El 7 de Agosto, el tirador James Holmes fue sentenciado a cadena perpetua. En la audiencia de su sentencia, la madre de Holmes alegó que se trataba de un muchacho dulce e inocente cuya enfermedad mental lo atormentó hasta transformarlo en un asesino. De Columbine a Charleston, cada vez que un hombre blanco abre fuego, se usa la enfermedad mental como chivo expiatorio. En lugar de admitir que la gente normal es capaz de hacer cosas malvadas, la culpa se desvía hacia un cerebro disfuncional, como si la disfunción y el mal fueran de la mano. La tendencia a culpar a la enfermedad mental de lo malvado se presta a grotescas violaciones a los derechos humanos contra aquellos que piensan distinto a lo considerado socialmente aceptable.
Mucho de lo que se relaciona con las enfermedades mentales está construido socialmente. Al utilizar diagnósticos médicos para condenar patrones de pensamiento, estigmatizamos y alienamos a cualquier que piense distinto a lo que el estado capitalista y patriarcal acepta. ¿Cómo se atreve la gente a sentirse inquieta, ansiosa o deprimida? Las personas que son socialmente torpes, no pueden concentrarse por largos periodos de tiempo o tienen problemas para lidiar con traumas emocionales no sirven como obreros robots capitalistas. El capitalismo estatal y patriarcal depende de la sumisión de las masas a la jerarquía y la obediencia de órdenes. Para que el capitalismo de estado funcione, los súbditos estatales deben conformarse a los estándares jerárquicos que se ponen ante ellos. Las personas se vuelven engranajes en una maquinaria, y cuando un engranaje no encaja apropiadamente en el sistema, la máquina lo desecha.
En el pasado reciente, el Manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales (DSM por sus siglas en inglés) incluía los desórdenes de homosexualidad y de identidad de género. La disforia de género se sigue considerando en gran medida un desorden psiquiátrico. Diagnósticos que siguen haciendo parte del DSM como el Asperger, la depresión, el desorden bipolar y el déficit de atención reflejan personalidades «anormales», y no alguna clase de enfermedad. Si bien algunas enfermedades mentales son reales y pueden ser debilitantes, la neurodiversidad es deseable y es una parte normal de la condición humana. La neurodivergencia, o divergencia de los estándares sociales de pensamiento normal, no es algo de qué avergonzarse.
Es mucho más probable que las personas neurodivergentes experimenten violencia a que la perpetren. Una de cada cuatro personas neurodivergenes experimentan violencia sexual, física o doméstica en un año dado. Dentro de hospitales mentales e instituciones similares, el abuso prolifera irrestricto.
Independiente de la naturaleza de la propia neurodivergencia, un estudio de 1998 mostró que, excepto que hubiese drogas o alcohol involucrados, no es más probable para el neurodivergente cometer actos de violencia que para cualquier otra persona. Cuando las personas con enfermedades mentales comenten actos de violencia, casi siempre están estos dirigidos a miembros de la familia y amigos, no a extraños. Un cuarto de la población sin techo tiene severos desórdenes mentales, dado que la sociedad que vive con miedo a los enfermos mentales los deja expuestos a violencia callejera y brutalidad policíaca.
Es más probable que la brutalidad policíaca haga de sus víctimas a personas neurodivergentes que a sus contrapartes neurotípicas. La policía asesinó al menos a 14 personas que el estado consideraba enfermas mentales solo entre enero y agosto de 2014. La policía a menudo arresta personas simple y llanamente por su enfermedad mental. O se los interna involuntariamente en hospitales y luego se ven forzados a responder por la factura. Es de notar que el Estado emplea también la enfermedad mental para suprimir la opinión disidente, como sucedió en el clásico caso de la anarquista Aurora d’Angelo. Nuestra sociedad trata a quienes tienen enfermedades mentales como fenómenos en el mejor de los casos y como criminales en el peor.
Los neurodivergentes necesitan poder protegerse a sí mismos. Puesto que son víctimas frecuentes de violencia que no pueden acudir al estado por ayuda, deben tener la opción de armarse. Al intentar prevenir tiroteos masivos, el Estado intenta restringir la libertad de aquellos que tienen enfermedades mentales, restringir el acceso a las armas o ambas cosas. Muchas de estas restricciones, como la AB 1014 en California, requieren solamente que se sospeche que alguien es enfermo mental, sin necesidad de diagnósticos médicos. Semejantes diagnósticos médicos se basan a menudo en normas sociales restrictivas y son, por ende, afirmaciones poco fiables sobre lo que es y no es neurotípico. Ciertamente no deberían servir como estándar para restringir la libertad de una persona.
El control de armas perjudica más a los marginados a nivel social y legal, incluyendo (especialmente) a los neurodivergentes.
Artículo original publicado por Jane Louise el 11 de Agosto de 2015
Traducción del inglés por Mario Murillo