En 1897, la reconocida anarquista sin adjetivos Voltairine de Cleyre se refirió a la cuestión de por qué era una anarquista con la respuesta: «porque no puedo evitarlo». En su honor, quiero referirme a la misma pregunta con mis propias razones personales. Es nuestra responsabilidad evaluar honestamente todas las aristas de este asunto y seguir el camino a que la verdad nos conduzca. Esta sentencia motivó mi transición del minarquismo al anarcocapitalismo, y, desde allí, finalmente al anarquismo de mercado.
La privatización sola no basta
«Privaticemos todo» parece ser el quid de la cuestión en la visión anarcocapitalista. Hay algunas debilidades cruciales en este enfoque. La privatización puede ser una condición necesaria para la libertad, pero no es suficiente en sí misma. Los carteles son una realidad económica independientemente de la existencia del estado. Sin el estado, las empresas serían ciertamente menos capaces de emplear la fuerza y retener la oferta a fin de elevar los precios y forzar precios de base. Pero aun si el estado hubiere de colapsar, no se darían aún condiciones de mercado óptimas. Debemos rememorar la afirmación de Rothbard de que acabar con el estado no resuelve el problema de títulos de propiedad injustos producto del privilegio estatal. El remedio de Rothbard para tales inequidades post-estatales era la reapropiación libertaria guiada por la ley natural.
Anna O. Morgenstern enunció la que creo es la mejor aseveración sobre este tema: «Las metas llevan a veces a la gente hacia ciertos medios, mas son los medios los que determinan los resultados, no las metas. Y si los anarcocapitalistas siguen medios anarquistas, el resultado será la anarquía y no algún “anarcocapitalismo imposible”. Mi postura acerca de la imposibilidad del anarcocapitalismo es la siguiente:
Bajo el anarquismo, la acumulación en masa y la concentración de capital es imposible.
- Sin concentración de capital, la esclavitud salarial es imposible.
- Sin la esclavitud salarial, no hay nada que la gente reconocería como capitalismo.»
No todos los autodenominados anarcocapitalistas creen las mismas cosas, pero aquellos que sí creen en compañías privadas que dirijan todo pueden sentirse desafiados con este artículo. Lo que más cambió mi opinión fue considerar cuán diferente sería la economía sin el estado.
Algunos anarquistas de mercado abogan por el mutualismo, el cual removería las barreras de acceso al capital para aquellos que han sido explotados por el estado y por empresas amparadas por el estado (ante todo trabajadores y pobres). Les daría la oportunidad para construir, poseer o ser parte de la gestión de los medios de producción. Dependiendo de dónde estriben las simpatías de un anarquista de mercado particular, esta transición podría llevarse a cabo por varios medios: competencia de mercado pacífica, acción directa de una u otra forma, sindicalización o alguna combinación de estas.
El concepto de la propiedad privada es y siempre ha sido fervientemente debatido entre los anarquistas. Muchos creen que los recursos deberían estar disponibles para todos, mientras que otros prefieren que estén en manos de los más eficientes. Los anarcocapitalistas sostienen que aquellos que distribuyen más eficientemente podrían y deberían ostentar una porción del mercado más grande relativa a participantes del mercado menos eficientes. Los anarquistas de mercado reconocen que aquellos que emplean los recursos más eficientemente deberían tener el consentimiento para utilizar su propiedad justamente obtenida para acumular más, si es lo que desean. Sin embargo, muchos de los más pudientes en la economía de facto existente no solo la pasarían mal intentando acumular más, sino que además la pasarían mal intentando mantener mucho de lo que tienen. Remediar la presente asignación de recursos injusta ajustaría radicalmente el panorama económico.
Los anarquistas de mercado creemos que los mercados son poderosos. Creemos que la unión de los trabajadores puede ser una fuerza económica mayor. A través de la acción directa, el trabajo sindical puede comenzar a reclamar a la clase capitalista lo que es suyo por derecho. Los anarcocapitalistas respetan correctamente la complejidad de los mercados y su superioridad sobre la intervención estatal en la asignación de recursos. Simplemente no se dan cuenta de qué lado están. Muy a menudo se les ve defendiendo CEOs como ejemplares del libre mercado, en lugar de verlos como lo que a menudo son—compañeros de equipo con el estado en la preservación del capitalismo. Podemos apoyar los mercados sin convertirnos en apologistas corporativos.
