los inmigrantes naturalizados, la salud fiscal y las preocupaciones económicas. Pero la izquierda también necesita ser convencida.
La promesa de otra mitad de la producción económica mundial podría no ser suficiente para convencer a los conservadores preocupados por un cambio cultural demasiado rápido. Y algunas personas de la izquierda están preocupadas por la subida del precio de la vivienda y el aumento de la huella ecológica. Puede que Caplan sea demasiado bondadoso para admitir que, en realidad, parte de las objeciones se basan simplemente en el fanatismo, pero será necesario abordarlo. En última instancia, el argumento económico no va a ser suficiente para la mayoría de la gente porque la idea de que la economía mundial crezca es bastante abstracta.
Estoy convencido de que la apertura fronteriza es el camino hacia el mayor bien para el mayor número, pero dudo que acoger a los refugiados del cambio climático en mi patio trasero sea beneficioso para mí. Y, sin embargo, sigo estando a favor de la apertura fronteriza. El aspecto humanitario es importante para mí y sospecho que lo es para muchos otros. Como señaló Ilya Somin durante una mesa redonda sobre la apertura fronteriza, no fueron los argumentos económicos para acabar con Jim Crow los que triunfaron, sino las apelaciones a la igualdad y a lo que es correcto.
Esta novela gráfica merece la pena el poco tiempo que se necesita para hojearla, y quizás volver a hacerlo. Demuestra lo que se puede hacer con el medio cuando se entiende y se cree en él. Y sólo cabe esperar que más personas con ideas importantes tomen nota y amplíen sus horizontes en cuanto a formas innovadoras de presentarlas. El material tiene sus limitaciones, pero eso sólo demuestra que abogar por la apertura fronteriza no es tarea de un solo libro. Caplan incluso dice al final, a través de su avatar con cierto aspecto de Tío Sam, que “el marketing no es mi especialidad. Para ser honesto, espero que pueda averiguar cómo hacer realidad las fronteras abiertas” [énfasis original].