Los anarcocapitalistas enfatizan casi exclusivamente la abolición del estado. A pesar de que sea una meta valiosa, no estoy convencido de que ello baste para enterrar los intereses empresariales corruptos. Para combatir realmente la reemergencia del estado a través de la clase capitalista, las empresas gestionadas por sus trabajadores tendrán que ser parte de la resistencia. La dependencia en la clase capitalista se volverá crecientemente innecesaria; la ayuda mutua y la banca mutual serán parte del cambio. Una dependencia reducida en una divisa mitigaría los efectos de la manipulación monetaria, lo cual redundaría en un mayor beneficio para los pobres. Si el uso del dinero como medio de intercambio es inevitable, su manipulación es igualmente probable. Este es el caso aun sin el estado; actualmente tenemos ya competencia entre divisas y abunda la manipulación. El punto es que la competencia sola no es suficiente para establecer condiciones de mercado óptimas.
¿Deberíamos adoptar o acabar con el capitalismo?
Aquellos de nosotros que nos llamamos «anticapitalistas de libre mercado» estamos en disonancia con Ludwig Von Mises y muchos otros austríacos en lo concerniente a una terminología fundamental. En el capítulo 15 de Human Action (página 269 de la edición académica), Mises dice:
Hoy en día, muchos o al menos algunos sectores empresariales han dejado de ser liberales; no abogan por la auténtica economía de mercado y la libre empresa; reclaman, al contrario, todo género de intervenciones estatales en la vida de los negocios. Tales realidades, sin embargo, no autorizan a afirmar haya variado el capitalismo como concepto científico […] — se caracterice por propugnar medidas restrictivas tendentes a proteger los derechos un día adquiridos por los asalariados, los campesinos, los comerciantes, los artesanos, llegándose incluso a veces a amparar los intereses creados de capitalistas y empresarios. El concepto de capitalismo, como concepto económico, es inmutable; si con dicho término algo se quiere significar, no puede ser otra cosa que la economía de mercado. Al trastocar la nomenclatura, descompónense los instrumentos semánticos que nos permiten abordar el estudio de los problemas que la historia contemporánea y las modernas políticas económicas suscitan.
Entiendo el punto de Mises de que permitir que la oposición ideológica tienda a redefinir un término le permite sesgar el debate. Pero como lo señaló recientemente David D’amato del C4SS, parece más preciso decir que Mises redefinió el capitalismo, el cual era considerado históricamente, no un sinónimo de los mercados libres— sino, en su lugar, latrocinio a la clase obrera por parte de la clase dominante.
Los anarquistas de mercado, entonces, están manteniendo las nociones tradicionales del capitalismo y están «hablando el mismo lenguaje» de otros oponentes no anarquistas del capitalismo. El capitalismo, para nosotros, sigue significando la manipulación interesada de los mercados por parte de la clase dominante estatal-privada, y no una economía de mercado libre del gobierno y laissez-faire.
La obra de Konkin «Teoría de clase agorista» identifica correctamente al gobierno, en tándem con sus cohortes privadas y políticamente conectadas, como los opresores. Esta conexión desdibuja la línea entre la narrativa anarcocapitalista frecuentemente simplista de Privado = Bueno, Estatal = Malvado. Konkin hace apropiadamente responsable a la empresa privada de su rol único como coconspiradora en la desposesión en curso. Fue el análisis de clase de Konkin y su exposición del agorismo los que me trajeron hacia el anarquismo de mercado.
No hay necesidad de que los anarquistas sostengan las nociones inconsistentes del anarcocapitalismo. El anarquismo de mercado ofrece un enfoque matizado sobre el estado y las clases privilegiadas privadas, y bosqueja un camino diferente para los mercados liberados y una sociedad liberada. Y creemos que el mundo se vería marcadamente diferente que la estructura capitalista de hoy.
Artículo original publicado por H.B. Dillon Williams IV el 18 de octubre de 2015
Traducción del inglés por Mario Murillo